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Epidemia de “suicidios”
en el ejército
LA
familia del conscripto Raúl Aedo Campos, un “suicida”
más del ejército.
Varios hechos de sangre se vinculan al extraño asalto a las oficinas
del abogado Jairo Casanova Hernández, ocurrido en abril de
2004. Esa noche nadie escuchó nada, los ladrones abrieron la caja
fuerte, se llevaron un celular y documentos… y quedó
intacto el dinero.
Casanova está ligado al caso de Orlando Morales Pinto, un cabo
del ejército muerto el 6 de septiembre de 2002. Había egresado
recién de la Escuela de Suboficiales y trabajaba en la Tesorería
del Comando de Salud del Ejército (Cosale). En esa dependencia
del Hospital Militar se habría enterado de un desfalco de 127 millones
de pesos. Según la versión institucional, el soldado
se habría suicidado.
Es la misma versión con que se intenta justificar otras muertes
ocurridas en el ejército, como la del conscripto Raúl
Aedo Campos, ocurrida el 4 de julio de 2003.
Raúl Aedo era un soldado de 18 años, del Regimiento N°
22 Lautaro (ex Fuerte Arteaga) de Peldehue. Según informes
del regimiento, este joven de Batuco se suicidó con su arma de
servicio mientras cumplía labores de centinela móvil.
“Es posible apreciar que la víctima era un joven introvertido,
poco tolerante y al parecer con escasa capacidad de resolver
adecuadamente frustraciones de la vida diaria”, se dice a fojas
17 de las conclusiones de la justicia militar.
La visión que de su hijo entrega Liliana Campos, es diferente.
Además de comportarse como un joven responsable, trabajador
y buen dueño de casa, “era alegre y ordenado. Antes
de entrar al servicio militar, fue operador de una máquina de molduras
de la empresa Corsa. Era querido por sus compañeros, que mantienen
una foto suya en el puesto de trabajo que ocupó”. Don Luis
Aedo cuenta que su hijo era una persona “con los pies bien puestos
en la tierra. Nunca mostró depresión ni andaba amargado”.
CABOS DE MIEDO
Los padres denuncian que durante estos meses, el ejército ha tratado
de bajarles su autoestima, para culparlos sicológicamente. “En
sus declaraciones, personal del ejército y de Carabineros le imputan
una depresión a mi hijo -señala Luis Aedo-. Dicen que comenzó
por problemas económicos en el hogar, que se sentía culpable
por no poder ayudarnos. Eso es mentira. Antes que Raúl entrara
al ejército él mismo me consiguió trabajo y tuve
plata hasta para comprarme un vehículo”.
Don Luis reconoce que las causas de muerte de su hijo son oscuras. Alrededor
de quince días antes de su muerte, su hijo le dijo que los
fines de semana, después de las dos de la mañana, veía
entrar al regimiento a oficiales en estado de ebriedad,
y que había consumo de marihuana. “Me contó
que existía un lugar al que era imposible entrar, porque hay
entierros de personas asesinadas... Y que él iba a averiguar”,
señala con algo de temor por lo que dice.
El desconsolado padre indica que recopiló información
sobre un conscripto de Til Til, que tenía relaciones con un teniente.
La familia acusa a ese teniente de haber tenido problemas en otra
unidad militar, por querer abusar sexualmente de un conscripto. “Raúl
le dijo a mi señora que el teniente lo perseguía; iba al
baño, y allí estaba. Hacía su cama en la barraca,
y ahí estaba. Todo lo que Raúl hacía se lo encontraba
malo. Quizás ese teniente quiso tener relaciones con mi hijo
y Raúl no le aguantó. Mi señora le preguntó
el nombre y Raúl le dijo que era el teniente Roberto Figueroa”,
señala don Luis Aedo.
Según averiguó este padre, el día de la muerte del
conscripto tuvo una reprimenda de parte del cabo Segundo Cid, porque
las camas estaban mal hechas. “Después entró el teniente
Figueroa con el mismo reclamo. El teniente lo insultó,
con groserías. Raúl le contó a un cabo que jamás
en su vida lo habían humillado y basureado así. El cabo
le respondió que no se debía preocupar, porque al día
siguiente saldría de franco. ¿Cómo iba a querer quitarse
la vida si ese fin de semana estaría en su casa celebrando el cumpleaños
de mi señora?”, pregunta Luis Aedo con voz entrecortada.
MUERTE LIMPIA
En la exhumación de los restos del cabo Orlando Morales un equipo
multidisciplinario del Servicio Médico Legal (SML)
e Investigaciones concluyó que en ese deceso hubo participación
de terceros, lo que cambió el enfoque del proceso judicial.
En ese vuelco fue decisivo el tanatólogo Luis Ravanal.
Por lo mismo, la familia Aedo Campos contactó al doctor Ravanal,
quien realizó una autopsia paralela a la del SML. Este segundo
informe apunta a un homicidio, porque no aparece pólvora en
las manos o uñas de Raúl Aedo. Tampoco hay señas
del lugar en que se apoyó el fusil. “Incluso un capitán
de ejército, de Colina, que es fiscal a cargo de las investigaciones,
reconoció ante el periodista Alejandro Vega que el cuerpo
debería tener pólvora pero que en la autopsia no aparece”,
señala Luis Aedo.
La noche en que murió Raúl, el coronel Pedro Luis Martínez,
comandante del regimiento, llegó a la casa del conscripto
junto con tenientes, un capitán y dos patrullas de carabineros.
“Me dijo: ‘hubo un accidente en el regimiento y su hijo se
quitó la vida, quiero que me acompañen a la Posta’.
Lo vi en la Posta, pero no lo pude mirar porque fue muy grande el impacto.
Tenía abierta la frente”, cuenta el padre. El coronel los
llevó después al regimiento. Allí le ordenó
a un conscripto: “Muéstrale a los papás de Aedo
cómo lo encontraste”, y el soldado se tiró al piso
y dobló las piernas. “Nosotros fuimos los primeros que estuvimos
en el lugar de los hechos. No fue la policía ni un juez a levantar
el cuerpo. El fusil no estaba allí y había muy poquita
sangre en el suelo. Si se hubiera matado con un fusil y con una bala
de guerra habrían quedado restos del cráneo en el lugar.
O sea, sacaron evidencias”, dice Luis Aedo.
La madre le preguntó al coronel Pedro Luis Martínez por
qué el cadáver no tenía sangre y vestía una
polera blanca y limpia. “Raúl no ocupaba polera blanca, siempre
le lavé poleras verdes. Me contestó que para hacer guardia
ocupaban esa ropa, pero es mentira”, asegura Liliana Campos.
El doctor Luis Ravanal precisa que el informe de autopsia del SML tiene
por lo menos veinte errores. Tampoco toma en cuenta los informes médicos
de Rubén Libante y Paola Guglielmi, quienes estaban de turno
en el SAPU de Colina y que señalan que la bala no salió
del cráneo. Luis Aedo tiene su propia hipótesis: “Una
bala chica, de pistola, no tiene salida y una de fusil sí.
Creo que fue una bala de pistola a corta distancia”, asegura.
El proceso está en manos de la Cuarta Fiscalía Militar,
donde la abogada Alejandra Arriaza está pidiendo la exhumación
del cuerpo. Una compleja labor, pues el doctor José Vásquez,
autor del informe oficial del SMLrechaza el documento evacuado por su
colega Ravanal
LUIS KLENER HERNANDEZ
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