Madres de Plaza de Mayo construyen viviendas
Compartir sueños
para ganarle a la muerte
Autor: PAULA CHAHIN
En Buenos Aires
“La revolución se hace construyendo”, reza una consigna en la sede de la asociación Madres de Plaza de Mayo, en Buenos Aires. A partir de ahora, hay que tomarlo literalmente. En estos días las Madres, que se hicieron famosas en el mundo con sus pañuelos blancos en la cabeza y reclamando la aparición de sus hijos secuestrados durante la dictadura militar, están entregando a sus propietarios un segundo grupo de 36 departamentos en una de las poblaciones más marginadas de Argentina. Tanto que desde hace décadas se le llamaba Ciudad Oculta, aunque su nomenclatura oficial era Villa 15.
Ubicada en Lugano, en el sudoeste de la capital argentina, esta población siempre fue reflejo de la dolorosa marginación de miles de habitantes de una ciudad que, en su otro extremo, tiene una fisonomía europea. Su apodo se debe a que durante el Mundial de Fútbol de 1978 fue rodeada de paredones para tapar la miseria a los ojos de los turistas que venían a presenciar el torneo, en plena dictadura. En la práctica, los muros sirvieron para que la gente levantara más casas. Así esta villa fue creciendo demográficamente y también en sus índices de drogadicción, miseria y desempleo.
Los primeros ocupantes del Proyecto Sueños Compartidos, como lo bautizaron las Madres, recibieron en octubre sus viviendas. Fueron elegidos porque un año antes, en un incendio, perdieron sus “casas” levantadas en lo que había sido la morgue de un hospital abandonado que fue ideado para ser el más grande de América Latina, el Elefante Blanco, como lo conocen todos en la Villa. Lo empezó a construir Juan Domingo Perón en su primera presidencia (1946). Pero al ser derrocado quedó abandonado hasta hoy. A pesar de eso, su magnífica estructura sirvió de albergue para desamparados, drogadictos y delincuentes. Cuando las Madres decidieron aventurarse en este proyecto, éste se gestó en torno a la sólida estructura del edificio. De hecho allí hoy funcionan un jardín de infantes que alberga a 120 niños y los comedores donde a diario desayunan, almuerzan y toman once los 400 obreros que trabajan en la construcción de viviendas -con una dieta diseñada por una nutricionista y un blanco mantel en cada mesa-. Y lo más ambicioso: ya están por terminar la escuela que los trabajadores están haciendo para que estudien sus hijos y los de los pobladores.
Pero según lo recién acordado entre Hebe de Bonafini y el gobierno, el objetivo original del edificio no se perderá. “Haremos un hospital. Fuimos con la ministra de Salud para ver cómo darle forma. No va a ser muy grande. Pero lo importante es que estará abierto siempre”, enfatiza Hebe, presidenta de Madres de Plaza de Mayo.
“El barrio se llamaba Ciudad Oculta, ahora es Ciudad Luz”, dice la dirigenta, orgullosa. “Sentía que tenía una deuda con lo que pensaban mis hijos, con tanto pibe tirado y sin proyecto. Pero no encontraba cómo entrar a los barrios. No quería hacerlo como ‘salvadora’, y me costaba establecer una comunicación que no fuera desigual. Ya me había pasado que una noche saludé a un muchacho que hurgaba en la basura y le dije: ‘Buenas noches’. ‘Buenas noches va a pasar usted, que va a dormir en una cama’, me dijo el joven y yo me quise morir”, relata Hebe en conversación con Punto Final.
Asegura que buscó un lugar “conflictivo” donde empezar esta obra. “Aquí había muchos problemas sociales. Por eso la llamaban Ciudad Oculta, no había trabajo, no entraban ni las ambulancias, casi todos se drogaban. Nos reunimos con una comisión de vecinos del barrio y la gente no creía en nuestras intenciones. Tantas veces les habían prometido y no pasaba nada. Les dije que queríamos algo bonito, como Puerto Madero. Si eso se puede hacer para los ricos, ¿por qué no hacer algo así para los pobres? Fuimos al gobierno de la ciudad y planteamos este proyecto al entonces jefe de gobierno porteño, Jorge Telerman. Firmamos el convenio en el barrio, llevamos una máquina excavadora y la gente la miraba como diciendo la traen hoy y se la llevan mañana. Pero yo les prometí que se iban a hacer las cosas y que ese lugar no se iba a llamar más Ciudad Oculta”, recuerda Hebe, con el casco amarillo -que identifica a los obreros de esta construcción- y el pañuelo blanco en la cabeza.
VIVIENDAS Y VIDAS DIGNAS
Poco más de un año después, el resultado salta a la vista. En medio de un enorme asentamiento humano se yerguen unos hermosos edificios rojos. Ya lo habitan las primeras 36 familias que se salvaron del incendio. Hoy disfrutan de cómodos departamentos, de alrededor de 70 metros cuadrados, calefaccionados, bien iluminados y ventilados, con tres dormitorios, un baño y medio, clósets, cocina, living-comedor. A primera vista se advierte la enorme diferencia entre estas casas y las que tradicionalmente entregan los gobiernos para los pobres. Aquí sí se puede vivir con dignidad. Además, estas casas las entregaron totalmente equipadas y amobladas. Hasta con manteles para que (...)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 661 de PF, 2 de mayo, 2008. ¡!Suscríbase a Punto Final!!) |