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Iraq
La invasión infinita
A
seis meses de la invasión y ocupación de Iraq por las tropas
anglo-norteamericanas, el Vietnam que muchos vaticinaron desde antes del
desencadenamiento de la agresión, comienza a perfilarse con más
nitidez.
Los cambios en la cúpula que dirige la política norteamericana
en Iraq, la desaprobación creciente en Estados Unidos por la acción
llevada a cabo por las tropas en ese país, así como la solicitud
dirigida por la ONU a las potencias europeas para que participen financiera
y militarmente en el “proceso de estabilización de Iraq”
bajo tutela estadounidense, demuestran que la obcecación de Bush
y sus principales consejeros por someter a un pueblo heredero de tradiciones
milenarias, comienza a chocar con la dura realidad. Esto es, con la resistencia
cotidiana y cada vez más vertebrada que representa a casi todo
el espectro político, étnico y religioso iraquí.
Las imágenes difundidas en todo el mundo el 9 de abril en la plaza
Al Ferdaus de Bagdad -puesta en escena del ejército norteamericano
para los principales canales estadounidenses con algunos cientos de manifestantes
acarreados para tal efecto-, que mostraban a iraquíes derribando
una de las múltiples estatuas de Saddam Hussein han quedado atrás,
en medio de la sangre, el petróleo, la humillación y la
frustración de los habitantes de esa legendaria nación.
El estado de semi anarquía en que se encuentra gran parte de Iraq,
demuestra la extrema dificultad que tienen las fuerzas de ocupación
para imponer la pax americana. Ello se expresa no sólo en los actos
de resistencia armada, que cobran todos los días nuevas víctimas
entre las fuerzas de ocupación, sino también en los ajusticiamientos
de colaboracionistas o de aquellos que pudieren estar tentados por prestar
oídos a los cantos de sirena de Paul Bremer, el procónsul
norteamericano.
Desde el inicio de la ocupación, un sector del clero chií
proclive a la colaboración con los anglo-norteamericanos recibió
señales inequívocas al respecto. El 13 de abril, en la ciudad
de Nadjaf, el anglófilo ayatola Abdel Majid Al Khoi, que había
sido llevado desde Londres en un aparato de la fuerza aérea británica
días antes de la caída de Bagdad, fue ejecutado. A fines
de agosto, el ayatola Baker Al Hakim, murió en un atentado causado
por un coche bomba en la gran mezquita de la misma ciudad. El dignatario
chií presidía la Asamblea Suprema de la Revolución
Islámica, que dispone de una fuerza militar considerable, pero
había aceptado formar parte del organismo fantoche creado por Washington,
el llamado Consejo de Gobierno.
En la región norte, donde se establecieron en 1991 gracias al descuartizamiento
territorial impuesto por Estados Unidos y Gran Bretaña avalado
por la ONU, los principales partidos kurdos -el Partido Democrático
de Kurdistán, de Masud Barzani, y la Unión Patriótica
de Kurdistán, de Jalal Talabani- han sufrido atentados dirigidos
contra sus dirigentes.
Todo esto demuestra que incluso en las “zonas de exclusión”
-al norte del paralelo 36 y al sur del paralelo 32, las regiones petrolíferas-
los iraquíes consideran la colaboración con las fuerzas
de ocupación como una traición inaceptable. Akila Al Hachimi,
una ex dirigente del Baas que formaba parte del gobierno títere,
también fue abatida a fines de septiembre.
En el centro del país, en la región árabe suní,
alrededor de Bagdad, Faluya, Ramadí y Tikrit, los norteamericanos
deben hacer frente a una guerrilla más organizada y potente, que
opera -a pesar del número de soldados de las tropas de ocupación-
como “pez en el agua”.
RESISTENCIA ACTIVA
A los ataques diarios contra las tropas norteamericanas
se agregan los sabotajes de oleoductos, que las empresas estadounidenses
Bechtel y Kellog Brown and Root, filial de Halliburton -cuyo presidente
entre 1995 y agosto de 2000 fue el actual vicepresidente de Estados Unidos,
Dick Cheney- tratan infructuosamente de poner en funcionamiento.
El número de iraquíes que participa en acciones de resistencia
armada no deja de crecer, creando una situación de ingobernabilidad
y caos. Los ataques a la embajada de Jordania, acusada de sumisión
a Washington, y la ejecución del agregado militar de España
-cuyo gobierno ha aceptado jugar el papel poco digno de fuerza de apoyo,
enviando a mil hombres bajo las órdenes de un general polaco- indican
que los patriotas iraquíes están bien implantados y sus
objetivos son seleccionados con atención.
Es por eso que hay que considerar con extrema cautela las informaciones
acerca de los autores del atentado contra la oficina de la ONU en Bagdad.
Kofi Annan, ha sido reticente a adjudicar a la resistencia iraquí
la autoría de dicho atentado. Este acto no ha sido reivindicado
por los iraquíes y una serie de antecedentes entregados por el
agente Ahmed Chalabi -que forma parte del gobierno fantoche y que al parecer
ha hablado más de lo necesario- indican que sus autores o mandantes
podrían encontrarse en el campo de los “liberadores”
anglo-norteamericanos.
Las manifestaciones de cesantes, de jóvenes -sunitas o chiíes-
y las acciones contra el hotel Bagdad -cuartel general de la CIA y de
otros servicios de inteligencia norteamericanos- constituyen señales
inequívocas que indican que la resistencia es capaz de operar en
el corazón del dispositivo militar del invasor: “Si la guerrilla
quisiera ejecutar a un miembro del gobierno podría hacerlo con
toda facilidad. En el atentado del hotel Bagdad murieron varios guardias
iraquíes, pero es evidente que la resistencia ha querido enviar
un mensaje a la CIA”, expresó un policía iraquí
a un canal de la TV árabe.
Un oficial de las tropas de ocupación, el general Ricardo Sánchez,
ha reconocido que “el enemigo ha evolucionado, es ahora más
complejo, golpea con más saña y su accionar es más
sofisticado y tenaz”. Sánchez admitió ante la prensa
que además de los partidarios del depuesto presidente Saddam, sus
tropas deben combatir a simples ciudadanos, que han tomado las armas exasperados
por la ocupación militar.
Hasta ahora, la propaganda norteamericana había repetido que se
trataba de acciones emprendidas únicamente por militantes del Baas.
Pero la resistencia al invasor sobrepasa con creces a los miembros del
ex partido gobernante y la mayoría de los iraquíes considera
que la existencia de un gobierno fantoche, designado “a dedo”
por las tropas de ocupación, podría ser el germen de la
instauración de una división étnico-religiosa duradera,
antesala del descuartizamiento definitivo de Iraq.
En ese mismo sentido, la unanimidad de las fuerzas políticas y
los movimientos étnico-religiosos iraquíes se han pronunciado
contra la decisión del parlamento turco que, accediendo a las presiones
de Washington, autorizó el despliegue de un contingente militar
en el Kurdistán.
En Kurdistán, donde la población es hostil a Turquía,
las reacciones -según radios locales- han sido aún más
tajantes. Tanto el PDK como la UPK, han declarado que “el ejército
turco tendrá problemas si penetra en Kurdistán”. El
temor de los iraquíes es que Ankara se instale definitivamente
en la región (Turquía ocupa desde 1991 una zona tapón
en el norte de Iraq) y se inmiscuya en los asuntos iraquíes, so
pretexto de proteger a la minoría turcomana que vive alrededor
de Mosul y Kirkuk. También el “ministro kurdo de RR.EE.”,
del gobierno fantoche, Hoshyar Zebari, del PDK, prevé enfrentamientos
si las tropas turcas ingresan en el Kurdistán.
La respuesta a la injerencia turca alentada por Washington no se ha dejado
esperar, y el atentado contra la embajada turca en Bagdad muestra lo que
ocurrirá si Turquía penetra en Iraq.
Pero la torpeza de los ocupantes pareciera no conocer límites.
Pasando por encima de un acuerdo por el cual ninguno de los seis países
limítrofes (Arabia Saudita, Irán, Jordania, Kuwait, Siria
y Turquía) debía intervenir en Iraq, Washington pidió
al dócil gobierno jordano formar a varios miles de iraquíes
que luego constituirán parte de la policía, solicitándole
además un contingente militar que Jordania desplegaría en
Iraq. Hasta el gobierno fantoche ha debido pronunciarse contra ese proyecto.
Washington parece estar perdiendo incluso el apoyo de sus propios servidores.
Por otra parte, las purgas masivas en la administración pública,
la policía y el ejército, han lanzado a miles de funcionarios
y soldados a la calle, aumentando el desempleo y el descontento. Los miles
de ex funcionarios sin trabajo constituyen, de este modo, un reservorio
inextinguible de combatientes.
Bremer ha sido presentado por Washington como un diplomático de
carrera. En realidad, es un experto de la guerra antisubversiva, desde
la época de Reagan. Asociado a Kissinger, es director de Marsh,
la mayor sociedad privada de inteligencia y contrainsurgencia del mundo,
siendo además, miembro del Consejo Nacional de Seguridad de Estados
Unidos.
NEGOCIOS Y POLITICA
La imbricación del Estado norteamericano con la
empresa privada queda de manifiesto cuando se observa la presencia en
Iraq de numerosas firmas cercanas a la administración Bush. Ello
indica, por si a alguien le cupiese duda, que el despojo y ocupación
militar de Iraq se asimila a las acciones de bandidaje internacional efectuadas
durante el siglo XIX por las potencias europeas en sus colonias, o a las
cometidas a fines de ese siglo y durante el siglo XX, por Estados Unidos.
Pocas veces el mundo había asistido a tan descarada mezcla de cinismo,
soborno, corrupción, intimidación, robo, torturas y asesinatos,
como la que emplean Washington y sus secuaces con el fin de repartirse
el botín de guerra.
Una flamante empresa fundada en mayo pasado, la New Bridge Strategies,
está dirigida por Joe Allbaugh, director de campaña de Bush
el 2000, alto ejecutivo hasta marzo último de la Agencia Federal
de Gestión de Situaciones de Urgencia. Edward Rogers, su vicepresidente,
firmó un contrato de 600.000 dólares con el sheik Kamal
Adhaim, ex jefe de los servicios secretos de Arabia Saudita, implicado
en la quiebra fraudulenta del Banco de Comercio y Crédito Internacional.
New Bridges Strategies ha creado una filial, especializada en la “seguridad”,
la Diligence-Iraq, que ha escogido a sus empleados de lo más selecto
del bestiario delincuencial de los países anglosajones: ex miembros
de las fuerzas especiales norteamericanas, ex paracaidistas neozelandeses,
británicos y australianos, para proteger a las empresas que se
aprestan a engullir a Iraq.
El grupo Livingstone, propiedad del ex presidente de la comisión
de presupuesto de la Cámara de Representantes de Estados Unidos,
quiere instalar una industria de antibióticos. La empresa británica
De la Rue, obtuvo el jugoso mercado de los nuevos billetes iraquíes,
desprovistos de la efigie de Saddam. El presidente de BKHS, Charles Black,
jugó un papel importante en las campañas de los Bush, padre
e hijo, y tiene estrechos lazos con el agente norteamericano Ahmed Chalabi
y otros conspicuos personajes que, como el citado, ocupan puestos claves
en el gobierno fantoche.
A pesar de este dramático estado de cosas, de la “bananización”
de Iraq, de las redadas nocturnas, detenciones masivas y asesinatos de
civiles, la situación sigue empeorando para las tropas de ocupación.
En el sur del país, en la ciudad de Nadjaf, el imán Moqtada
Al Sadr ha anunciado la creación de un “gabinete fantasma”,
como una manera de oponerse al gobierno designado por Estados Unidos.
La radicalización de los chiíes, se produce luego de un
período de seis meses de relativa ambigüedad, incluso de colaboración
por parte de un sector de sus dirigentes.
Al Sadr ejerce una gran influencia sobre los chiíes de Iraq. Los
chiíes -60% de la población de Iraq- tratan de ganar el
terreno perdido ante suníes y baasistas, y pueden, si el proceso
continúa, empujar definitivamente al grueso de la población
a tomar una actitud más radical contra los ocupantes. Los chiíes
del sur y de las regiones próximas a la frontera con Irán
ya reivindican un papel mayor en la administración del país
y han tomado bajo su control la administración de hospitales, escuelas
y centros sociales en diversas regiones.
Por otra parte, varios cuarteles de la policía en la periferia
de Bagdad han sido destruidos por coches bomba, mientras miles de jóvenes
-una buena parte de ellos armados- participan en manifestaciones cotidianas
contra las tropas de ocupación.
LA DISYUNTIVA
DE WASHINGTON
Washington se encuentra ante la disyuntiva de aceptar
una presencia chií cada vez mayor, con los inevitables conflictos
que esto le causaría debido a que las principales organizaciones
chiíes tienen relaciones privilegiadas con Irán. La otra
opción es reprimirlos sistemáticamente, con la previsible
formación, a corto plazo, de un frente que englobaría a
la mayoría de los movimientos y partidos de matriz étnico-religiosa
suní y chií.
El Baas, ex partido gobernante, cuyas estructuras y cuadros no han sido
completamente eliminados a pesar de la virulenta represión que
se ha abatido sobre ellos, ha eludido la represión para sumergirse
en su zona de implantación tradicional, esto es Bagdad y el triángulo
formado por las ciudades de Faluya, Tikrit y Ramadí. Esta región
central -suní-, registra el más alto índice de actividad
guerrillera y las manifestaciones cotidianas se efectúan enarbolando
fotos y afiches de Saddam Hussein. Es también en esta zona donde
las tropas de ocupación han asesinado la mayor cantidad de civiles,
mujeres y niños.
Buena parte de los partidos y movimientos políticos (más
de 75) surgidos desde abril pasado, se fundan en obediencias de orden
étnico o religioso. Entre ellos, el partido Al Daawa, el movimiento
chií más estructurado. Reprimido por el régimen baasista
desde la década del setenta, posee gran experiencia clandestina
y está fuertemente implantado en Bagdad.
También existe una serie de partidos autodenominados liberales
o laicos, como el Consejo Nacional Iraquí, de Chalabi, peón
de EE.UU. Acusados de colusión con el invasor, robos y otros latrocinios
-Chalabi y el CNI- no tienen gran respaldo, pero disponen de fondos obsequiados
por sus mandantes: cada nuevo adherente recibe 300 dólares. Otro
partido, el Acuerdo Nacional de Lyad Al Alalui, ex jefe de los servicios
secretos iraquíes en Londres -que se pasó al enemigo en
1990-, está vinculado a los servicios británicos y estadounidenses,
recurriendo a los mismos métodos que el CNI.
Una agrupación de movimientos y partidos, la Alianza Nacional Iraquí,
de Abd al Jabbar al Kubaysi, en la cual participan comunistas, propugna
la resistencia y unidad de todas las fuerzas.
Si bien Estados Unidos pudo ocupar con celeridad la capital iraquí,
su superioridad militar no ha podido traducirse hasta la fecha en control
definitivo y total de Iraq. Aunque los cuantiosos recursos energéticos
iraquíes están bajo la férrea custodia de sus tropas,
los atentados a oleoductos siguen siendo pan de cada día. El empantanamiento
norteamericano en Iraq se acentúa y entra tal vez en una fase de
guerrilla prolongada, que es lo que temía el Pentágono.
Por otra parte, uno de los objetivos de Washington, la remodelación
y estabilización del Medio Oriente, no ha sido logrado, y tanto
Jordania como Arabia Saudita -que ha debido desmantelar las bases militares
estadounidenses- deben afrontar el descontento de la población
por su colaboración con Estados Unidos.
Igual cosa ocurre en Palestina, donde Israel, su simbiótico aliado,
no ha podido hasta la fecha imponer la paz de Sharon, es decir, aniquilar,
como es su propósito, la resistencia del pueblo palestino siendo
hoy más que nunca esa región un verdadero polvorín.
El proceso de vietnamización de Iraq provoca dudas en las propias
esferas gobernantes de Estados Unidos. Las discrepancias con otras potencias
europeas -Francia, Alemania y en menor medida Rusia- se mantienen y los
conflictos en el seno de la Otan y de la ONU tienden a adquirir carácter
permanente. Iraq ha servido como elemento catalizador de las divergencias
entre las potencias europeas y Estados Unidos, y en ese país, se
está jugando gran parte del futuro del nuevo orden internacional.
El núcleo de asesores de Bush, los neoconservadores, embriagados
y cegados por el poderío que nunca antes poseyó nación
alguna, han adoptado una posición insostenible en el plano internacional
e inaceptable para potencias de segundo rango, como Francia, Alemania,
Rusia y China, que aspiran por razones de interés nacional a establecer
un mundo basado en el multilateralismo. Como paradoja, el hiper poderío
militar de Estados Unidos se habría transformado así en
un factor de flaqueza en el plano político. Washington, gracias
a su inmensa superioridad militar pudo posesionarse de la capital iraquí
con rapidez, ganando la primera fase de la guerra, pero cada vez son más
evidentes los signos que indican que en estos seis meses ha comenzado
a perder la pax americana que aspiraba a imponer. Para un país
dotado de tal superioridad militar, haber ganado en el plano militar pero
no haber logrado sus objetivos de guerra significa, de alguna manera,
perderla
PACO PEÑA
En París
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