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ECUADOR
Gutierrez en la
cuerda floja
El 21
de enero del año 2000 el coronel Lucio Gutiérrez encabezó
la revuelta de indígenas y militares que derrocó al presidente
Jamil Mahuad. Los indígenas convirtieron a Gutiérrez en
una especie de héroe nacional.
Y ahora, el 21 de enero del 2004 ha sido escogido por los mismos indígenas
para sacarlo a la fuerza del poder, a través de una protesta masiva.
(Desde 1996 al 2000, diez presidentes han pasado por el gobierno de Ecuador,
incluyendo un triunvirato que apenas duró tres horas).
El distanciamiento entre el presidente Lucio Gutiérrez y sus aliados
del poderoso movimiento indígena surgió apenas el coronel
en retiro asumiera el mando, el 15 de enero del 2003 -hace poco más
de un año- tras ganar sorpresivamente las elecciones presidenciales
imponiéndose a fogueados patriarcas de la política
ecuatoriana.
En una segunda ronda, venció al multimillonario empresario Alvaro
Noboa, luego de haber convencido al electorado, principalmente a los campesinos
pobres, con su simplista mensaje de ser un cruzado contra la corrupción
y contra los políticos tradicionales.
Además, se declaró de centro izquierda, lo que
le atrajo la simpatía y el apoyo de las agrupaciones izquierdistas,
incluso del ideologizado y muy bien organizado Movimiento Democrático
Popular, MDP, un partido marxista que controla al combativo sector de
los profesores de la Unión Nacional de Educadores, UNE.
Con estos antecedentes, muchos ecuatorianos pusieron sus esperanzas en
las manos de este nuevo líder de 46 años y sin pasado político.
Pero a los pocos días de estar en el poder, comenzaron a surgir
críticas y objeciones al manejo del gobierno del coronel
Gutiérrez, principalmente por la designación desmedida
de parientes suyos en puestos del gobierno, lo que causó el rechazo
generalizado. El mandatario hizo caso omiso de las acusaciones y mantuvo
a como diera lugar a sus parientes y amigos en los puestos claves.
Los dirigentes indígenas comenzaron a manifestar su descontento
por el nepotismo y por acciones paternalistas de Gutiérrez, que
se dedicó a recorrer las comunidades campesinas regalando palas
y picos con un amplio despliegue informativo.
A menos de siete meses de gestión, el partido Pachakutik, de los
indígenas, rompió con el gobierno, retirándose del
gabinete y abandonando los puestos ocupados por los militantes de esa
organización partidista, brazo político de la Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie).
La Conaie agrupa a la mayoría de los cuatro millones de indígenas
de Ecuador, que tiene doce millones de habitantes. La entidad es temida
por ser organizadora de los llamados levantamientos indígenas,
que hacen tambalear gobiernos y que fueron decisivos para sacar del poder
a Jamil Mahuad el 21 de enero, una fecha que fue tomada para dar el nombre
del partido de Gutiérrez: Sociedad Patriótica 21 de Enero,
fundado por el ex militar y que se constituyó finalmente en su
único soporte de gobierno, tras el retiro de Pachakutik. El marxista
MDP se había desembarcado antes, acusando al presidente de haberse
derechizado al criticar su acercamiento con el ex presidente
León Febres Cordero (1984-88), un viejo caudillo derechista, recalcitrante
enemigo de la Izquierda.
Los indígenas se lanzaron con todo contra Gutiérrez, pidiendo
su salida del poder por considerar que había traicionado al pueblo
indígena. Hasta la esposa del gobernante, la primera dama y diputada
Ximena Bohórquez, se unió a los opositores demandando rectificaciones
en la política económica y en la conducción del zarandeado
estado ecuatoriano.
Uno de los dirigentes indígenas más radicales, Gilberto
Talahua, dejó claramente establecido que este sector del país,
el más empobrecido, estaba pensando en la pronta salida de Gutiérrez.
El movimiento indígena no apuesta a la caída de Gutiérrez,
porque el propio Gutiérrez y su gobierno se están cayendo.
Si en las marchas (de protesta) cae Gutiérrez, es problema del
propio Gutiérrez, declaró Talahua.
A mediados de diciembre, fue detenido Humberto Cholango, el presidente
de la organización Ecuarunari, que agrupa a numerosas comunidades
indígenas e integrante de la Conaie. Su delito: haber calificado
a Gutiérrez de mentiroso, incapaz e incompetente. Su
arresto duró 24 horas. Para no alterar el ya caldeado ambiente
social el ministro de Gobierno, Felipe Mantilla, ordenó su libertad.
Y al parecer por el mismo motivo, para eludir otra confrontación,
el gobierno se hizo el sordo ante una dura frase de la dirigenta indígena
Lourdes Tibán en contra del ex coronel. Los ecuatorianos
nos equivocamos al elegir a este animal, dijo.
Por la traición que ha hecho al pueblo ecuatoriano, nosotros
insistimos que debe renunciar, sentenció Leonidas Iza, presidente
de la Conaie.
Con el presidente pasamos meses discutiendo y no se pudo hacer nada.
Cómo vamos a poder entablar una conversación con los que
mienten, con los que no cumplen con su palabra, afirmó Iza.
La palabra renuncia resonó una y otra vez pronunciada
por dirigentes indígenas desilusionados y por líderes de
los partidos tradicionales y los diputados de las distintas tiendas políticas,
desde la derecha a una Izquierda desencantada.
Estas demandas adquirieron una fuerza impresionante a partir de noviembre,
cuando en la prensa se difundió que la campaña electoral
de Gutiérrez había recibido financiamiento de un presunto
narcotraficante ecuatoriano, César Fernández, investigado
por una supuesta donación de treinta mil dólares a la postulación
del ex militar. Fernández fue detenido cuando se aprestaba a enviar
428 kilos de cocaína hacia Estados Unidos, siendo vinculado por
la policía a los carteles de Cali, en Colombia y de Sinaloa, en
México. Se dijo que mantenía excelentes contactos en altas
esferas del gobierno, incluso con el vicepresidente Alfredo Palacio, quien,
al igual que Gutiérrez al principio, dijo desconocer al sujeto,
un empresario que fue gobernador de Manabí, la tercera provincia
del país. Después admitieron que lo habían conocido
como a tantas otras personas, en reuniones oficiales o sociales.
Ante el escándalo de los narco-dólares, los diputados opositores
exigieron la renuncia del gobernante y amenazaron con enjuiciarlo en el
Congreso para destituirlo, aunque hubo tibias defensas desde la derecha.
Pascual del Cioppo, presidente del derechista Partido Social Cristiano,
del ex presidente León Febres Cordero, afirmó que era necesaria
la defensa del orden constituido. Pero haremos respetar la voluntad
popular porque, equivocada o no, eligió a un presidente,
declaró Del Cioppo para descartar la posibilidad de un enjuiciamiento
al mandatario en el Congreso.
En cambio el diputado Carlos González, del opositor Partido Izquierda
Democrática, del ex presidente socialdemócrata Rodrigo Borja,
consideró que el coronel Gutiérrez debe ser sacado del cargo.
Estamos asistiendo al epílogo, a los últimos días
de Gutiérrez, vaticinó.
Los líderes indígenas, en tanto, fueron radicalizando sus
ya intransigentes posiciones, exigiendo la renuncia del presidente de
la República, del Congreso Nacional y de la Corte Suprema. Nosotros
creemos que las tres funciones del Estado han perdido legitimidad ante
el pueblo ecuatoriano, por lo tanto ya no tienen credibilidad ni la función
ejecutiva, ni la función legislativa, ni la función judicial.
Fueron expresiones de Pedro de la Cruz, presidente de la Federación
Nacional de Organizaciones Indígenas y Negras del Ecuador (Fenocin),
que dijo que debía llamarse a elecciones inmediatas para nuevas
autoridades.
A mediados de diciembre, Gutiérrez designó ministro de Gobierno
(Interior), a Raúl Baca, un veterano y prestigioso político
socialdemócrata, ex candidato presidencial y con vasta experiencia
como ministro y legislador. Baca anunció su disposición
a hablar con los indígenas para asegurarles que habría un
cambio en la mentalidad del gobierno. Hay que reconocer que el gobierno
está debilitado, pero tenemos la posibilidad de retomar la confianza
del pueblo, dijo el nuevo ministro.
Pero los indígenas hicieron caso omiso a estos propósitos
y anunciaron un plan alternativo de gobierno. Tenemos
una propuesta política alternativa para gobernar al país,
señaló Humberto Cholango, afirmando que si Gutiérrez
no tenía capacidad para administrar el país, tenía
que renunciar.
Este plan alternativo, sin conocerse sus detalles, es coherente con declaraciones
que viene formulando la Conaie desde hace dos años: los indígenas
se encuentran en condiciones de asumir el gobierno del país. Lo
dijeron en medio de la euforia que siguió al triunfo de Gutiérrez
en las urnas, cuando pasaron a ocupar cargos en el nuevo gobierno. Nosotros
no estamos en el gobierno: somos el gobierno, afirmó enfáticamente
el dirigente Miguel Lluco, en una frase que hicieron suya otros líderes
indígenas, pero que pasó al olvido con el deterioro de la
alianza con el ex coronel.
Frente a la encendida postura indígena, surgieron voces conciliadoras
de políticos tradicionales. La incapacidad de un gobernante,
demostrada hasta la saciedad, no se supera con una nueva aventura,
escribió el 8 de enero en el diario El Comercio, de Quito, el ex
diputado Antonio Rodríguez
EMILIO GUERRA
En Quito
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