La última figura romántica
de la Izquierda chilena
La Payita
|
Dolor y tristeza de sus hijos y parientes, amigos
y muchas personas que vieron en ella a la última figura romántica
de la Izquierda chilena del siglo XX, provocó la muerte de
Miria Contreras Bell, La Payita.
Sus funerales, el 23 de noviembre, fueron el digno homenaje a una
notable trayectoria humana y también una expresión
de lealtad a su memoria y a la del presidente Salvador Allende.
Fue algo paradojal, porque todos reconocen que un rasgo distintivo
en Payita fue la modestia y una decisión inquebrantable de
restarse siempre a ocupar un primer plano. Para ella eso fue una
norma de vida, aunque no la única por supuesto. Tuvo otras
relevantes: consecuencia, valentía y dignidad a toda prueba.
Como en toda vida, en la suya el azar tuvo importancia determinante.
La casualidad la unió de manera perdurable con Salvador Allende.
También el azar intervino trágicamente en la muerte
de su amado hijo, Enrique Ropert, de 20 años, detenido el
11 de septiembre de 1973 ante su mirada impotente y asesinado horas
más tarde por Carabineros.
|
MIRIA Contreras Bell (La Payita) en La
Habana con Alejandro Salvador Fernández Allende, nieto del
presidente Allende e hijo de Beatriz (Tati) Allende. |
|
Las vicisitudes azarosas del exilio en Cuba y Francia la llevaron a
convertirse en personaje importante en la solidaridad con Chile, en consecuente
defensora de la Revolución Cubana y en articuladora de voluntades
en favor de la resistencia contra la dictadura y su proyecto político.
Sin embargo, a diferencia de la gran mayoría, La Payita asumió
los cambios, por drásticos que fueran, mirando de frente, sin dejarse
aplastar por el peso de lo inesperado ni rendirse ante sus consecuencias.
Vivió luchando siempre, con alegría y sencillez.
Provenía de un hogar de clase media acomodada, laica y progresista.
Trabajó desde muy joven y se casó con el ingeniero Enrique
Ropert con el que tuvo tres hijos. En la madurez se encontró con
Salvador Allende y sus ideales de justicia social y no los abandonó
más.
En el gobierno de la Unidad Popular fue una colaboradora indispensable
del presidente Allende. Carismática, inteligente y tenaz asumió
responsabilidades en la organización del trabajo presidencial.
En las relaciones con dirigentes de la Unidad Popular y del MIR y en las
situaciones difíciles buscaba entendimientos. Siempre trató
de evitar rupturas.
Sin duda los amores profundos son siempre incondicionales y tienen mucho
de secretos. La Payita entendió así sus amores y la causa
del pueblo estuvo entre ellos. Se quedó en La Moneda en medio del
bombardeo a desafiar la muerte y entregar un testimonio de dignidad y
consecuencia con un puñado de valientes. Salió del palacio
incendiado con el corazón desgarrado por la catástrofe,
la detención de su hijo y la inmolación a la que marchaba
con serenidad y valor el presidente Allende. Llevaba escondida entre sus
ropas -para salvarla de la destrucción- el Acta de la Independencia
de Chile firmada por Bernardo O’Higgins. Se salvó providencialmente
de ser detenida por alguien que la conocía y pudo salir al exilio
en La Habana.
|
Como dijo en los funerales Víctor
Pey, entrañable amigo: “Y cuando el azar de la vida
te colocó en un trance histórico, en el vértice
dramático de la tragedia, tu ejemplo de desprendimiento personal,
de lealtad inalterable, de coraje y valentía constituyeron
una realidad con ribetes de leyenda”.
En el exilio -y después- La Payita eligió el silencio
y la discreción. Se tragó su dolor y soportó
culpas imaginarias, mezquindades y la campaña de denigración
que montó la dictadura, ensañándose con una
admirable mujer.
Tuvo responsabilidades -y no quiso cargos- en la solidaridad con
Chile y también en la solidaridad con Cuba, a la que amó
profundamente.
Así lo reconoce la carta que el Comité Central del
Partido Comunista de Cuba dirigió a sus hijos, Max e Isabel:
“su cariño y respeto por nuestro pueblo, su apoyo y
defensa irrestricta de la Revolución Cubana y Fidel le valieron
el sitio de honor en el que vivió, vive y vivirá siempre
en nuestra patria”.
“Los cubanos -agrega la carta- tuvimos el privilegio de tenerla
entre nosotros, de compartir nuestra nación, viviendo con
intensidad militante años de heroica resistencia y victoria
de nuestro pueblo frente a la hostilidad y la agresión, que
no ha cesado, del imperialismo norteamericano”.
“Estrecha colaboradora del heroico presidente Salvador Allende
-señala el Partido Comunista de Cuba- (La Payita) cumplió
importantes responsabilidades políticas, que desempeñó
con eficiencia y abnegada entrega a las más nobles causas
populares que propugnó el gobierno de la Unidad Popular”. |
FOTO
en el Palacio Presidencial de Cerro Castillo en Viña del Mar.
De izquierda a derecha: La Payita, Beatriz (Tati) Allende y Luis Fernández,
diplomático cubano casado con la hija del presidente Salvador
Allende. Víctima de una profunda depresión, Tati se
suicidó en La Habana y sus hijos Alejandro y Maya quedaron
al cuidado de Mitzi Contreras, hermana de La Payita, que falleció
en Chile en 1992. |
Payita no vivió solamente para la política, para la memoria
nostálgica o el recuerdo épico. Vivió intensamente
su presente. Volcó amor hacia sus hijos y nietos y también
a otros niños que necesitaron afectos de madre. Trabajó
de manera ejemplar y ganó a muchos para el esfuerzo común,
sin perder el humor ni la ternura.
En Europa laboró en tareas de turismo y difusión cultural
de Cuba y mantuvo la preocupación por el Museo de la Solidaridad
que empezó a formar durante el gobierno de Allende. Esa preocupación
se hizo más apremiante: había que testimoniar el apoyo que
el mundo y los artistas prestaban al pueblo chileno. Fruto de este esfuerzo,
que fue colectivo, es el actual Museo de la Solidaridad Salvador Allende,
una de las colecciones de arte contemporáneo más importantes
y valiosas de América Latina.
De regreso a Chile no se recluyó en su casa. Participó en
actividades políticas y culturales de la Izquierda. No fue militante
pero cumplió como si lo hubiera sido. Hasta poco antes de la muerte
se mantuvo activa, preocupada de lo que sucedía en Chile y el mundo,
con la convicción de que en algún momento, no lejano, los
pueblos recorrerán de nuevo los caminos del socialismo y que harán
realidad, en otras condiciones y circunstancias, las palabras postreras
de Salvador Allende. Lectora de nuestra revista siempre participó
en las actividades solidarias con “Punto Final”. Todo siempre
de manera discreta, sin buscar notoriedad, ajena a toda figuración.
Sus funerales fueron dignos de una militante heroica, de una hermosa leyenda
romántica de la Izquierda chilena. Una mujer fuerte cuya delicadeza
desafió convencionalismos y peligros y eligió el silencio
para no herir a otros. Fueron los funerales de una compañera de
hoy, de ayer y de los días que vendrán.
Así la recordaremos
PF
Si te gustó esta página...
Recomiéndala
|