Emir Sader
“Volver a los ideales revolucionarios”
Autor: FERNANDO MARTINEZ HEREDIA (*)
(*) Sociólogo, filósofo y ensayista cubano. Premio Nacional de Ciencias Sociales, 2007. Dirigió la revista Pensamiento Crítico (1967-1971). Presidente de la Cátedra de Estudios Antonio Gramcsi del Centro Juan Marinello. Colaborador de PF. Autor, entre otros, de los libros El Che, el socialismo y el comunismo, Repensar el socialismo y El corrimiento hacia el rojo.
La siguiente es la síntesis de una amplia entrevista a Emir Sader, sociólogo brasileño, profesor universitario, director de la revista América Libre y actual secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Autor, entre otros, del libro La venganza de la historia, Emir Sader vivió exiliado en Chile en los años 70, fue miembro del comité central del MIR y ha colaborado durante muchos años en las páginas de Punto Final.
¿Cuáles han sido las motivaciones y temas fundamentales en su obra intelectual?
“Comencé mi vida intelectual con mi vida política. Tenía 15 años cuando un militante socialista me reclutó para una organización. Me dio un periódico que se llamaba Acción Socialista, donde había unos barbudos que habían hecho una revolución en Cuba. Desde entonces, comencé a interesarme por la teoría, por el marxismo, para entender lo que es el capitalismo, lo que es el socialismo, por qué la gente no tiene conciencia de lo que es, cómo puede hacer para tener conciencia de sí mismo, qué estrategias pueden llevar a la transformación revolucionaria de la sociedad con la perspectiva del socialismo, que antes era algo muy lejano para nosotros. Creo que mi vida intelectual -pasando por mi vida académica- siempre tuvo una motivación política, ideológica, de poner el conocimiento al servicio de una estrategia socialista”.
¿Y los temas? Recuerdo que un gran tema de los 60 era la revolución y su carácter. Después las cosas se fueron complicando.
“Nada fue tan impactante para mí como la lectura de La ideología alemana. Comprender la dialéctica en que los hombres reproducen inconscientemente sus condiciones de vida, condicionan su conciencia sin saberlo, pero también tienen la capacidad -a través del trabajo- de tomar conciencia y transformar el mundo. Por eso estudié filosofía en serio. Hice mi tesis inicial sobre Estado y política en Marx. La primera tesis sobre Marx en la Universidad de Sao Paulo. Inicialmente fue la idea de la conciencia, de la alienación, un tema muy presente en los años 60. Pero después vinieron los temas estratégicos: el Estado y la revolución, leer el Diario del Che, pensar cómo en América Latina se puede dar un proceso, estudiar la historia del movimiento obrero internacional, leer a Isaac Deutscher con la trilogía sobre los dramas de la revolución rusa...”.
Y allí había un choque constante con las prácticas que lo motivaban, me imagino que como a tantos otros. Volvería también sobre las ideas y empezaría con las preguntas propias, con las nuevas preguntas latinoamericanas y brasileñas, en su caso, ¿no?
“Recibimos un golpe muy duro con la dictadura militar en Brasil, la represión y derrota del movimiento popular, incluso la derrota de la resistencia militar, que tenía mucha inspiración en Cuba, en la guerrilla latinoamericana. No logramos constituir una fuerza revolucionaria articulada con el movimiento popular. Nos quedamos aislados, fuimos derrotados políticamente y, de alguna manera, derrotados ideológicamente también, porque desarrollaron una euforia capitalista, de consumo. Salimos al exilio varios de nosotros y vivimos la experiencia chilena. Ahí nos dimos cuenta que las ideas sólo tienen fuerza cuando penetran en el pueblo, cuando se vuelven fuerza material. Pudimos vivir primero en Chile, después en Cuba, tuve el privilegio de vivir la construcción de procesos sociales nuevos, de cómo la gente puede constituirse en sujeto político, enfrentarse a adversidades y vencer, aunque Chile de alguna manera fue la repetición de lo que habíamos vivido en Brasil. Vivir en Cuba y vivir la construcción de la revolución nicaragüense nos permitió fortalecer la idea de que la historia puede ser transformada a partir de ideas correctas, de ideas justas, de ideas articuladas con la dinámica histórica”.
LA DECADA DE LOS 60
Se salvaba del destino de una parte de los académicos que anduvo en busca de temas como el Estado y después se fueron despeñando, pero también la realidad se fue poniendo cada vez más difícil en los 80. En América Latina vinieron los gobiernos civiles pero, a la vez, en el terreno mundial se produjo un desprestigio general del socialismo, con el final de los regímenes de Europa oriental. ¿Qué significó eso para usted?
“Alguien escribió que un día nos sentiríamos felices de haber cumplido 20 años en la década de los 60. Yo me siento contento por eso. Teníamos la sensación de que finalmente, nosotros, los de Izquierda, seríamos mayoría, que los valores socialistas serían mayoritarios. Venían Cuba, Vietnam, Mayo del 68. Entonces se imponía la idea de que caminábamos en la dirección correcta, que no volveríamos al aislamiento de las décadas anteriores. No fue fácil enfrentar de nuevo una vuelta de tuerca negativa con el fin del campo socialista, con las dificultades que enfrentó el movimiento revolucionario: aislamiento, divisiones, adhesión de algunas fuerzas de Izquierda, de algunos intelectuales al liberalismo y al neoliberalismo. Hay que tener mucha fuerza teórica y moral para enfrentar eso. Creo que volvemos a vivir momentos difíciles, no en el sentido de que estemos relativamente aislados, de que seamos minoría, sino difíciles en el sentido de que mucha gente abandonó la lucha. Parece que ya no vale la pena pelear por un mundo nuevo. Contamos con nuevas generaciones, pero es cierto que contamos con menos fuerza organizada, con menos capacidad intelectual que antes. No soy pesimista, la hegemonía capitalista en el mundo ha creado dificultades mucho más grandes. El capitalismo triunfante no ha resuelto los problemas de la humanidad, tenemos una tarea enorme desde el punto de vista teórico y político: construir las condiciones de una nueva hegemonía a escala mundial. El socialismo nunca fue tan necesario, pero nunca tuvo tan pocos adeptos a escala mundial. La realidad histórica plantea la necesidad de una fuerza anticapitalista. El capitalismo ha traído y trae cotidianamente exclusión social, miseria, concentración de la renta, inseguridad, y la generación nuestra, de los 60, tiene como responsabilidad reponer el socialismo como horizonte histórico contemporáneo. No sólo está la lucha antineoliberal. Espero que la gente sienta la necesidad de que el mundo en el que vive sea solidario, humanista, que se contraponga a esa ley de la mercancía que invade el mundo. Que no tengamos como destino ser un gran shopping center”.
INTEGRACION EN
AMERICA LATINA
¿Piensa que es factible una superación del neoliberalismo como fase del propio capitalismo?
“No creo que sea imposible, porque hay límites claros para el neoliberalismo y las condiciones del socialismo no están dadas en el sentido subjetivo. Es decir falta la idea de la conciencia social, de fuerzas organizadas, de una cultura socialista, para que la solución se dé en el marco de una ruptura con el capitalismo. Si se da un nuevo modelo hegemónico dentro del capitalismo será una fase corta, una fase transitoria porque no creo que el capitalismo pueda revertir la hegemonía del capital financiero. No creo que pueda volver a ser un capitalismo de regulación, un capitalismo productivo. Es un cáncer creado por el capitalismo que corroe sus entrañas. El día que EE.UU. sea abiertamente víctima de la desestabilización del capital financiero, a lo mejor tendríamos incluso en el imperio una postura proteccionista, reguladora del capital financiero. No será una fase histórica larga, pero puede que volvamos a tener una fase contradictoria, tensa, difícil, con idas y vueltas. Pero será un momento para el fortalecimiento de la perspectiva socialista, tiempo que necesitamos para reconstruir la cultura y organización socialista, porque el mayor drama que tenemos desde el punto de vista social es que la nueva clase trabajadora mundial es básicamente joven. Son subproletarios de las periferias de las grandes metrópolis de América Latina, como Sao Paulo o Ciudad de México, que ya no se socializan en el trabajo formal, ni en el sindicato, ni en la asamblea, sino en el trabajo informal. Son trabajadores, pero ya no podemos tener la dinámica tradicional de Marx. No son las clases subjetivamente en condiciones de disputar la hegemonía del poder. Económicamente son trabajadores, pero la dinámica social e ideológica que formó históricamente a la clase trabajadora, no vale para ellos. A lo mejor su socialización se hace por (…)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 653 de “Punto Final”, 7 de diciembre, 2007. ¡¡Suscríbase a PF)
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