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Juan Radrigán,
el teatro corre
por sus venas
Autor: LEOPOLDO PULGAR IBARRA
JUAN Radrigán, dramaturgo, Premio Nacional de Artes de la Representación 2011
Llenas de poesía y dignidad son las obras de Juan Radrigán Rojas, (1937), lejos de la idealización y del paternalismo, con el germen de la contradicción incluso entre los habitantes de la más dura marginalidad. Allí también se abusa del poder, aunque la porción en disputa sea para la risa. En ellos también asoma la fuerza de la ética y la convicción de querer ser algo o alguien, al menos en grado de intento.
Tanto en la tragedia contemporánea como en el formato tragicómico, el teatro de Juan Radrigán es popular por excelencia. Lo protagonizan seres olvidados o ignorados como constructores de la historia del país. Hombre de Izquierda, el teatro político de Radrigán de manera explícita y metafórica tiene al poder, más precisamente al abuso de poder, como el tema central de sus relatos. Tanto el de los poderosos dueños de todo como el que advierte incluso en el territorio de la marginalidad.
Radrigán nació en Antofagasta el 20 de enero de 1937. Su padre fue mecánico y su madre profesora en una salitrera. Nunca recibió educación formal, porque desde pequeño tuvo que trabajar para ayudar a su familia. Autodidacta, empezó a escribir teatro cuando superaba las cuatro décadas, en plena dictadura militar. A los setenta y cuatro años de vida puede decir que saltó el muro de la academia y que sus obras no son patrimonio de los especialistas: seis o siete títulos son representados habitualmente por teatristas profesionales y vocacionales. No sólo Hechos consumados (1981), texto complejo y considerado una de las cumbres de su dramaturgia, sino también Testimonios de las muertes de Sabina (1979), Cuestión de ubicación (1980), Las brutas (1980), El toro por las astas (1982), Sin motivo aparente, Isabel desterrada en Isabel, El loco y la triste. Su reciente estreno, en cartelera, es Amores de cantina.
¿El Premio Nacional provoca agradecimiento, orgullo...?
“Alegría íntima, alborozo... Era difícil ganarlo. A pesar de nosotros mismos, parece que siempre esperamos algo”.
Los siempre ignorados son protagonistas...
“Y es lo que me alegra más... Me acordé del Emilio, de la Marta, del Loco, del Huinca... Y me pareció hermoso que fueran reconocidos... ¡Mira a dónde llegaron!”.
¿Una dramaturgia conocida en Chile?
“Sí, creo que en Chile es conocida. Lo he visto en el aluvión de felicitaciones que han llegado de gente que tal vez uno no esperaba, de juntas de vecinos, sindicatos. Me pareció emocionante recibir esas felicitaciones... Uno no sabe que ha llegado con algo de lo que ha escrito... ¿Qué da uno cuando escribe? Parece que escribir tiene algo de paternal -no paternalismo-, es decir, de compañía para ciertas personas”.
Los grupos vocacionales dicen que tus obras “hablan de nosotros”.
“Es lo que decía sobre que escribir tiene algo de paternal. Significa que alguien los está acompañando, que alguien está con ellos...”.
¿Cómo fue ser convocado por el ministro Bulnes?
“Extrañísimo”.
Jean-Paul Sartre rechazó el Premio Nobel en 1964...
“El estaba en situación económica de rechazarlo (se ríe con ganas). Habría sido más justo recibirlo en una situación distinta”.
Poder e inesperanza
Nunca se mencionan gobierno ni Estado cuando se alude al poder...
“Claro. El poder asalta a las personas a cada paso... Es curioso que siempre se abuse del poder... No se tiende a la solidaridad cuando se tiene el poder... Cuando se tiene poder y condiciones de hacer algo bueno, no se hace. Parece que detrás siempre hay una cosa económica que lo impide y se tiende al abuso... Creo que se debe a la condición humana... Casi nadie escapa a esto. El Premio Nacional no cambiará mi manera de ser y de sentir. Sigo pensando que me importa muchísimo la amargura de la gente, aunque no sé por qué me importa tanto”.
¿No hay cambios en la historia de la Humanidad?
“No. Trato de escribir sobre las razones de eso y no se me ocurre... Quisiera escribir una especie de recuento total del por qué devenimos finalmente al caos... Y a la amargura. Qué sucedió, qué sucede, qué anduvo mal desde la ameba hasta hoy día... Algo sucede que tendemos siempre hacia el hogar, pero todo indica que estamos destruyendo ese hogar... La prioridad son las armas... No sé si comenzó la cosa cuando el cavernícola vio que su lanza también podría atravesar a un hombre que tenía algo que él no tenía...Y fue indetenible”.
Pero hay gestos que no son cavernarios ni de amargura...
“Es mucha más la amargura y el dolor en millones de personas. Es demasiada la distancia entre el dolor y lo que podríamos llamar felicidad o algo de bienestar”.
¿Hay que dar luchas políticas y sociales, pese a todo? ¿Todavía tiene valor luchar?
“¡Es lo que hacemos! Es lo que tratamos de hacer. Sobre todo cuando el que lucha ve que es casi imposible y sigue”.
¿Ir siempre contra la corriente?
“Contra corriente, contra suerte, contra muerte... Siempre”.
¿Aunque sean pocas las esperanzas?
“Claro, la vida es una cosa activa que nos obliga a caminar”.
Tiempo para vivir,
leer y escribir
¿Habrá ahora más tiempo para escribir?
“Claro, hacer tanta clase para sobrevivir roba mucho tiempo para escribir, para la familia, para leer... El Premio Nacional me va a permitir hacerlo con cierta tranquilidad. No es mucho lo que necesitamos para vivir”.
¿Cuáles son los planes en adelante?
“Quiero leer bastante. No he tenido tiempo para leer lo que quisiera, aunque en cierto modo agradezco no tener formación académica porque me ha permitido expresar libremente lo que deseo y siento. Reconozco la importancia de la formación, pero ningún libro de teoría me puede dar contenido. Eso viene en la persona, en el ser humano. Se pueden aprender estructuras, pero en el contenido ningún libro puede ayudar. Sólo escribir, escribir y escribir... La dramaturgia no habría avanzado sin tipos que rompen las teorías, que aprenden un poco y las hacen pedazos por la necesidad de decir algo”.
¿A los 74 años estás más religioso?
“No, más reflexivo. Leo la Biblia y el Corán porque contienen una sabiduría que hace pensar. Especialmente el Libro de Job, que habla de la inocencia castigada. Con las obras que continuaré escribiendo sólo buscaré acompañar y reflexionar. Las obras son preguntas para reflexionar. Todo esto lo mantengo por lo menos hasta los 80 años, como decía un antropólogo. Después no sé lo que pasará. No hay ningún moribundo que no crea en Dios”.
“Amores de cantina”. (Gam. Alameda 227. Ju., vi. y sá., 21.00; do., 20.00. $ 5.000 y $ 3.000).
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 743, 30 de septiembre, 2011
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