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ELENA CAFFARENA
La emancipación de la mujer
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Aveces, cien años corresponden a bastante más
de un siglo. Si aceptamos que el recién pasado fue
corto y se extendió, según muchos historiadores,
más o menos entre 1917 y 1990, podemos decir que
Elena Caffarena, que cumple 100 años el 23 de marzo,
ha vivido en tres siglos. Nació en 1903, cuando el
salitre hacía resplandecer a Iquique y en la pampa
imperaba una durísima explotación. Vivió
en un Chile que cambió con rapidez a partir de la
década de los 20, cuando se acercaba la crisis que
conmocionó al capitalismo y se anticipaba el horror
de la segunda guerra mundial. Estuvo activa hasta el comienzo
de los 90 y ahora, en su centenario, mira un mundo en que
naufragan, a lo menos en apariencia, muchos de los valores
humanistas que guiaron su vida.
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Dirigenta esclarecida del feminismo, Elena Caffarena vino a Santiago
a terminar sus humanidades para ingresar, después, a la
escuela de leyes de la Universidad de Chile. Sus inquietudes intelectuales
y sociales despertaron en la adolescencia. Cuando tenía
poco más de diez años, llegó a Iquique Belén
de Sárraga, una mujer extraordinaria, librepensadora y
partidaria entusiasta de la liberación femenina. Su visita
ayudó a que surgieran "círculos femeninos"
con su nombre -uno fue dirigido por Teresa Flores, compañera
de Recabarren-. Estos círculos se sumaron a la acción
feminista de las mujeres pampinas, que participaban en las mancomunales
y en las nacientes organizaciones sociales. En Santiago y otras
ciudades, pequeños grupos de mujeres, como el que impulsaba
Inés Echeverría, bregaban por la igualdad de oportunidades:
las mujeres se incorporaban al trabajo industrial y a los servicios;
las escuelas normales y la universidad abrían sus puertas,
para entregar un creciente contingente de profesionales que reclamaban
sus derechos.
En los años veinte ya existían poderosos núcleos
de mujeres proletarias abocadas al trabajo femenino. Dirigentes
como Micaela Troncoso, Delfina Gutiérrez, Ida Osorio, Julia
Gutiérrez y Laura Rodig dejaron huella.
Como estudiante de derecho, Elena Caffarena participó en
trabajos de educación a obreros y obreras. Conoció
a Recabarren y con su amiga María Marchant, estudiante
de pedagogía, fueron las primeras mujeres en incorporarse
a la Fech. Se casó con Jorge Jiles, compañero de
estudios y de ideales, quien se hizo militante comunista. Esos
primeros pasos orientaron la acción de Elena Caffarena
hacia la idea de la emancipación de la mujer, una idea
global que tiene como objetivo último, el pleno desarrollo
de la mujer en una sociedad democrática y justa.
En 1935 fue fundado el Movimiento pro Emancipación de la
Mujer Chilena (Memch). Lo constituyeron inicialmente Elena Caffarena,
Marta Vergara, Olga Poblete, María Marchant y algunas otras.
El Memch sirvió de alero para que se desarrollaran y potenciaran
diversas organizaciones de mujeres y en poco tiempo, el Memch
creció como un movimiento masivo de gran impacto. El periódico
Mujer Nueva alcanzó alta circulación. Surgieron
filiales en todo el país: en 1940 ya había 42. Y
siguió creciendo. La solidaridad con la República
española, atacada por el franquismo, fue una de sus actividades
prioritarias.
El Memch no sólo luchó por el derecho a voto de
las mujeres. Sus planteamientos buscaban igualdad de oportunidades
para la mujer: derecho al trabajo, creación de centros
de madres y de niños, jardines infantiles, fomento del
deporte, mejor atención de salud, hogares colectivos para
mujeres solteras o viudas sin hijos, derecho a la educación
y la cultura, término de los conventillos y construcción
de viviendas populares. También incluían demandas
que provocaban urticaria: control de la natalidad, aborto y divorcio.
Tuvo claro carácter laico, pero no fue una organización
antirreligiosa. Sin embargo, el Memch fue atacado por la jerarquía
católica. De acuerdo a las orientaciones vaticanas, la
"emancipación" de la mujer era nociva: hacía
que la mujer abandonara a los hijos y sus responsabilidades en
el hogar, que derivaban de su propia naturaleza.
Medio siglo más tarde, una de las fundadoras, la profesora
Olga Poblete, explicaba las que a su juicio fueron razones del
éxito: "El nexo común entre estas mujeres (las
militantes del Memch) era su convicción democrática
amplia, eminentemente política pero no partidista. Comprendo
que cuesta entender esta aparente contradicción, si la
manejamos dentro de la malla enajenante en la cual hoy se debaten
las ideas. Pero en los años treinta, se percibía
claramente la necesidad de construir una barrera potente contra
el conservantismo, las fuerzas reaccionarias y su insaciable voracidad
de poder y riqueza".
Bandera importante del Memch fue la conquista del voto femenino.
Existía para las elecciones municipales, pero fue tarea
ardua conseguir la plena ciudadanía, que logró,
en 1949, un amplio frente de organizaciones femeninas en las cuales
el Memch fue fundamental.
Seguramente la etapa más fructífera se extendió
hasta los años 46-47. Su actuación se vio afectada
por la guerra fría y la represión anticomunista
del presidente González Videla. Muchas militantes del Memch
eran de Izquierda, en su mayoría comunistas. Pero la represión
no abatió a la organización. Se comprometió
a fondo en la defensa de los perseguidos, la lucha por la paz,
las acciones solidarias y la oposición a la política
belicista de Estados Unidos. Sin embargo, hubo problemas de fondo.
"Los dirigentes (políticos), hombres al fin, no vieron
en las mujeres a sus iguales, sino solamente a eficaces colaboradoras.
Pienso que a los partidos de Izquierda les tocaba una tarea difícil
en este asunto de asumir la igualdad con la mujer en las responsabilidades
y derechos de la acción política", escribió
Olga Poblete, agregando: "Los partidos de Izquierda tenían
que educar a las mujeres para comprender que no existe contradicción
entre postular los cambios sociales, económicos y políticos
y garantizar el orden, la tranquilidad, la autoridad. Creo que
esa educación política nunca se hizo. Debió
haber comenzado incluso por los mismo hombres, para modificar
en ellos, pese a sus posiciones políticas y filosóficas,
los siglos y siglos de configurar su conciencia de varón
nacido para mandar en el hogar, la fábrica, el sindicato
y la sociedad".
El Memch se fue agotando, de hecho había desaparecido hacia
1953. Elena Caffarena, Olga Poblete y otras dirigentes no abandonaron
la lucha. Siguieron difundiendo un pensamiento que reaparecía,
con otras características, casi treinta años después,
durante la dictadura.
Después del golpe del 73 resurgen las organizaciones femeninas,
cuando los hombres disminuyen su protagonismo tradicional y se
rompen las formas históricas de asociatividad política
y social. Se forman las primeras agrupaciones de familiares de
víctimas de la represión, mientras en las poblaciones
brotan formas inéditas, como las ollas comunes y los comedores
populares, bolsas de cesantes, grupos de trabajo artesanal, instancias
culturales, "comprando juntos" y comunidades cristianas
de base. En 1976 se conmemora, públicamente, el 8 de marzo,
que se va convirtiendo en ocasión para grandes manifestaciones
callejeras. Los nuevos movimientos femeninos y un Memch rearticulado
gracias a Elena Caffarena y Olga Poblete, confluyen en un amplio
frente integrado por sectores muy variados, bajo una consigna
sustantiva y movilizadora: "Democracia en el país
y en la casa".
Actualmente, el feminismo pasa por una nueva etapa de poca visibilidad,
afectado por el deterioro de la Izquierda y el impacto del modelo
y la globalización. Pero como la desigualdad no ha terminado,
la explotación aumenta y surgen nuevos problemas, es previsible
un renacimiento, una etapa de movilizaciones y organización
orientada por dirigentes jóvenes. Abundan las dificultades
y a veces todo parece imposible. Pero ahí van. En su retiro,
Elena Caffarena dice que falta mucho por hacer, la tarea está
inconclusa
HERNAN SOTO
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Defensora de los derechos humanos
Como abogada, Elena Caffarena ha sido una jurista destacada.
No sólo en temas de familia, sociedad conyugal y
situación de la mujer. Tuvo una permanente preocupación
por los derechos humanos y en el gobierno de Salvador Allende,
presidió el Consejo de Defensa del Niño.
Durante muchos años compartió su oficina con
Alejandro Pérez y Jorge Jiles, su marido, sufriendo
directamente las consecuencias de la Ley de Defensa Permanente
de la Democracia, que rigió entre 1948 y 1958.
En 1957, después del 2 de abril, publicó El
recurso de amparo en los regímenes de excepción
(Santiago, 1957), que se convirtió en clásico.
Lo escribió motivada por la práctica de los
tribunales -que se hizo aberración durante la dictadura
de Pinochet- de rechazar los recursos de amparo interpuestos
en situaciones de estado de sitio, zona de emergencia o
facultades extraordinarias, aduciendo que se trataba de
facultades privativas del presidente de la República
que no cabía calificar en su aplicación.
Ese libro sigue siendo actual. Modelo de metodología
jurídica, analiza paso a paso los argumentos de los
tribunales, con apoyo en la jurisprudencia y en numerosos
tratadistas. Sostiene de manera vigorosa la primacía
de la Constitución. Advierte que los tribunales "no
deben dejar a los ciudadanos expuestos a la arbitrariedad",
ya que "cuando el pueblo se convence de que no puede
esperar justicia, busca la manera de alcanzarla por sí
mismo".
Para la autora la defensa de la libertad personal está
entregada, sin excepciones, al Poder Judicial y constituye
"una condición sine qua non del estado de derecho"
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Fanny Pollarolo:
"Elena era la roca"
Durante la dictadura, Fanny Pollarolo trabajó estrechamente
ligada a Elena Caffarena en la reconstrucción del
movimiento femenino, y así recuerda el significado
de esa etapa.
¿Cuándo conoce y cuándo comienza a
trabajar con Elena Caffarena?
"Fue en los primeros años de dictadura. Había
oído hablar mucho de Elena pero no la conocía.
Por el vínculo de la Vicaría de la Solidaridad
y el Fasic en que yo trabajaba, pude contactarla como gran
impulsora del programa de protección de la infancia
que más tarde dio origen al Pidee (Protección
de la Infancia Afectada por Estados de Emergencia). Surge
como un proyecto más autónomo con María
Eugenia Rojas en la secretaría ejecutiva, pero son
Elena Caffarena y Olga Poblete quienes le dan respaldo,
prestan sus nombres, facilitan vinculaciones internacionales
y ayudan en su orientación. Tengo la tendencia a
hablar siempre de Elena y Olga como de una sola persona,
y creo que en muchos aspectos actuaban como si lo fueran,
en cuanto a consecuencia, buen criterio y lucidez.
Paralelamente, se va produciendo una cada vez mayor participación
de la mujer durante la dictadura y ese protagonismo constituye
un elemento que engarza con el movimiento democrático".
¿Qué se hacía en el trabajo hacia los
niños?
"Algo muy interesante. La represión afectó
a muchos niños. No sólo a los que fueron victimizados
directamente, sino también a hijos y menores dependientes
o ligados a personas asesinadas, detenidas desaparecidas,
torturadas, exiliadas. Los niños eran poco considerados.
Como siempre, eran un tanto invisibles. Se hizo un gran
trabajo, en relación a los medios de que se dispuso.
Más adelante, Elena Caffarena tuvo la idea de crear
una fundación de ayuda a las mujeres afectadas por
la discriminación. Algo anticipatorio, que recién
en democracia se ha puesto en práctica parcialmente".
¿Cómo se produjo el entendimiento entre las
mujeres que provenían del Memch con las nuevas militantes
del feminismo?
"Es que yo diría que estas dos señoras
tan emblemáticas tuvieron la capacidad de no ser
tradicionales. Creo que Elena, por su inquietud intelectual,
su comprensión de lo nuevo, su mirada hacia el futuro,
ha sido siempre revolucionaria y lo será mientras
viva. Nunca sentí que fuera un freno. Una figura
muy nutricia en el mejor sentido de la palabra: comprensiva,
estimulante con su estilo, es decir, con alegría
sincera por lo que se hace.
Creo, además, aunque Elena lo discute, que ha sido
una gran política. Para ella era natural y lógico
que esos contenidos feministas que iban in crescendo formaran
parte del proceso político de lucha contra la dictadura,
que implicaban recuperación y ampliación de
la democracia.
La relación entre feminismo y política es
algo muy importante, y en eso tuvo gran participación.
Uno de los logros que alcanzamos -aparte de la lucha contra
la dictadura- fue consolidar la contribución de las
mujeres a la democracia plena. Es decir, no sólo
para recuperar la democracia perdida sino hacerla avanzar
para lograr cambios culturales además de cambios
políticos e institucionales".
Se sostiene que la mayor contribución a esta etapa
de la lucha de las mujeres provino de las más jóvenes,
de las interesadas en las ideas del nuevo feminismo.
"No me parece. Creo que hubo contribuciones de todas,
una suma de aportes que fuimos capaces de articular. Porque
era indispensable que hubiera creatividad, audacia, más
apertura. Que no se reprodujeran los esquemas tradicionales
de la Izquierda en que la prioridad está en los cambios
políticos e institucionales, derivados de la transformación
estructural y después, han de venir los cambios culturales.
Debo decir que hubo generosidad de todos lados.
No sé bien cómo se dieron las cosas, pero
el resultado fue la unión de los contenidos culturales
y la lucha política. Pienso que las direcciones clandestinas
nos dejaban hacer, porque esos criterios en definitiva significaban
movimiento de masas, creación de fuerza, y eso pesaba
más que el prejuicio o el estereotipo.
Elena Caffarena y Olga Poblete fueron determinantes para
esto. De alguna manera hacían de puente entre lo
político y lo cultural, entre lo político
y lo libertario. Una sentía que podía tener
una especie de doble militancia: militancia política
y militancia en el movimiento femenino".
¿Cómo era la amistad entre Elena Caffarena
y Olga Poblete?
"Se veían casi a diario, tenían una relación
muy estrecha. Ella estaba siempre preocupada de que Olguita
se cuidara. Pienso en Elena como en una roca. En ese tiempo
era muy importante tener alguien a quien recurrir. Simbólicamente,
Elena era la roca".
¿La casa de calle Seminario era una especie de cuartel
general?
"Le gustaba poco salir. Ahora que lo pienso, siempre
la vi en su casa. Recuerdo una reunión importante,
con representantes de diversos sectores y corrientes, para
arreglar malentendidos, para aclarar cosas, para facilitar
otras, en que ella se movía muy bien. Era muy buena
para lograr acercamientos, convincente para hacer ver qué
era lo central.
Después la vi mucho, cuando la represión arreció
me tuvo en la casa alojada y protegida durante varios meses.
Entonces, la conocí más de cerca. Tenía
la sensibilidad que uno aprecia en los jóvenes, por
su mirada abierta al futuro, por su curiosidad. Era también
muy estructurada, ordenada, exigente. Tal vez por su rigor
jurídico. Hacía, en general, pocas referencias
al pasado. Su matrimonio con Jorge Jiles había sido
una etapa muy luminosa y despejada de su vida. A uno le
parecía que todo había andado muy bien, pero
no hacía recuerdos constantes. La excepción
a su escasa recurrencia al pasado era el Memch, quería
que se respetara como algo que había sido muy valioso"
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