Edición 730 desde el 1 al 14 de abril de 2011
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en crisis

Autor: Ricardo Candia Cares

A menudo se habla de crisis como si fuera algo que practican personas con costumbres exóticas, en países remotos. O lo que sufren adolescentes transitivos, y no procesos de incertidumbre paulatina que vienen experimentando instituciones y personas en nuestro país.
La definición de crisis habla de mutaciones, cambios y procesos, los que en nuestra sociedad vienen expresándose con trazas de una notable porfía y afectan a quienes hasta hace no mucho mantenían una estabilidad indesmentible. Pongamos por caso al conjunto musical Los Jaivas. Desde sus orígenes, la agrupación ha sido un símbolo de buena onda, cuya música fue adoptada por los jóvenes, y los no tanto, por su parada trasgresora y progresista, amiga de la paz y la hermandad de las personas.
Y helos aquí y ahora, contratados para mostrar su música de resonancias izquierdistas y etnocéntricas a lo más granado de la derecha en un fasto que celebró la visita del presidente del mundo a La Moneda, a una reunión secreta con Sebastián Piñera. Nadie pareció recordar que esa música y esos oyentes fueron hasta hace no mucho enemigos irreconciliables y durante un tiempo, unos diecisiete años, a tal punto era la diferencia, que muchos de los asistentes a la fiesta habrían despachurrado a cualquier inadvertido acusado del pecado de escuchar esos acordes que ahora eran aplaudidos con entusiasmo en La Moneda.
Como aún recuerdan algunos, La Moneda fue reconstruida después que la Fuerza Aérea y el ejército la bombardearon, coronando así el esfuerzo de un antecesor de Mr. Obama.
El caso es que a esos músicos íconos de la cultura de Izquierda, intérpretes insuperables de la obra de Neruda, Violeta Parra y Víctor Jara, todos enemigos jurados de casi todos los asistentes al homenaje a Mr. Obama, no encontraron nada mejor que ser los anfitriones musicales que reemplazaron a los Huasos Quincheros, quienes otrora ponían la música en esas oportunidades.
Al presidente Piñera y a su invitado les gustaron las interpretaciones de Los Jaivas. Obama habrá pensado, como comandante en jefe preocupado de sus hombres, invitar a tan buenos artistas para alegrar a sus tropas en Iraq, para cantar “Todos juntos”, “Mira niñita” y otros hits. Tan trascendente fue la presentación del grupo musical en La Moneda, que la performance ya es parte de la historia del conjunto contada en Wikipedia.
Como fue posible ver en la tele, no todos los que ameritaban asistir a la gala pudieron ir. No habrá sido de malagradecidos. Muchos de ellos están presos en esas extrañas cárceles en las que purgan parte de sus crímenes durante la dictadura: Punta Peuco y Peñalolén. Los asistentes se vieron de lo más contentos mostrando sus autógrafos y fotografías. Una ex diputada y ex ministra de la Concertación encontró que había “demasiada comida”. Uno de los tres ex presidentes de la República que asistieron, refiriéndose también a la comida, dijo que estaba espléndida. Senadores, diputados y dirigentes políticos compartían sus apreciaciones respecto de la carne de wagyú con una camaradería propia de bueyes amigos, antiguos, queridos y sin cuernos.
Había en las calles gente que se acercó con sus banderitas a las rejas perimetrales con el propósito de saludar a Mr. Obama y familia, y más de alguna señora respetable hizo un pucherito al no poder cumplir con sus sueños. Los medios de comunicación se fijaron en lo realmente importante de la cena: el vestido de las invitadas, la felicidad del presidente Piñera, el idioma inglés que maneja, lo relajado del invitado, la galanura de su mujer y la simpatía de sus hijas.
No lejos de ahí, unas decenas de valientes personas enfrentaba la eficiencia policial en un intento de hacer saber otra opinión respecto de la visita fugaz del dueño del mundo. No fue posible hacerlo sin lamentar apaleos y detenidos, efectos antidemocráticos que ameritaron escasas líneas en los diarios y si acaso, una imagen en la tele. El resto de los habitantes pasaban por las calles adyacentes preocupados de lo que importa: los préstamos para pagar otros préstamos que, a su vez, pagan otros préstamos.
Poco se supo de las opiniones de los trabajadores y de los estudiantes, y poco de los partidos o agrupaciones de Izquierda.
Es el resultado de una crisis que avanza como una oleada extraña e invisible, pero que arrolla con la fuerza de un tsunami y cambia el paisaje humano de manera casi imperceptible a la corta, pero que a la larga tiene efectos notables.
Los Jaivas y su presentación ante los presidentes de Chile y del mundo no es un caso nuevo. Es notorio, pero nuevo no es. Ya antes otros íconos de lo que en otro siglo fue la cultura de Izquierda han mutado sus decires y actuares. Gentes con pasados de cierta gloria, enemigos brutales del sistema y sus adláteres, hoy le encuentran su cosita.
Es la crisis en parte de su esplendor.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 730, 1º de abril, 2011)
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