Edición 724 desde el 10 al 23 de diciembre de 2010
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De ciudadanos a consumidores

Autor: Paul Walder

 

El Chile del siglo XXI ha sido creado por el sector privado. Tenemos un país en que los ciudadanos han derivado a consumidores, cuyas aspiraciones y valores son propuestos por la publicidad para ser satisfechos por la gran empresa. Es una sociedad basada en el lucro, que significa competencia sin tregua y sin normas en pos de un solo objetivo: el éxito, expresado en las utilidades y en la capacidad de consumo. Las metas trazadas por la gran maquinaria publicitaria-comercial son, por mucho, las finalidades de vida.
Esta concepción de sociedad y de vida no sólo es difundida por el sector privado, sino compartida por un poder político imbricado con la gran empresa en una relación oscura que ha generado un modelo enquistado en las profundidades del Estado: el modelo neoliberal que ha vaciado al Estado, como ente representante de los ciudadanos, para convertirlo en una maquinaria funcional a la mantención del statu quo del mercado.
La propuesta del actual gobierno de aumentar las horas de clases de lenguaje y matemáticas a los alumnos de enseñanza básica y reducir las de historia, está acotada en esta concepción del Estado, como ente afín a las necesidades del mercado que busca una masa eficiente de consumidores-productores. El Estado y los gobiernos no están para satisfacer las necesidades de los ciudadanos en toda su diversidad, sino para moldearlos según los requerimientos del mercado. No está entre las prioridades generar ciudadanos reflexivos ni críticos, como tampoco conducir una visión de mundo. Esas tareas se han entregado al sector privado, que bien ha sabido crear ciudadanos ordenados, obedientes y consumidores. El sentido de vida, que incluye una visión política, social, cultural y nacional, hace tiempo está en manos de las grandes corporaciones y la industria mediática. La actual sociedad chilena es un efecto de aquella industria. La felicidad, si es posible hablar y pensar en esta categoría, es un producto, un servicio de consumo instantáneo fácilmente adquirible en cuotas.
Los gobiernos, como administradores y proveedores de las normas que requiere ese mercado (que son los proyectos de ley, regulaciones laborales, niveles tributarios, aranceles, tipo de cambio, etc), en tanto depositan en el sistema educacional la función de formador de la futura mano de obra, apuntan a satisfacer las necesidades del aparato productivo.
Los resultados de numerosas pruebas internacionales han colocado a la educación chilena en un muy mal pie. Los niños y jóvenes chilenos, y posteriormente los trabajadores, están en una evidente desventaja de conocimientos frente a sus pares de países no sólo desarrollados, sino también emergentes. Hay estudios que indican que un alto porcentaje de la población chilena no entiende una instrucción sencilla para el uso de un producto doméstico, lo que dificulta la comprensión de otros aspectos más complejos y necesarios de la vida social. A partir de estos datos, ¡qué podemos esperar de la comprensión política, económica o de los cambios sociales! El proyecto del gobierno apunta a reducir esa brecha con el resto del mundo si se logra una mayor solvencia lingüística y matemática desde los primeros años de la enseñanza. Aun cuando es un reforzamiento necesario, éste se haría a costa de la disminución de otras áreas del conocimiento no menos importantes, como lo son las ciencias sociales.
El gobierno ha defendido su propuesta con el siguiente argumento: sin un desarrollo de habilidades en la comprensión y uso del lenguaje y las matemáticas, cualquier ampliación del conocimiento resultará estéril. Pero es un argumento muy acotado: al cerrarse el Estado a estimular otras áreas del conocimiento, deja esta tarea al mercado, interesado en la construcción de aquella masa funcional y obediente de productores-consumidores.
La propuesta del gobierno lo que hace es reforzar como función del Estado proveer de recursos al sector privado, acción que realiza en desmedro de otra de las funciones que tiene la educación, que es crear ciudadanos integrales y reflexivos, capaces de desarrollar sus potencialidades en las más diversas áreas del conocimiento.
Los problemas que enfrenta hoy la educación no sólo se miden con el Simce o la prueba internacional Pisa. Hay un nudo mayor, que tiene relación con la familia, el modo de producción y sus efectos sociales, con el tipo de sociedad que se ha construido tras las reformas neoliberales al Estado y el traspaso de sus atribuciones al sector privado.
La relación con la historia, el sentido de nación, es hoy un discurso elaborado por la publicidad, los medios y la empresa. Un discurso interesado, construido muchas veces sobre la brutalidad de perversos prejuicios. Debilitar aún más el único espacio que pueden tener los futuros ciudadanos para fortalecer una conciencia histórica y reflexiva, es un refuerzo a nuestras actuales atrofias, tan estimuladas por el mercado, que nos han convertido de ser ciudadanos participativos, en una masa de dóciles consumidores.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 724, 10 de diciembre, 2010)
punto@interaccess.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org

 

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