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Con rabia contenida

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los prisioneros

Con rabia contenida

A Jorge González se le podría criticar por la ráfaga política que lanzó en la Quinta Vergara: fue demasiado escueta, apasionada y algo panfletaria.


Que debería haber sido un poco más piadoso para no ofender a los colijuntos de siempre, aquellos que prefieren el ocultamiento y se despeinan cuando la verdad llega con ventilador.


Incluso se podría comentar que, para no herir ciertas (des) honras, el músico tendría que haber enmascarado mejor a las personas e instituciones a que aludió en los versos que actualizó en una canción.

En realidad, fue fácil darse cuenta que se refería al conocido doble estándar moral de Raúl “Satanás” Hasbún (y similares) y de Canal 13

Los Prisioneros con las dos antorchas y la gaviota que ganaron en Viña del Mar. En su página web dedican, irónicamente, su triunfo a los medios de comunicación que los atacaron.  

(Megavisión y otros) cuando mencionó en “Sexo” (ver recuadro) a un “curita con la censura en cierto canal de televisión/ luego la mina con las tetas operadas haciendo una propaganda de cerveza”(...) “El curita hablando del amor de Jesús/ pero cuando torturan y matan se queda callado (...) Y con toda esta tortura, su canal los bolsillos se llenaron”.
No es una exageración si se acusa a Los Prisioneros de descarados. Pero también es cierto que estos músicos nunca se han hecho los lesos frente a los problemas que afligen al país y sus habitantes. Y, como pocos, se atreven a entregar sus opiniones sin cuidar la lengua para proteger una carrera artística.
Con el tiempo, esta actitud convirtió al grupo en filudo portavoz de esa mayoría de chilenos que no tiene dónde expresar lo que piensa y siente. El prestigio y la fama que se ganaron, les ha permitido romper, con escándalos e irreverencias, el infranqueable círculo de hierro que imponen quienes tienen el control de los medios de comunicación y de los eventos estelares.
Y eso es lo que ocurrió en la cuarta jornada del XLIV Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar.

POR LA PAZ

En esa noche sabatina de Festival, que algunos califican de “histórica”, el grupo también alteró la letra de la canción “Latinoamérica es un pueblo al sur de EE.UU.”, para referirse a la guerra terrorista que ese país está a punto de desencadenar contra Iraq, con el propósito encubierto de apoderarse de su petróleo. Al mismo tiempo, criticó con dureza a los gobernantes de nuestro continente que acatan sin reparos la voz del amo.
Jorge González cantó: “El ejército de Estados Unidos dice que hay que ir a la guerra/ Y Latinoamérica le chupa el miembro/ Y está dispuesta a avalar esa matanza/. Para que luego los mismos yanquis nos vendan el petróleo a precios de alza”. Fue ovacionado.
Curiosamente, dos días después del recital de Los Prisioneros, Bush presionó telefónicamente a Ricardo Lagos para que apoyara la guerra en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde Chile es miembro no permanente.
Mientras tanto, estos agresivos comentarios musicales fueron calificados como groseros e irreproducibles por algunos medios de prensa. Propio de “resentidos”, de “gente que odia” repitieron otros columnistas en sesudos análisis, sin atreverse a una condena total como les hubiera gustado, debido a la alta identificación de la gente con el grupo musical.
Más de 15 mil personas ovacionaron a Los Prisioneros cuando escucharon sus palabras envueltas en música. Fue una reacción aplastante que premió la trayectoria artística y la valentía de la banda para enfrentar el poder de censura de la televisión derrotando, de paso y frente a las cámaras, una campaña de prensa que auspició el fracaso del grupo en Viña del Mar.

FENOMENO CULTURAL

Pero hubo algo mucho más sorprendente todavía en esa noche: las canciones que interpretaron -originales o actualizadas- provocaron el mismo impacto que hace 19 años. El delirio del público de hoy fue total, sin importar que fueran canciones antiguas.
Varios “expertos” se declararon incapaces de entender este fenómeno avasallador, pese a que el grupo hace dos años, luego de ser reflotado por razones económicas, se ha estado presentando exitosa y masivamente en giras dentro y fuera del país.
Es que lo de Viña del Mar tuvo otra dimensión: se mostró claramente la identificación del público con temas escritos entre 1984 y 1986 -cuando los músicos eran jóvenes veinteañeros- porque canciones como la anarquista “No necesitamos banderas” y el escalofriante “El baile de los que sobran” volvían a señalar que la realidad de hoy tiene ingredientes tan dramáticos de pobreza, cesantía, amenaza de guerra, xenofobia, comercialización de los valores y estupidez... como hace dos décadas.
Y, de paso, se volvía a demostrar que el arte genuino excede sus propios límites, para transformarse en un fenómeno sociocultural.

PIENSE, PERO
NO HABLE MUCHO

Luego de la presentación de Los Prisioneros en la Quinta Vergara, nadie se atrevió a desconocer el derecho del grupo a vivir, analizar el entorno y emitir sus propias opiniones. Incluso, se alabó su perspicacia y descaro. Lo “único” que se le critica es una supuesta incapacidad para elegir el instante. Las buenas maneras indican que es un deber preocuparse mucho por quien maneja el poder, firma los contratos o puede sentirse ofendido.
El año pasado, al cierre de la Teletón en el Estadio Nacional, Jorge González aludió a las grandes ganancias que obtienen las empresas que se ligan a esta campaña por los discapacitados. Las reacciones de repudio que acaparó se podrían resumir en “tiene razón en lo que dice, pero no era el lugar ni el momento para hacer la crítica”. O sea, piénselo pero no lo diga. Y si lo dice, que no sea con micrófonos y ante tanta gente.
Pero, a estas alturas, es difícil someter a Los Prisioneros a estas restricciones. Claudio Narea, Miguel Tapia y Jorge González volcaron siempre en sus canciones una percepción rabiosa y algo anárquica del mundo. Y un descontento consciente ante la vida. A ellos les tocó ser adolescentes en plena dictadura militar, con toque de queda, represión, feroz cesantía y censura.
Las canciones, casi todas escritas por Jorge González, usan lenguaje directo, música y versos semielaborados y una poesía salvaje. Una mezcla que canalizó la necesidad de repudiar lo que no encajaba en sus vidas, proyectando una opinión distinta a la uniformidad social y al paraíso feliz que reflejan los medios de comunicación dominantes.
Variados son los temas que abordan las canciones de Los Prisioneros. La hipocresía con que la sociedad aborda lo sexual y el habitual doble estándar televisivo frente al tema, fueron denunciados tempranamente con acidez e ironía. “El mejor gancho comercial/ apela a tu imbecilidad./ Te trata como un animal/ poniendo en claro tu brutalidad” dice la última estrofa de “Sexo”, incluida en el disco “La Voz de los 80” (1984).
Diecinueve años después, esta realidad es percibida de manera mucho más negativa. Las actualizaciones que hizo González cuando cantó en el Festival de Viña (ver recuadro) sonaron durísimas para el anfitrión del evento musical, Canal 13. Ese medio y Megavisión, de Ricardo Claro -propietario también de Sudamericana de Vapores, cuyos barcos fueron centros de detención y tortura durante el golpe militar de 1973- han censurado las campañas del Ministerio de Salud para la prevención del sida porque hablan del uso del condón. Lo contradictorio radica en que estos santurrones dan vía libre a la explotación comercial del sexo en la publicidad que transmiten por sus pantallas.
Al mismo tiempo, la canción original también fustiga con dureza a los medios escritos de prensa y, en la nueva letra, le agregan una estocada a la todopoderosa mafia empresarial, a través del dinero que invierte en publicidad.
El cantante advierte que “las rotativas de imprenta/ ya están empezando a editar/ más mujeres desnudas (modificado por “piluchas”)/ Y tú tienes una cara de cliente fácil (modificado por “de auspiciador”). Y les das tu dinero/ y te sientes un hombre/ Y me río en tu cara de tu estupidez”.
No fue raro, entonces, que todas estas salidas y entradas de Jorge González hayan sido consideradas como agresiones por el director de la transmisión televisiva, Cristián San Miguel (“no estábamos preparados para que en la primera canción nos insultaran a nosotros mismos”) y “un incidente desagradable que me provocó un profundo dolor”, según Enrique García, director ejecutivo de Canal 13,
Sorprendidos por la andanada del cantante apenas empezó el recital, los responsables de Canal 13 prefirieron aguantar el chaparrón. La circunstancia hizo recordar la censura y brutal paso a comerciales que impuso el fallecido director Gonzalo Bertrán, en los años 70, cuando TVN transmitía el Festival y el conjunto Quilapayún estaba actuando.
Varias razones influyeron para que en esta ocasión Los Prisioneros no fueran sacados del aire. Los insultos siempre serán menos dolorosos, para este canal de la UDI, si las cosas funcionan bien desde el punto de vista comercial. El tranquilizante para los nervios y/o la humillación de los ejecutivos fue la alta sintonía, cercana a los 50 puntos, que logró la banda en su presentación. Esa fue la forma en que los músicos retribuyeron a los organizadores del Festival los 120 mil dólares que les pagaron por una hora y media de trabajo, ese sábado por la noche.
Por otra parte, una censura grosera habría sido un suicidio de imagen para la estación. Desde hace un año, luego de sucesivos fracasos, Canal 13 se empeña en fabricar una nueva fisonomía programática, más liberal y competitiva, lo que implica cortar el cordón con la Iglesia y la Universidad Católica. Era el momento de mostrar un grado mínimo de independencia y renovación.
Pero la permanencia en pantalla de Los Prisioneros, en momentos tan conflictivos, se debe fundamentalmente a ellos mismos, a su propia trayectoria. Esta se ha ido construyendo a punta de canciones y recitales que sacaron al grupo del anonimato, sin más apoyo que sus propias fuerzas. Sólo cuando el éxito les sonrió, los sellos y los medios de comunicación repararon en su existencia.
El primer disco de Los Prisioneros, “La Voz de los 80” (1984), fue una modesta producción independiente de 800 casetes que se vendió casi al instante. Al año siguiente, en 1985, el sello EMI les extendió un contrato para grabar este mismo registro de manera industrial. Al menos siete de las diez canciones de este primer trabajo se corean hasta hoy (“No necesitamos banderas”, “Nunca quedas mal con nadie”, “Mentalidad televisiva” y “Quién mató a Marilyn”, entre otros).
La segunda producción se llamó “Pateando piedras” (1986) con títulos tan sugerentes como “Muevan las industrias” (sobre la cesantía), “Por qué no se van” (contra el esnobismo intelectual y artístico), “Quieren dinero”, “Por qué los ricos” y “El baile de los que sobran” (sobre la juventud sin futuro). Después vinieron “La cultura de la basura” (1987), con canciones como “Maldito sudaca” (racismo y xenofobia) y “Jugar a la guerra”; “Corazones” (1990), con “Tren al sur”, “Corazones rojos” y “Estrechez de corazón”; y otros seis discos entre 1992 y 2001 con predominio de grandes éxitos y conciertos en vivo.

CONTRA LA GUERRA

El ventarrón fresco y avasallador que se precipitó ese sábado sobre la Quinta Vergara y el país, también sirvió para dejar al descubierto el rechazo masivo a la guerra terrorista contra Iraq que quiere imponer Estados Unidos.
En su extensa improvisación durante “Latinoamérica es un pueblo al sur de EE.UU.” (ver recuadro), Jorge González envuelve en su crítica no sólo al belicismo y la impunidad en que puede quedar la agresión norteamericana, sino que arremete contra los medios de comunicación, para concluir con un llamado latinoamericanista y una provocación.
“Jugar a la guerra” (1987) es otro tema que destila ironía hacia la fanfarria militar: “Ya parten los héroes patrios, firmes y gallardos/ Preparen los libros de historia, las coronas de laurel/ Saquen brillo a los escudos, icen las banderas/ Huyamos todos a los basurales/ El suicidio es más simpático”.
“Maldito”, “inmundo”, “rufián”, “vil”, “horrible” son las duras y despreciativas palabras que Los Prisioneros utilizan en “Maldito sudaca” para referirse a la creciente xenofobia a nivel mundial. Es la forma como llaman en Europa a chilenos, argentinos, peruanos, ecuatorianos, etc.
En “No necesitamos banderas” (1984), una proclama anarquista difícil de mantener, Los Prisioneros ya postulaban una independencia total, lo que no significa dejar de apoyar entidades como Attac-Chile que alertan contra los efectos negativos de la globalización. “Con toda honestidad y con la mente fría/ renegamos de cualquier patrón/ ya todas las divisas nos dan indiferencia/ renegamos de cualquier color/ se llame religión se llame nacionalidad/ no queremos representatividad/ No necesitamos banderas/ no reconocemos fronteras/ no aceptaremos filiaciones/ no escucharemos más sermones”.
Pero es “El baile de los que sobran” (1986) el himno más representativo de Los Prisioneros de todos los tiempos y la canción más coreada durante la presentación del grupo en Viña 2003 (ver recuadro). Es un tema estremecedor desde su título, además de poseer un mayor grado de elaboración poética y musical, y contar con una interpretación de alto nivel.
Habla de gente joven, tal vez con esperanzas, pero sin futuro definido o escapándosele de las manos; de aquellos que el sistema neoliberal automáticamente deja botados a medio camino, tal vez de los dos tercios de muchachos que no entrarán a la universidad porque no hay cupos o porque sus puntajes son bajos. De la educación que no es igual para todos, de los juegos, del éxito y del fracaso. Y del patear piedras, un oficio que sigue siendo común en nuestro país

LEOPOLDO PULGAR


Las letras de la discordia

SEXO

El curita con el sermón
en el canal de televisión
luego la propaganda del celular
con la mina con el poto al aire.

El curita con la censura
en cierto canal de televisión
luego la mina con las tetas operadas
haciendo una propaganda de cerveza.

Y el señor que no puede hacer
la propaganda del condón
él parece que quiere que todo
el mundo se muera de sida.

El curita con el sermón, sexo,
el manso culo en la televisión
pero el curita con las palabras al cierre
el curita hablando del amor a Jesús
pero cuando torturan y matan
se queda callado
puesto que los que mataron
eran comunistas anticristianos
puesto que a quienes torturaron
tenían vacías de armas las manos.

Y con toda esa tortura en su canal
los bolsillos se llenaron
¿se acuerdan?
Ellos eran los patriotas
¿se acuerdan?

 

 

 

 

 

 

LATINOAMERICA ES UN PUEBLO
AL SUR DE EE.UU.

El ejército de EE.UU. dice que hay que
ir a la guerra
Y toda Latinoamérica le chupa el
miembro.
Y está dispuesto a avalar esta matanza.
Para que luego los mismos yanquis
Nos vendan el petróleo a precios de alza.

George Bush dice que hay que ir a matar
a los árabes
Pues tienen las reservas de petróleo más
grandes
Y él las necesita porque él,
precisamente, es un texano
Millonario y dueño de una petrolera.

Y Latinoamérica dice que sí,
Vamos a la guerra, vamos a la guerra
Que barran las fronteras, que sí
Asesinen a niños y mujeres, que sí.

El periódico está feliz, la tele está feliz,
El noticiario está feliz, todos ellos están felices.
Van a tener las noticias de la masacre en directo.
Van a vender diarios y noticias con los bombardeos.
Y se pondrán del lado del más fuerte
Como lo hicieron en aquellos años de
la dictadura.

El periódico dice que es muy patriota,
Pero les entregan todo a los gringos
Que nos ven las pelotas.

Latinoamérica es un país al sur
de EE.UU.
Yo quiero al hermano argentino.
Yo amo al boliviano. Yo adoro
al peruano.
Y si alguien tiene un problema con eso,
Bien puede lamerme el ano.

 

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