A nueve días de las elecciones presidenciales del 7 de noviembre todavía Estados Unidos está sin presidente electo, pero con dos candidatos ganadores. Uno es el gobernador de Texas, George W. Bush, del Partido Republicano, cuya presunta victoria en la votación popular en el Estado de Florida le dio -temporalmente- los 25 electores de ese Estado. Con ellos, al juntar 271 electores -por un par de horas- ganó la elección presidencial.
El otro ganador es el actual vicepresidente Al Gore, del Partido Demócrata (PD), que alcanzó una pequeña mayoría de la votación popular nacional, un 0,1%.
Cada candidato acumuló más de 48 millones y medio de votos en la elección popular total en el país. Aquí no hay elección directa del presidente. La elección final la hace el Colegio de Electores, el cual está compuesto por 538 electores. Estos se calculan por la cantidad de representantes que cada Estado tiene en el Congreso Federal. El candidato presidencial que gana la elección en un Estado, aunque sea por mayoría de un voto, se lleva todos los electores de ese Estado. El o los que le siguen se quedan sin representación alguna. En Estados Unidos no hay representación proporcional a la fuerza de los votantes.
La mayoría mínima que un candidato debe alcanzar en el Colegio de Electores es de 270 electores. La presunta victoria que Bush habría alcanzado en Florida cerca de las dos de la mañana del miércoles 8, se basó en una proyección no oficial de la votación popular que hacen las agencias de noticias. Pero la votación real fue mucho más estrecha de lo que calcularon las agencias, por lo cual la presunta mayoría que atribuyeron a Bush se fue evaporando a medida que avanzaba la cuenta oficial de los votos. Bush lleva poco más de doscientos votos populares de ventaja en Florida, lo cual equivale a menos del uno por ciento de diferencia con el candidato que le sigue. Bajo la ley electoral de ese Estado, todos los votos hay que contarlos de nuevo. Además, Florida admite votación por correo, para lo cual sus residentes que están fuera del Estado tienen hasta diez días para hacer llegar sus votos a la Comisión Electoral. Faltan por llegar menos de 500 de esos votos. De cualquier manera, el resultado será muy estrecho. Fuera del recuento total, que dura hasta el 14 de noviembre, se espera que haya reclamos judiciales por numerosas irregularidades en la votación. Indirectamente se acusa a Jeff Bush, gobernador de Florida y hermano de George, de tolerar y fomentar irregularidades que abultarían la votación en favor de su hermano. Hay otros dos Estados con votación indecisa, más otros dos en que la campaña de Gore denuncia irregularidades y pide recuento de votos. La aclaración final de la votación en todos los Estados puede bien demorar un mes o más, si es que uno de los candidatos no se retira de la contienda. Hasta hoy los dos candidatos han declarado su firme decisión de llevar la pelea por sus escasas mayorías hasta las últimas consecuencias. Tratándose de políticos burgueses, es poco lo que se les puede creer.
La incertidumbre de los resultados finales ha arrojado partidarios de uno y otro bando a bulliciosas manifestaciones de protestas callejeras. Pero ellas involucran a poca gente. La inmensa mayoría de los norteamericanos se encoge de hombros. Lo más que hacen es reírse de la situación. También el resto del mundo se ríe a carcajadas del país en que la tecnología computacional es la más avanzada del planeta, pero cuando se trata de contar votos, estos genios se enredan como niños de kindergarten.
UN CHIVO EXPIATORIO
Los demócratas acusan a Ralph Nader de todas sus cuitas. Este es el "tercer hombre", al que se pinta de genio maligno. Nader fue el candidato del Partido Verde en 1996. Sin hacer campaña, obtuvo 685.128 votos, o sea un 0,71% del total nacional. Esta vez fue nuevamente postulado por los Verdes y llevó adelante una campaña vigorosa, enfilada a conquistar parte de la alta cantidad de jóvenes que se abstienen de votar (más del 50% de los inscritos no votan). Los jefes de la campaña de Gore le pidieron que se retirara y apoyara a éste. Pero Nader comentó jocosamente: "Parece que soy el único candidato al que le piden que apoye a su enemigo..."
Siguió adelante denunciando las dobleces, traiciones y contubernios de republicanos y demócratas. Su campaña levantó entusiasmo en grandes círculos de minorías étnicas, mujeres y jóvenes. Abiertamente la apoyaron personalidades progresistas del mundo artístico e intelectual. Muchos de éstos formaban, o todavía forman parte del ala izquierdista del Partido Demócrata. En Estados claves para Gore, como Florida, Oregon y Nuevo México, Nader obtuvo una votación de 3%, 5% y 4% respectivamente. Si solamente en Florida hubiese apoyado a Gore, éste ya sería el presidente electo con una mayoría indiscutible.
Pero el objetivo de Nader y los Verdes no era apoyar nuevamente a candidatos que, una vez elegidos, vuelven desvergonzadamente las espaldas a quienes los eligieron.
Por el contrario, querían sentar el precedente de que no habría más apoyo a partidos como los actuales; que se proponían romper el monopolio de los dos partidos que sistemáticamente se reparten el botín fiscal cada cuatro o dos años; que se proponían formar un tercer partido, que tuviera definidas características populares, que uniera al pueblo común y corriente, incluyendo a consumidores, ambientalistas, inmigrantes, gente pobre, trabajadores intelectuales y manuales, opositores a las aventuras bélicas de los EE.UU. en el extranjero, activistas por seguros de salud para el total de la población (hay más de 38 millones de personas sin protección de salud alguna).
La persistencia de Nader y los Verdes en la campaña parece haberle costado la pérdida inminente de la presidencia a Gore. Solamente un vuelco de las cifras en Florida -lo cual se ve muy improbable- podría salvarlo. Con toda razón Bill Clinton y los jefes demócratas están indignados con él. Han jurado no recibirlo más ni ayudarle en sus proyectos. Nader les contesta que entonces nada ha variado, porque desde hace años los demócratas han cerrado las puertas a las organizaciones populares y las han abierto ampliamente a las corporaciones que financian sus campañas.
Las críticas a los Verdes no solamente han salido del seno de los demócratas. Dentro del propio Partido Verde (PV) se han levantado voces de denuncia al "divisionismo" que han sembrado. Un grupo del Estado de Oregon, llamado Verdes por Gore, dirigido por uno de los fundadores del PV, publicó una declaración vitriólica acusando a Nader de "conducir una campaña irresponsable y totalmente contraproducente". En Seattle, Mrs. Judy Nicastra, concejal del municipio, declaró que se sentía "enojada y profundamente disgustada, incapaz de perdonar a Nader" (por negarse a apoyar a Gore en Estados claves).
Aunque las expresiones de disconformidad son pocas y circunscritas a los lugares en que la presión del campo de Gore fue muy fuerte por conseguir el apoyo de los Verdes, demuestran, sin embargo, falta de disciplina y uniformidad política en un partido que todavía está formándose.
QUE PLANTEA NADER
Cuando Nader saltó a la palestra electoral en febrero de este año, declaró que se proponía derrotar el sistema de dos partidos, levantar un partido nuevo y popular, que sería el PV; que denunciaría la incapacidad, corrupción, doblez y traiciones de los dos partidos tradicionales y mayoritarios; que para alcanzar ese objetivo el PV intentaba encabezar un gran movimiento populista y progresista, capaz de reformar el sistema social y mejorar las condiciones de vida del pueblo norteamericano. Para la campaña presidencial se daba como meta alcanzar el 5% de la votación nacional, lo cual le daría acceso a financiamiento federal de por lo menos 7 millones de dólares para la campaña presidencial del año 2004. Esa inyección de fondos convertiría al PV en actor de importancia nacional.
El balance después de la campaña no es totalmente positivo. Es innegable que el PV subió de un 0.71% de la votación anterior, en 1996, al 3.0% este año, pero no alcanza a calificar para obtener fondos federales. Tampoco logró motivar a la juventud que se abstiene de votar: el bloque de 18 a 24 años de edad se mantuvo alejado de las urnas, tal como en elecciones anteriores. Tampoco atrajo un número significativo de independientes. El apoyo casi total de sus electores vino del ala izquierdista del Partido Demócrata y de grupos marxistas. No hay seguridad si los demócratas se quedarán en el PV o volverán al PD.
En los medios sindicales se está formando un Partido del Trabajo (PT), basado en los sindicatos, parecido a lo que fue el viejo Partido Laborista inglés y a lo que es el Partido del Trabajo que dirige Lula en Brasil. Nader es miembro de ese partido en formación, pero poco o nada hizo para que los sindicatos envueltos en ese esfuerzo se plegaran a su campaña. Quedaron en libertad de acción y casi todos apoyaron a Gore. En la actualidad tampoco se sabe que Nader esté haciendo algo por buscar una alianza del PV con los sindicatos que están organizando el PT. Sin ese eslabón sera difícil que un tercer partido verdaderamente emprenda vuelo en la escena nacional norteamericana.
Nader es un admirador de Marx y sus ideas pero nunca él ni sus colaboradores se han declarado marxistas o socialistas. Básicamente son defensores de los consumidores y del ambiente. Sus ideas son las de los Verdes de Europa, aunque ajustadas a la realidad norteamericana. Aquí defienden el derecho al aborto, un seguro de salud universal, sindicalización obligatoria, abolición de la pena de muerte, eliminación de los subsidios fiscales a las corporaciones, seguro de cesantía, oposición a la brutalidad policial, etc. Pero no mencionan el control democrático de las empresas por parte de los trabajadores, ni menos el reemplazo del sistema capitalista por uno socialista. En conversaciones privadas confiesan que ése es su objetivo histórico, pero que no lo pueden agitar ahora, porque asustaría a muchos de sus actuales miembros, que este es un asunto de educación política a largo plazo.
Los Verdes y Nader saben muy bien que las clases poseedoras y sus corporaciones han dominado siempre los gobiernos de Estados Unidos, sean estos demócratas o republicanos; que para ellas funcionaba a las mil maravillas el sistema de dos partidos, en donde mientras uno se agota en el gobierno, el otro está preparado para reemplazarlo. Nader comprende perfectamente la necesidad de romper el monopolio que mantienen los dos partidos y de levantar un partido popular e independiente, formado por consumidores y trabajadores. Las limitaciones que sus simpatizantes marxistas le ven consisten en su carencia de programa e ideología definidamente clasista y su falta de empeño para ligar a los Verdes con los sindicalistas que están organizando el PT. Que estos dos segmentos se junten y avancen unidos hacia la formación de un partido de la clase trabajadora es una tarea que no depende solamente de Nader, de los Verdes o de los sindicalistas. Compete a ellos, por supuesto, pero también a los muchos activistas marxistas que son miembros de sindicatos y organizaciones de la comunidad y que pueden movilizar a grandes sectores de la población. En suma, es una tarea que tiene que cumplir la propia clase trabajadora norteamericana
ANTONIO PINO
En Nueva York
OTRO ARTICULO
Renace el progresismo norteamericano
Desde los años de la guerra de Vietnam que no surgía en Estados Unidos un movimiento tan importante como el actual contra la mundialización capitalista que ha roto la monotonía de la vida política controlada por demócratas y republicanos y la campaña presidencial dominada por los grandes intereses financieros.
La renovación contestataria ha emergido gracias a la convergencia de grupos que estaban hasta ahora separados en el seno de un movimiento sindical corrompido, corporatista y muy ligado al Partido Demócrata y a una Izquierda política atascada en un radicalismo de "campus" o gabinete, que opone las nuevas luchas progresistas (feminismo, ecología...) y la defensa de las minorías étnicas y sexuales a las reivindicaciones sociales clásicas, asociadas a la caricatura del obrero blanco, nacionalista y homófobo.
Todo comenzó (o casi) con las movilizaciones contra el Nafta en 1995 en que por primera vez después de décadas se materializó la alianza entre los sindicatos obreros (AFL-CIO) y el movimiento ecologista anclado en las clases medias y muy popular entre los estudiantes. Se les unieron organizaciones de defensa de los derechos humanos (que después del derrumbe de la URSS no vacilan en actuar también en el plano de los derechos económicos), para formar la nueva alianza que en 1998 se opuso a la AMI. Después de esto se produjo Seattle en noviembre de 1999, que convocó a cuarenta mil trabajadores sindicalizados y a diez mil ecologistas; Washington en abril, con diez mil jóvenes y en este verano las protestas con ocasión de las convenciones republicana (Filadelfia) y demócrata (Los Angeles). En total, más de cien mil personas han participado en dichas manifestaciones.
Una gran novedad es que las movilizaciones han sido ocasión para el surgimiento de un verdadero movimiento cultural: coloridas realizaciones artísticas, nueva música inspirada en el hip hop y el rap, marionetas gigantes, teatro callejero, danza, clima de fiesta, consignas bien trabajadas. Las acciones directas (bloqueo de calles, marchas combativas, militantes que se encadenan a rejas y edificios, etc.) atraen especialmente a los jóvenes.
Las movilizaciones se desarrollan gracias a dos tipos de organizaciones: por una parte, los movimientos políticos, jóvenes y a menudo estudiantiles como el DAN (sigla inglesa de la Red de Acción Directa) o Estudiantes unidos contra la sobreexplotación (United studients against sweatshops), que lucha contra la neoesclavitud que se impone a los inmigrantes clandestinos y, por otra parte, las ONGs, muchos de cuyos miembros tienen a menudo más edad, y cuya reflexión más acabada les permite acceder a ideas progresistas, como Global Exchange International Forum of Globalization, Global Trade Watch, etc.
¿CUALES DESAFIOS?
Las recientes movilizaciones tienen rasgos remarcables. En primer lugar, se ha constatado la creciente influencia de los anarquistas reunidos alrededor del Bloque Negro, Black Block, aunque algunos miembros del DAN se definen también como anarquistas. Esta particularidad se explica porque el anarquismo, sobre todo en sus formas más vagas, permite reconciliar fácilmente la voluntad radical de cambiar el mundo con el tradicional individualismo norteamericano.
En segundo lugar, el tema de la unidad ha surgido con fuerza. Durante las movilizaciones en Washington el principal objetivo del movimiento sindical era oponerse a la obtención por parte de China, donde no existe el derecho de huelga, de la cláusula de nación más favorecida. La coalición más amplia contra la mundialización neoliberal se concentró en cambio en el objetivo de impedir la reunión del FMI y del Banco Mundial. Esta divergencia entre los dos polos de la alianza se acentuó en Los Angeles, en que casi todos los sindicalistas se encontraban al interior de la convención demócrata. Parece urgente prevenir estas divisiones mediante el establecimiento de bases para un proyecto político común.
También se plantea la ampliación del movimiento a las minorías étnicas, especialmente afro-norteamericanas, en un país donde la opresión racial es muy fuerte. Es verdad que Seattle acogió a numerosos líderes afro-norteamericanos y asiáticos. Pero la nueva coalición bautizada con la expresión Teamsters and turtles (Choferes peso pesado y defensores de las tortugas), que reúne estudiantes blancos de clase media y sindicalistas blancos de la clase obrera calificada, tiene el desafío de ampliarse al subproletariado negro y latino. Y esto por una razón simple: para el joven negro que vive en el ghetto, el enemigo principal tal como él lo percibe, no es la lejana OMC o la abstracta mundialización, sino el policía racista y el patrón blanco siempre dispuesto a despedirlo del trabajo. Y, además, ¿quién puede pagarse el pasaje aéreo hasta Seattle, a Washington o a la muy lejana Praga?
¿DESTAPE POLITICO?
Desde que las movilizaciones comenzaron a tener éxito los comentaristas conservadores se dedicaron a ridiculizar el movimiento diciendo que sus participantes no saben lo que quieren y no proponen nada positivo. Es verdad que en ese plano hay muchas divisiones y cosas baladíes. A pesar de ello, el movimiento encontró una traducción política inesperada en la persona de Ralph Nader, candidato a la presidencia de Estados Unidos en representación del pequeño Partido Verde cuya campaña alcanzó insólita resonancia (se comprobó en las encuestas un apoyo de cerca de un 5% con un 9% en California).
A medio camino entre la ecología, los movimientos ciudadanos y los grupos de defensa de los consumidores, Ralph Nader representa, a pesar de los defectos, la única voz norteamericana de tipo nacional realmente progresista. El relativo éxito de su campaña se vio limitado por el sistema electoral inicuo (escrutinio mayoritario indirecto en una sola vuelta) que alimentó el chantaje de que votar por Nader significaba hacer ganar al republicano G.W. Bush.
Con todo, las movilizaciones de los últimos años constituyen sin duda el primer movimiento hacia la Izquierda de una parte de la población norteamericana desde hace varios decenios. Más allá de su unificación y su ampliación el próximo desafío consistirá en dotarlo de instrumentos de consolidación construyendo las estructuras locales y nacionales que le faltan
SEBASTIEN CHAUVIN y DAN LABOTZ