Ecuador
El coronel no tiene
quien lo apoye
 |
En menos de siete meses de
gobierno, el presidente Lucio Gutiérrez fue abandonado
por el poderoso movimiento indígena que le ayudó
a ganar las elecciones. Ahora, se ha pasado a la oposición
afrontando de inmediato la ira del mandatario, un ex coronel
de ejército.
Para algunos analistas, esta ruptura con
los vehementes indígenas ecuatorianos podría
ser el principio del fin del gobierno de cuatro años
de Gutiérrez, en el mando desde el 15 de enero del
2003.
En los medios políticos, en los
corrillos periodísticos y hasta en las tertulias
familiares, se comenta abiertamente que los días
del gobierno podrían estar contados. |
|
|
“¿Cree que Gutiérrez terminará su
mandato?”, le preguntaron en una entrevista a Miguel Lluco,
máximo dirigente del partido Pachakutik, brazo político
de la Confederación de Nacionalidades Indígenas
del Ecuador (Conaie).
La pregunta es la misma que se formula en todos los sectores,
cuando se plantea si el ex coronel llegará al final del
mandato el 2007. “A mí me queda la duda”, fue
la respuesta de Lluco.
Su apreciación resume también el sentir generalizado
respecto a la fortaleza del gobierno. “No tenemos garantía
de que durará los cuatro años”, sentenció
el dirigente indígena interpretando lo que es otro sentimiento
generalizado en este país de doce millones de habitantes,
de los cuales unos cuatro millones son indígenas.
La ruptura de Gutiérrez con los indígenas se precipitó
a principios de agosto, debido a que los diputados de Pachakutik
no sumaron sus votos a los del partido Sociedad Patriótica
21 de Enero, de Gutiérrez, para aprobar un proyecto en
que el Ejecutivo había puesto su mayor interés.
La iniciativa, conocida como de “unificación salarial”,
buscaba establecer una tabla única de sueldos para los
empleados públicos, de manera que un empleado de ministerio
recibiera el mismo sueldo, por igual trabajo, que un empleado
de una empresa estatal gigante (como la petrolera).
Gutiérrez virtualmente ordenó a los diputados de
la alianza de gobierno -de la cual formaba parte Pachakutik- que
votaran a favor de la reforma. Los congresistas del partido de
los indígenas no le hicieron caso y votaron en contra de
los deseos del gobernante.
Allí terminó el matrimonio que venía con
desavenencias desde antes de la llegada al poder de la alianza.
“El divorcio era inevitable”, comentó en un
editorial el influyente y conservador diario El Comercio, de Quito,
que llanamente dijo que “los sectores indígenas y
mestizos, agrupados en Pachakutik, no toleraban ya los coqueteos
del presidente Lucio Gutiérrez con la derecha, en particular
con el partido Social Cristiano”.
El líder de ese partido derechista es el ex presidente
León Febres Cordero (1984-88), ultraconservador, empresario
y patriarca de la política ecuatoriana, que muchos temen
pueda ejercer influencia para “derechizar” a Gutiérrez,
que durante la campaña por la presidencia se proclamaba
de centro-izquierda aunque convenciendo a poca gente de su tendencia
ideológica llena de confusiones y contradicciones.
Ya se habla que Gutiérrez está avanzando con rapidez
hacia lo que algunos sectores califican de “autoritarismo”.
Otros, sin eufemismos, hablan de “fascismo”.
“Se está configurando un gobierno autoritario con
ciertos rasgos fascistoides”, advirtió Pablo Iturralde,
del comité ejecutivo de la Coordinadora de Movimientos
Sociales, que agrupa a las organizaciones indígenas, a
los profesores, estudiantes, sindicatos y agrupaciones sociales
de toda índole.
Iturralde dijo que se teme que se desate “una persecución
contra los sectores que estamos rechazando la continuidad de las
políticas neoliberales”.
“En esencia, el discurso del presidente es un lenguaje que
anuncia represión”, señaló Luis Villacís,
presidente del Movimiento Democrático Popular, de ideología
marxista. Este partido, que apoyaba a Gutiérrez, dejó
de hacerlo en junio.
El ex coronel Gutiérrez, de 46 años, no pudo contener
su enojo contra los indígenas. “Todo aquel que pretenda
mancillar la Constitución tendrá que salir despavorido
frente a la contundencia de las armas”, sentenció
el ex militar, en lo que se interpretó como una directa
advertencia a los indígenas y a sus planes de salir a las
carreteras y campos en protesta contra la política económica
neoliberal del gobierno y lo que califican como su entrega al
Fondo Monetario Internacional.
Pedro de la Cruz, presidente de la Federación Nacional
de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras del Ecuador
(Fenocin), afirmó que se sienten “defraudados y traicionados”
por Gutiérrez.
Atrás quedó la imagen del coronel Lucio Gutiérrez
que, con uniforme de campaña, encabezó a casi 200
oficiales rebeldes que se unieron a cinco mil indígenas
en enero del 2000, cercando el Congreso Nacional por varios días.
Con el apoyo de Gutiérrez y sus camaradas, los indígenas
finalmente se apoderaron del edificio legislativo y luego se tomaron
el Palacio de Gobierno y sacaron del poder al presidente democristiano
Jamil Mahuad.
Una frase de Gutiérrez, “eso sucede cuando se gobierna
a espaldas del pueblo”, esta vez podría revertirse
en su contra, según comentarios que circulan públicamente
a lo largo y ancho de esta nación andina
EMILIO GUERRA
En Quito
Se asiló ex presidente
A la atmósfera política ecuatoriana enrarecida por
los problemas del ex coronel Lucio Gutiérrez con los indígenas,
se sumó, a fines de julio, el inesperado asilo político
que pidió su antecesor, el ex presidente Gustavo Noboa,
al refugiarse en la residencia del consejero de la embajada de
la República Dominicana en Quito.
La razón esgrimida por Noboa es casi pan de cada día
en Ecuador: se declaró “perseguido político”.
Nadie se explica por qué buscó el asilo dominicano,
aunque el presidente de ese país caribeño, Hipólito
Mejía, calificó a Noboa como “amigo personal”.
Se le otorgó asilo dos semanas después de realizada
la petición por el ex mandatario ecuatoriano, que se sumó
así a una larga lista de ex presidentes, ministros y funcionarios
que han salido huyendo de escándalos por corrupción,
proclamando que son objeto de persecución política
y que la justicia ecuatoriana “no ofrece garantías”
para un juicio justo.
El “éxodo” se inició en 1995, cuando
escapó a Costa Rica el vicepresidente Alberto Dahik, acusado
de mal uso de los dineros del Estado bajo el gobierno derechista
del presidente Sixto Durán-Ballén (1992-96).
A Dahik siguió el pintoresco presidente populista Abdalá
Bucaram, que en 1997 huyó a Panamá tras ser derrocado
por una verdadera revuelta ciudadana. El Congreso lo declaró
con “incapacidad mental” para gobernar. Con Bucaram
huyeron varios de sus funcionarios y parientes.
En 1998, salió hacia México el ministro de Gobierno,
César Verduga, del régimen de transición
que siguió a Bucaram. Fue acusado de llevarse varios millones
de las arcas fiscales.
El 2000 le tocó el turno al presidente democristiano Jamil
Mahuad, derrocado por la rebelión de los indígenas
y los militares alineados con el entonces coronel de ejército
Lucio Gutiérrez. El gobierno quedó en manos de Noboa,
el vicepresidente, que terminó el mandato de Mahuad en
enero del 2003, entregando el poder a Gutiérrez, quien
lo acusó de haber dejado al país en bancarrota.
Tras dejar el poder, Noboa se sumió en el anonimato, del
cual fue forzado a salir por su rival, el ex presidente León
Febres Cordero, quien lo acusó de haber causado grave daño
financiero al país, en algo más de 9.000 millones
de dólares, en una oscura renegociación de la deuda
externa. Noboa dijo que Febres Cordero le tenía odio y
que lo perseguía aprovechándose de su poder político.
El gobierno de Noboa, de tinte derechista, fue sospechoso de actos
de corrupción, pero sus detractores no pudieron exhibir
pruebas aunque las baterías apuntaron hacia Ricardo Noboa,
hermano del mandatario, quien estuvo a cargo del Consejo Nacional
de Modernización, el organismo encargado de privatizar
las cotizadas empresas estatales de los sectores eléctrico,
telefónico y de la industria petrolera, la principal del
país. Se dijo, sin pruebas, que los hermanos Noboa esperaban
sacar tajada de la venta de empresas al capital privado, las cuales
finalmente no prosperaron.
Noboa dejó el gobierno con baja popularidad en las encuestas,
aunque no al nivel que está llegando actualmente su sucesor,
el coronel Gutiérrez. En siete meses de gestión,
la popularidad del actual mandatario ha caído en picada.
Empezó el gobierno con 64 por ciento, cayó al 37
por ciento en junio, y al 29 por ciento en julio según
la última medición, y con tendencia a la baja. De
acuerdo con los sondeos, sólo el 27 por ciento de los ecuatorianos
le cree al presidente.
Estas encuestas se realizaron antes de la ruptura con los indígenas.
Está por verse de qué manera lo afectará
este rompimiento con quienes fueran sus aliados, que ahora proclaman
haber sido traicionados por el ex coronel