Edición 652 - Desde el 23 de noviembre al 6 diciembre de 2007
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III Festival de Teatro Físico
Cuando el cuerpo no es delito

 

“Huacho”, de Italo Tai, una obra butoh con personalidad chilena.

Sobre el escenario hubo espectáculos de estilos y tendencias diversas. En los talleres y conferencias cundió la reflexión y discusión artística. Nadie anduvo preocupado de buscar ni recibir premios. Y todo esto estuvo bien para Amilcar Borges, ya que coincide con la naturaleza del III Festival de Teatro Físico 2007, organizado por el Magíster en Dramaturgia Corporal de la Escuela de Teatro de la Universidad Finis Terrae, del cual es coordinador.
“Fue una oportunidad para ver y entender el teatro chileno contemporáneo”, dice de la veintena de espectáculos, algunos internacionales, que alrededor de tres mil personas apreciaron en un intenso comienzo de mes.
Tal vez resulte curioso que este festival se realice para subrayar que el cuerpo en acción siempre será fundamental en la experiencia escénica, como si se le pudiera dejar a un lado. Pero el destacado director brasileño, avecindado hace más de una década en Chile, tiene sus razones: “La intención de los festivales de teatro físico está más que en buscar definir un estilo de hacer teatro, en rescatar el cuerpo como lenguaje escénico, no como representación mental o emocional de un discurso”.
El festival permitió ver obras tan distintas como El caminante, unipersonal de danza butoh de la japonesa Makiko Tominaga, y Niña Tornillo, abigarrado universo saturado de utilería, con una muchacha que busca su libertad. O Huacho, teatro butoh del chileno Italo Tai, cuyo título evoca a un personaje a menudo presente en el arte y la cultura nacionales.

YO Y MI CIRCUNSTANCIA

Como todo punto de vista, el concepto de teatro físico surge a partir de una crítica. Dice Amilcar: “La estructura del teatro contemporáneo basado en el texto es demasiado racional o mental, incluso cuando alude a lo emocional, ya que lo relaciona con una estructura común, denominada emoción”. Como considera que ese enfoque lleva a un “reduccionismo en la acción, en la palabra del actor y en la puesta en escena”, piensa que “volver a hablar del cuerpo lleva a enriquecer los elementos del lenguaje teatral”.
¿Cómo debiera entenderse la realidad del cuerpo?
“Sin separar cuerpo y cabeza, cuerpo y mente, como se hace en la cultura occidental. Actualmente hay estudios sobre la relación del cuerpo con la historia, la filosofía, el lenguaje… Entendemos el cuerpo como lenguaje escénico, no como representación mental o emocional de un discurso. Vemos que en el teatro cuando se usa la palabra hay un discurso, no una voz. Los actores dicen un texto con mayor o menor definición, pero desde la cabeza, no desde la propia caja de resonancia que es el cuerpo. ¡Pero la voz forma parte del cuerpo! Y es difícil encontrar una voz que pase por el cuerpo. Generalmente una buena voz se entiende como algo bien dicho, bien articulado y correcto. Pero la crisis humana que se lleva al teatro no tiene nada de correcta. Ninguna estructura humana es correcta. Por tanto la voz debiera dar cuenta de esa crisis, que no es una crisis mental. Allí hay una acción, sucede algo con el actor”.
¿Y en la actualidad?
“El cuerpo es también un espacio de intervención de los poderes: se le interviene políticamente, se le educa, se le castiga, se le adoctrina. En la actualidad, es un cuerpo del consumo, del temor. Es normal encontrar un actor sin cuerpo, debido al peso de la estructura social a la cual pertenece. Pero no existe un concepto de individuo-unidad total. Yo individuo en una iglesia tengo un cuerpo; en la playa, en la montaña o mientras duermo, tengo otros. Soy mi cuerpo y mi circunstancia. Y las reacciones de mi cuerpo y mi circunstancia son biológicas, químicas, síquicas, físicas, distintas, dependiendo del clima, de lo que comí, de con quién hablé, de cómo es mi relación con el espacio y el tiempo... Esa capacidad de mutación del ser humano va en contra del concepto de totalidad”

LEOPOLDO PULGAR IBARRA

 


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