Edición 715 desde 6 al 19 de agosto de 2010
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¿Estamos preparados
para el
matrimonio gay?

Autor: Alvaro Ramis

La reciente aprobación en Argentina de la ley de matrimonio igualitario ha abierto en Chile un debate acalorado sobre la posibilidad de lograr una medida semejante. Como era de esperar, los sectores más conservadores, encabezados por el arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz Ossa, han calificado de “aberración” esta nueva conquista social. El obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González Errázuriz, ha añadido que es un debate esquizofrénico y el cardenal Jorge Medina ha rematado señalando que “la tendencia homosexual es un defecto como si a una persona le faltara un ojo o un pie”.
Nada de esto es extraño. Al contrario, se trata de reacciones previsibles si se recuerda que en Argentina el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, había convocado a una “Guerra de Dios” en contra de ese proyecto, al que calificaba de “una ‘movida’ del Padre de la Mentira”, o en otros términos, un plan de Satanás. Lo imprevisto es que personalidades de Izquierda, ligadas a las luchas y demandas sociales de nuestro tiempo, se aferren a la más tradicional de las excusas para seguir postergando esta decisión. El nuevo presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, ha utilizado este argumento al afirmar: “Tengo la sensación de que la sociedad chilena todavía no está preparada para asumir una propuesta de esa naturaleza”.
Es curioso que nos preguntemos una y otra vez si estamos preparados para dar pleno cumplimiento a una aspiración de dignidad y no lo hagamos en otras situaciones. No es corriente preguntarse si estamos preparados para respetar los derechos laborales, o si estamos preparados para cuidar el medioambiente, o para dar cuidado a los ancianos, o para tener educación de calidad. Son derechos y nunca se nos ocurriría poner en entredicho su exigibilidad, a pesar que su pleno cumplimiento sea muy lejano todavía. Los derechos humanos no se pueden rebajar en saldos de liquidación, considerando que algunos tienen más valor que otros. Por demasiado tiempo las personas homosexuales han debido postergar sus aspiraciones emancipatorias esperando que otras agendas de derechos, muy necesarias y justas, tuvieran prioridad. Así han pasado décadas y décadas. De cierta forma el argumento de la preparación es similar al que se deslizaba en los años ochenta, cuando el pinochetismo afirmaba que Chile no estaba preparado para la democracia. Había que dejar pasar más tiempo, esperar que por arte de magia los chilenos estuviéramos listos para asumir nuestros derechos. En ese momento también recuerdo haber leído en Gramsci que “ninguna sociedad se propone tareas para cuya solución no existan ya las condiciones necesarias y suficientes o no estén, al menos, en vía de aparición y de desarrollo”(1).
El debate sobre la preparación es una discusión sobre lo posible. Sobre las posibilidades de correr el cerco de oportunidades políticas en nuestro país. Intuyo que Andrade está de acuerdo, en su fuero interno, con la propuesta de matrimonio igualitario. El problema, piensa, es que un programa de esta naturaleza aliena a la DC de un acuerdo político estable con el PS y disgrega fuerzas en función de recuperar el poder en 2014. En esa lógica, su intervención es impecable. Pero el problema es otro: ¿Se trata de juntar fuerzas para hacer transformaciones fundamentales o se trata de recuperar el poder por el poder? Mucho me temo que para una parte importante de la Concertación la respuesta está clara. No se trata de converger en amplias alianzas para cambiar el curso de las cosas, sino para administrar con otra mano el mismo modelo, bajo la misma lógica de los últimos veinte años.
Mientras tanto la vida real sigue su cauce. Giorgio Nocentino y Jaime Zapata, la pareja de chilenos que contrajo matrimonio en Mendoza el pasado 31 de julio, no necesitó preguntarse si ellos o los demás estaban preparados para socializar su relación y pedir al Estado la protección a que cualquier pareja humana tiene derecho, en dignidad. Habían esperado durante sus 23 años de convivencia. Cuando el oficial de Justicia proclamó: “Los declaro a los contrayentes unidos solemnemente en matrimonio”, se cumplió a cabalidad lo que la presidenta Cristina Fernández había señalado al promulgar la norma: “Al día siguiente (de la aprobación del matrimonio igualitario) me levanté con los mismos derechos que tenía el día anterior, mientras que otros conquistaron los derechos que yo ya tenía”. Si esto no tiene algo que ver con el socialismo, que alguien me lo explique. Por favor.

  1. Antonio Gramsci. Quaderni dei carcere. Torino 1975. p. 1579.

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 715, 6 de agosto, 2010)
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