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Las FF.AA. marchan por su cuenta
¿INTEGRACION
O ESPIONAJE?
No
pasa inadvertida la significación del episodio de espionaje protagonizado
por efectivos de inteligencia militar en el Consulado argentino, en Punta
Arenas. La torpeza de los agentes que cubrieron de ridículo al
ejército, es el hecho anecdótico. La baja inmediata del
jefe de Inteligencia Regional y la renuncia del general Waldo Zauritz,
comandante de la Región Militar Austral, mostraron la voluntad
del presidente Ricardo Lagos de actuar con rapidez y energía para
evitar consecuencias negativas para las relaciones con Argentina.
Poco a poco ha ido apareciendo otra versión. Favorable para la
inteligencia chilena. Se trataría de una acción de contraespionaje
tras una red de agentes dirigida por el vicecónsul argentino. Obviamente,
en el vecino país hay otras versiones. Todo eso tiene poca importancia.
Tanto los militares chilenos -como se podía esperar- como los argentinos
tratan de justificar sus acciones.
Sin embargo, no se habla de las razones, que no serán aclaradas
por las investigaciones de la Justicia Militar. El problema de fondo reside
en la autonomía de las FF.AA., que disponen por sí mismas
sin sujeción rigurosa a las orientaciones del gobierno democrático.
La percepción ciudadana es clara: a pesar de las apariencias, los
militares se mandan solos. Hay en juego orientaciones diferentes que mantienen
entre sí considerable distancia. La enfática declaración
del presidente de la República, “aquí hay un solo
mando”, es más una expresión de deseos que una realidad.
Los gobiernos de la Concertación han logrado importantes avances
en el estrechamiento de relaciones con los países vecinos, especialmente
con Argentina. Con ésta casi no quedan problemas limítrofes,
cada vez son mayores y más fluidos los intercambios comerciales,
económicos y culturales, se profundizan formas de integración
de infraestructura, energía y comunicaciones. El conocimiento mutuo
ha aumentado mucho, cientos de miles de argentinos y chilenos atraviesan
todos los años la frontera por razones turísticas y comerciales.
Sin embargo, las FF.AA. mantienen hipótesis de conflicto que consideran
a los países vecinos como potenciales enemigos. Lo que también
-hay que decirlo- hacen los militares argentinos, peruanos y bolivianos.
Hace años, el almirante Jorge Arancibia, actual senador de la UDI,
entonces comandante en jefe de la Armada, instaló una caseta de
vigilancia operada por personal naval a corta distancia de la frontera
con Perú. La medida fue una abierta provocación. Provocó
ásperas reacciones, manifestaciones antichilenas y oleadas chovinistas
que deterioraron las complejas relaciones chileno-peruanas.
La autonomía castrense es herencia de la dictadura y cuenta con
el indisimulado apoyo del gobierno de Estados Unidos, siempre dispuesto
a fomentar divisiones y roces entre los países latinoamericanos.
La presión de las FF.AA. ha obligado a los gobiernos de la Concertación
a dar luz verde a una política de gasto militar desmesurado, que
ha provocado reacciones armamentistas en los vecinos. La renovación
de la flota de guerra, con el proyecto de construcción de fragatas
y los nuevos submarinos, ha servido de pretexto al alto mando naval peruano
para exigir la compra de fragatas y otros barcos. Los F-16 de la Fach,
han sido respondidos con la repotenciación de los cazabombarderos
rusos y nuevas compras de aviones decididas por la aviación peruana.
Esto, a su vez, ha generado reacciones en Ecuador y etc., etc.
Los militares -en casi todas partes- actúan como un poder que se
plantea en permanente crecimiento y modernización, que se opone
a toda política de desarme.
No les interesa recordar, por ejemplo, que el presidente Alejandro Toledo,
de Perú, hizo proposiciones concretas de disminución sumultánea
y concordada del gasto militar, y que su gobierno incluso ofreció
desprenderse de ultramodernos cohetes aire-aire si Chile desistía
de comprar los F-16. No comentan la propuesta de alcance continental que
formuló el presidente venezolano Hugo Chávez, para disminuir
en todos los países el gasto militar que absorbe enormes recursos
que deberían destinarse a combatir el hambre, la miseria y el atraso
que agobian a cientos de millones de latinoamericanos.
¿Hasta cuándo las FF.AA. -no solamente las chilenas- seguirán
apegadas a las ideas de conflicto, preparándose para guerras imaginarias
y exacerbando el patrioterismo? ¿Hasta cuándo seguirán
jugando al espionaje, que les sirve para conseguir más recursos
y comprar más armas? ¿Hasta cuándo?
PF
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