Punto Final, Nº777 – Desde el 22 de marzo al 4 de abril de 2013.
Documento sin título
Buscar
Ultimo Editorial

Homenaje

Carta al director
Ediciones Anteriores.
En Quioscos
Archivo Histórico
Publicidad del Estado

El fallo de la Fiscalia

Regalo

El Papa Francisco: entre preguntas y promesas



La elección del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, como nuevo Papa, ha resultado una sorpresa para todos. Esta extrañeza da cuenta de la extrema complejidad que conllevó su elección. En principio se le descartaba por su edad, como opina el vaticanólogo Sandro Magister: “Su edad relativamente avanzada, 76 años y 3 meses, inducía a clasificarlo más entre los grandes electores que entre los posibles electos”(1). En segundo lugar, por su derrota en el cónclave de 2005. Esa vez Bergoglio fue el segundo más votado, concitando el apoyo de cardenales muy distintos a los que sólo los unía el intento de frenar al cardenal Joseph Ratzinger. Algunos conservadores se sentían identificados con su posición en materia de costumbres y moral sexual. Pero también logró el apoyo de los cardenales progresistas, liderados por su compañero jesuita Carlo María Martini, por su énfasis en la justicia social. Pero se trataba de una suma de votos muy contradictoria.
Además, ahora se pensaba que el cónclave buscaría la continuidad de Benedicto XVI, quién designó a la mayoría de los actuales cardenales. Pero John L. Allen sostiene que esta vez junto a Bergoglio se alinearon tres grupos: obviamente los latinoamericanos, asiáticos y africanos. Luego los cardenales “moderados” o menos conservadores de Europa, que ya vieron en él a la principal alternativa a Ratzinger en 2005, y que preferían a un candidato que no fuera europeo. En tercer lugar, una parte de los llamados “diplomáticos”, que buscan que el Vaticano recupere relevancia en el escenario global. Este tercer grupo considera tácticamente que el discurso de Bergoglio sobre la paz y la solidaridad con los pobres ayudaría al catolicismo a recuperar su fuerza política, opacada por los escándalos sexuales, el desgobierno de la Curia y las finanzas vaticanas, y las salvajes luchas de poder y dinero desatados por los “movimientos neoconservadores”. En concreto, según Allen el resultado final había sido “con la suma de cuarenta cardenales del mundo en desarrollo, veinte moderados europeos y quince diplomáticos. Se llega a 75 votos, sólo dos menos que el umbral mágico de 77 necesarios para elegir al Papa”(2). Por su parte el cardenal norteamericano Thimothy Dolan ha comentado que recibió muchos más votos de los 77 necesarios.
Otra razón por la cual se le descartaba era por su pertenencia a la Compañía de Jesús. Por siglos, la Compañía ha sido la orden más poderosa e influyente, pero también una de las más controvertidas, de lo que da cuenta su expulsión de Portugal, Francia y España en el siglo XVIII y su disolución canónica entre 1773 y 1814. En el siglo XX, teólogos jesuitas como Karl Rahner fueron los arquitectos de la doctrina del Concilio Vaticano II y luego varios de ellos, como Jon Sobrino e Ignacio Ellacuría, se comprometieron con el proceso de la Teología de la Liberación. Pero Juan Pablo II les aparta del poder del Vaticano a partir de la designación de un interventor, en 1981, y a la vez privilegiará a los movimientos neoconservadores como Comunión y Liberación, Opus Dei, Legionarios de Cristo y Neocatecumenales. Además, Benedicto XVI condenará a varios de ellos, como Jon Sobrino(3) y Juan Masiá entre otros. Hoy un Papa jesuita puede reforzar el carácter vanguardista de esta orden o servir como mecanismo de control, que neutralice su apuesta de acción crítica.

SU RELACION CON LA DICTADURA
Pero el cuarto argumento por el que se excluía a Bergoglio de los pronósticos es el más decisivo: las acusaciones de colaborar con la dictadura militar argentina. Este punto requiere fundamentarse fehacientemente, sin caer en la exculpación precipitada, pero tampoco en una criminalización injusta con base en acusaciones que terminen por desmentirse. Al respecto, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel declaró a la BBC: “Hubo obispos que fueron cómplices de la dictadura, pero Bergoglio no. A Bergoglio se le cuestiona porque se dice que no hizo lo necesario para sacar de la prisión a dos sacerdotes, siendo él el superior de la congregación de los jesuitas. Pero yo sé personalmente que muchos obispos pedían a la junta militar la liberación de prisioneros y sacerdotes y no se les concedía. No hay ningún vínculo que lo relacione con la dictadura”(4). Más tarde agregó, vía Twitter: “Podría haber habido omisiones pero no complicidad. Bergoglio no fue cómplice directo de la dictadura, pero le faltó coraje para acompañar nuestra lucha por los DD.HH.”.
Bergoglio no es un criminal, como sí lo fueron el arzobispo de Buenos Aires Juan Carlos Aramburu y el cardenal Raúl Primatesta, que negaron públicamente la existencia de los detenidos desaparecidos, colaboraron con la represión y rechazaron toda forma de protección a los perseguidos por la junta militar(5). Pero tampoco fue un héroe de los derechos humanos, como los obispos Enrique Angelleli, Eduardo Pironio, Miguel Hesayne, Jorge Novak y Jaime De Nevares.
El suceso más opaco que se le imputa a Bergoglio ocurrió en los años en que ejerció como superior de la Compañía en Argentina. En 1976, los jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics se desempeñaban como animadores de una comunidad de base en Villa Belén, al sur del barrio de Flores, en la capital. Los días 13 y 14 de mayo de ese año, efectivos de la Armada secuestraron a cinco jóvenes catequistas de esa comunidad, junto a dos de sus esposos. Una de ellas, Mónica Mignone, está desaparecida. Diez días después, fueron secuestrados los dos sacerdotes. Una semana antes y de forma intempestiva, el arzobispo Aramburu les había retirado las licencias canónicas, de tal forma que de acuerdo a las normas de la Iglesia, al momento de ser capturados, no ejercían el sacerdocio. Bergoglio había pedido a Yorio y Jalics salir de la Villa, pero ellos consideraron irresponsable dejar solos a los catequistas y pobladores en medio de la ola de represión militar. Por este conflicto, Yorio y Jalics habrían barajado dejar la Compañía, pero no así el ministerio sacerdotal.
Cinco meses más tarde, y luego de reunirse con el “piadoso” almirante Emilio Massera, Bergoglio consiguió que les liberaran de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) donde fueron torturados. Orlando Yorio siguió siendo sacerdote “villero” fuera de los jesuitas, en la diócesis de Quilmes, y Jalics reside en un convento en Alemania. Estos son lo hechos probados y en los que todos los involucrados tienen acuerdo. Desde allí las versiones discrepan: el padre de Mónica Mignone, el abogado Emilio Mignone, siempre acusó a Bergoglio, al que calificó de ser parte de “los pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni rescatarlas”(6). En el libro El jesuita (2010) de Francesca Ambrogetti y Sergio Rubín, se sostiene que Yorio y Jalics fueron liberados debido a sus gestiones: “Esa misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme”, afirma en la entrevista. Además narra haber intercedido por varios perseguidos y relata situaciones en que ayudó a personas a escapar de Argentina. Por su parte, Jalics ha declarado, luego de la elección papal: “No puedo pronunciarme sobre el rol del padre Bergoglio en aquellos hechos… Yo estoy reconciliado con los hechos y los percibo de mi parte como cerrados”.(7)
El New York Times(8) ha recordado a Bergoglio el caso del sacerdote argentino Christian von Wernich, detenido en El Quisco (Chile) en 2003 bajo identidad falsa. Se le reclamaba por su participación en delitos de lesa humanidad en centros de detención clandestina. En 2007 fue condenado a cadena perpetua por participar en 34 casos de privación ilegal de libertad, 31 casos de tortura y siete homicidios calificados. ¿Colaboró Bergoglio con Von Wernich para eludir la acción de la justicia? ¿Por qué se le permitió seguir celebrando misa en la cárcel? El cardenal Bergoglio nunca se ha pronunciado directamente sobre este caso.

UNA PROMESA LLAMADA FRANCISCO
Los cuestionamientos a la relación de Bergoglio con la dictadura militar argentina, y sus choques con los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, pueden augurar un pontificado que continúe la deriva conservadora de sus dos predecesores. Por otra parte, este es sólo un aspecto del nuevo panorama que se inaugura con Bergoglio. También es necesario reseñar un cambio importante, que ya es evidente para los teólogos de la liberación. Leonardo Boff declaró al respecto: “El Papa Francisco es una promesa. Primero el nombre. San Francisco recibió de Cristo el pedido de reconstruir la Iglesia. Francisco es hermano universal. El Papa Francisco innovó: dio centralidad al pueblo de Dios. Este dio primero la bendición al Papa. Solo después el Papa la dio al pueblo. Dijo algo absolutamente importante para las iglesias: quiere presidir en la caridad. Los demás Papas presidían jurídicamente”.
El suizo Hans Küng declaró estar feliz con su elección: “Creo que él asumirá una posición más reformista que la del Papa anterior. No hará una revolución, sino que realizará reformas, lentamente”. Y Frei Betto comentó: “Nunca hubo un Papa con el nombre de San Francisco de Asís. Es muy importante por tres razones: es símbolo de valorización de los pobres, por la ecología, el amor a la naturaleza, y tercero, era un santo que soñó que la Iglesia se desmoronaba y era necesario reconstruirla”. Pero Betto también ha manifestado su temor respecto a que su elección haya sido decidida bajo la lógica de que la Iglesia debe neutralizar el avance de los gobiernos progresistas en América Latina, que ganan terreno en la última década. Y se pregunta si como Papa, Bergoglio se va a prestar para ese juego.
Llamarse Francisco es una promesa. Pero para cumplirla, el Papa necesitará algo más que palabras. Necesitará que se institucionalicen actitudes nuevas que muestren un giro consistente en la Iglesia, que haga creíble su mensaje. Para ello, él mismo debe comenzar por contestar las preguntas que con justa razón ha despertado su historia de vida en la opinión pública, que en materia de derechos humanos y democracia no puede aceptar el silencio como respuesta.

ALVARO RAMIS

Notas
(1) Sandro Magister. “Il primo Papa di nome Francesco”. http://chiesa.espresso.repubblica.it
(2) John L. Allen, Jr. “Running the numbers behind Pope Francis election”. http://ncronline.org. Mar. 14, 2013
(3) Congregazione per la Dottrina della Fede. “Notificazione sulle opere del p. Jon Sobrino, S.J”. 11 de marzo de 2007.
(4) Declaraciones a BBC Mundo. Jueves 14 de marzo de 2013.
(5) Horacio Verbitsky. El silencio. Editorial Sudamericana, Bs. As., 2005.
(6) Emilio Mignone. Iglesia y dictadura. El papel de la Iglesia a la luz de sus relaciones con el régimen militar. Pensamiento Nacional. Bs. As., 1986.
(7) http://www.jesuiten.org/aktuelles/details/article/erklarung-von-pater-franz-jalics-sj.html
(8) http://www.nytimes.com/2013/03/14/world/europe/new-pope-theologically-conservative-but-with-a-common-touch.html?pagewanted=2&_r=1&hp&


(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 777, 22 de marzo, 2013)


revistapuntofinal@movistar.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org
¡¡Suscríbase a PF!!

 

 

 

Punto Final
Translation

Google Translate

En esta edición

¿Qué será de los estudiantes?

Tú, la misma de ayer

Nicolás Maduro, relevo en la revolución

CChávez renovó América Latina y revivió al socialismo

De la movilización social a la acción política

En edición impresa

Mercedes Acuña Donoso

El salto a la política

La DC y el golpe

El Papa Francisco: entre preguntas y promesas

Una victoria que se hace humo

La buena memoria de un revolucionario

Visita
s Punto Final
Translation

Google Translate

En esta edición

¿Qué será de los estudiantes?

Tú, la misma de ayer

Nicolás Maduro, relevo en la revolución

CChávez renovó América Latina y revivió al socialismo

De la movilización social a la acción política

En edición impresa

Mercedes Acuña Donoso

El salto a la política

La DC y el golpe

El Papa Francisco: entre preguntas y promesas

Una victoria que se hace humo

La buena memoria de un revolucionario

Visita