Edición 566 - Desde el 30 de abril al 13 de mayo de 2004
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Epidemia de “suicidios” en el ejército

LA familia del conscripto Raúl Aedo Campos, un “suicida” más del ejército.

Varios hechos de sangre se vinculan al extraño asalto a las oficinas del abogado Jairo Casanova Hernán­dez, ocurrido en abril de 2004. Esa noche nadie escuchó nada, los ladrones abrieron la caja fuerte, se llevaron un celular y docu­mentos… y quedó intacto el dinero.
Casanova está ligado al caso de Orlando Morales Pinto, un cabo del ejército muerto el 6 de septiembre de 2002. Había egresado recién de la Escuela de Suboficiales y traba­jaba en la Tesorería del Comando de Salud del Ejército (Cosale). En esa dependencia del Hospital Militar se habría enterado de un desfalco de 127 millones de pesos. Se­gún la versión institucional, el soldado se habría suicidado.
Es la misma versión con que se intenta jus­tificar otras muertes ocurridas en el ejér­cito, como la del conscripto Raúl Aedo Cam­pos, ocurrida el 4 de julio de 2003.
Raúl Aedo era un soldado de 18 años, del Regimiento N° 22 Lautaro (ex Fuerte Ar­teaga) de Peldehue. Según informes del regimiento, este joven de Batuco se suicidó con su arma de servicio mientras cumplía la­bores de centinela móvil. “Es posible apre­ciar que la víctima era un joven intro­ver­tido, poco tolerante y al parecer con es­ca­sa capacidad de resolver adecuadamente frustraciones de la vida diaria”, se dice a fojas 17 de las conclusiones de la justicia militar.
La visión que de su hijo entrega Liliana Campos, es diferente. Además de compor­tarse como un joven responsable, trabajador y buen dueño de casa, “era alegre y ordena­do. Antes de entrar al servicio militar, fue operador de una máquina de mol­duras de la empresa Corsa. Era querido por sus com­pañeros, que mantienen una foto suya en el puesto de trabajo que ocupó”. Don Luis Aedo cuenta que su hijo era una persona “con los pies bien puestos en la tierra. Nun­ca mostró depresión ni andaba amargado”.

CABOS DE MIEDO

Los padres denuncian que durante estos meses, el ejército ha tratado de bajarles su autoestima, para culparlos sicológicamente. “En sus declaraciones, personal del ejército y de Carabineros le imputan una depresión a mi hijo -señala Luis Aedo-. Dicen que co­menzó por problemas económicos en el hogar, que se sentía culpable por no poder ayudarnos. Eso es mentira. Antes que Raúl entrara al ejército él mismo me consiguió trabajo y tuve plata hasta para comprarme un vehículo”.
Don Luis reconoce que las causas de muerte de su hijo son oscuras. Alrededor de quin­ce días antes de su muerte, su hijo le dijo que los fines de semana, después de las dos de la mañana, veía entrar al regi­mien­to a ofi­cia­les en estado de ebriedad, y que había con­­su­mo de marihuana. “Me con­tó que existía un lugar al que era impo­sible entrar, porque hay entierros de perso­nas asesina­das... Y que él iba a averiguar”, señala con algo de te­mor por lo que dice.
El desconsolado padre indica que reco­pi­ló información sobre un conscripto de Til Til, que tenía relaciones con un teniente. La fa­milia acusa a ese teniente de haber tenido problemas en otra unidad militar, por querer abusar sexualmente de un conscrip­to. “Raúl le dijo a mi señora que el teniente lo perseguía; iba al baño, y allí estaba. Ha­cía su cama en la barraca, y ahí estaba. To­do lo que Raúl hacía se lo encontraba malo. Quizás ese te­niente quiso tener relaciones con mi hijo y Raúl no le aguantó. Mi señora le preguntó el nombre y Raúl le dijo que era el teniente Roberto Figueroa”, señala don Luis Aedo.
Según averiguó este padre, el día de la muerte del conscripto tuvo una reprimenda de parte del cabo Se­gundo Cid, porque las camas estaban mal hechas. “Después entró el teniente Figueroa con el mismo re­clamo. El teniente lo in­sul­tó, con groserías. Raúl le contó a un cabo que jamás en su vida lo habían humillado y basureado así. El cabo le respondió que no se debía preocupar, por­que al día siguiente saldría de franco. ¿Cómo iba a querer qui­tar­se la vida si ese fin de semana estaría en su casa celebrando el cumpleaños de mi se­ñora?”, pregunta Luis Aedo con voz entre­cortada.

MUERTE LIMPIA

En la exhumación de los restos del cabo Orlando Morales un equipo multi­discipli­na­rio del Servicio Médico Legal (SML) e Investigaciones concluyó que en ese deceso hubo participación de terceros, lo que cam­bió el enfoque del proceso judi­cial. En ese vuelco fue de­cisivo el tanatólogo Luis Ra­vanal.
Por lo mismo, la familia Aedo Campos contactó al doctor Ravanal, quien realizó una autopsia paralela a la del SML. Este se­gundo informe apunta a un homicidio, por­que no aparece pólvora en las manos o uñas de Raúl Aedo. Tampoco hay señas del lugar en que se apoyó el fusil. “Incluso un capitán de ejército, de Colina, que es fiscal a cargo de las investigaciones, reconoció an­te el periodista Alejandro Vega que el cuer­po debería tener pólvora pero que en la autopsia no aparece”, señala Luis Aedo.
La noche en que murió Raúl, el coronel Pedro Luis Martínez, comandante del regi­miento, llegó a la casa del conscripto junto con tenientes, un capitán y dos patrullas de carabineros. “Me dijo: ‘hubo un accidente en el regimiento y su hijo se quitó la vida, quiero que me acompañen a la Posta’. Lo vi en la Posta, pero no lo pude mirar porque fue muy grande el impacto. Tenía abierta la frente”, cuenta el padre. El coronel los lle­vó después al regimiento. Allí le ordenó a un conscripto: “Muéstrale a los papás de Ae­do cómo lo encontraste”, y el soldado se tiró al piso y dobló las piernas. “Nosotros fuimos los primeros que estuvimos en el lugar de los hechos. No fue la policía ni un juez a levantar el cuer­po. El fusil no estaba allí y había muy poquita sangre en el suelo. Si se hubiera ma­tado con un fusil y con una bala de gue­rra habrían quedado restos del cráneo en el lugar. O sea, sacaron eviden­cias”, dice Luis Aedo.
La madre le preguntó al coronel Pedro Luis Martínez por qué el cadáver no tenía sangre y vestía una polera blanca y limpia. “Raúl no ocupaba polera blanca, siempre le lavé poleras verdes. Me contestó que para hacer guardia ocupaban esa ropa, pero es mentira”, asegura Liliana Campos.
El doctor Luis Ravanal precisa que el informe de autopsia del SML tiene por lo menos veinte errores. Tampoco toma en cuenta los informes médicos de Rubén Li­bante y Paola Guglielmi, quienes estaban de turno en el SAPU de Colina y que seña­lan que la bala no salió del cráneo. Luis Ae­do tiene su propia hipótesis: “Una bala chica, de pistola, no tiene salida y una de fu­sil sí. Creo que fue una bala de pistola a corta distancia”, asegura.
El proceso está en manos de la Cuarta Fiscalía Militar, donde la abogada Alejan­dra Arriaza está pidiendo la exhumación del cuerpo. Una compleja labor, pues el doctor José Vásquez, autor del informe oficial del SMLrechaza el documento evacuado por su colega Ravanal

LUIS KLENER HERNANDEZ

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