La frágil memoria de Matthei
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Las revelaciones del general Fernando Matthei, ex comandante
en jefe de la Fach e integrante de la Junta de Gobierno
desde 1978 hasta el final de la dictadura, provocaron
impacto. Confirmó -con la fuerza de un protagonista-
que Pinochet intentó desconocer los resultados
del plebiscito del 5 de octubre de 1988. Agregó
algo nuevo: Pinochet había organizado un golpe
de Estado para seguir al mando del país.
atthei señala que Pinochet había organizado
la ocupación militar de Santiago.
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Mientras se retenían los resultados que daban el triunfo
al NO, se militarizaría la ciudad, se bloquearían
las embajadas para impedir que en ellas se refugiaran “los
comunistas” y se impondría cadena obligatoria de
radio y televisión.
M Después vendrían otras medidas, porque los miembros
de la Junta de Gobierno le cederían sus facultades a Pinochet
para que gobernara en un régimen de excepción. Todo
eso fue rechazado, según Matthei, con su oposición
decidida, apoyado por el almirante Merino. Stange fue más
tibio. También la Junta rechazó el acta preparada
por Pinochet por la cual le transferían sus atribuciones:
Matthei afirma que él rompió el documento.
Ya se sabían cosas importantes. Hubo 25 mil hombres dispuestos
a ocupar Santiago bajo el mando del general Jorge Zinhcke. Pinochet
dispuso personalmente de una reserva de 600 soldados de tropas
selectas, mandados por el general Jorge Ballerino, su brazo derecho
en materias políticas. La escuela de paracaidistas y boinas
negras, al mando del brigadier Jorge Zara, esperaba en la Escuela
Militar. Cuando se retiró la Junta después de haber
conversado con Pinochet, se presentó el general Santiago
Sinclair. Cuadrándose ante Pinochet le dijo: “Mi
general, su ejército está listo para lo que usted
disponga”.
Ahora se completa más el cuadro, pero faltan las cosas
decisivas. Entre ellas la participación de la embajada
de Estados Unidos, dirigida por el embajador Harry Barnes, que
daba las últimas puntadas al acuerdo que aseguraría
la transición, sacando del medio a Pinochet y garantizando
la continuidad del modelo y la democracia más o menos tutelada,
para evitar sorpresas. Dos o tres días antes del plebiscito,
una insólita declaración del gobierno de Washington
anunció una reacción negativa de Estados Unidos
si se alteraban o desconocían los resultados del plebiscito.
En esas mismas horas, Alemania Federal hizo una declaración
semejante. En los momentos que la Junta se reunía con Pinochet,
Sergio Onofre Jarpa reconoció en televisión el triunfo
del NO. Días antes, Matthei se había reunido secretamente
con Aylwin. En fin, había toda clase de trajines encaminados
a concordar una salida porque era evidente que la dictadura no
daba para más.
Por eso mismo -por la presión norteamericana y los consensos
de los poderes fácticos- no es raro que Pinochet no haya
podido llevar adelante sus planes. No por falta de ganas, ni tampoco
por la supuesta valentía de sus opositores en la Junta.
Pinochet sabía muy bien que Merino, Matthei y Stange podrían
refunfuñar pero terminarían plegándose a
su voluntad. Los conocía a fondo. Y contaba además,
con el poder del ejército.
Los recuerdos de Matthei son, sin duda, memorias embellecidas.
Pretende aparecer como militar democrático; en el fondo,
un enemigo de la dictadura y un disidente valeroso frente a los
ímpetus tiránicos de Pinochet. Ninguna de esas cualidades
es verdadera. ¿Puede hacer gala de sentimientos democráticos
alguien que estuvo doce años en la Junta de Gobierno de
una dictadura brutal? ¿Puede envanecerse del valor de su
disidencia, un general que invariablemente se sometió a
la voluntad del dictador y que fue, en los hechos, cómplice
de las atrocidades de la CNI y de la imposición de un modelo
que significó sufrimientos y penurias para millones de
personas?
Blanquearse a estas alturas es otro renuncio de los muchos a que
nos acostumbró Matthei
PF