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¿Las instituciones funcionan?
Las presiones
de Cheyre
Sería
un error considerar que al general Juan Emilio Cheyre lo aqueja una irresistible
garrulería, que le impide guardar silencio cuando debería
callarse. El comandante en jefe del ejército calcula cuidadosamente
sus palabras así cómo, dónde y cuándo las
pronuncia. Ahora habló después de una entrevista con el
magistrado Marcos Libedinsky, presidente de la Corte Suprema. Se refirió
a la tramitación de los proyectos sobre derechos humanos y criticó
a diestra y siniestra: al Congreso por su lentitud, al ejecutivo por no
imponer su autoridad y a ciertos grupos de presión,
que no definió explícitamente. Cheyre desoyó la advertencia
que hizo el presidente de la República hace unos meses a los comandantes
en jefe, para que no hicieran declaraciones que los convirtieran en actores
políticos. Y lo hizo por motivaciones muy concretas. Se acercan
tiempos de definiciones en los procesos por delitos contra la humanidad
en que están involucrados decenas de militares, incluyendo a algunos
en actividad.
Cheyre eligió bien el momento y la oportunidad. Con la visita al
nuevo presidente de la Corte Suprema mostró acatamiento al derecho
y respeto por los tribunales. Aprovechó la visita protocolar para
entregar respaldo a Libedinsky, el cual pocos días antes declaró
que no le parecía razonable perseverar en la concepción
técnica del secuestro como delito permanente, cuando
han transcurrido muchos años desde su ocurrencia: con ello esbozó
una posible salida hacia la impunidad que beneficiaría ampliamente
a los militares. Lo hizo también cuando dentro de poco, la Corte
Suprema deberá pronunciarse sobre un fallo de la Corte de Apelaciones
que declaró, por primera vez, que no es aplicable el decreto ley
de amnistía a los crímenes contra la humanidad.
Cheyre criticó con habilidad. Introdujo un elemento emocional cuando
habló de su desesperanza por la prolongación
de una situación que -según él- afecta por igual
a víctimas y victimarios, diciendo que estos últimos sufren
la incertidumbre de los procesos. Ignoró el terrible sufrimiento
de los familiares de las víctimas, que a las consecuencias del
crimen agregan el dolor y la impotencia ante la impunidad de que disfrutan
los criminales.
El general Cheyre ha presionado a los poderes del Estado, incluyendo a
los tribunales, y se ha puesto por encima de la norma constitucional que
impone a los militares acatamiento a la autoridad soberana y silencio
público en materias de política contingente. Sin embargo,
el gobierno prefirió guardar silencio. La ministra de Defensa,
Michelle Bachelet, no dijo nada, convencida, al parecer, que su popularidad
descansa en el hecho de no destacar como personaje polémico, aunque
ello signifique no ejercer la autoridad de su cargo. La Moneda, en cambio,
acusó discretamente recibo del mensaje del comandante en jefe del
ejército. Trascendió que el ejecutivo insistirá en
la inmunidad, que es la forma acordada para otorgar impunidad
judicial a los violadores de derechos humanos que entreguen información
sobre los detenidos desaparecidos. Algo que se parece mucho a un cambalache
PF
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