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En Venezuela se juega el futuro de América Latina

Chávez, duro de tumbar

PARTIDARIOS del presidente Hugo Chávez a las puertas del Palacio de Miraflores, sede del gobierno.

El año 2002 no ha sido bueno para los venezolanos. El gobierno de la “revolución en democracia y libertad” del presidente Hugo Chávez ha logrado sobrevivir, pero su capacidad de gobernar ha sido mínima. Y no parece aventurado afirmar que, en estos momentos, en Venezuela se juega el futuro de América Latina. Aquellos que usufructuaron más de 40 años de la democracia formal a la venezolana, y sus apoyos externos cercanos al poder estadounidense, el neofranquismo español y la godorria colombiana, han lanzado su ataque a fondo para demostrar al resto de los latinoamericanos que no se debe tolerar un gobierno democráticamente elegido que optó por las mayorías, que aliente experiencias similares en otras regiones.
Ocho meses después del golpe de Estado de abril, una serie de repeticiones dejaron en claro que no una mera casualidad sino un plan para crear el caos, aniquilar la industria petrolera en manos del Estado, promover la renuncia del presidente Hugo Chávez, la convocatoria a elecciones inmediatas o, inclusive, la intervención de Venezuela por un país extranjero: una ex guerrillera y ahora feroz antichavista pidió la intervención de tropas estadounidenses, mientras un ex dirigente sindical convocó, a su vez, a los cascos azules. Todo muy patriótico.
Sin dudas se vive una situación alarmante, que se promueve internacionalmente como “de pronóstico reservado y que se encamina hacia un desenlace de violencia”. Los gerentes de las trasnacionales han enviado a sus familias de regreso, las agencias noticiosas norteamericanas duplican su personal, la oposición hace su marcha por un lado de la ciudad, el oficialismo por el otro.
Lo que quizá pueda sorprender es el apresuramiento, la urgencia por salir de Chávez y su gobierno, máxime cuando la nueva Constitución prevé referéndums revocatorios para los funcionarios públicos -hasta para el presidente- una vez cumplida la mitad de su mandato. El mandato de Chávez puede ser revocado en agosto próximo. Pero a muchos grupos opositores se les termina el financiamiento externo el 31 de diciembre y -por otro lado- dudan realmente que puedan batir al actual mandatario en unas elecciones.
Para algunos analistas no se puede descartar la necesidad de Estados Unidos de ajustar el control de las reservas petroleras en la región ante la emergencia de la guerra contra Iraq. De todas formas, Venezuela reiteró que cumplirá con sus obligaciones, pese a la grotesca intervención estadounidense en el golpe del 11 de abril que, en definitiva, derrocó al subsecretario de Estado, Otto Reich. Venezuela vende un millón de barriles de petróleo diarios a Estados Unidos y tiene inversiones multimillonarias en ese país en estaciones de servicio y refinerías, a través de su filial Citgo. Para recordar, en enero entra en vigencia la Ley de Hidrocarburos, que puede permitir al gobierno actuar sobre las nómimas gerenciales atrincheradas en PDVSA.
Mientras empresarios de la Cámara Venezolano-Norteamericana de Comercio hablan de un go ahead dado por Washington y muestran fotos de supuestos comandos venezolanos adiestrándose en los pantanos de Miami, un presidente atado a su “revolución democrática y en libertad” se niega a declarar medidas de excepción o cualquier tipo de represión...
La crisis ha transitado sin que las gestiones del secretario general de la OEA, César Gaviria (“una piedra permanente en el zapato de Chávez”, según un negociador de la oposición), cristalicen alguna negociación y la participación del sector militar, previamente calculada en abril, no tuvo la misma beligerancia en esta ocasión: Chávez -o la institucionalidad- mantiene las lealtades, pese a todas las presiones y sobornos de quienes dicen defender la democracia “del castrocomunismo que se nos viene”.
“La mesa de negociación es una pérdida de tiempo, si en ella no está quien financia y manda en la oposición, Gustavo Cisneros”, señalaba un diputado opositor. Cisneros, dueño del canal Venevisión, la cadena DirectTV e importante accionista de innumerables otras empresas trasnacionales (entre ellas la Coca Cola), es sindicado como el Silvio Berlusconi venezolano, al que muchos han calentado la cabeza para que se corone como ¿presidente?
Como en abril, la industria petrolera ha sido considerada el foco más importante para poder precipitar una crisis que también implique a la comunidad internacional. Como ocho meses antes, el botín mayor del golpe sigue siendo la privatización de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA), detrás de la cual siguen estando los amigos petroleros de George Bush, la Repsol española y el Grupo Cisneros. Los otros premios son la privatización de los fondos de pensiones, en el cual están sumamente interesados los bancos españoles y algunos grupos representados por el Citicorp, y las riquezas auríferas y de otros minerales de la región de Guayana.
PDVSA es una de las mayores del mundo; tiene 45.000 empleados, exporta unos 2.300.000 barriles diarios de crudo, y es uno de los principales abastecedores de Estados Unidos. De ahí que la variable internacional está presente junto a personajes de la vieja política tales como el ex mandatario Carlos Andrés Pérez y el ex presidente de la petrolera, Luis Guisti (dueño de algunos buques en paro, asesor de Bush), sorprendidos girando instrucciones y haciendo recomendaciones a líderes opositores locales. La estrategia se basa en una alianza de los opositores con la alta gerencia -simpatizantes con procesos de privatización de la industria- que se han rebelado contra la junta directiva de PDVSA, y desarrollan una militancia gremial y política. Esta vez se comenzó por el personal de la Marina mercante de la petrolera, luego los centros de abastecimiento y distribución de gasolina, y se ha intentado la paralización parcial de las refinerías para restringir las exportaciones e incidir en el mercado internacional.

LA HORA ¿DECISIVA?

Esta pareciera una encrucijada decisiva. La oposición ha decidido radicalizar sus acciones y objetivos en una estrategia que parece decirle al gobierno que es todo o nada, y ha exigido la renuncia del presidente para ir a unas elecciones inmediatas. Pero los partidos de oposición no se presentaron a la Asamblea Nacional para discutir una enmienda constitucional con los partidos oficialistas, que pudiera abrir el camino hacia una salida electoral negociada.
Los medios de comunicación privados, quizás en este momento las organizaciones políticas más poderosas, no conocen la racionalidad política ni tienen cultura de negociación y tolerancia. La gerencia mayor de la estatal Petróleos de Venezuela, la llamada “tecnocracia petrolera”, que ha decidido paralizar la industria, es otro actor político carente de conciencia, formación y responsabilidad política. Al igual que los dueños de medios, anteponen sus intereses corporativos a los intereses nacionales. La reforma petrolera que adelantó el gobierno es motivo de muchos disgustos de estos tecnócratas, que en los dos gobiernos anteriores se había convertido en un Estado dentro del Estado, respaldando las políticas de aumento de volumen de producción de petróleo reclamada por los países industrializados. Este gobierno dejó en claro que las políticas las formulaba el Ministerio de Energía y no los gerentes de la empresa operadora estatal y se puso al frente de la política de defensa de precios para salvaguardar el ingreso fiscal petrolero, en consonancia con sus socios de la Opep.
Otros actores principales son los presidentes de la central laboral CTV y de la empresarial Fedecámaras, que pertenecen a las élites que sienten sus posiciones debilitadas por la victoria electoral Chávez y la alianza de fuerzas políticas que lo respaldan. Como caso inédito, la CTV pone la carne de cañón que Fedecámaras financia.
Finalmente, la mayoría de los partidos y organizaciones sociales de la Coordinadora Democrática, que son más mixtas en sus estrategias políticas, hasta la fecha no han jugado papel central en esta confrontación de fuerzas. Suelen ser utilizados para darle una imagen de tolerancia y de no-violencia a la oposición cuando ésta lo considera políticamente oportuno. Esta vez, la estrategia de la oposición comenzó con un paro convocado por esa rara junta de sindicalistas sin sindicatos y dirigencia empresarial con mucho dinero, que financiaron la paralización, como ya lo habían hecho en varias oportunidades, instando nuevamente -esta vez sin mayor éxito- a los militares a deponer al gobierno constitucional. El paro se inició el lunes 2 de diciembre, con un soporte mediático impresionante -los gobiernos democráticos de América debieran ir poniendo sus barbas en remojo-, donde las emisoras de televisión privadas transmiten, cartelizadamente, durante 18 horas al día exclusivamente las acciones opositoras a nivel nacional. Al asumir que iba a ser muy difícil paralizar las industrias básicas, a los empleados públicos, al transporte, los opositores planificaron la paralización de la neurálgica industria petrolera, especialmente el suministro de gasolina y las exportaciones petroleras mediante el fondeo de buques tanqueros en las aguas del Lago de Maracaibo.
Y a través de la dirigencia opositora y vía televisión y radio, llegó nuevamente, la descalificación permanente a quien estuviera con el gobierno, tratándolos de hordas, salvajes, negros, resentidos, tierrúos, lumpen, ignorantes, fanáticos, desdentados.
El viernes 6, al final de la tarde, se produce la balacera de la Plaza Francia en el burgués barrio de Altamira y de inmediato la televisión incrimina al presidente Chávez, pese a que el que actuó fue un sicario (al mejor estilo colombiano). La estrategia era levantar de nuevo la presión en el seno de un colectivo que, pese la manipulación mediática, estaba dando señales de hastío, dar oportunidad a los “factores ocultos” a emprender acciones mucho más radicales. Es a partir del sábado 7 que la gente de la oposición en el sector petrolero, hasta entonces de bajo perfil, puso en marcha un plan para paralizar a Petróleos de Venezuela, con el aplauso de los canales privados. Por ello no extraña que sus reporteros aborden un tanquero cuyo capitán ha fondeado en el canal de navegación del Lago de Maracaibo, convirtiendo en héroe a una persona que en cualquier otro país sería enjuiciada por actos de piratería marítima y terrorismo.
Se trataba de generar el caos, y así, sin escrúpulos (y mucho menos ética) anuncian con cierto regocijo la -falsa- paralización de una refinería, la paralización del suministro de gasolina, y el suministro de gas a las empresas básicas, procederes tipificados en cualquier legislación penal como agavillamiento, conspiración, delitos de lesa patria, instigación a delinquir, complicidad.
No cabe duda que los venezolanos, afectos masivamente al medio televisivo, viven desde hace más de un año, en condiciones de extrema tensión debido a la permanente confrontación que reflejan los medios de información hasta el punto que especialistas han denunciado la amenaza seria en la normalidad de las vidas, trabajos y salud mental de la población. Los medios se hacen parte de la confrontación, incluyendo a la TV oficial que debe luchar contra cinco televisoras privadas, donde presuntos periodistas asumen posiciones de intolerancia fuera de todo control.
El Observatorio Global de Medios alertaba que “sobre todo las televisoras en Caracas, están difundiendo permanentemente mensajes de abierta incitación a la intolerancia y a la violencia, buscando crear, mantener o profundizar en los ciudadanos, la predisposición de aceptar y participar activamente en una confrontación de consecuencias impredecibles”.
La repetición frecuente de las imágenes sobre los trágicos hechos ocurridos en la Plaza Altamira, donde un ataque terrorista causó tres muertos y numerosos heridos, las declaraciones de algunos dirigentes de la oposición y las opiniones de ciertos periodistas, incitan al odio entre los venezolanos y propician la intolerancia, señalaba el Observatorio, que denunciaba que “también se utiliza la imagen de niños para convocar a las acciones de violencia y se vincula esa imagen con la promoción de la disociación social” .
No cabe duda que la gran mayoría de los venezolanos, aún aquellos que asumen determinada posición política, no quiere guerra. Pero esta mayoría no tiene acceso a los medios masivos, donde sólo se da cabida a los dirigentes y a los activistas cuya opinión concuerda con la posición asumida por los directivos de esos medios y por algunos periodistas que están a su servicio.

EL PARO

“Los trabajadores ponen la carne de cañón, los empresarios los billetes”, señalaba frente a las puertas del Seniat, la dirección impositiva, un dirigente gremial, recordando este sui generis contrato social. Esta fue la cuarta iniciativa de paralización en lo que va de año, y como las demás ha sido parcialmente exitosa en un país donde el 52% de la masa laboral trabaja en la economía informal y más del 20% son empleados del sector público. El transporte no paró, las industrias básicas de la electricidad, el aluminio, el hierro, tampoco; la banca hizo un amago pero se conformó con horarios más cortos, y los supermercados cerraron en los barrios burgueses, donde fueron “democráticamente” amenazados al igual que los dueños de tiendas y restaurantes.
Las organizaciones de derechos humanos denunciaron que “se registran situaciones de intolerancia social contra empresas o comercios que han decidido no sumarse al paro. Estos hechos, en los que se ha hecho uso de la violencia, deben ser investigados y sancionados”.
Dirigencia sindical y empresarial conforman con los viejos y nuevos partidos políticos y un grupo de organizaciones no gubernamentales la Coordinadora Democrática, que ha elaborado una especie de matriz ideológica que proyecta hacia las masas y la opinión pública nacional e internacional que se está luchando contra un gobierno dictatorial, cuestionando una institucionalidad que ayudaron a construir con la aprobación por referéndum popular en 1999 de la nueva Constitución.
Pero estos grupos, al igual que las organizaciones cercanas al gobierno, padecen de la debilidad del tejido social y organizativo, y sus dirigentes no pueden controlar masas o grupos que se desbordan o no reconocen liderazgos. Eso se hace más evidente en el archipiélago de la oposición, donde la falta de liderazgo deja la manija en manos de quien grita más contra el único líder reconocido unánimente -el presidente Chávez- y no de quien sepa manejarse políticamente o tenga una organización de masas detrás. Nuevamente la poblada -al igual que en abril- comenzó a pesar en la resolución del conflicto: primero, rodeando la sede principal de PDVSA y las refinerías para garantizar el orden, luego tomando las calles y plazas en la ciudad. Junto a ellos, institucionalmente, unas Fuerzas Armadas que parecen decididas a cumplir sólo con su cometido constitucional. Poco a poco, la soberbia opositora se va replegando ante la humilde realidad. ¿Qué es lo que les queda? Un exilio dorado, una escalada terrorista... o entrar, definitivamente, en el juego democrático, para lo cual no tienen vocación ni están preparados

ARAM AHARONIAN
En Caracas

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La gobernabilidad en Venezuela


Es innegable que la situación venezolana afecta y es también determinada por fuerzas e intereses internacionales. De hecho hasta ahora la crisis no ha podido ser abordada utilizando referentes anteriores. A pesar de los continuos llamados de la oposición a activar la Carta Democrática de la OEA, no se trata de la misma situación de Perú, por la plena vigencia de las instituciones democráticas. Ahora es el gobierno que se lanza a pedir la aplicación de la Carta Democrática en aplicación de su capítulo IV, sobre el fortalecimiento y preservación de la institucionalidad democrática, en el que se señala la posibilidad de asistencia “cuando el gobierno de un Estado miembro considere que está en riesgo su proceso político institucional democrático o su legítimo ejercicio del poder”.
Hoy, la salida a través de un acuerdo político, aunque luce improbable, sería sin duda la más inteligente, pese a la falta de éxito de un Gaviria atrapado, quizá, por su propia historia y un nuevo cuadro de la realidad latinoamericana y hemisférica que todavía no domina.
Un documento de las organizaciones de derechos humanos señala que “hay que tener en cuenta que los principales problemas del país son la exclusión social, la debilidad institucional, la desvinculación entre ética y política y la intolerancia. Se trata de problemas estructurales y, por tanto, de vieja data. El país está, sin embargo, polarizado en un debate que parece ocultarlos. La continuidad o no de Hugo Chávez en la presidencia, tiene vínculos con esos problemas. Pero la solución de problemas estructurales requiere mucho más que la salida o permanencia de un presidente. Si esos problemas no se incluyen en la agenda pública, el país corre el riesgo de fomentar su propia frustración y aumentar el nivel de deterioro de la situación política, económica y social”.
Estas añadieron que, más allá de esa reflexión preliminar, es evidente que el nivel de polarización existente en el país, y particularmente en Caracas, generó una crisis de gobernabilidad en todos sus niveles y un aumento de la violencia política que es necesario reducir de inmediato. El único modo de hacerlo, en una democracia, es consultando a la población sobre hacia dónde quiere que se oriente su futuro, para lo cual se hace necesario a) llegar rápidamente a un acuerdo sobre las características de esa consulta, b) un Consejo Nacional Electoral y un Registro Electoral confiables para todas las partes, c) que las partes se reconozcan como representantes válidos de diversas y legítimas visiones de país y, d) que cedan en sus intereses sectoriales a favor de los intereses colectivos.
Señalaron asimismo que “si los distintos sectores que intervienen en la vida nacional no son capaces de llegar a acuerdos mínimos de coexistencia, más allá de la consulta y sus resultados, la violencia no desaparecerá, porque tampoco lo harán la exclusión social, la debilidad institucional y la intolerancia”

A.A.

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Periodistas denuncian a empresarios


“Nosotros, los trabajadores del diario “El Nacional” de Caracas manifestamos nuestra profunda preocupación por la decisión tomada el lunes 16 de diciembre del 2002 por el Bloque de Prensa Venezolano, de suspender la circulación de sus diarios afiliados. Tomando en consideración que la información es un derecho inalienable de todo ciudadano, consagrado en los tratados internacionales, la Constitución Nacional y las leyes de la República, el personal de redacción de este diario manifiesta su rechazo a esta decisión, que lejos de contribuir a la solución de los graves problemas del país, los profundiza.
Como trabajadores de la empresa periodística, asistimos a nuestros sitios de trabajo porque estamos conscientes de nuestra responsabilidad profesional y ética con nuestros lectores. Por lo tanto, exhortamos a los dueños de medios de comunicación social de todo el país a mantener sus salas de redacción abiertas para así darle continuidad a la irrenunciable labor social de informar y formar a ciudadanos para la sana convivencia democrática”


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