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YASSER
ARAFAT
El ocaso y
la gloria
Hace treinta años, el 13 de noviembre de 1974, un hombre de baja
estatura portando su inconfundible keffieh blanco y negro como emblema,
hablaba a la Asamblea General de la ONU, en Nueva York. Recibido con el
protocolo reservado a los jefes de Estado, Yasser Arafat, con voz grave
y segura, que denotaba que tras el combatiente clandestino se perfilaba
el hombre de Estado, recalcó: “La revolución es la
concreción y la realización de los sueños y las esperanzas.
Trabajemos juntos para que mi pueblo realice el sueño de regresar
del exilio, para vivir en un solo Estado democrático en el cual
cristianos, musulmanes y judíos vivan en completa igualdad, justicia
y fraternidad... He venido a esta Asamblea con un ramo de olivo en una
mano y un fusil de revolucionario en la otra. No dejéis que caiga
el olivo de mi mano”. Su presencia en la ONU consagraba ante los
representantes de todos los Estados del planeta -a excepción de
los delegados de Israel y de Africa del Sur que habían abandonado
la sala- la legitimidad histórica de la lucha del pueblo palestino.
El camino seguido desde 1948, cuando el joven Arafat había combatido
a las fuerzas sionistas que habían proclamado el Estado de Israel,
no ha sido un camino sembrado de rosas. El sino del presidente palestino
parece ser una larga e ininterrumpida marcha esquivando obstáculos,
emboscadas, golpes bajos, tentativas de asesinato e incomprensiones, travesía
donde abundan las transacciones, los acuerdos políticos, los avances
y retrocesos. Una trayectoria que suscita la admiración, el fervor,
el respeto, pero también el odio inextinguible de sus enemigos.
Al término de su azarosa vida, Abú Ammar -su nombre de guerra-
en un hospital militar de las afueras de París ha librado su postrer
combate por la vida y ha resonado la famosa cantinela de “los hombres
no hacen la historia...”, etc., etc.
NIÑEZ EN EL CAIRO
Desde su nacimiento, la vida de Mohamed Abdelrahmán
el Rauf Arafat Al Kudwa Al Husseini estuvo rodeada por una aureola de
misterio. Si bien es cierto su documentación indica que habría
nacido en Egipto, el 4 de agosto de 1929, el presidente palestino siempre
ha afirmado haber llegado al mundo en Jerusalén, una de las tres
ciudades sagradas del Islam. Su padre, originario de Gaza, se estableció
en Egipto en 1927 y su madre, Zahwa Abú Saúd, originaria
de Jerusalén, lo habría dado a luz en dicha ciudad, pero
el pequeño habría sido declarado en El Cairo para que pudiese
gozar de la protección egipcia. Sexto de una familia de siete hermanos,
Yasser Arafat vivió en la ciudad del Nilo hasta la muerte de su
madre, en 1933. Luego regresa a Jerusalén y vive cuatro años
en casa de un tío. Retorna a Egipto, donde terminará sus
estudios de ingeniería civil. Tiene dieciocho años cuando
estalla la guerra de 1948 y combate contra las fuerzas israelíes.
En 1956, durante la invasión franco-británico-israelí
de Suez, lucha con el grado de subteniente en las filas del ejército
egipcio. En El Cairo simpatiza con el movimiento de los Hermanos Musulmanes,
lo que le acarrea persecuciones y detenciones. En 1952 junto a Abú
Iyad, dirige la Unión de Estudiantes Palestinos y en una carta
dirigida al general Neguib -jefe de los militares que han derrocado al
rey Faruk- le pide “no olvidar al pueblo palestino”. Pero
los Oficiales Libres, a la cabeza de los cuales pronto se impondrá
Gamal Abdel Nasser, tienen por entonces otras prioridades.
El joven ingeniero parte a Kuwait y trabaja en el Ministerio de Obras
Públicas. En 1959, encontrará a sus más cercanos
y queridos compañeros de lucha, Abú Jihad -asesinado por
el Mossad israelí en Túnez, en abril de 1988-, Faruk Kadumi
y otros, con los que funda una pequeña organización militar
clandestina, Al Fatah, que significa “conquista”. Es en esta
época que escoge su nombre de guerra en homenaje al primer mártir
musulmán, Ammar Ben Yasser.
NACE AL FATAH
Al Fatah publica un periódico Filistinuna (Nuestra
Palestina) y llegará a ser el centro de convergencia de los que
están dispuestos a combatir por la liberación de Palestina.
Diversas células son creadas en Egipto, Siria, Jordania y en Palestina
ocupada. En 1963, Argelia, liberada del colonialismo francés, reconoce
oficialmente a la organización de Yasser Arafat, que abre la primera
embajada del soñado Estado palestino. Luego, solidaridad combatiente
obliga, Argelia proporciona campos para entrenamiento militar e instructores
a los guerrilleros palestinos. Es así como nació la rama
militar clandestina de Al Fatah, la célebre Al Assifa (La Tempestad).
Gracias a Argelia, la organización de Yasser Arafat recibe el importante
reconocimiento de la China de Mao Tse Tung, quien lo invita a Pekín
en 1964. Ese año, bajo instigación de Nasser, nace la OLP,
formada por diversas organizaciones y movimientos palestinos en la cual
la influencia de Al Fatah llegará a ser preponderante. La OLP llama
a la lucha armada contra Israel y para evitar la dependencia de Egipto
lanza, desde 1964, una serie de operaciones militares en Israel. Muchos
regímenes árabes -proclives a la conciliación, como
las monarquías petroleras y el reino hachemita de Jordania- se
inquietan por la audiencia que comienzan a tener los fedayines palestinos,
sobre todo luego de la derrota árabe en la Guerra de los Seis Días,
en junio de 1967. El prestigio de los combatientes palestinos alcanza
niveles de leyenda con ocasión de la batalla de Karameh, en marzo
de 1968 en Jordania, donde algunas centenas de guerrilleros impiden el
avance del ejército israelí. Los dirigentes árabes,
con Nasser a la cabeza, deben reconocer a Al Fatah y su jefe, Yasser Arafat,
que serán reconocidos y apoyados, a su vez, por la URSS.
PRESIDENTE DE LA OLP
En 1969, Arafat es elegido presidente del comité
ejecutivo de la OLP. Instalados en Jordania alrededor de los campos de
refugiados, las diversas organizaciones guerrilleras palestinas llevan
a cabo desde ese país operaciones militares al interior de Israel,
pero también en el extranjero. Son los años de los secuestros
de aviones y atentados contra intereses israelíes, en Europa particularmente.
El rey Hussein de Jordania -cuyo abuelo había sido ejecutado en
1951, acusado de colaboración con el enemigo sionista- veía
con temor la influencia creciente de la OLP en su país. Presionado
por Estados Unidos e Israel, desencadenó un combate fratricida
en 1970, y las organizaciones palestinas debieron replegarse a El Líbano,
Siria e Iraq. Pero cuatro años más tarde, la cumbre árabe
de Casablanca proclamó a la OLP como único representante
del pueblo palestino. Para Yasser Arafat constituía la consagración,
luego de una sangrienta y larga travesía del desierto. Sin embargo,
pronto iniciaría otras travesías, más duras aún.
En abril de 1975, Yasser Arafat y sus hombres toman parte en la guerra
civil libanesa contra la derecha falangista de Bechir Gemayel, que no
ha vacilado en colaborar con el ejército sionista que ha invadido
El Líbano en junio de 1982. El asedio a Beirut se inicia y los
combatientes palestinos, a pesar de la desproporción de fuerzas,
resisten con bravura, pero deben abandonar la capital libanesa protegidos
por una fuerza multinacional compuesta por tropas francesas, italianas
y estadounidenses. Días después, la fuerza multinacional
se retira con precipitación, ocasión que aprovecha el ejército
israelí para autorizar a los falangistas libaneses que quieren
vengar a Bechir Gemayel, ejecutado por colaboración con el ocupante
israelí días antes, para que procedan a la matanza de ancianos,
mujeres y niños de los campos palestinos de Sabra y Chatila. Un
año más tarde, en diciembre de 1983, Yasser Arafat, cercado
por unidades militares palestinas disidentes y fuerzas sirias, debe a
su vez abandonar Trípoli, en el norte de El Líbano e instalarse
con sus tropas en Túnez, donde se establecerá la sede de
la OLP. Comienza otra larga y cruenta travesía caracterizada por
la acentuación de la represión israelí en los territorios
ocupados. Pero en diciembre de 1987 se inicia el movimiento de resistencia
de masas que cambiará la situación: la primera Intifada.
La resistencia al ocupante agrupa a los diversos partidos en torno al
presidente Arafat y el CNP reconoce implícitamente a Israel, el
15 de noviembre en Argel, con ocasión de la proclamación
de “independencia de Palestina”.
ADIOS A LAS ARMAS
En 1989, la OLP renuncia a proseguir sus acciones armadas
en Israel e invitado a Francia por el presidente Mitterrand, Yasser Arafat
declara “caduca” la Carta de la OLP que propugnaba la lucha
armada para liberar Palestina. Sin embargo, a fines de 1990 la ocupación
de Kuwait por el ejército iraquí y la primera guerra que
tuvo lugar en los primeros meses de 1991, aislan al presidente palestino,
quien, siguiendo el estado de ánimo de sus compatriotas, se niega
-al igual que el rey Hussein de Jordania- a condenar a Iraq. Los palestinos
son sancionados por las monarquías petroleras mediante el cese
de la ayuda financiera y miles de refugiados palestinos -trabajadores,
ejecutivos e intelectuales que laboran desde hace años en los países
del Golfo- deben tomar nuevamente el camino del exilio.
La recompensa que había prometido Bush padre a los Estados árabes
que combatieron en la cruzada por recuperar los santos pozos petrolíferos
kuwatíes, tuvo su materialización en la Conferencia de Madrid,
de diciembre de 1991. Las grandes potencias obligaron a Israel a establecer
una primera ronda de negociaciones con la OLP. La “baraka”
del líder palestino lo siguió protegiendo y es así
como en abril de 1992, escapó indemne de un accidente de avión
ocurrido en el desierto libio; ese mismo año se casó con
la palestina cristiana Souha Tawil, con la cual tuvo una hija. Ya se habían
iniciado contactos secretos en Oslo entre israelíes y palestinos,
gracias a los buenos oficios de la diplomacia sueca. Varios movimientos
palestinos expresaron su oposición ante lo que consideraron concesiones
inaceptables acordadas a Israel, como el FLPP de George Habache y su viejo
camarada de armas, Faruk Kadumi.
ENCUENTRO CON RABIN
En Washington, en septiembre de 1993, tuvo lugar el famoso
apretón de mano con el primer ministro israelí Isaac Rabin
y al año siguiente, Yasser Arafat hizo un retorno triunfal a su
patria luego de veintisiete años de exilio. Los acuerdos de Oslo
señalaban un calendario preciso que no fue respetado, y que sería
abandonado progresivamente por los sucesivos gobiernos israelíes.
La legitimidad de Yasser Arafat fue reforzada por su elección mediante
sufragio universal en enero de 1996. Pero luego del asesinato de Rabin
por un miembro de los servicios secretos sionistas, en noviembre de 1995,
los gobiernos de Netanyahu y Barak tergiversaron y retardaron la aplicación
de las disposiciones acordadas en Oslo. La última cumbre de Camp
David en Estados Unidos (julio de 2000), bajo la égida de Clinton,
marcó el fin del proceso comenzado en la capital sueca, puesto
que la parte israelí -apoyada por Estados Unidos- pretendía
que el líder palestino renunciase tanto a Jerusalén como
capital de Palestina como al regreso de los refugiados expulsados en 1948.
Semanas más tarde, en septiembre de 2000, comenzaría la
segunda Intifada, luego de la provocación organizada por Sharon
en Jerusalén en la Explanada de las Mezquitas. Sharon fue elegido
primer ministro por un electorado fascistizado y desde diciembre de 2001,
con el apoyo de su simbiótico aliado norteamericano, confinó
a Yasser Arafat en su cuartel general de Ramalá. Bush daría
carta blanca a Sharon en 2002, manifestando que el retiro del presidente
palestino era la condición sine qua non para un acuerdo de paz.
Desde entonces, Sharon se dedicó a sabotear toda iniciativa tendiente
a reactivar el proceso de paz.
El presidente palestino, aun recluido y bombardeado en su cuartel de la
Muqata, no sólo siguió siendo el símbolo de la voluntad
de resistencia de su pueblo, sino que brotó un fuerte sentimiento
de simpatía entre sus compatriotas y en el mundo. Este siguió
creciendo cuando, postrado en su lecho, libró el que puede ser
su último combate. Arafat encarna como pocos en ciertas ocasiones
de la historia, no únicamente la dignidad de los suyos -portando
sobre sus hombros tal vez la parte más pesada del fardo palestino-
sino también la dignidad de los pueblos del mundo.
LA SUCESION DE ARAFAT
Los cuervos no tuvieron la decencia de esperar el desenlace
y se lanzaron en picada tratando de mancillar su nombre, adelantándose
a su deceso. La prensa israelí anunció su muerte en varias
oportunidades. El inepto George W. Bush rogó por su alma y las
conjeturas sobre luchas intestinas son el pan de cada día. Palestina
no es una monarquía autocrática como las que abundan en
el Medio Oriente, ni está en juego la preeminencia de una dinastía.
La Constitución palestina establece un modus operandi preciso.
Si el cargo queda vacante por deceso del actual presidente, la Constitución
prevé que se deben organizar elecciones en un plazo de dos meses,
asumiendo las funciones de interino el actual presidente del Consejo Legislativo
(Parlamento), Rahui Fatuh.
Se aduce sin embargo, que una elección es materialmente imposible
teniendo en cuenta el despliegue de las fuerzas de ocupación. Ante
esta situación, la reunión efectuada en Gaza entre el primer
ministro Abú Alá (Ahmed Korei) y los jefes de todos los
partidos y movimientos de esta región, constituye una reafirmación
de la unidad nacional en momentos de prueba. Incluso los movimientos como
Hamas y Yihad Islámica -que gozan de una gran popularidad en Gaza-
han pospuesto sus diferencias en función de preservar la unidad.
Pero, es cierto que se barajan los nombres de futuros sucesores. Sucesores,
puesto que Yasser Arafat es irreemplazable y ningún dirigente palestino
tiene su carisma o su capacidad para integrar en tareas de dirección
a personeros de orientaciones encontradas.
Se ha mencionado que la dupla compuesta por Abú Alá y Abú
Mazén -actual secretario del comité ejecutivo de la OLP
que ya estuvo en el cargo de primer ministro- podrían asumir la
dirección colegiada de la Autoridad Nacional Palestina. Abú
Alá podría ser designado presidente interino por el Parlamento
y Abú Mazén tendría a su cargo la dirección
de la OLP. El escollo mayor es que los dos dirigentes no poseen el prestigio
ni la autoridad suficiente para tratar con los movimientos islamistas
o con los jóvenes cuadros de Al Fatah o del FPLP. También
se ha mencionado al responsable del comité central de Al Fatah,
Faruk Kadumi, viejo y prestigioso camarada de armas que se apartó
del presidente Arafat debido al proceso de paz iniciado en Oslo, pero
que ha sido el primer y único alto dirigente que lo ha visitado
en su lecho de enfermo. A pesar de sus discrepancias, Yasser Arafat lo
habría designado como su sucesor. Una parte de los cuadros jóvenes
de Al Fatah preferiría a Maruan Barguti, detenido y condenado en
Israel a varias cadenas perpetuas, acusado por Tel Aviv de ser el jefe
de las Brigadas Al Aqsa.
Dirigentes israelíes y norteamericanos se han lanzado en picada,
tratando de convencer al mundo que “comienza a perfilarse la desaparición
del obstáculo que se oponía a la paz y ésta puede
visualizarse con cierto optimismo”, escondiendo la trama siniestra
tejida entre Bush y Sharon para poner término a todo proceso de
paz y olvidando además que la elección del eventual sucesor
de Yasser Arafat compete exclusivamente al pueblo palestino y a sus instituciones.
Abú Ammar ha entrado en el lento fin de los grandes robles. Y un
árbol de esa envergadura puede parangonarse únicamente con
los grandes y viejos árboles que circundan el Mediterráneo,
de copas frondosas y profundas raíces que cada primavera engendran
nuevos retoños, como árboles que han fundado otras naciones
árabes: el tunecino Burguiba o Nasser, el egipcio. Es por eso que
el ruido ensordecedor que su partida causa podría compararse con
el de las encinas derribadas por el hacha de Hércules.
Cabe la remota posibilidad de que la legendaria “baraka” de
Abú Ammar el combatiente, lo libre una vez más de un destino
que en estos minutos pareciera inexorable. Entonces la célebre
pregunta hecha a Sócrates poco antes de su muerte cobraría
toda su significación:
-¿Para qué te sirve aprender a tocar la lira si vas a morir?
-Para tocar la lira antes de morir
PACO PEÑA
En París
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