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MIGUEL HIDALGO
Considerado padre de la independencia de México, Miguel Hidalgo y Costilla nació en Guanajuato el 8 de marzo de 1753 y murió en Chihuahua, el 30 de julio de 1811.
México era entonces el principal virreinato del mundo colonial hispano. La invasión francesa de España y la prisión de Fernando VII desataron un proceso independentistas en el continente americano que duró alrededor de quince años. En 1810, había en México varias conspiraciones en marcha para conseguir la independencia. En la más importante participaba Miguel Hidalgo, cura párroco de Dolores. Era un hombre maduro, ilustrado y patriota, que se había formado con los jesuitas. Luego continuó estudios sacerdotales hasta su ordenación. Era querido por el pueblo por su rectitud y los indígenas apreciaban que les hablara en su lengua.
La conspiración fue descubierta y se filtró que Hidalgo sería detenido. El militar Ignacio Allende cabalgó hasta Dolores para avisarle. Llegó en la madrugada del 16 de septiembre y conversó largamente con el sacerdote. Este decidió anticiparse. Fue a la iglesia y empezó a tocar la campana para convocar al pueblo. En la iglesia repleta, Miguel Hidalgo pronunció una arenga patriótica, conocida hoy como el Grito de Dolores, que terminaba con la frase “Viva nuestra Señora de Guadalupe. Abajo los gachupines”. Fue ovacionado.
En pocos días se improvisó un ejército de cuatro mil hombres precariamente armados. Con menos fusiles que lanzas, picas y hondas, emprendieron la marcha encabezados por un estandarte de la Virgen de Guadalupe. Miles de personas se fueron sumando a sus filas. La primera batalla en Granaditas les dio el triunfo. Sus huestes siguieron su marcha derrotando a las tropas españolas, hasta llegar cerca de Ciudad de México.
Hidalgo abolió la esclavitud, confiscó los bienes de los europeos (los “gachupines”) y terminó con el tributo anual que debían pagar los indios. Hubo vacilaciones y desacuerdos en el mando. Entretanto los españoles recibieron refuerzos y derrotaron a las fuerzas populares en la batalla del Puente Calderón. Poco después, apresados Hidalgo y la mayoría de los jefes, fueron fusilados bajo el cargo de traición. Hidalgo primero fue procesado por la Inquisición, que lo despojó de su condición de sacerdote y lo puso en manos de la justicia criminal, que lo condenó a muerte. Fusilado en Chihuahua, su muerte no terminó la guerra,
que siguió con más fuerza.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 817, 14 de noviembre, 2014
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