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EDITORIAL
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HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE
CASORIO CON LOS EE.UU.
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Una vasta campaña comunicacional ha seguido a la firma
del TLC con Estados Unidos, buscando generar una imagen de abrumador
apoyo ciudadano y un clima de optimismo que ayude a sacar al país
del marasmo en que lo han sumergido cuatro años de recesión
económica y los síntomas de crisis de la coalición
gobernante, así como de las élites políticas
e instituciones en general. Se intenta no sólo acallar
las voces de sectores que se sienten afectados por los términos
del acuerdo sino despejar el escepticismo mayoritario de un país
que -salvo sus cúpulas empresariales- desconoce la envergadura
de lo pactado y de sus eventuales consecuencias.
Un afán engañoso precede, además, esta campaña
comunicacional. El TLC con Estados Unidos no es esencialmente
un pacto comercial o meramente económico, como sostiene,
en un alarde de ignorancia, la canciller Soledad Alvear. Lo dice
muy claro Kathleen Barclay, presidenta de la Cámara Chileno-Norteamericana
de Comercio: “el tratado con Chile es geopolítico
y comercial”. Esto lo entiende hasta Joaquín Lavín,
a quien le corresponderá, salvo error u omisión,
administrar el TLC. “Si vamos a competir de igual a igual
con Estados Unidos -dijo el líder derechista- tenemos que
cambiar mucho. Tenemos que reorganizarnos: en educación
hay que transformar a Chile en un país bilingüe”.
La brutal claridad de Lavín ni siquiera se ve amagada por
el entorno grotesco habitual de sus declaraciones. Estas las hizo
durante un asado con los comerciantes callejeros de Franklin a
quienes prometió apoyo “para iniciar sus exportaciones
(sic) al mercado estadounidense”.
El TLC con Estados Unidos apunta a comprometer el destino de Chile
con el devenir de la potencia norteamericana y sus intereses geopolíticos
en la región, en un grado que no tiene precedente histórico.
“Es un primer paso hacia el Alca”, señala abiertamente
George Bush, presidente de los EE.UU. Es decir, se trata de una
primera movida estratégica en la dirección de imponer
el Area de Libre Comercio de las Américas, como una zona
de dominación sin contrapeso de Estados Unidos. El general
Colin Powell, secretario de Estado del gobierno de Bush, lo ha
dicho con sinceridad: “Nuestro objetivo con el Area de Libre
Comercio de las Américas (Alca) es garantizar para las
empresas norteamericanas el control de un territorio que va del
Polo Artico hasta la Antártida y libre acceso, sin ningún
obstáculo o dificultad, a nuestros productos, servicios,
tecnología y capital en todo el hemisferio”.
Paradojalmente, han sido el fracaso del modelo neoliberal y el
avance de las fuerzas contrarias al mismo en el resto del continente,
los factores que más contribuyeron a que Chile fuese percibido
como un “aliado preferencial” por Estados Unidos.
En particular, fue el triunfo de Lula en Brasil lo que resolvió
al presidente de EE.UU. a dar el visto bueno al acuerdo largamente
reclamado por las empresas norteamericanas que operan en Chile
y por sus aliados en las clases dominantes locales.
El fortalecimiento del Mercosur -y a partir de él, del
proceso de integración sudamericano- es una de las líneas
estratégicas definidas en el plan de desarrollo que encara
el presidente electo del Brasil. Sus visitas a Argentina y Chile
tuvieron el propósito de reiterar esa voluntad. En el caso
de Chile, fue un postrer intento de atajar su “fuga a los
brazos de Estados Unidos” que se veía venir desde
hace un par de años.
Otro factor que contribuyó a que el Congreso de Estados
Unidos se resolviese a otorgar el permiso para negociar por vía
rápida este TLC, es la resentida credibilidad de sus propósitos
respecto del libre comercio. El reforzamiento de medidas proteccionistas
a diversos sectores de la economía estadounidense (agrícola,
acero, aeronáutica, seguros, servicios) ha sido la pauta
central del manejo del gobierno norteamericano en los últimos
años.
Bush necesitaba dar una señal para fortalecer las posiciones
aperturistas y neoliberales en América Latina. Nadie más
conveniente que Chile; el país menos riesgoso política
y económicamente para Estados Unidos y el más disponible
para lograr un acuerdo sin mayores exigencias. Se entiende, por
ello, la satisfacción norteamericana por el TLC con Chile.
Sin embargo, Estados Unidos aprovechó también la
ansiedad y urgencia de los negociadores chilenos para sentar un
precedente respecto de sus exigencias y posiciones negociadoras
con vistas al Alca. En tal sentido, como se ha señalado,
la responsabilidad del gobierno chileno es muy grande. Chile,
con el TLC, no sólo se distancia política y económicamente
de sus vecinos, sino que pretende sacar ventajas de su situación
diferencial -en cuanto a estabilidad macroeconómica y compromiso
con los postulados básicos del neoliberalismo-, a costa
de establecer mayores compromisos que limitarán aún
más su margen de maniobra frente al capital transnacional
norteamericano.
De particular gravedad es el acuerdo para circunscribir la posibilidad
de establecer un encaje a los “capitales golondrinas”
a situaciones excepcionales. Si bien Chile ya había suprimido
en abril del 2001 este mecanismo de regulación y el año
mínimo de permanencia para los flujos de capital externo
de corto plazo, no existía un compromiso por escrito que
limitase al Banco Central para restablecer estas regulaciones
en una coyuntura que las hiciese necesarias. El capital financiero
norteamericano, el más temible desestabilizador de la economía
mundial, se ha asegurado así a Chile como potencial víctima.
Y ha aprovechado de reafirmar su doctrina de liberalización
absoluta frente a los países de la región.
En el plano comercial, las reducciones arancelarias otorgadas
por Chile serán más significativas que las de EE.UU.
Como se sabe, por lo demás, la principal protección
norteamericana es su sistema antidumping y en este TLC, los Estados
Unidos no aceptaron relativización alguna. La reducción
arancelaria de Chile vía el TLC, en todo caso, vendrá
a sumarse al proceso de reducción unilateral del arancel
general que está hoy en un 7% y que llegará a 6%
en enero próximo. El promedio efectivo del arancel a las
importaciones chilenas, que ya está en un 5% caerá
a un 3% por el TLC con Europa y presumiblemente a cerca de 1%
por el TLC con los Estados Unidos. No nos queda pues mucho más
para ofrecer.
Los principales ganadores serán las empresas transnacionales
que operan como exportadoras de nuestras materias primas y que
controlan el sector de los servicios (banca, telecomunicaciones,
energía) y que actúan como importadores de productos
de Estados Unidos. Los grandes perdedores: los sectores agrícolas
e industriales de Chile, que serán aún más
arrinconados y marginalizados por las importaciones de tales rubros.
Mientras los propios gremios del comercio dudan que los consumidores
se vean beneficiados con rebajas de precios como producto del
TLC, es un hecho que los trabajadores que perderán sus
empleos en las pequeñas y medianas empresas incapaces de
competir -la amplísima mayoría-, estarán
entre los más perjudicados.
Como consecuencia, se reforzará la tendencia a una concentración
todavía mayor del crecimiento de la economía en
el sector exportador y moderno, sin mayor diversificación
del mismo ni mayores encadenamientos con el resto del aparato
productivo; tendencia que resulta particularmente crítica
en una coyuntura como la actual de creciente inestabilidad e incertidumbre
de los mercados mundiales.
Se puede afirmar que el TLC nos acarreará no sólo
altas tasa de desempleo, sino también el dudoso mérito
de país “emergente” -además de México-,
susceptible del mayor impacto en la eventualidad de una crisis
profunda de la economía norteamericana. Dios nos pille
confesados
PF
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SOLIDARIDAD CON VENEZUELA
La Fuerza Social y Democrática de Chile hace llegar
su solidaridad al Movimiento V República de Venezuela,
y por su intermedio al gobierno del presidente Hugo Chávez
Frías, ante la ofensiva desestabilizadora y golpista
de los enemigos internos y externos de la revolución
bolivariana.
Confiamos en que la unidad del pueblo venezolano y la lealtad
al gobierno constitucional de las Fuerzas Armadas, derrotarán
una vez más –como hicieron el 11 de abril-
el plan golpista en curso que repite el mismo esquema de
1973 en Chile que desembocó en una dictadura de terrorismo
de Estado.
La Fuerza Social y Democrática compromete su activa
participación en el movimiento de solidaridad con
Venezuela.
El escenario político continental ha comenzado a
cambiar en favor de los pueblos con las victorias en Brasil
y Ecuador, el importante avance en Bolivia y la existencia
de la revolución bolivariana en Venezuela. Defender
estos procesos es un deber para las fuerzas progresistas
y democráticas de América Latina.
Por el Coordinador Nacional de la Fuerza Social y Democrática:
Jorge Pavez, presidente del Colegio de Profesores.
Miguel Soto, presidente de la Confederación de Trabajadores
Metalúrgicos.
Luis Mesina, presidente de la Confederación Bancaria.
Gladys Corral, presidenta del Colegio de Enfermeras.
Manuel Cabieses, consejero nacional del Colegio de Periodistas.
Roberto Villagra, secretario ejecutivo.
fuerzasocial@colegiodeprofesores.cl
Fonos: 4704206, 4704212
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