Punto Final, Nº775 – Desde el 25 de enero al 7 de marzo de 2013.
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Siria: las balas y las mentiras

 

 

En las últimas semanas la injerencia extranjera y el apoyo desembozado del “eje del bien” (EE.UU., la Unión Europea, Turquía, Qatar, Jordania y Arabia Saudita) a las bandas armadas que se han introducido en Siria desde los países vecinos, pareciera arreciar. Según el gobierno sirio, miles de afganos, chechenos, saudíes, jordanos, libios, turcos, libaneses e iraquíes han ingresado clandestinamente por la frontera turca y jordana. A ellos se les han unido sirios ligados a los Hermanos Musulmanes, desertores del ejército y opositores, en su mayoría jóvenes suníes, influenciados por la prédica de los primeros. Es indudable que dichas bandas armadas han contado con apoyo de la población siria, sobre todo en la región fronteriza jordana y turca. Sin embargo, dicho apoyo parece ser mucho menor en el resto del país. Los poderosos medios de comunicación liderados por EE.UU., difunden cada día un guión que ya fue aplicado en Libia. Es decir, una visión falsa del conflicto y de su desarrollo. Es la labor de la mayoría de la prensa escrita y de la TV anglosajona y europea, así como de las TV Al Jazeera y Al Arabiya (de Qatar y Arabia Saudí, respectivamente).
Hay sin duda una gran dife-rencia entre la situación real en Siria y la visión que entrega aquella prensa. El conflicto sirio y su tratamiento comunicacional forman parte de un dispositivo bélico que busca aislar y presentar a Siria como un abceso a extirpar a cualquier precio. Se pasa por alto el hecho que el régimen sirio cuenta con el apoyo de una parte significativa de la población, comprendido un importante sector suní, que teme la instalación de un régimen salafista como el existente en las “democracias” saudí y catarí. Bajo el impulso de la prensa antes citada, se presenta un dualismo simplista entre los malos (régimen sirio) y los buenos (“eje del bien”) ocultando la complejidad de la situación. Para ello se procede a una selección del lenguaje destinado a atacar al régimen sirio y a legitimar las atrocidades y atentados terroristas llevados a cabo por salafistas y yihadistas(1).
Una técnica empleada es aquella de la generalización: no se cita tal o cual localidad, sino que se habla de Siria y/o de la “dictadura de una familia”. Rara vez se menciona a los grupos salafistas sino que se prefiere hablar de “ejército sirio libre” o de “fuerzas de la resistencia”. Los canales de TV falsifican los reportajes, sea antedatándolos o anunciando ataques que jamás han tenido lugar. Se difunden videos de manifestaciones de la oposición al régimen, pero algunos son en realidad imágenes provenientes de Egipto o Yemen. Se presenta a “combatientes sirios”, como aquel periodista libanés que vive en El Líbano y varios “testigos oculares de masacres” presentados por la TV francesa que fueron identificados como personas residentes en Dubai, Jordania y Kuwait.
En diciembre de 2011, la TV estadounidense anunció el secuestro por la policía siria de Amina Abdallah Araf el-Omari, conocida activista que escribía un blog antigubernamental, una figura emblemática de la oposición, se afirmó. Ahora bien, esta “bloguera”era un personaje de ficción, creado por un estadounidense, quien posteriormente confesó públicamente el hecho. En Homs, el hijo de nueve años de una mujer -Georgina Ianios Njama, obrera en una fábrica de cables, cristiana ortodoxa- recibió un impacto de bala en la calle; moribundo, fue filmado por elementos de una banda armada salafista al grito de Allah Akbar!, quienes impidieron prestarle auxilio mientras el niño agonizaba. Las imágenes fueron inmediatamente difundidas por Al Jazeera presentándolo como un asesinato cometido por soldados del régimen(2).

GOBIERNO CONTROLA GRAN PARTE DEL TERRITORIO
Por otra parte, la principal fuente de información de la prensa occidental que detalla las “tropelías de las fuerzas del régimen”, es el Observatorio Sirio de Derechos del Hombre (OSDH), reconocido y legitimado por la Unión Europea. Dicho Observatorio fue creado por los Hermanos Musulmanes en Alemania y luego se instaló en Londres, donde cuenta con apoyo de los servicios británicos y estadounidenses y está financiado por Qatar y Arabia Saudí.
Durante la semana navideña, la labor de intoxicación de los medios de comunicación occidentales, de Qatar y saudís se acentuó debido a la visita que realizó el emisario de la ONU y de la Liga Arabe, el argelino Lakhdar Brahimi, quien era portador de una propuesta para poner fin al conflicto sobre la base del plan de la ONU aprobado en Ginebra en junio de 2012. El plan consiste en la formación de un gobierno de transición, esto es, un gabinete con miembros de la actual coalición gubernamental y de la oposición que participa en la lucha política y no armada y que se ha pronunciado contra toda intervención e injerencia extranjera. Brahimi se reunió con el presidente Bachar al Assad y con dirigentes de la oposición y con algunos miembros del CNCCD (Comité Nacional de Coordinación por el Cambio Democrático). Esta posibilidad de diálogo como comienzo de una salida política negociada al conflicto iniciado en marzo de 2011 y que sigue causando pérdidas en vidas humanas y destrucción en diversas regiones de Siria, ha sido rechazada por el CNS (Consejo Nacional Sirio, creado bajo la tutela de Turquía en 2011) y por parte de la Coalición Nacional Siria por la Revolución. También fue rechazado por las bandas armadas yihadistas, como Liwaa al Tawhid, Ahrar al Cham y Al Nusra, vinculada esta última a Al Qaeda y que acaba de ser puesta por Washington en la lista de los grupos terroristas. Estos grupos armados acentuaron sus acciones durante la semana postnavideña y relegaron a un segundo plano a la oposición armada encabezada por el llamado Ejército de Siria Libre. El carácter extremista y los atentados indiscriminados contra civiles e instalaciones hospitalarias, aeropuertos y otras dependencias gubernamentales, preocupan hasta a los propios mandamases occidentales. La ONU estima que el número de víctimas, desde marzo de 2011, asciende a 60.000.
En este gallito de fuerza, hay que señalar que las fuerzas sirias controlan la mayor parte del territorio, las principales ciudades: Alepo por el norte, Homs en el centro y Damasco en el sur. Estas regiones representan los dos tercios de la población siria. Sin embargo, la guerra de guerrillas, de desgaste, llevada a cabo por las bandas armadas ha logrado crear un clima de inseguridad general. En el enfrentamiento de fuerzas internas se han reactivado conflictos de carácter étnico (kurdos versus árabes) y confesionales (suníes contra chiíes, alauitas y cristianos), deliberadamente fomentados por los salafistas que quieren “libanizar” Siria, hasta ahora oasis de tolerancia religiosa en la región.
Según los occidentales, el régimen sirio tendría todas las taras imaginables: aliado de Rusia, China, Irán y de grupos armados como el Hezbollah libanés y el Hamas palestino. También -supremo pecado- es un enemigo acérrimo de Israel. Siria quedó con la imagen de ligada al “campo comunista” por sus estrechas relaciones con la ex URSS, ello a pesar de su participación, junto a los occidentales, en la guerra contra Iraq en 1991. Otro reproche que se le hace es su implicación en los quince años de guerra civil en El Líbano (1975-1990), aunque dicha intervención fue bajo la demanda expresa del presidente libanés de la época, el cristiano maronita Suleiman Frangié. Por otro lado, Occidente señala a Siria como responsable del atentado que costó la vida al ex primer ministro libanés Rafic Harari (2005), aunque la comisión investigadora creada por la ONU para esclarecer dicho crimen no haya presentado pruebas concluyentes y que se hayan eliminado las pistas que conducían al Mossad y/o a algunos servicios de las potencias occidentales. La otra tara, según Occidente, es su alianza estratégica con Irán. Los dirigentes iraníes han declarado: “Irán y Siria tienen enemigos comunes, lo que implica que tenemos necesidad de una perfecta coordinación frente a los planes de los enemigos; ello es posible gracias a la profundización máxima de las relaciones entre nuestros dos países” (Mahmud Ahmadinejad).

EL PETROLEO DETRAS DEL CONFLICTO
En la guerra no declarada contra Siria, los dirigentes occidentales del “eje del bien” conminaron a los grupos opositores sirios a someterse a la autoridad de una organización unitaria que coordinaría las acciones destinadas a derrocar al presidente Bachar al Assad. Ello se efectuó en Doha (Qatar) en noviembre de 2012. Luego EE.UU. impuso la Coalición Nacional Siria de las Fuerzas de la Oposición y de la Revolución, que suplantó al CNS (Consejo Nacional Sirio) presidido por el ex comunista y cristiano, Georges Sabra.
Es posible detectar en esta maniobra diferencias entre los mandamases occidentales y algunos miembros de los principales participantes en el conflicto. En primer lugar, entre Francia y EE.UU. Washington consideraba que París tenía demasiada influencia en el CNS y existía una especie de competencia entre las dos capitales, como durante la agresión a Libia. Por otra parte, la designación de Moaz al Khatib como presidente de la Coalición, consagra la tutela de los Hermanos Musulmanes sobre ésta. Khatib es un imán suní, ingeniero formado en EE.UU. y lobbista de la compañía petrolera anglo-holandesa Shell. EE.UU. sigue así su línea acostumbrada, como con Karzaï en Afganistán: un hombre de paja de las compañías petroleras. Khatib es presentado como moderado, pero es un suní cercano a los Hermanos Musulmanes que sirve los intereses de las compañías petroleras.
El petróleo es justamente un tema poco citado en el ámbito geopolítico del conflicto en Siria, e involucra a Estados más allá de los que están directamente implicados. Para EE.UU., controlar el Cercano y Medio Oriente significa tener en sus manos la dependencia energética de Asia, de China en particular, es decir, el aprovisionamiento y control energético de uno de sus principales rivales, que en 2035 consumirá 90% del petróleo producido en la región. La producción de petróleo estadounidense sobrepasará en 2020 la producción de Arabia Saudí, según la AIE (Agencia Internacional de la Energía) gracias al petróleo de esquisto bituminoso. Sus importaciones desde el Medio Oriente tienden a decrecer y EE.UU. es casi autosuficiente. Pero para llevar a cabo su plan de remodelación del Medio Oriente, el Great Middle East, EE.UU. comenzó por invadir Iraq, destruyendo un proyecto petrolero nacionalista que terminó con el riesgo de que este país se saliera del marco del petro-dólar, como Saddam Hussein lo había anunciado. Es lo que hoy tratan de hacer los iraníes y es una de las razones del embargo impuesto por EE.UU. a Teherán. Washington trata así de liquidar a uno de los últimos países que intenta controlar su producción gasífera y petrolífera.
¿Qué tiene que ver Siria en todo esto? Juega un papel estratégico y en 2009 tomó decisiones que no fueron del agrado de Occidente. Washington ha diseñado oleoductos y gasoductos desde el Asia Central hasta Turquía, sin pasar por territorio ruso, el llamado proyecto Nabucco, que compite con dos proyectos rusos: uno para abastecer a Alemania y otro para abastecer Italia, Grecia, Austria y Hungría. El proyecto norteamericano necesita aprovisionarse con gas iraní y debe almacenarlo en Turquía, además de procurarse gas del Mediterráneo oriental, de las costas de Siria, El Líbano e Israel. Efectivamente, desde 2009 la compañía israelí Noble Energy descubrió el yacimiento de Tamar, a 80 kilómetros de Haifa y también se han descubierto yacimientos de gas y petróleo en la cuenca del Levante y en el Mar Egeo. El US Geological Survey estima que “los recursos petrolíferos y gasíferos de la cuenca del Levante son del orden de casi 2 mil millones de barriles de petróleo y 3.450 mil millones de metros cúbicos de gas”. Ahora bien, en noviembre de 2010, Arabia Saudí y Qatar pidieron a Siria abrir oleoductos para transportar gas y petróleo a Europa evitando el paso por el Golfo de Ormuz. Siria rehusó y contó entonces con el apoyo de Rusia, que ve en el proyecto Nabucco el deseo de EE.UU., Francia, Arabia Saudí y Qatar de disminuir la dependencia europea del gas ruso.

ESTRATEGIA ISRAELI
El Great Middle East que diseñó EE.UU. se basa en la teoría de un funcionario del ministerio israelí de Relaciones Exteriores, Oded Yinon, quien escribió sobre la necesidad de fragmentar al enemigo árabe en pequeñas unidades sobre la base de su pertenencia étnica y/o religiosa. Es lo que ya ha hecho EE.UU. en Iraq, separando a los kurdos del resto del país y lo que se trata de hacer, sin éxito hasta hoy, en Siria. Oded Yinon escribió al respecto: “La división del Líbano en cinco provincias prefigura lo que espera al mundo árabe, a Egipto, Siria, Iraq y la península arábiga. La desintegración de Siria y de Iraq en provincias étnica y confesionalmente homogéneas es un objetivo prioritario… Nuestro objetivo debe ser la disolución militar de esos Estados… Siria podría dividirse en varios Estados de acuerdo a su composición étnica; la región costera será un Estado alauita chií, la región de Alepo un Estado sunita y en Damasco, se establecerá otro Estado sunita hostil al Estado sunita del norte; los drusos tendrán su propio Estado desde el Golan hasta el norte de Jordania”.(3)
Un aspecto importante en este conflicto lo constituye el retorno de Rusia a la región como uno de los actores exteriores principales. La antigua relación entre Moscú y Damasco no ha sido hasta el momento desmentida y continúa, sea oponiendo su veto -junto a China- a toda resolución que signifique dar luz verde a una intervención militar bajo alero de la ONU, como fue en el caso de Libia, o apertrechando al régimen sirio con armas y apoyo político ante la injerencia extranjera. El Ministerio de Defensa ruso ha anunciado el envío de varios navíos al puerto de Tartous, donde Rusia dispone de una base naval concedida por Siria de acuerdo a antiguos tratados militares entre los dos países.
En una plática en un hotel cercano a la ciudad fronteriza libanesa de Chtaura, a pocos kilómetros de la frontera siria, un periodista europeo que trataba de llegar a territorio sirio nos expresó sus dudas sobre las informaciones propaladas por la prensa occidental. Nos dijo: “Creo que habrá una disminución de la cobertura de prensa en Europa y EE.UU. sobre Siria. Es el síntoma de una realidad. A pesar de su poderío y de la guerra comunicacional en curso, Occidente está perdiendo la guerra en Siria. Seguramente seguirá apoyando el terrorismo salafista contra Damasco, pero no tiene la capacidad para vencer al ejército sirio que dispone del control aéreo del país y de un indiscutible apoyo en sectores significativos de la población, que temen, en caso de derrocamiento del presidente Bachar, la instalación de un régimen salafista que terminaría con la tradición de tolerancia religiosa del país. Los opositores tendrán que negociar tarde o temprano. EE.UU. y la UE no pueden arriesgarse a desencadenar un conflicto directo con Rusia. Asistimos a una situación extraña: por una parte el gobierno francés, la UE y EE.UU. denuncian y se aprontan a combatir la presencia de grupos ligados a Al Qaeda en Mali, Africa, y por otra, apoyan indirectamente a bandas armadas que emanan de esa misma nebulosa terrorista en Siria”.
El desarrollo del conflicto sirio indica que aunque el régimen vive momentos difíciles, se mantendrá en el poder porque goza de un sólido arraigo en la mayoría de las regiones del país, particularmente en Alepo y Damasco. En esto se equivocaron los estrategas de la OTAN, que quisieron creer en el desplome rápido del ejército sirio y en la ausencia de apoyo de la población. En cuanto a lo primero, olvidaron que no es un ejército como el libio, se trata de un ejército con larga experiencia combativa. En cuanto a lo segundo, a pesar de que una parte de la población no es partidaria del régimen, teme sobre todo el advenimiento de un régimen salafista como en Arabia Saudí.

Paco Peña (*)
En París

(*) El autor de este análisis, provisto de un visado de las autoridades sirias, intentó llegar a Damasco por vía aérea y terrestre desde El Cairo y Beirut. Lamentablemente, no fue posible. (Ver PF 773).

Notas:
(1) Salafismo, movimiento sunita que propugna el retorno al islam originario. Del árabe as salafiyya, ancestro, predecesor.
Yihad, esfuerzo o lucha personal por comportarse como un buen musulmán o en ciertos casos, imponer el islam por la fuerza a los infieles. Eltérmino árabe significa “ejercer una fuerza”. En el Corán se encuentra la expresión al-yihad bi anfusikum (luchar con su alma) o la expresión al yihad fi sabil Allah (hacer un esfuerzo en el camino de Alá).
(2) http://www.youtube.com/watch?v=Te_ROvqm_h4&list=UUPjO1-6xQiUI63LkoZPgLZQ&index=1&feature=plcp
(3) Oded Yinon, en Kivunium, N° 14, febrero de 1982. Publicado por el departamento de propaganda de la organización sionista Jerusalén.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 775, 25 de enero, 2013)

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