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A golpes con los diputados
EL diputado radical Gabriel González Videla detenido por Carabineros. Años después fue presidente de la República (1946-52).
Uno de los más desvergonzados hechos represivos del segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma fue la brutal paliza policial efectuada contra varios diputados el 21 de mayo de 1938. Ciertamente fue mucho menos criminal que las matanzas de Ranquil (1934) y del Seguro Obrero (septiembre de 1938). Pero el hecho de que fuese en la propia sede del Congreso y con ocasión de la presentación anual del mensaje presidencial, la convirtió en un evento particularmente escandaloso.
Se produjo en el contexto de un creciente enfrentamiento entre Alessandri y el opositor Frente Popular, por la negativa del primero a recibir una delegación que le iba a solicitar garantías electorales para las elecciones presidenciales de octubre de ese año, preocupados por la exacerbación represiva del gobierno, manifestada con ocasión de la quema de de la revista humorística Topaze y de la represión anexa a las elecciones municipales efectuadas en abril de ese año.
En respuesta a dicho desaire, la directiva del Frente Popular manifestó que la negativa del gobernante a recibirlos era contraria a la Constitución; y que sus parlamentarios verían con desagrado “la concurrencia del presidente de la República a la sesión inaugural del Congreso” (Ricardo Donoso. Alessandri agitador y demoledor. Cincuenta años de historia política de Chile; Tomo II, Fondo de Cultura Económica, México, 1952; p. 239).
A su vez, Alessandri amenazó con que “si se pretende estorbar en cualquier forma el ejercicio de una de sus facultades constitucionales, la hará respetar con la fuerza pública a sus órdenes y entregará en seguida a quienes así procedan a los Tribunales de Justicia, para que persigan el delito consiguiente de quienes violan la Constitución y pretenden estorbar el ejercicio legítimo de sus funciones a una autoridad constituida” (La Opinión; 14-5-1938).
DESAFIO DEL FRENTE POPULAR
El Frente Popular contestó que “la insolente amenaza de hacer intervenir (…) la fuerza pública en la sesión inaugural del Parlamento, y ordenar la detención de senadores y diputados (…) constituyen actos de abierta rebelión contra la independencia del Poder Legislativo” y acordó, entre otras cosas, “denunciar ante el país que el presidente Alessandri (…) está empujando al país a la guerra civil, manifestando en forma notoria sus propósitos de imponer su sucesor alarmado por el avance incontrarrestable del candidato del pueblo (Aguirre Cerda)” (Ibid.).
Para hacer más ominoso el cuadro, Alessandri designó el 17 de mayo como ministro del Interior a Luis Salas Romo, que en 1934 había ordenado la destrucción de la imprenta del diario opositor La Opinión. Precisamente, en su primera conferencia de prensa, consultado si se repetiría un asalto policial como ese, contestó que “posiblemente” (La Hora; 19-5-1938). Además, el Frente Popular se coordinó con el Movimiento Nacional Socialista (que, a diferencia de su homólogo alemán tomaba en serio sus postulados anti-derechistas) para planificar en conjunto la protesta que harían en el Congreso Pleno. En ella, Gabriel González Videla (presidente del PR y del Frente Popular) pediría la palabra una vez que el presidente del Senado, el conservador Miguel Cruchaga Tocornal, abriera la sesión, “para pedir, de acuerdo con el Reglamento, que se incluyera en la cuenta una moción de protesta de todos los partidos políticos de oposición. Enseguida, todos los parlamentarios opositores nos retiraríamos del Salón de Honor en silencio y en perfecto orden” (Gabriel González Videla. Memorias, Tomo I; Edit. Gabriela Mistral, Santiago, 1975; p. 185).
UNA BOMBA EN LOS JARDINES
Posteriormente, una delegación de parlamentarios radicales, encabezada por el senador Rodolfo Michels, fue a pedirle garantías al presidente del Senado, tendientes a evitar que el 21 de mayo “penetraran al recinto del Congreso personas extrañas al Parlamento ya que sabía que muchos agentes de la Sección de Investigaciones habían estado ya estudiando el edificio y que sabíamos que seríamos provocados. El honorable señor Cruchaga, me dio la seguridad que nada de eso ocurriría” (Boletín de Sesiones del Senado; 23-5-1938).
El 21 de mayo y antes de comenzar la ceremonia, se escuchó una detonación producto de una bomba de ruido puesta en los jardines del Congreso aparentemente por los “nacis” (se escribían sin zeta). Una vez que Cruchaga abrió la sesión, González Videla pidió infructuosamente la palabra sofocado por el griterío de las tribunas, llena de partidarios del gobierno y policías de civil. En seguida los parlamentarios opositores procedieron a retirarse, acompañado de los denuestos que comenzaron desde las tribunas y de las bancadas de derecha. Esto generó réplicas de varios parlamentarios opositores y particularmente del diputado y jefe de los “nacis”, Jorge González von Marées, que fue rodeado y golpeado por indeterminados derechistas. Al parecer, en su desesperada defensa sacó un revólver y disparó un tiro al aire, incrustándose la bala en una pared del Salón de Honor a casi diez metros del suelo. Más golpes le llegaron luego, teniendo que intervenir para salvarlo los diputados Eduardo Alessandri Rodríguez (PL) y Raúl Morales Beltramí (PR), y el propio general director de Carabineros, Humberto Arriagada Valdivieso. Este último ordenó su detención, así como la de otros diputados, lo que fue evitado por el presidente del Senado, Miguel Cruchaga, a través de un edecán.
Por otro lado, mientras se retiraban del Congreso fueron agredidos y apaleados por carabineros los diputados Fernando Maira Castellón (PR), Justiniano Sotomayor Pérez Cotapos (PR), Andrés Escobar Díaz (PC), Luis Videla Salinas (PS) y Carlos Gaete Gaete (PS). Los dos primeros fueron, además, detenidos y tan brutalmente golpeados que terminaron hospitalizados.
RELATO DE LA AGRESION
El relato de Fernando Maira, todavía convaleciente, fue que al salir del Salón de Honor “venían corriendo (…) carabineros desaforados (…) vi en el suelo (…) a una persona (…) que era salvajemente golpeada por ocho o diez oficiales de Carabineros. Me acerqué a uno de ellos y le pregunté qué era lo que motivaba esa acción inhumana, y me contestó indignado que debía retirarme (…) Saqué tranquilamente mi carnet de diputado (…) y le dije (…) no tengo por qué retirarme. Apenas alcancé a decir esto (…) cuando un oficial (…) me dirigió un palo hacia la cabeza que, si no alcanzo a poner el brazo, donde me pegó y que tengo bastante lesionado, me habría partido la cabeza. Inmediatamente otros por la espalda me botaron al suelo, y me han golpeado en el atrio del recinto del Congreso durante varios minutos. A continuación, del suelo me tomaron dos de cada brazo y uno por la espalda y empezaron a salir hacia el recinto del jardín del Congreso donde carabineros a caballo (…) me pegaron encontrones mientras me arrastraban a la fuerza. Antes de hacerme salir por la reja que da hacia la calle Catedral, un mayor de Carabineros (…) que tenía en esos momentos el mando, se ensañó miserablemente con mi persona. Ese alto jefe de Carabineros, dio orden de que me siguieran apaleando todavía, porque no me habían pegado todavía lo bastante (…) Utilizaron no sólo las manos para golpearme, sino los palos, como puedo comprobarlo a mis colegas, pues tengo las marcas en mi cuerpo en forma atroz para desprestigio de este Parlamento. A pesar de mis protestas (…) fui golpeado hasta llegar a la comisaría (…) Transitaba por la calle Santo Domingo un amigo que quiso imponerse y evitar que me golpearan, quien llegó hasta la comisaría llorando ante la actitud de esos miserables. Llegué así (…) preso y detenido a la comisaría (…) Hube de sufrir allí mi primer desmayo (…) Después de mucho tiempo (…) fui enviado (…) con dos carabineros y un sargento a la posta número 3 de la Asistencia Pública, con instrucciones dadas en mi presencia, de que me hicieran las primeras curaciones, y de que se me remitiera nuevamente a la comisaría con los propios carabineros. Los médicos que me atendieron fueron humanos, y me retuvieron más tiempo hasta que más tarde se recibió una comunicación telefónica de Carabineros en el sentido de que estaba en libertad, en libertad con un diagnóstico médico grave (…) Este es un salvajismo que no ha podido cometer uno ni dos oficiales de Carabineros, este es un salvajismo ordenado y el que lo ordenó es tan miserable como los que lo cometieron” (Boletín de Sesiones de la Cámara de Diputados; 24-5-1938).
GOLPEADO CON UN LAQUE
A su vez, Justiniano Sotomayor, luego de diez días de hospitalizado, relató a la Cámara que al ir retirándose del Salón de Honor “recibí por la espalda, a traición, un golpe de laque en la cabeza que me hizo tambalear y caer, momentos que aprovecharon mis agresores para arrojarme fuera del Salón de Honor y entregarme en su puerta a los carabineros, ordenándoles que me llevaran detenido (…) ya en poder de los carabineros, fui bárbaramente golpeado por estos, con palos, bofetadas y puntapiés lo que me dejó semi-inconsciente, hecho que, unida a la sangre ya perdida, obligó a los aspirantes de Carabineros, en número de cinco o seis, a tomarme de las manos y de los pies, que me fueron bárbaramente retorcidos (…) fue este el momento en que un mayor, capitán o teniente de Carabineros -que en grados no entiendo- aprovechó para ordenar a sus subordinados que se detuvieran un instante y él, personalmente, en forma canallesca me golpeó ferozmente en la cara, gritando: ‘Debíamos matar aquí mismo a estos perros’. Advierto (…) que durante todos estos golpes y vejámenes tanto yo como otros colegas que los presenciaban, dimos a conocer mi calidad de parlamentario, a lo que, a gritos, se nos contestaba que con más razón había que pegarme (…) a la rastra, fui sacado por los jardines del Congreso (…) hasta Rosas, donde perdí el conocimiento, debido a los bárbaros golpes que me seguían propinando en este trayecto y a la mucha sangre perdida por la herida en la cabeza” (Boletín de Sesiones de la Cámara; 1-6-1938).
A su vez, el diputado Raúl Morales declaró posteriormente que mientras salía “fui insultado groseramente por un agente y me detuve para increparlo. En esos instantes se acercó mi amigo, el senador Eleodoro Guzmán (PR), en circunstancias que él acababa de repeler verbal, pero enérgicamente, los insultos de un individuo de igual catadura, y me empujó hacia la salida, porque a mis espaldas se estaban haciendo señas cinco o seis maleantes” (Boletín de la Cámara; 23-5-1938).
Y “los senadores señores Bórquez, Moller, Durán y Luis Ambrosio Concha (PR), que fueron los primeros en abandonar el Salón de Honor, escucharon, cuando iban en la mitad del trayecto entre la escalinata y la verja de salida, decir a Carabineros: ‘Ya vamos empezar a correr palos’; y el diputado Pelegrín Meza (PR) señaló que yo oí decir a los aspirantes a oficiales de Carabineros cuando se abalanzaron donde el señor Sotomayor: ‘Peguémosle a los diputados’” (Boletín de la Cámara; 2-6-1938).
LA DETENCION DE GONZALEZ VON MARÉES
Luego de la sesión del Congreso Pleno, y al enterarse el presidente del Senado del disparo del diputado González von Marées, ordenó a los edecanes de ambas Cámaras “que procedieran a detenerlo a fin de conducirlo a disposición de la Iltma. Corte de Apelaciones” (Boletín de la Cámara; 30-5-1938) y que cuidaran de él mientras redactaba el oficio de estilo, lo que aceptó González. Sin embargo, como a las 19 horas llegó al Senado el prefecto de Investigaciones, Oscar Peluchonneaux, acompañado de unos sesenta hombres de Investigaciones y Carabineros y le expresó al edecán del Senado que tenía orden del ministro del Interior de detener a González von Marées. El edecán lo puso en contacto con Cruchaga, quien llamó por teléfono al ministro del Interior, producto de lo cual el presidente del Senado redactó un nuevo oficio ordenando poner a González a disposición de la Corte “en la Prefectura de Investigaciones”, pero reiterando la instrucción de que los edecanes tenían que conducirlo a Investigaciones.
Entretanto Cruchaga se retiró del recinto y el secretario del Senado, Enrique Zañartu, y los edecanes hicieron salir del local a los carabineros y agentes, y cerraron la entrada del recinto. Peluchonneaux, que quedó adentro, le exigió a los edecanes que le entregaran a González von Marées, a lo que se negaron. También se lo negó el tesorero de la Cámara (administrador legal del recinto) y el diputado González Videla, el que llamó por teléfono a Salas Romo, quien le confirmó que él había ordenado la detención. Luego, Peluchonneaux conversó telefónicamente con el director de Investigaciones, Waldo Palma, quien le reiteró la orden procediendo con allanamiento y descerrajamiento si fuera necesario. El mismo prefecto, dándose cuenta de que la puerta por calle Bandera estaba sin llave, hizo entrar a cerca de sesenta carabineros y policías, quienes doblegaron por la fuerza a González Videla y a otros diputados, descerrajaron la puerta de la sala donde se encontraba González von Marées y se lo llevaron detenido.
De acuerdo al diputado Raúl Morales, testigo de la escena, a González Videla “fue necesario que lo atropellaran y patearan y que lo llevaran arrastrándolo, hacia la puerta de salida”. Además, “el colega Contreras Labarca recibió un culatazo que le produjo un síncope por largo rato, y varios otros señores diputados recibieron también vejámenes” (Boletín de la Cámara; 23-5-1938).
Por último, el edecán del Senado, Enrique Gaete, señaló que “de todo esto di cuenta por teléfono al señor presidente del Senado y le manifesté que no había podido cumplir su orden porque la fuerza pública se había llevado preso al diputado. El señor presidente lamentó lo ocurrido y me dijo que en vista de eso, me retirara a mi domicilio” (Boletín de la Cámara; 30-5-1938).
FELIPE PORTALES (*)
(*) Este artículo es parte de una serie que pretende resaltar aspectos o episodios relevantes de nuestra historia que permanecen olvidados. Ellos constituyen elaboraciones extraídas del libro del autor, Los mitos de la democracia chilena, publicado por Editorial Catalonia.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 839, 23 de octubre, 2015)
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