Punto Final, Nº775 – Desde el 25 de enero al 7 de marzo de 2013.
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Eduardo Galeano en Chile

“Escribo cuando me pica la mano”

 

El escritor uruguayo Eduardo Galeano, autor del celebrado libro Las venas abiertas de América Latina, visitó Chile para recibir el Premio N’aitun, que otorga la Corporación Cultural Artistas Pro-Ecología. Durante su estadía presentó su libro Los hijos de los días ante un público que desbordó la Sala Antonio Varas. De manera exclusiva concedió también una entrevista a Punto Final.
El premio que recibe lo otorga una agrupación ecológica, ¿cree que el factor ecológico se ha convertido en una herramienta de lucha política?
“La palabra política se ha manoseado tanto, que significa todo y no significa nada. Entonces, desconfío mucho de la etiqueta política. Lo que sí creo es que hay un trágico divorcio, del que tampoco se ha salvado, lamentablemente, buena parte de la Izquierda latinoamericana ni los gobiernos progresistas que tenemos en algunos países. Es el divorcio entre los derechos humanos y los derechos de la naturaleza, como si no fueran lo que son: dos nombres de una misma dignidad. Y eso me parece que tiene consecuencias terribles para la tierra que habitamos, para el aire que respiramos, para el agua que bebemos y para todo lo que tiene que ver con la naturaleza de la cual formamos parte. A partir de la conquista de América, se impuso el criterio que suprimía la naturaleza como fuente de derecho, de lenguaje. Hubo que esperar la Constitución de la República del Ecuador, muy reciente, para que se recuperara esa unidad perdida y se reivindicaran los derechos de la naturaleza”.
“Las venas abiertas de América Latina”, publicado en 1971, se sigue vendiendo como si hubiese sido editado ayer. ¿A qué atribuye este fenómeno?
“Fue un punto de partida; después cada libro empuja otro libro. Las venas... fue un punto de partida, no de llegada. A partir de ahí, fui desarrollando un lenguaje propio. Abarqué otros estados, otros perfiles, otros temas de la realidad que no están en Las venas: que es sobre todo un libro centrado en la historia económico-política de América Latina.
Respecto a su vigencia, eso ocurre, lamentablemente, porque la realidad no ha cambiado mucho desde que el libro se escribió. Ojalá fuera una obra de arqueología, esa sería mi intención. Entre otras cosas porque me dejarían en paz. No me preguntarían nada más sobre el libro (lo dice con humor). Me pasa con Las venas lo mismo que al pobre Quino con Mafalda, que lo único que quiere es estrangularla… Pero la verdad es que estoy muy orgulloso de ese libro, después de tantos años ha influido sobre tanta gente y en tantos procesos”.
Y ha creado conciencia...
“Mucha, sí. Lo cual demuestra que escribir no es una pasión inútil. Escribir es un modo de comunicación, y en este caso ese libro tuvo la suerte de llegar a muchas manos y de pasar por varias generaciones. Me siento muy feliz con él”.
Sobre “Los hijos de los días”, ¿qué nos puede decir?
“Es un libro que tiene la forma de un calendario. Es como un almanaque, y de cada día brota una historia. Nació de una frase que escuché hace muchos años en mis andanzas, pues soy un caminante. En una comunidad maya de Chiapas, escuché decir ‘nosotros somos hijos de los días’. La cultura maya es la única cultura de las Américas en la que es el tiempo el que funda el espacio. O sea el espacio es hijo del tiempo y no al revés. Me quedó grabada esa frase, me pareció muy hermosa. De ahí el título del libro, que es un homenaje a esa frase. Y como te decía, el libro es un calendario donde cada día es una historia”.
Entonces, contiene una diversidad de temas, como el afán de cada día...
“Claro, los temas más diversos. Es un libro que no hace caso ni del mapa ni de las órdenes que los calendarios pueden dar. Al revés, vive el calendario como un espacio de libertad, y ese espacio de libertad nos cuenta que cada día tiene un cuento. Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero yo estoy seguro de que también estamos hechos de historias”.
En sus libros siempre se toca el tema político, pero usted no es un político...
“El tema político está presente y ausente. Está y no está. Depende de lo que se entienda por tema político. Mis libros se ocupan de todo. De todos los temas imaginables. Nada de lo humano me es ajeno, pero me interesa también la vida de los bichos, los fenómenos de la naturaleza. Por lo tanto, la etiqueta de escritor político es algo que rechazo, porque me limita y amenaza convertirme en un autor panfletario, a las órdenes de algún partido o alguna religión, y eso no tiene nada que ver conmigo. Soy un hombre libre y escribo muy libremente. En realidad escribo cuando me pica la mano. Y quiero contar porqué. Esto se lo escuché una vez a un negro tamborero de Santiago de Cuba, hace muchos años. Eran como las tres de la mañana y llevaba tocando muchas horas, entonces le pregunté cómo lo hacía. Al tambor le arrancaba voces, llantos, risas, era impresionante. El tipo era un mago. Me respondió: ‘Yo toco cuando me pica la mano’. Me pasa lo mismo, escribo cuando me pica la mano. No obedezco ninguna orden, ni las de afuera ni las de adentro. No escribo por cumplir, sino cuando me pica la mano”.
En muchos países latinoamericanos se ha cedido -en los últimos años- territorio forestal, minero, ganadero, incluso marítimo, a grandes empresas transnacionales. ¿Cree que llegará el momento en que la soberanía de los pueblos termine en manos privadas?
“No sé, porque no soy profeta. Pero sí sé que se está repitiendo la historia trágicamente. La historia de América Latina es la historia del despojo de los recursos naturales, y en eso no se equivocó La venas, pues es un libro que describe muy bien ese proceso de vaciamiento. Hay que saber cuidar los recursos naturales. No hay que entregar la naturaleza a las fauces abiertas del sistema de poder que devora todo lo que se le arrima. El sistema capitalista se come todo lo que encuentra. Incluye una ideología, una moral, una concepción de la vida y de las cosas. Es peligroso para el género humano y para el planeta que habitamos. Es bueno, bajo ese sistema, todo lo que es rentable, y todo lo que no es rentable no merece existir. Eso conduce a la rifa del planeta. De hecho las dos actividades más lucrativas en el mundo de hoy son actividades enemigas de la condición humana: el comercio de drogas y el comercio de armas. Las armas son parte esencial de la industria militar, que es en realidad una industria criminal”.
La gente ha comenzado a oponerse a las arbitrariedades del sistema, utilizando la tecnología para comunicarse...
“Paradójicamente, algo que nació -Internet- al servicio de la muerte, como un invento del Pentágono para coordinar en escala planetaria sus planes de agresión contra otros países, se convirtió en un instrumento de vida. La gente transformó su fin original. Gracias a eso, puede encontrarse, reunirse en torno a objetivos comunes y puede autoconvocarse para rechazar las injusticias. Para protestar. Son esas paradojas que te ayudan a vivir y demuestran que no hay nada definitivo. Hay muchas cosas que nacen en un sentido y terminan viviendo en otro”.
Una alternativa al capitalismo es el proyecto de Hugo Chávez en Venezuela. ¿Qué opinión le merece ese proceso?
“El proyecto de unidad latinoamericana viene de mucho antes de Chávez, pero él ha hecho mucho por impulsarlo, por llevarlo adelante. Es un proceso lento y difícil. No se puede hacer en un día, ni en dos, ni en una semana ni en un año. América Latina tiene contradicciones internas que hacen que algunos países tengan más fuerza que otros, más poder que otros. Entonces se reproducen dentro de nuestras fronteras las contradicciones que padece el mundo. Tenemos contradicciones que no se van a superar de un día para otro. Tú no puedes decir por decreto que a partir de hoy la solidaridad va a sustituir el egoísmo impuesto durante siglos en el mundo. Muchas de las cosas que ha hecho, por ejemplo, Brasil con Bolivia o Paraguay, se parecen a lo que escuché decir una vez a un jefe de policía en México. Me dijo: lo que nosotros le hacemos a los centroamericanos es igualito a lo que los gringos nos hacen a nosotros. O sea, cada uno humilla al otro, que a la vez humilla al otro que también humilla al otro. Son nuestras contradicciones”.
Usted siempre ha mantenido posiciones de Izquierda, a pesar de las caídas de muros y el fin de la guerra fría.
“Lo de la Izquierda entre paréntesis; y quiero explicar porqué digo entre paréntesis. Por supuesto que soy un hombre de Izquierda. Si mañana se me ocurre decir que pasé a la derecha nadie me va a creer. Soy de Izquierda, pero eso no significa que yo confunda, como muchos compañeros, por cierto muy queridos por mí, la religión con la política, no soy fanático ni religioso en política. No creo en el fanatismo, creo que los fanáticos deberían estar todos encerrados en el manicomio, porque son peligrosos. Pero porqué te digo esto de la Izquierda y la política, y de la derecha. Porque a veces ha conducido a ciertos esquematismos que no coinciden con la realidad. En el año 1836, Nicaragua fue uno de los primeros países que legalizó el aborto en los casos en que corriera peligro la vida de la mujer. En ese momento gobernaba en Nicaragua el Partido Conservador, un partido de derecha y que promulgó la ley. Pasó un siglo y medio más o menos y un gobierno de Izquierda, sandinista, anuló la ley y condenó a las mujeres pobres a la cárcel o al cementerio. Y eso la gente no lo sabe. A mí, bajo esos parámetros, que me aclaren qué es Izquierda y qué es derecha. Porque si izquierdista es el gobierno que ilegalizó el aborto que había legalizado un gobierno de derecha, entonces estamos todos locos. Habría que recuperar el sentido de las palabras, que es en definitiva la función primordial de un escritor, contribuir a limpiar el diccionario”.
En Chile sucede esa confusión, cierta Izquierda parece de derecha.
“Sobre Chile no voy a hablar, por una razón muy simple, no vendo hielo a los esquimales. Ponelo ahí, escríbelo. Yo no vendo hielo a los esquimales. No vengo a Chile para decirle a los chilenos cuál es la realidad chilena. Pero ponelo, porque a veces viene un tipo de afuera y está, en el caso de Uruguay, cinco días en Punta del Este y termina escribiendo un libro sobre Uruguay. La realidad de un país es muy compleja, muy contradictoria, muy difícil de desentrañar, y para conocer una realidad no es asunto de estar unos días, una semana o dos o tres en un país. La realidad de cada país es una señora bastante misteriosa”.
Como ir a Argentina y tratar de entender el peronismo y explicárselo a los argentinos...
“Claro…, ellos están deseando que alguien lo explique”.
Usted ha dicho -o escrito- que el mundo está al revés...
“Habitamos un mundo al revés por la sencilla razón que es un mundo que recompensa la especulación y castiga el trabajo. Entonces es un mundo al revés, porque recompensa al revés, recompensa lo que debería castigar y castiga lo que debería recompensar”.
Dice que escribe cuando le pica la mano. ¿Le ha picado últimamente?
“Por suerte no me faltan picazones en la mano y escribo constantemente. Además, es lo único que más o menos me sale. A lo largo de mi vida quise ser muchas cosas que no pude. Quise ser santo cuando era chico, era muy místico, pero mi tendencia natural al pecado me lo impidió. Quise ser jugador de fútbol, como todos los uruguayos, pero era un pata de palo terrible. Quise ser pintor, dibujante, muchísimas cosas y trabajé en muchas. Fui obrero en una fábrica, cobrador, dibujante de letras, etcétera”.
¿Cuándo se dio cuenta que lo suyo era escribir?
“Cuando me di cuenta de que era un inútil total. Tenía que hacer algo en la vida, y la verdad es que la literatura me ha dado muchas alegrías, la certeza de que uno puede escribir de manera que las palabras que broten de una página toquen la cara de quien la está leyendo, como si las palabras tuvieran dedos, como un contacto real. No sé si me explico bien”.
Cuando uno lee sus libros se da cuenta de que no se encasilla en un género determinado...
“Por suerte creo que estoy fuera de los géneros. Y eso es el resultado de muchos años de trabajo en que fui descubriendo que lo mío era una síntesis de diferentes géneros. Una tentativa de síntesis para recuperar la unidad perdida del lenguaje humano. Entonces, no es clasificable porque, además, también hay rechazo a la mala costumbre de ponerle etiquetas a la gente en su frente, de encasillarlo todo. Cuando se habla de literatura política me pregunto si hay alguna literatura que no sea política. Si no hay alguna literatura que elija entre la libertad y el miedo. Lo mismo con las personas: nunca coinciden las etiquetas. Yo les disparo a las etiquetas. Y cuando me preguntan escritor de qué. Yo digo: de todo, de cualquier cosa. O cuando me dicen usted es poeta; respondo, no, no escribo poesía, o a lo mejor la escribo y no me doy cuenta, y eso me llena de alegría, porque la literatura que más me gusta es la que revela la poesía escondida”.

Alejandro Lavquen

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 775, 25 de enero, 2013)

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