Ex capitán Jaime Donoso revela nombres de oficiales torturadores
Los secretos de la Fach
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Inútiles han resultado los esfuerzos
de la Fach por desligarse de los crímenes cometidos durante
la dictadura militar. Una consecuencia directa de los reportajes de
denuncia del periodista Víctor Gutiérrez publicados
en el diario “La Nación”, fue la dimisión
del quinto hombre en la línea de mando institucional, general
Patricio Campos Montecinos, ex jefe de la Dirección General
de Aeronáutica Civil y enlace de la institución durante
la mesa de diálogo. Su esposa, Viviana Lucinda Ugarte Sandoval
(“la Pochi”), desempeñó un activo rol en
el siniestro Comando Conjunto, según las declaraciones formuladas
a “La Nación” por el ex agente “Colmillo
Blanco”, a quien el diario “El Mercurio” identificó
como el coronel en retiro de la Fach Otto Trujillo, actualmente procesado
y recluido en la ex Penitenciaría. |
El
ex capitán de aviación Jaime Donoso Parra escribe sus
memorias. |
El Comando se habría reorganizado con el objetivo de tergiversar
la información entregada por la Fach a la mesa de diálogo
y entorpecer las investigaciones judiciales que comprometen a miembros
de la Fuerza Aérea, con ayuda de abogados civiles financiados por
la institución. El informante de “La Nación”
mencionó también al coronel Roberto Serón Cárdenas,
comandante Juan Luis López López y al civil Alejandro Figari
Verdugo (ex militante de Patria y Libertad), como agentes de la represión
que se mantienen activos. La mayoría fueron procesados por el ministro
en visita Carlos Cerda en 1986 y luego sobreseídos por la Corte
Suprema. Pese a la trascendencia de las denuncias, la Corte de Apelaciones
rechazó la designación de un ministro extraordinario y la
investigación judicial quedó en manos del juez del Tercer
Juzgado del Crimen de Santiago, Mario Carroza, quien acumula la mayoría
de los procesos de víctimas del Comando Conjunto. Pero también
el presidente Ricardo Lagos solicitó al alto mando una investigación
en el interior de la Fuerza Aérea y no faltaron quienes pidieron
la salida del comandante en jefe, general Patricio Ríos.
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Esta es la segunda gran crisis que estremece
a la Fach bajo la comandancia del general Ríos. El año
pasado debió pasar a retiro su mano derecha, el general Hernán
Gabrielli, jefe del estado mayor y segunda antigüedad institucional.
Este se perfilaba como futuro comandante en jefe hasta que cinco
querellas por tortura frustraron sus planes.
Independientemente de que se haya reorganizado o no el Comando
Conjunto, los ex uniformados de la Fuerza Aérea que están
enfrentando en los tribunales a quienes los torturaron en los primeros
tiempos de la dictadura militar no dudan que se ha urdido una trama
para obstruir la justicia. |
El capitán Donoso Parra encabeza
un desfile en su base aérea. |
Uno de ellos es Jaime Donoso Parra, ingeniero aeronáutico y capitán
en retiro de la Fach, quien formó parte del grupo de oficiales
constitucionalistas contrarios al golpe de Estado. “He declarado
en muchos juicios y participado en varios careos, y lo único que
ellos hacen es negar lo que hicieron -dice-. Luego, uno sale del careo
y en los pasillos del juzgado ve cómo el tipo que acaba de declarar
le cuenta a sus abogados todo lo que dijo al juez. Eso permite instruir
al siguiente requerido por el tribunal sobre lo que tiene que decir para
no entrar en contradicciones. Estoy convencido que esconden información
sobre los detenidos desaparecidos. Esto no puede ignorarlo el comandante
en jefe Patricio Ríos y es muy probable que exista una interacción
entre las cuatro instituciones, lo que me parece un error porque a mi
juicio los responsables de los crímenes son personas y no las instituciones
en sí”.
El testimonio que entrega el ex capitán Jaime Donoso corresponde
a la represión ejercida por la Fach contra alrededor de 60 hombres
de sus filas en los primeros años del régimen militar, específicamente
en la Academia de Guerra Aérea (Aga), verdadera escuela para quienes
formaron en 1975 el Comando Conjunto. Uno de los más brutales torturadores
de la Aga fue el jefe del naciente Comando Conjunto, Edgar Ceballos Jones
(“Comandante Cabezas”).
BACHELET Y LOS OTROS
El capitán Donoso, con dos años de antigüedad al momento
del golpe de Estado, tuvo una temprana evidencia de lo que preparaban
los altos mandos. Entre mayo y junio de 1973 le correspondió desempeñarse
como oficial de ronda de la Guarnición de Santiago y en una oportunidad
le ordenaron inspeccionar la Academia de Guerra Aérea a las dos
de la mañana. “Al identificarme ante el suboficial de guardia,
quien me conocía porque yo era alumno de la Academia, pretendió
impedirme la entrada. Eso me pareció sumamente sospechoso, así
que saqué mi pistola y lo detuve por impedir que el oficial de
ronda, máxima autoridad de la guarnición, ingresara a la
base. Entonces me explicó que el general Gustavo Leigh, quien estaba
en el interior, le había pedido que no dejara entrar a nadie”,
relata el ex uniformado. Decidió llevarlo encañonado hasta
adonde estuviera el general Leigh, que en esa época era jefe del
estado mayor y segunda jerarquía después del comandante
en jefe, César Ruiz Danyau. Al ingresar a la base vio que estaban
estacionados los autos de casi todos los generales. En la sala de conferencias
había luz, pero la puerta estaba cerrada. “La abrí
de una patada, con la pistola en la mano y el suboficial al lado. La sala
quedó sumida en un silencio espectral. Normalmente, cuando un capitán
patea una puerta lo menos que hace un general es arrestarlo. Pero todos
se quedaron calladitos. Lo que me quedó inmediatamente graficado
en la mente fue el plano de Santiago, donde habían colocado aviones
diseñando circuitos para atacar La Moneda, la casa del presidente
en Tomás Moro y las estaciones de radio. No me cupo la menor duda
que se estaba planificando un golpe de Estado. El general Leigh me pidió
que lo disculpara, me dio todas las explicaciones posibles, dijo que estaban
haciendo un juego de guerra... ¡Claro, a las dos de la mañana!
Me imagino las puteadas que debe haber recibido el general que me envió
a efectuar la ronda”.
¿Qué hizo usted luego de tener esa evidencia?
“Fue una luz de alerta para los cinco o seis capitanes que éramos
constitucionalistas. Habíamos estado en la universidad, la mayoría
éramos ingenieros y teníamos una relación con la
sociedad diferente a la del militar neto. No estábamos por el golpe
de Estado y sentimos que nuestra misión era denunciar lo que se
preparaba. Decidimos agruparnos en forma más estrecha y buscar
vías políticas para entregar esa información al presidente
de la República. Nos reunimos con los senadores Eric Schnake (PS)
y Anselmo Sule (PR), y con Carlos Lazo, presidente del Banco del Estado.
Ellos consiguieron una entrevista de algunos miembros del grupo con el
presidente Salvador Allende, pero él no les creyó. Dijo
que estaba convencido que los militares jamás darían un
golpe de Estado, porque le habían jurado lealtad. Pienso que Allende
era muy orgulloso. Estaba convencido que podía manejar políticamente
la situación y que no sería avasallado”.
¿Ustedes simpatizaban con algún partido político?
“No, ni siquiera estábamos de acuerdo con el gobierno de
Allende, que a esas alturas no era bueno, aunque yo había votado
por él, porque me gustó su programa. Pero teníamos
la convicción que debíamos respetar la Constitución
y la ley, de acuerdo con lo que habíamos juramentado. Para nosotros,
el jefe máximo era el presidente de la República y no el
comandante en jefe. Por eso, hasta el último momento seguimos insistiendo
en entregar la información que teníamos. Cuando ocurrió
el golpe de Estado nos detuvieron a todos, junto con los generales Alberto
Bachelet y Sergio Poblete, y el coronel Ernesto Galaz. Les atribuyeron
vinculaciones marxistas, pero sólo cumplían con su deber”.
¿Los mantuvieron en la Aga?
“Sí, y la agresión contra nosotros fue brutal, porque
nos consideraban traidores... a ellos. Cuando conversábamos, les
decíamos que eran ellos los que estaban traicionando la Constitución
y la patria. Nos golpeaban, nos hacían simulacros de fusilamiento,
nos ponían electricidad en las partes más sensibles -incluso
en heridas abiertas- y nos quemaban con cigarrillos. También empleaban
drogas e hipnosis. A algunos los colgaban de unos ganchos, como en una
carnicería, y los azotaban. La Academia de Guerra Aérea
era un centro de torturas atroz. Los generales eran pateados en el suelo
por los pelados. Buscaban la degradación máxima de nuestra
personalidad. Había presos a los que les sacaron las uñas.
A otros los destrozaban, los cortaban igual como un carnicero corta un
chancho”.
¿Quién estaba al mando?
“Ahí estaba comprometido Leigh. Lo vi dando instrucciones
precisas de lo que había que hacer. Yo había sido instructor
de vuelo del general Orlando Gutiérrez, y después él
fue mi torturador. Era el jefe, lo presenciaba todo. También estuvo
presente Leigh cuando torturaron al general Poblete. Me lo contó
en una carta que me escribió, y que está en el juicio. A
él lo quemaron en el pecho y en las manos. En la Fuerza Aérea,
en 1973, se estableció la tortura como un procedimiento normal
para interrogar a prisioneros. No se preguntaba qué había
que hacer con un preso, derechamente se le torturaba y se le decía
‘esto es lo que tienes que confesar’. Era un procedimiento
estándar”.
¿Usted fue procesado?
“Después de las torturas nos hicieron el famoso sumario en
tiempo de guerra llamado ‘Fach contra Bachelet y otros’, que
ahora estamos impugnando ante la Corte de Apelaciones. Desgraciadamente
ésta señaló que el caso debía pasar a la justicia
militar, lo que es una aberración. Vamos a seguir insistiendo,
porque queremos que se reconozca que no se cumplió con el debido
proceso y que nos entreguen la documentación que nos corresponde.
Tras el sumario, se nos hizo un juicio en el cual no teníamos defensa,
no se permitió que nuestros abogados argumentaran tortura. A mí,
que había denunciado el golpe, me acusaron de ‘incitación
a la sedición’, ‘traición a la patria’,
‘creador del Plan Zeta’ y del ‘Plan Fuga’. Nada
de eso existía. Nos condenaron en diciembre de 1973, cinco a la
pena de muerte y otros a presidio. Mi condena era a 20 años. Posteriormente
me la rebajaron a 15 años, y a los condenados a muerte, a 30 años
de presidio. Estuve dos años preso en distintos centros militares
y al final nos llevaron a la cárcel pública de General Mackenna.
En 1975 aplicaron el DL 504 que nos permitió partir al exilio”.
¿En algún momento se encontró con el general Alberto
Bachelet?
“Estuvimos juntos en la cárcel. El general Bachelet tenía
un problema al corazón perfectamente tratable, pero si le ponían
corriente, la cosa se complicaba. Fue lo que ocurrió. Un día
lo sacaron para llevarlo a la Academia de Guerra. Volvió con quemaduras
de cigarrillos, marcas de electrodos y con una violenta taquicardia. El
doctor Alvaro Yáñez, que era uno de los presos, dijo que
estaba muy mal, que necesitaba cuidados especiales. Poco después
murió. En una ocasión, Leigh dijo que cómo se podía
pensar que la Fuerza Aérea podía hacer esas cosas. El cinismo
de los torturadores era increíble”.
¿Ha tenido oportunidad de enfrentar a sus torturadores?
“He sido careado con quienes fueron mis torturadores directos, en
diferentes procesos a cargo de los jueces Juan Guzmán, Mario Carroza
y Rubén Ballesteros. He declarado contra Hernán Gabrielli,
el general Orlando Gutiérrez y toda una lista de torturadores.
En los careos he comprobado la pequeñez de estos hombres que cuando
torturaban y tenían todo el poder sobrepasaban la racionalidad
humana. En la Academia mataron a un sargento de un balazo y el general
Gutiérrez felicitó al soldado que le disparó. Y ahora
veo a algunos seriamente dañados, como Edgar Ceballos Jones; los
comandantes Ramón Cáceres y Sergio Ulises Swain; el general
Orlando Gutiérrez. En esa época se paseaban por la Academia
como verdaderos pavos reales, ahora los veo escondidos y cabizbajos en
los juzgados. Uno les dice ‘cobarde, maldito cobarde, cómo
no puedes reconocer lo que hiciste’. Bajan la cabeza y responden
‘no me acuerdo’”.
¿No muestran arrepentimiento?
“Creo que no, pero sí vergüenza, porque no se atreven
a mirar de frente. Y nunca dan sus direcciones. Son unos malditos cobardes,
no se puede decir otra cosa. Felizmente, han caído en contradicciones.
La gran diferencia con ellos es que nosotros andamos con la cabeza en
alto, nos mostramos en cualquier parte y vamos a los juzgados abiertamente,
sin ningún temor, porque tenemos la conciencia limpia”.
EL CAPITULO GABRIELLI
Los ex presos de la Fach vivieron el exilio en distintos países,
pero siempre mantuvieron entre ellos lazos de amistad. Jaime Donoso Parra
se fue a Inglaterra, donde estudió aeronaútica superior
e hizo un doctorado en aerodinámica y mecánica de fluidos
en la Universidad de Londres. Se convirtió en un investigador científico
de alta calificación y desarrolló una exitosa carrera profesional
en la empresa privada. Inventó cuatro métodos de alta tecnología
para solucionar problemas matemáticos complejos, que fueron debidamente
patentados. Con uno ganó en 1997 un Premio Nacional de Ciencia
y Tecnología otorgado por el Ministerio de Defensa. Sus últimos
años de exilio los vivió en Suiza.
¿Cuándo iniciaron acciones ante la justicia?
“Los ex presos de la Fach sólo pudimos volver a Chile a comienzos
de la década del 90, cuando era imposible hacer un juicio contra
las Fuerzas Armadas porque los poderes fácticos tenían intacto
su poder. Pero pensamos que algo teníamos que hacer y participamos
activamente en el proceso de gestación de la ley de exonerados.
Finalmente algunas personas decidieron enjuiciar por daños físicos
y perjuicios. Hay ex presos dementes en Inglaterra, recluidos en hospitales
siquiátricos. Otros tienen daños en los oídos, algún
miembro de su cuerpo inmovilizado, enfermedades óseas por los golpes
y la electricidad, o no les funcionan bien algunas partes del cerebro
y se olvidan de cosas. Así nos encontramos con el Codepu, que nos
ha asesorado en los juicios, y con el problema del general Hernán
Gabrielli. En febrero del 2001, Carlos Bau Aedo, ex ejecutivo de la Industria
Nacional de Cemento S.A. (Inacesa), denunció que Gabrielli lo había
torturado a él y a otros prisioneros en 1973 en la base aérea
de Cerro Moreno, de Antofagasta, entonces a cargo del comandante Marcial
Vargas del Campo. A sus denuncias se sumaron los ex detenidos Juan Ruz,
doctor en pedagogía y actual funcionario del Ministerio de Educación,
y Héctor Vera, doctor en comunicaciones y vicerrector de la Universidad
de Antofagasta. Los tres fueron víctima de tormentos físicos
y psicológicos, y presenciaron cómo el entonces subteniente
Gabrielli torturó salvajemente a Eugenio Ruiz-Tagle Orrego, gerente
de Inacesa, que junto al gerente de Corfo, Mario Silva Iriarte, fue ametrallado
el 19 de octubre por la Caravana de la Muerte. Los afectados iniciaron
un proceso por torturas en contra de Hernán Gabrielli, en el que
los ex presos de la Fach han participado como testigos. Según declaraciones
de uno de ellos, el entonces subteniente de aviación Ricardo Navarro
Valdivia, Hernán Gabrielli no sólo lo torturó a él,
sino también a un niño de 14 años a quien le causó
secuelas que acabaron con su vida en el hospital de Antofagasta. Navarro
declaró desde España en una entrevista a Televisión
Nacional: “Toda la Fuerza Aérea sabía y sabe que Gabrielli
es un torturador”. Otros testigos de la Fach que fueron víctimas
o presenciaron torturas ejecutadas por quien llegó a ser jefe del
estado mayor de esa institución son el capitán Juan Muñoz
y el subteniente Oscar Navarro, oficiales de la rama de finanzas de la
Fach en Antofagasta, y los cabos segundos Luis Gabriel Torres Valeria
y Antonio Jara Castro.
¿Usted conoció al ex general Gabrielli?
“Nos conocimos en la Escuela de Aviación, fuimos amigos y
le tuve mucha estimación. Cuando estábamos en la cárcel
comenzaron a llegar presos de Antofagasta, como Carlos Bau y algunos suboficiales,
que describían a Gabrielli como uno de sus torturadores. No cabía
la menor duda. Yo le escribí dos cartas entre 1999 y 2000, antes
de los juicios, para que viera la forma de que se compensara a quienes
éramos de la Fuerza Aérea. Primero, en el aspecto moral,
que es lo que más nos interesa, y luego material, porque a nosotros
nos cortaron la vida a los 30 años. Nunca contestó esas
cartas. La querella que Gabrielli presentó contra Carlos Bau, Juan
Ruz y Héctor Vera por difamación, injurias y calumnias fue
cerrada a los tres meses por el juez Ballesteros, quedando en evidencia
que Gabrielli torturó, aunque esto sigue siendo la declaración
de una persona contra otra. El continúa negando, pero van a seguir
declarando todos los que lo vieron y sufrieron las torturas. De acuerdo
con lo legalmente establecido, tendremos a estas personas en primera línea
hasta que en algún momento tengan que reventar. ¡Ya aparecerá
un piloto o suboficial que cuente cómo les cortaban la guata a
los prisioneros y los tiraban al mar! Nosotros tenemos que ir buscando
los mecanismos para acorralarlos”.
¿Qué clase de torturador era Gabrielli?
“Existían los torturadores ‘profesionales’, como
los de la Academia de Guerra Aérea, y otros ocasionales, que eran
los que estaban en las guardias. En este último grupo se ubicaba
Gabrielli, que en esa época era un teniente de 24 ó 25 años.
Los torturadores ‘oficiales’ de la base de Cerro Moreno, como
el comandante Gonzalo Pérez Canto, les decían a los tenientes
jóvenes que ‘ablandaran’ a los presos antes de entrar
a la interrogación. Y aunque podían evitarlo, porque no
era su obligación, los agarraban a golpes y patadas. Yo los llamo
‘torturadores torpes’. Esto ocurrió en todas las bases,
incluida la de Quintero, donde estaba el general Patricio Ríos,
actual comandante en jefe. Todos los tenientes y subtenientes de esa época,
si estaban en servicio, deben haber tenido contacto con prisioneros. También
los alférez y subalférez, que hoy son los generales que
están bajo Ríos, deben haber participado cuando menos en
las ‘operaciones rastrillo’, donde también se torturó.
Que unos pegaban más y otros menos, lo tendrá que determinar
la historia. Para eso estamos haciendo estos procesos. Vamos a escarbar
hasta encontrar testigos que se atrevan a declarar, porque la verdad es
que muchos de la Fuerza Aérea aún no dan ese paso. En los
años 96-97 algunos me pidieron que por favor no los nombrara, porque
ellos y sus familias habían sido amenazados. Pero ahora tenemos
una ley de prensa que nos permite hablar. Por eso estoy escribiendo un
libro con mis memorias donde voy a decir lo que yo vi de la historia,
desde el lugar en que ésta me puso. Y me puso a este lado, porque
yo tenía principios distintos a los de ellos, tan simple como eso”.
¿Alguna vez lo han amenazado a usted?
“En forma indirecta, me enviaron amenazas por teléfono cuando
puse un recurso de amparo contra el general Fernando Rojas Vender, en
la época en que era comandante en jefe. Pero nunca tuve miedo,
estoy haciendo lo que corresponde”.
¿Por qué ese recurso de amparo?
“Se relaciona con otro problema que tenemos. Cuando jubilamos o
nos dan de baja, nos tienen que entregar un documento que diga que uno
es un oficial de la Fuerza Aérea dado de baja, jubilado, exonerado
o lo que sea. A nosotros no nos han entregado ese documento, y por eso
no nos permiten entrar a algunos lugares de la Fach. A mí incluso
me han obstaculizado el paso en el Ministerio de Defensa. ¡A qué
nivel llega el enclaustramiento en que están los uniformados que
ni siquiera permiten a la ministra de Defensa que intervenga en esto!
Debería bastar que la ministra Michelle Bachelet le dijera al comandante
en jefe que nos entregue la documentación, porque es lo que corresponde
legalmente. En este momento se está tratando de llegar a un acuerdo,
pero si no lo hay me voy a querellar contra la comandancia en jefe de
la Fuerza Aérea. Anteriormente presenté un recurso de amparo
contra el general Rojas Vender y Jaime Lavados, rector de la Universidad
de Chile. Sucedió que ambas instituciones convocaron a un diplomado
en Derecho Aeronáutico y del Espacio, y postulé como un
ciudadano cualquiera. Las clases se daban en la Academia de Guerra Aérea.
El rector de la Universidad de Chile consultó a la Fach y le enviaron
una carta firmada por Rojas Vender diciendo que yo no podía ingresar.
Torpemente, él me remitió esa carta. Y con ella en mano,
presenté el recurso. Fernando Rojas dilató todo lo que pudo
la tramitación del recurso y al final mandó una carta a
la Corte Suprema diciendo que yo no tenía ninguna prohibición
para ingresar a la Academia. La presentó el 28 de agosto y el curso
terminaba el 1 de septiembre. ¡Esa es la mentalidad sucia que tiene
esta gente! Pero nada puede extrañar de alguien como Fernando Rojas
Vender, que se llevaba muebles para su casa como pertrechos de guerra.
El tiene una historia tenebrosa dentro de la Fach, porque siempre fue
de mala calaña. Claro que todos los generales que viajaban al extranjero
en esa época traían motos de agua y muebles como pertrechos
de guerra, en circunstancias que la ley les permite, igual que a los diplomáticos,
traer bienes de hasta 15 mil o 20 mil dólares sin impuestos. ¡Pero
ellos traían mucho más!”.
¿Se ha enfrentado alguna vez con Hernán Gabrielli?
“Se ha negado a conversar conmigo. El día que teníamos
un careo ante el magistrado Mario Carroza se fue a Estados Unidos y nos
dejó al juez y a mí plantados. Tampoco se presentó
a otro careo ante el juez Ballesteros. No me cabe la menor duda que torturó,
tenemos testigos torturados por él y otros que presenciaron esas
torturas. Eso es lo que he declarado en tres juzgados. El juez Carroza
me va a volver a llamar, porque le pedí que quiero ver a Gabrielli
y enfrentarlo. El general León Duffey, un hombre bruto que se sabía
esconder muy bien, torturó con Gabrielli en Antofagasta y después
pasó a la Academia de Guerra. Se dejaba ver muy poco en la Academia,
igual que Florencio Dublé, quien llegó a ser jefe del estado
mayor cuando Fernando Rojas Vender era comandante en jefe. Pero nosotros
los identificábamos bien. Todos están siendo enjuiciados
y tendrán que declarar. Hay que juzgarlos, pero no con el objetivo
de que los castiguen. Lo único que me interesa es que reconozcan
lo que nos hicieron y que queden claramente establecidas sus culpas”
PATRICIA BRAVO
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