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Edición 550
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En la hora de las “autocríticas”
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Matthei
La frágil memoria
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Guerrilla en Neltume
Los que retornaron
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Obreros y militares
en la historia de Chile
Hacia el congreso de la Alternativa Social
DE LA PROTESTA A LA ROPUESTA
Cecilia Pérez
“Todas las mujeres hemos sido discriminadas”
Poesía gitana
Quizá sea el pueblo gitano la minoría étnica más segregada y mitificada durante el desarrollo de la civilización
Almuerzo de solidaridad 
LECTORES RESPALDAN
A “PUNTO FINAL”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hacia el Congreso de la Alternativa Social

DE LA PROTESTA
A LA PROPUESTA

Más allá de la evaluación y balance del paro y protesta social del 13 de agosto -pendiente al cierre de esta edición-, es evidente que desde las entrañas del movimiento social está surgiendo la demanda de una alternativa de gobernabilidad diferente a la que encarnan la Concertación de Partidos por la Democracia y la Alianza por Chile. Ni el centro concertacionista ni mucho menos la derecha aliancista, recogen las aspiraciones de un amplio sector del pueblo que quiere una democracia profunda, pluralista y participativa, inspirada en principios de igualdad y justicia social, y que sea capaz de defender la soberanía nacional de la rapacidad de las transnacionales.
El paro y protesta del 13 de agosto ha sido un primer paso en esa dirección. Consiguió, desde luego, instalar la discusión política en vastos sectores populares, hasta ahora inmovilizados por el apoliticismo, la indiferencia y la ausencia de solidaridad que genera el modelo neoliberal. Esa discusión significa un salto en los niveles de conciencia y produjo la confluencia en la acción de diversos sectores sociales e ideológicos que, en los preparativos del paro y protesta, habían mostrado importantes diferencias y rivalidades en el ámbito de las direcciones sindicales. Discusiones que más bien caían en lo esotérico -por ejemplo si el paro y protesta social eran antagónicos-, volvieron a demostrar la distancia que aún existe entre los niveles de dirección del movimiento sindical -burocratizados y en permanente pugna interna- y la base social, que a pesar de su heterogeneidad e independencia de partidos políticos percibe con claridad que sus problemas son comunes, que superan cualquier diferencia ideológica y que requieren de amplia unidad y pluralismo.
En un país donde más de la mitad de la fuerza laboral -o sea tres y medio millones de personas- se encuentra al margen de encuadramientos laborales y organizativos, sometido a la “polifuncionalidad” de trabajos ocasionales, la protesta contra el modelo de super explotación busca nuevas formas y canales para expresar su anhelo de un cambio que traiga justicia social. El sistema convierte al trabajador y su familia en material desechable. Ni siquiera cuida de su salud y educación y en pocos años exprime todas sus capacidades, dejándolo en el desamparo.
El rechazo a ese modelo inhumano e implacable en su lógica de máxima explotación, se manifestó el 13 de agosto en diversas formas. Algunas todavía son muy primarias pero permiten visualizar un extendido y profundo malestar que se ha ido acumulando y que no reconoce fronteras políticas. El rechazo al modelo cruza a muchos sectores e incluye a parte considerable de la base social de apoyo de la Concertación. El 13 de agosto confluyeron en la protesta sectores organizados y no organizados, trabajadores con empleo “fijo” y contratos -que hoy son minoría-, trabajadores que están incluidos en el sistema de trabajo precario y carecen de organización -que son la mayoría-, los desempleados -que son más de 600 mil-, los estudiantes, pobladores, mujeres, indígenas, intelectuales, etc. Esta movilización, de múltiples expresiones, debe ser vista como un primer paso en la rearticulación social que se requiere para levantar una alternativa. El esfuerzo del 13 de agosto, sin embargo, estaría condenado a diluirse -fagocitado por el propio sistema que posee tanto la fuerza como la capacidad para desactivar a muchos sectores-, si no se introduce con urgencia un factor catalizador del descontento. Este sólo puede ser una alternativa política pluralista surgida desde el propio movimiento social. El denominador común que permite y hace necesario levantar esa alternativa es la profunda injusticia social que se ha enseñoreado de nuestro país y que motivó el paro y protesta.
Esto lo viene planteando la Fuerza Social y Democrática. En torno al 13 de agosto la FSD tuvo la virtud de no enredarse en disputas estériles. Apoyó tanto el paro como la protesta social, entendiendo que los que sufren los abusos del modelo intentarían manifestar su descontento en cualquier forma. Lo más importante es que la FSD ha señalado la necesidad de darle una perspectiva a la movilización. “Chile -sostuvo- requiere transformaciones profundas. Esa alternativa distinta no la pueden ya ofrecer quienes han gobernado durante trece años el país, ni tampoco aquellos que, tras nuevas formas cosméticas, se levantan como posibilidad de cambio. Lo cierto es que los bloques que se disputan el poder, mantienen diferencias de formas y no de fondo. Ambos, la Concertación y la Alianza por Chile, son expresiones de un mismo modelo. Llegó la hora de transformar las desesperanzas y esfuerzos en un proyecto político que incorpore en una plataforma común los objetivos y demandas socio-económicas, culturales y políticas de la mayoría, para enfrentar al neoliberalismo y a todas sus expresiones”.
La Fuerza Social y Democrática ha tenido la audacia indispensable de plantear “un proyecto propio” de las organizaciones sociales y está convocando a un Congreso por una alternativa política y social “que permita definir las bases de un proyecto antineoliberal y democrático, que recoja la más amplia unidad contra el modelo, que construya su plataforma programática y su instrumento político social, evaluando la inserción de esta alternativa en el escenario político electoral local y nacional”.
Este llamado merece ser escuchado por los sectores sociales y políticos que se oponen al modelo. La propuesta de la FSD no excluye a nadie y le da una dimensión política coherente a la lucha social. Las organizaciones sociales deben liberarse de la subordinación y cooptación a que las someten dos bloques políticos en apariencia diferentes, pero que se identifican con un modelo que el pueblo está rechazando porque aniquila los recursos humanos y agota las riquezas naturales, sometiendo al país al protectorado de las transnacionales.
El paro y protesta social del 13 de agosto, y las movilizaciones que vendrán ahora que despiertan las fuerzas del pueblo, tienen que encontrar un cauce fecundo y orientador para construir una alternativa. Esta es la propuesta de un país distinto que deben hacer sin tardanza las organizaciones sociales y políticas que se oponen al modelo, pero que hasta ahora no acumulan su unidad en una vertiente que potencie sus fuerzas

PF

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