Luis Infanti, obispo de Aysén:
Nacionalizar el agua nuestra de cada día
LUIS Infanti de la Mora, obispo de Aysén: su cartra pastoral sobre el agua ha levantado una tempestad política
En la defensa de la “hermana agua”, el obispo vicario apostólico de Aysén, Luis Infanti de la Mora, llegó al fondo. Además de oponerse al megaproyecto de Hidroaysén que pretende construir cinco represas que inundarían 4.010 hectáreas en esta región reconocida como “reserva de vida”, plantea nacionalizar el agua y revertir el proceso de privatización que entregó los derechos de agua a grandes empresas, mayoritariamente extranjeras.
Su propuesta está en la carta pastoral Danos hoy el agua de cada día, presentada en Coyhaique en un acto que contó con la presencia del teólogo brasileño Leonardo Boff (ver págs 10 y 11). Su visita provocó escozor en la derecha tradicional y en los sectores conservadores de la Iglesia Católica.
Lejos de amilanarse, el obispo de Aysén entregó su carta pastoral a los ministros secretario general de la Presidencia, de Medio Ambiente y de la Comisión Nacional de Energía; a los presidentes del Senado y de la Cámara de Diputados, y al gerente general de Hidroaysén, empresa controlada por capitales españoles e italianos en alianza con el grupo Matte. Antes, en Coyhaique, la puso en manos de los ejecutivos regionales de Hidroaysén, de los jóvenes, pobladores y autoridades. Su objetivo es promover un debate nacional no sólo sobre el agua y el medio ambiente, sino también en la búsqueda de alternativas al modelo económico neoliberal.
La pastoral del agua es un análisis de carácter ético-espiritual y religioso, que también incorpora elementos ecológicos, sociales, económicos, políticos, históricos y culturales. Y no se queda sólo ahí. El documento parece indicar que lo que no está bien, simplemente hay que cambiarlo.
El obispo Luis Infanti nació en Italia. Llegó a Chile a los 19 años, en agosto de 1973, precisamente a Coyhaique, como seminarista de la Congregación de los Siervos de María. Estudió teología y filosofía en Santiago, después estuvo nueve años en Cochabamba, Bolivia, para regresar a Aysén. Lleva 35 años en este lado del mundo, pero igual de repente “me sale la sangre italiana”, admite
PATRICIA BRAVO
¿Qué lo llevó a presentar esta carta pas-toral, la primera que emite en sus ocho años como obispo de Aysén?
“Es fruto de la reflexión que hicimos en la región a raíz del proyecto de construir grandes centrales hidroeléctricas en la Patagonia. La Patagonia se ha caracterizado hasta ahora por vivir serena, tranquila y pacíficamente, en armonía con la naturaleza. De repente, esta Patagonia que había sido olvidada, atrae a grandes empresas que quieren invertir sin el consentimiento de la población”.
¿Tenía anteriormente inquietudes am-bientales?
“No tanto, pero estos proyectos empezaron a descolocar a mucha gente en Aysén. Y conviviendo y compartiendo con la gente, uno se da cuenta que hay problemas que es necesario recoger. Se hablaba de grandes represas, pero había muy poca información. Por eso, hace dos años hice una carta con la finalidad de estimular la búsqueda de información y la participación de la gente. Las preguntas apuntaban a valorar la belleza de vivir en la Patagonia, los muchos bienes que allí hay y a percibir los peligros que podrían amenazarlos. La respuesta fue enorme. Entonces, anunciamos la elaboración de otra carta para sistematizar esas respuestas, profundizando y complementando sus contenidos para contribuir a una mejor comprensión de lo que pudiera suceder. Hicimos dos seminarios, que de algún modo fueron la clave para estructurar la carta pastoral. Empleamos una metodología bastante usada en América Latina a nivel de Iglesia: ver, juzgar y actuar. ‘Ver’ nos orienta a conocer bien la realidad desde los más variados puntos de vista -científico, técnico, sociológico, sicológico, etc.- y a percibir qué está palpitando en esa realidad. ‘Juzgar’ es ver desde la fe lo que nos dice la realidad. Fueron encuentros muy concurridos y participativos. Así se fue elaborando la carta, que es fruto de la participación de la gente. Esta es nuestra forma de hacer teología”.
¿Por qué invitó a Leonardo Boff a la presentación de la carta?
“Leonardo Boff es un teólogo que tiene este estilo de hacer teología, con la gente, desde sus problemas, sus realidades, gozos, alegrías, esperanzas y sueños, no sólo los que tienen grandes nombres o fama son importantes. La gente que vive y ama su tierra, que es responsable con lo que pasa en ella, tiene una palabra importante que decir”.
¿Fue acertado invitarlo, tomando en cuenta algunas reacciones como la del obispo Orozimbo Fuenzalida quien dijo que esto le podría costar a usted la mitra?
“No me preocupa mayormente. En Aysén, Leonardo Boff fue muy bien acogido y valorado, porque vino para presentar la carta y plantear el tema ecológico -en el cual es un especialista reconocido a nivel mundial- desde el punto de vista ético, espiritual y filosófico. Creemos que fue muy acertado que haya podido participar de este momento importante del caminar de la iglesia de Aysén”.
¿No le preocupa que él haya sido sancionado por el Vaticano, principalmente por fundar la Teología de la Liberación?
“El tiene 70 años. Ha hecho importantísimos aportes a la teología latinoamericana, y es muy leído, valorado y estudiado. Ha escrito más de sesenta libros, y uno de ellos fue cuestionado. El no vino a Aysén a hablar de los temas por los cuales se sancionó su libro. Además, esos cuestionamientos pueden ser revisados, porque la teología, como toda ciencia, no es una cosa intocable, cerrada dogmáticamente. Toda persona tiene capacidad de proponer una reflexión, y dentro de esa propuesta puede haber equivocaciones. Uno mismo no puede ser intocable en lo que dice. La experiencia de vida también ayuda a evolucionar y a ir perfeccionando el pensamiento y la propia vida. Con Leonardo Boff hemos querido tener una actitud de cariño, de misericordia, de fraternidad con un hermano que ha hecho grandes aportes a la teología de América Latina”.
“Más marginaciones que comuniones”
Usted plantea la necesidad de un cambio del modelo económico neoliberal. ¿Le parece que el Estado debe tener mayor preponderancia que el mercado, al revés de lo que ocurre hoy?
“En la carta digo que frente a la depredación de la naturaleza, ni el sistema capitalista ni el sistema socialista han solucionado el problema. Por tanto, el grave deterioro de la naturaleza, nos obliga a ser creativos y a buscar caminos de mayor comunión con la Creación. De otra manera los más perjudicados seremos los seres humanos, especialmente los más pobres y marginados. Dentro del sistema actual, los que tienen más plata pueden adueñarse de bienes a los cuales los pobres no pueden acceder, y así sigue repitiéndose este esquema de desigualdad y de marginación. La carta presenta al sistema neoliberal capitalista como esencialmente antiético, porque lo que busca es adueñarse de cosas”.
¿Cree que el Estado debería tener otro rol?
“Todos podemos aportar. Dejar que sólo los tecnócratas presenten soluciones para estos problemas, es una posibilidad. Pero tal vez no es la única ni la mejor. Hasta el momento, los científicos y los tecnócratas, con todas las bondades que pueden tener la tecnología y la sabiduría de las ciencias, han ido creando más marginaciones que comuniones. Por tanto, todos tenemos que aportar. Nosotros, desde la Iglesia, con la teología, la fe y la práctica pastoral; los científicos; los poderes del Estado y también ¡la gente! Hay que considerar a la gente, que es la que se sacrifica, lucha y ama la tierra en que vive”.
En una parte de su documento dice “se-ría oportuno que como Iglesia nos preguntáramos en qué medida favorecemos este sistema neoliberal”. ¿Cuál es su respuesta?
“El sistema neoliberal es tan envolvente que, como Iglesia, a veces también nos hacemos parte de él de manera consciente o inconsciente, sin cuestionarnos. Esta carta quiere ser como un campanazo. Porque la indiferencia y, más aún, la adhesión voluntaria o involuntaria, nos hace parte de un sistema injusto. Creo que como Iglesia, justamente por tener los elementos de la ética, de la fe y de la espiritualidad, deberíamos ser más críticos en la búsqueda de alternativas más fraternas, equitativas, solidarias y justas”.
Cuando habla de nacionalizar el agua, o “no privatización”, ¿qué propone?
“No podemos considerar al agua como cualquier otro elemento en la Creación. Incluso bíblicamente se podría entender que el agua es anterior a la Creación. Es un elemento vital, esencial. Uno puede vivir sin petróleo, pero no sin agua. Si vemos que está contaminada, mal usada y mal gestionada, nos damos cuenta que también puede ser fuente de manipulación de algún poder. Hoy, más que nunca, ser dueño del agua es tener poder. Quienes han estudiado este tema plantean que el día de mañana los conflictos mundiales podrían originarse más por falta de agua que por ausencia de petróleo, sobre todo si consideramos que según los expertos dentro de pocos años más del 40% de la humanidad llegará a tener graves dificultades para abastecerse de agua potable. El agua es un motivo de exclusión. Adueñarse del agua genera un nuevo colonialismo. El 80% de las aguas en Chile está en manos de una sola empresa, Endesa (principal accionista de Hidroaysén). Y en Aysén, el 96% de las aguas están en manos de esa empresa. Por eso, con o sin represas, el problema en Aysén es grave. Las represas son un problema adicional.
Nuestro planteamiento apunta a revisar esta situación. Si se creó el Código de Aguas, que permitió que se regalara el agua a Endesa -porque el 80% del agua que posee fue un regalo a perpetuidad-, y si la ley es para el ser humano, creo que también el ser humano puede modificar las leyes que considera éticamente perjudiciales. Yo hablo de un conflicto de poderes, porque creo que hay una estructura de poder que impide terminar con ciertas situaciones éticamente graves. Uno puede ser dueño legalmente de una cosa, pero hay que preguntarse si es ético seguir siendo el dueño”.
¿Quiénes se beneficiarán con las centrales hidroeléctricas proyectadas?
“En el caso que se materialicen, las empresas que las construyan. La verdad es que Chile ha aumentado sus necesidades energéticas, pero no está viviendo una crisis. Por tanto, es necesario analizar qué fuentes energéticas alternativas se pueden desarrollar. En ese sentido, es evidente la carencia de una política energética de Estado, lo cual favorece que esa responsabilidad sea asumida por empresas privadas, siempre atentas a hacer proyectos que las beneficien. Más que para la gente, la energía que se necesita es para surtir a la industria, en especial a la minería que en conjunto, consume el 65% de la energía en Chile. Un estudio muy serio indica que mientras las cinco centrales hidroeléctricas de Hidroaysén producirían 2.700 MW, desde Aconcagua a Puerto Montt hay potencial para producir 18.000 MW, si se usa solamente el desnivel de las aguas desde los 1.500 metros hacia abajo, haciendo centrales de pasada que no contaminan, no modifican el curso de las aguas ni destruyen los ecosistemas. En el mundo, hoy, en vez de producir energía con proyectos faraónicos, se tiende a la producción de energía a nivel local, más cercana a quienes la necesitan. Además, hay muchas formas de generar otras energías sustentables sin contaminar, exceptuando la nuclear”.
Usted también cuestiona el negocio del agua embotellada, que estaría introduciéndose en Aysén.
“Es parte de la misma estructura económica, que hace que los bienes de la naturaleza, y especialmente el agua, se usen para negocios éticamente inaceptables. Muchas veces el agua embotellada es agua de la llave a la que le agregan algún mínimo elemento mineral, y luego la venden 500 veces más cara. La empresa que se dedicará a esto sacará el agua de los fiordos de Aysén, la embotellará y la venderá en Europa a un precio elevadísimo. Una política neoliberal como la actual, permite que esto suceda”.
El suprapoder económico
Usted afirma que el poder económico maneja a los poderes del Estado. ¿Cómo enfrentar este suprapoder?
“Lo digo con conocimiento de causa. En el caso Aysén, lo he palpado y sufrido en carne propia. Me doy cuenta que en otras problemáticas que vivimos actualmente el esquema es el mismo. Con la estructura actual, el poder económico tiene preeminencia y maneja otros poderes. Eso no quiere decir que todas las personas que participan en estos poderes estén involucradas en esta situación, pero la intención y la orientación van en ese sentido”.
También señala que en estas condiciones, da lo mismo el partido político que gobierne. ¿Para usted es lo mismo si gana la Alianza por Chile o la Concertación?
“Sí. Dentro del actual esquema político y económico no son muchas las variaciones que puede haber. Sea el partido que sea, tiene que regirse por lo que plantea el marco legal. Por tanto, da casi lo mismo. Uno lo ve en las discusiones políticas. Se pelean no por grandes principios o proyectos, sino principalmente por palabras. Uno dice una cosa, el otro lo rebate, el otro lo insulta y el otro le contesta. Con frecuencia, es una política de mucha palabrería y sin grandes proyectos. También llama la atención que un gobierno socialista, como el actual, esté enmarcado en una política neoliberal. Cuando la política no se ejerce sobre la base de principios, se gobierna sólo buscando el poder y no el bien común del pueblo”.
La pastoral concluye llamando a la acción personal, de la comunidad y de la propia Iglesia. Entre otras propuestas, está la de hacer plebiscitos comunales.
“Nuestra fe se define en el actuar. Lo lógico es que después de una reflexión como ésta surjan iniciativas para encaminar u orientar las decisiones, el pensamiento o las creencias. Si uno se entusiasma y cree en la validez de sus planteamientos, necesita actuar. Primero, con acciones que partan de uno mismo, en la búsqueda de actitudes personales de mayor austeridad, para no dejarse atrapar por el consumismo. Y de ahí surgen proyectos mayores. Creo que tenemos capacidad y potencialidad para dirigir nuestra vida, nuestra historia y nuestra política de manera más ética, fraterna y solidaria”.
Detrás de esas acciones se vislumbra un ánimo esperanzador, a pesar del análisis de la realidad que es bastante abrumador.
“Creo y confío en la responsabilidad, en la sabiduría y el amor que nosotros, la gente, tenemos por lo que valoramos. Hay una mirada de esperanza. Pienso que si asumimos la responsabilidad que nos corresponde en los distintos ámbitos y niveles de participación que podamos engendrar, tendremos la capacidad y la posibilidad de superar estos problemas”.
¿Qué reacciones ha provocado la carta pastoral?
“Ha habido buena acogida y mucho interés y preocupación por leerla en toda América Latina. He recibido felicitaciones de Bolivia, Argentina, Brasil, Costa Rica, México, Puerto Rico… También de España. Me dicen ‘tenemos situaciones similares’ y agradecen la posibilidad de reflexionar en esta línea”.
(Publicado en “Punto Final” edición Nº 671, 26 de septiembre, 2008)
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