|
Lagos bajo amenaza de
acusación constitucional
 |
Próximo a cumplir,
el 11 de marzo, la mitad de su período presidencial,
Ricardo Lagos se encuentra cautivo de una derecha que está
en condiciones de imponer todas sus exigencias porque “sabe
demasiado”. Al interior de la Alianza por Chile hay
sectores partidarios de dar otra vuelta al torniquete de
las acusaciones de corrupción que asfixian al gobierno.
El “pacto de caballeros” que Lagos -y su operador
político, el ministro Insulza- consiguieron con la
UDI y Renovación Nacional, y que firmaran con los
partidos de la Concertación en La Moneda a fines
de enero, sólo fue un armisticio de verano. |
Permitió unas vacaciones tranquilas a la clase política,
pero no disuadió a la extrema derecha que quiere garrote
vil para la Concertación, para desplazarla definitivamente
de la lucha por el poder. Los casos de corrupción que involucran
a ex ministros, altos funcionarios y a parlamentarios de la Concertación,
son los instrumentos que servirían para esa ejecución
política, afectando, sobre todo, al sector “progresista”
de la coalición. La muerte moral del conglomerado de gobierno
es el paso necesario -estiman- para el definitivo lavado de imagen
de una derecha que sigue cargando con el fardo de crímenes
y latrocinios de la dictadura.
La tesis de esos sectores es que todos los caminos de la corrupción
-fenómeno, por cierto, mucho más antiguo, profundo
y extendido que los casos puntuales que hoy investigan los tribunales-,
conducen a la responsabilidad política y administrativa
del presidente de la República, en su condición
de Jefe del Estado.
Esto queda en evidencia, señalan, en el destino de las
“platas negras” que el Ministerio de Obras Públicas
cobraba a empresas constructoras a través de Gate, firma
ad hoc del Partido Socialista. Hasta ahora, el ex ministro Carlos
Cruz carga con la mayor responsabilidad. Cruz, sin embargo, sólo
era el coordinador de Concesiones del MOP, cuando el sistema para
integrar a la empresa privada fue creado. El ministro de la cartera
e impulsor de las concesiones fue el actual presidente de la República.
Hasta ahora la responsabilidad de Lagos sólo se desliza
entre líneas en la caudalosa información de prensa
sobre la corrupción. El Mercurio es el medio que ha ido
más lejos en esta materia.
Lagos fue ministro de Educación en el gobierno de Patricio
Aylwin, y se considera que allí cumplió una buena
labor. En 1994 obtuvo la cartera de Obras Públicas como
premio de consuelo después de competir con Eduardo Frei
Ruiz-Tagle en las internas de la Concertación. Estuvo en
ese cargo hasta 1998. Cuando se convirtió en presidente,
después del estrecho triunfo sobre Lavín, designó
a Carlos Cruz, su mano derecha, como ministro de OO.PP.
Como ministro, Lagos aplicó con energía el programa
de concesiones viales. Consiguió atraer inversiones privadas
por alrededor de dos mil millones de dólares. La historia
oficial asegura que el promotor del sistema fue el ministro de
Hacienda, Eduardo Aninat. El ahora funcionario del FMI habría
dicho a Lagos que estaba “sentado en un saco de oro”
-las concesiones de obras públicas-, y que sólo
daría más recursos a su cartera si lograba abrir
ese saco. Lagos cumplió mucho más allá de
lo imaginado por Aninat. Las concesiones se convirtieron -hasta
que explotó el caso Gate- en un símbolo del éxito
de la gestión ministerial de Lagos.
De las empresas concesionarias provienen las “platas negras”
que -vía Gate- sirvieron para “agilizar” el
funcionamiento del MOP -según la versión del ex
ministro Cruz-, o para alimentar la caja electoral de la Concertación
y, en especial del Partido Socialista, según las sospechas.
La Cámara Chilena de la Construcción ha reconocido
los pagos que algunas empresas -se dice que son más de
veinte- hicieron a Gate. Muchos pagos fueron en dinero efectivo
y en algunos casos, se utilizó como subterfugio encargar
a Gate estudios que eran perfectamente inútiles.
La investigación de la ministra Gloria Ana Chevesich y
de la Brigada de Delitos Económicos adelanta en un sentido
peligroso para el gobierno. Los procesados por fraude al Fisco
(Carlos Cruz y Sergio Cortés, ex director de Finanzas del
MOP) y por estafa residual (Héctor Peña Véliz,
ex miembro de la comisión política del PS y creador
de Gate), así como los testimonios de las empresas que
pagaron el “peaje” que cobraba el MOP, procuran reducir
sus propias responsabilidades y guardan las espaldas a otros responsables
de esas exacciones.
Al caso Gate, el más importante hasta ahora, hay que sumar
la filtración de informaciones del Banco Central, que permitió
hacer fabulosas ganancias a la empresa Inverlink, entre cuyos
socios se encuentran el ex ministro Alvaro García (PPD)
y el ex superintendente de AFP, Julio Bustamante (DC). El “caso
coimas” que mantiene procesados por cohecho y soborno a
los diputados Cristián Pareto y Jaime Jiménez (ex
DC) y Víctor Manuel Rebolledo (PPD), al ex subsecretario
de Transportes, Patricio Tombolini (presidente del PRSD) y al
operador político Alejandro Chaparro (PPD), está,
por su cuantía, en el tercer lugar de los escándalos
pero ha acentuado la imagen de corrupción generalizada
que afecta a la Concertación y al gobierno. La filtración
de información confidencial del Banco Central, que permite
fabulosas especulaciones financieras como las que registra el
mercado bursátil, amenaza poner en riesgo la credibilidad
del sistema, evidenciando las fallas y peligros de la economía
de mercado.
Los líderes de la derecha, Pablo Longueira (UDI) y Sebastián
Piñera (RN), en enero impusieron la moderación en
sus filas, firmando en La Moneda el “pacto de caballeros”
con el gobierno y la Concertación, mediante el cual se
comprometieron a impulsar alrededor de 50 proyectos sobre reforma
del Estado, probidad y -sobre todo- la Agenda pro Crecimiento
elaborada por la Sociedad de Fomento Fabril. Pero los peligros
para Lagos no han cesado. Sectores recalcitrantes de derecha insisten
en involucrar al presidente de la República, acusándolo
de responsabilidad política y administrativa en la corrupción.
Están haciendo su propia investigación y recogen
antecedentes para filtrarlos a la prensa y a los tribunales a
fin de ampliar las denuncias de tráfico de influencias
y cohecho. El filón del MOP les permitiría llegar
a los secretos financieros de las campañas electorales
de la Concertación.
Aunque una acusación constitucional contra el presidente
de la República requiere el voto de la mayoría de
los diputados en ejercicio y de dos tercios de los senadores también
en ejercicio, lo que parece imposible -y hasta innecesario según
los estrategas más moderados de la derecha-, el debate
parlamentario y político que originaría una acusación
constitucional al presidente, permitiría herir de muerte
a la Concertación, calculan los “duros” que
no sólo se encuentran en la UDI.
Esta alternativa extrema ha comenzado a ganar terreno. Según
El Mercurio (24 de febrero) un informe de Larraín Vial,
asesora de inversiones, advierte que las denuncias de corrupción
podrían “derivar en una crisis institucional”,
acarreando la renuncia “del presidente del Banco Central,
Carlos Massad, e incluso del propio presidente Ricardo Lagos”.
Sectores de gobierno manifiestan no temer a estas amenazas. Consideran
que dirigentes derechistas -mencionan a Longueira, Lavín
y Piñera, entre otros-, no permitirán una crisis
de gobernabilidad que podría afectar a toda la clase política
y a la propia alternancia, tácitamente pactada con la Concertación
PF
|
Si te gustó esta
página... Recomiéndala
|