Hacia el Congreso de la Alternativa Social
DE LA PROTESTA
A LA PROPUESTA
Más allá de la evaluación y balance del
paro y protesta social del 13 de agosto -pendiente al cierre de
esta edición-, es evidente que desde las entrañas
del movimiento social está surgiendo la demanda de una
alternativa de gobernabilidad diferente a la que encarnan la Concertación
de Partidos por la Democracia y la Alianza por Chile. Ni el centro
concertacionista ni mucho menos la derecha aliancista, recogen
las aspiraciones de un amplio sector del pueblo que quiere una
democracia profunda, pluralista y participativa, inspirada en
principios de igualdad y justicia social, y que sea capaz de defender
la soberanía nacional de la rapacidad de las transnacionales.
El paro y protesta del 13 de agosto ha sido un primer paso en
esa dirección. Consiguió, desde luego, instalar
la discusión política en vastos sectores populares,
hasta ahora inmovilizados por el apoliticismo, la indiferencia
y la ausencia de solidaridad que genera el modelo neoliberal.
Esa discusión significa un salto en los niveles de conciencia
y produjo la confluencia en la acción de diversos sectores
sociales e ideológicos que, en los preparativos del paro
y protesta, habían mostrado importantes diferencias y rivalidades
en el ámbito de las direcciones sindicales. Discusiones
que más bien caían en lo esotérico -por ejemplo
si el paro y protesta social eran antagónicos-, volvieron
a demostrar la distancia que aún existe entre los niveles
de dirección del movimiento sindical -burocratizados y
en permanente pugna interna- y la base social, que a pesar de
su heterogeneidad e independencia de partidos políticos
percibe con claridad que sus problemas son comunes, que superan
cualquier diferencia ideológica y que requieren de amplia
unidad y pluralismo.
En un país donde más de la mitad de la fuerza laboral
-o sea tres y medio millones de personas- se encuentra al margen
de encuadramientos laborales y organizativos, sometido a la “polifuncionalidad”
de trabajos ocasionales, la protesta contra el modelo de super
explotación busca nuevas formas y canales para expresar
su anhelo de un cambio que traiga justicia social. El sistema
convierte al trabajador y su familia en material desechable. Ni
siquiera cuida de su salud y educación y en pocos años
exprime todas sus capacidades, dejándolo en el desamparo.
El rechazo a ese modelo inhumano e implacable en su lógica
de máxima explotación, se manifestó el 13
de agosto en diversas formas. Algunas todavía son muy primarias
pero permiten visualizar un extendido y profundo malestar que
se ha ido acumulando y que no reconoce fronteras políticas.
El rechazo al modelo cruza a muchos sectores e incluye a parte
considerable de la base social de apoyo de la Concertación.
El 13 de agosto confluyeron en la protesta sectores organizados
y no organizados, trabajadores con empleo “fijo” y
contratos -que hoy son minoría-, trabajadores que están
incluidos en el sistema de trabajo precario y carecen de organización
-que son la mayoría-, los desempleados -que son más
de 600 mil-, los estudiantes, pobladores, mujeres, indígenas,
intelectuales, etc. Esta movilización, de múltiples
expresiones, debe ser vista como un primer paso en la rearticulación
social que se requiere para levantar una alternativa. El esfuerzo
del 13 de agosto, sin embargo, estaría condenado a diluirse
-fagocitado por el propio sistema que posee tanto la fuerza como
la capacidad para desactivar a muchos sectores-, si no se introduce
con urgencia un factor catalizador del descontento. Este sólo
puede ser una alternativa política pluralista surgida desde
el propio movimiento social. El denominador común que permite
y hace necesario levantar esa alternativa es la profunda injusticia
social que se ha enseñoreado de nuestro país y que
motivó el paro y protesta.
Esto lo viene planteando la Fuerza Social y Democrática.
En torno al 13 de agosto la FSD tuvo la virtud de no enredarse
en disputas estériles. Apoyó tanto el paro como
la protesta social, entendiendo que los que sufren los abusos
del modelo intentarían manifestar su descontento en cualquier
forma. Lo más importante es que la FSD ha señalado
la necesidad de darle una perspectiva a la movilización.
“Chile -sostuvo- requiere transformaciones profundas. Esa
alternativa distinta no la pueden ya ofrecer quienes han gobernado
durante trece años el país, ni tampoco aquellos
que, tras nuevas formas cosméticas, se levantan como posibilidad
de cambio. Lo cierto es que los bloques que se disputan el poder,
mantienen diferencias de formas y no de fondo. Ambos, la Concertación
y la Alianza por Chile, son expresiones de un mismo modelo. Llegó
la hora de transformar las desesperanzas y esfuerzos en un proyecto
político que incorpore en una plataforma común los
objetivos y demandas socio-económicas, culturales y políticas
de la mayoría, para enfrentar al neoliberalismo y a todas
sus expresiones”.
La Fuerza Social y Democrática ha tenido la audacia indispensable
de plantear “un proyecto propio” de las organizaciones
sociales y está convocando a un Congreso por una alternativa
política y social “que permita definir las bases
de un proyecto antineoliberal y democrático, que recoja
la más amplia unidad contra el modelo, que construya su
plataforma programática y su instrumento político
social, evaluando la inserción de esta alternativa en el
escenario político electoral local y nacional”.
Este llamado merece ser escuchado por los sectores sociales y
políticos que se oponen al modelo. La propuesta de la FSD
no excluye a nadie y le da una dimensión política
coherente a la lucha social. Las organizaciones sociales deben
liberarse de la subordinación y cooptación a que
las someten dos bloques políticos en apariencia diferentes,
pero que se identifican con un modelo que el pueblo está
rechazando porque aniquila los recursos humanos y agota las riquezas
naturales, sometiendo al país al protectorado de las transnacionales.
El paro y protesta social del 13 de agosto, y las movilizaciones
que vendrán ahora que despiertan las fuerzas del pueblo,
tienen que encontrar un cauce fecundo y orientador para construir
una alternativa. Esta es la propuesta de un país distinto
que deben hacer sin tardanza las organizaciones sociales y políticas
que se oponen al modelo, pero que hasta ahora no acumulan su unidad
en una vertiente que potencie sus fuerzas
PF