Víctor Manuel Rebolledo
La crisis, autogol de la Concertación
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“Me alegra que alguien me entreviste
en otra dimensión que la de delincuente”, me
responde Víctor Manuel Rebolledo (53 años,
casado, cuatro hijos). La cárcel no le quitó
su ácido sentido del humor, a pesar de que es el
personero de mayor rango -por su calidad de ex ministro,
ex jefe de partido y actual parlamentario- implicado en
lo que El Mercurio llama “la cleptocracia” del
gobierno. En sus primeras horas de libertad provisional,
está preocupado de llevar a sus hijas al Festival
de Viña y conciliar este acto familiar con el obvio
efecto mediático que tendrá su aparición
en la Quinta Vergara, más aún cuando las niñas
no saben que su papá viene saliendo de la cárcel.
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Se entusiasma con la invitación a mirar el cuadro global
que lo tiene como involuntario protagonista y develar sus proyecciones.
Era que no, Rebolledo es famoso en el ambiente político
como diestro calculista político, verdadero maquiavelo
de la izquierda concertada, eximio macuco para algunos, perspicaz
analista de contingencia, para otros.
Bonito panorama: caso Gate, sobresueldos, coimas, aportes irregulares
a campañas políticas de la Concertación,
tráfico de influencias, enriquecimiento ilícito
de personeros concertacionistas, dos ex ministros presos -uno
socialista y otro PPD-, investigación de gastos reservados
en tres ministerios, irregularidades en Prochile, fuga de información
en el Banco Central, malversación de fondos públicos
aquí, allá y acullá... Y el objetivo final
pareciera ser el presidente de la República, don Ricardo
Lagos Escobar... ¿no tiene usted la misma impresión?
“No, por intuición personal yo no creo que el objetivo
final de quienes están sacando dividendos de esta crisis
sea el presidente Lagos. Lo que sí creo es que esta crisis
-no en su origen, donde hay bastante responsabilidad nuestra,
pero sí en su escalamiento y sobredimensionamiento exacerbado,
con importante daño para la imagen del país- está
siendo utilizada por la derecha conservadora con el propósito
de socavar el prestigio moral del que el mundo concertacionista
ha gozado respecto del pinochetismo y los sectores conservadores.
No se va directamente en busca del presidente Lagos, pero sí
se trabaja para minar, desde los cimientos, su base de sustentación.
La derecha en su expresión política, sin disparar
un tiro, busca herirnos en el corazón, mirando desde el
balcón cómo el poder fáctico de la prensa,
el mismo que calló de manera ignominiosa las violaciones
de los derechos humanos, hoy logra sostener, durante cuatro meses,
en primera plana los distintos casos de ‘corrupción’,
proyectando una imagen nacional e internacional, de que estamos
ante una verdadera lacra”.
JAQUE MATE
¿No le parece evidente que el peldaño final en
esta “crisis”, como usted la llama, podría
ser una acusación constitucional contra el ejecutivo, por
ejemplo?
“Es cierto que hoy existe la sensación de una escalada
de alcances impredecibles. Pero tengo la esperanza que a la perplejidad
y parálisis de estos meses, seguirá una reacción
política del gobierno. No para barrer debajo de la alfombra,
pero sí para leer la crisis en sus connotaciones más
profundas, acotarla a sus verdaderas dimensiones y poder remontar
lo que me parece a mí que es, sin duda, la situación
más difícil que ha enfrentado la Concertación
desde su fundación”.
Hasta aquí no sabemos si Ricardo Lagos conocía la
existencia de sobresueldos durante los gobiernos de la Concertación,
si él recibió algún dinero de esta naturaleza
mientras fue ministro, si estaba al tanto del supuesto uso de
fondos públicos para campañas políticas,
¿qué cree usted, sabía o no tenía
idea?
“No me corresponde responder a mí esa pregunta”.
Sabe lo que pasa, señor Rebolledo, lo que hace espléndida
esta maniobra para los enemigos de la Concertación es que
ha sido instalada como una trampa casi perfecta: si el presidente
sabía, es cómplice; si no sabía, es ineficaz
y en todo caso, tiene responsabilidad política como jefe
del Estado. Es todo... ¿Cuál es la salida?
“Creo que la salida está insinuada en el paquete
legislativo llamado Agenda de Probidad, sobre la base de admitir
una serie de irregularidades, que se explican en el retraso en
modernizar el funcionamiento del Estado y que están generalmente
asociadas a mecanismos informales e inapropiados de financiamiento
de la actividad política.
Admitir esto, está en el punto de partida del paquete legislativo
destinado a terminar con estas prácticas. Ahora bien, esto
puede llegar a constituir una salida integral al problema si paralelamente,
en un mismo acto, se resuelve un mecanismo público y transparente
de financiamiento de las campañas de los partidos políticos
asociado, naturalmente, a un riguroso sistema de control y fiscalización
de estos gastos.
De no ser así, más que una salida a la crisis lo
que habrá es un jaque mate de la derecha”.
¿No sería sabio entonces, aun con retraso, trasparentar
el tema y desbaratar de ese modo al menos parte del jaque mate?
“Creo que esta pregunta está contestada en la respuesta
anterior”.
¿Dispuso usted de fondos reservados para fines partidarios,
recibió sobresueldos, malversó fondos públicos
en alguna oportunidad o de algún modo cualquiera?
“Usted me está preguntando en la práctica
si delinquí en mi calidad de funcionario público
en el manejo de fondos y le respondo claramente que no. No malversé
fondos públicos ni transferí fondos reservados para
actividades de partidos políticos”.
AUTOGOL
Usted se refirió hace un rato a la dimensión política
de esta “crisis” y señaló a la derecha
como interesada. ¿No le parece que estamos más bien
ante una operación de inteligencia y que habría
que analizarla como tal?
“No veo, francamente, una operación, ni un estado
mayor de fuerzas del mal detrás de todo esto; sí
es obvio que el bloque conservador de la sociedad chilena está
usufructuando de esta crisis y va apostando consciente o inconscientemente
a la demolición del prestigio moral de lo que expresa la
Concertación, con el claro propósito de lisiarla
e inhabilitarla como opción política viable por
un prolongado período de tiempo”.
Si le entiendo bien, el cuadro actual de una cáfila de
bandidos, aprovechadores y malandros que se estaban llevando el
dinero del Fisco para la casa hasta que el escarnio público
logró detenerlos, para usted es algo que ocurrió,
sin que nadie lo planificara ni se concertara, ni conspirara...
“Le reitero, creo que la derecha está profitando
con mucha inteligencia y claridad de esta crisis, pero no creo
que sea la gestora. Sin duda exprimirá la situación
para sacarle el máximo provecho. Sin embargo, yo tengo
la convicción de que la base del desencadenamiento de esta
crisis está en el avanzado proceso de descomposición
política y fatiga moral de la Concertación, después
de más de una década de ejercicio del poder.
El revanchismo entre sectores políticos de la coalición,
la desconfianza brutal que ha devenido, a veces, en franca animadversión
entre algunos de sus principales líderes, el sálvese
quien pueda, la autoflagelación compulsiva y el doble estándar,
el doble lenguaje y la doble moral de algunos actores concertacionistas
para abordar la crisis, creo que han jugado un papel más
relevante en su desarrollo y le dan el carácter -en muchos
aspectos- de un gigantesco autogol político”.
¿Es decir, la derecha profita del banquete descompuesto
que le pusieron en bandeja “algunos actores concertacionistas”,
en su análisis?
“Le repito, no creo que esta crisis se explique por un complot
y sí creo que se explica por una convergencia de factores.
Desde luego, cataliza un sentimiento latente de fuerte desprestigio
de la élite política, que se asocia y retroalimenta
con un verdadero carnaval del escarnio por parte de la prensa
y los medios de comunicación. El resto de los insumos para
el ‘cóctel’ vienen dados muchas veces por información
y datos que salen desde nuestro propio sector”.
CABALGAR LA CRISIS
¿Qué le parece el enunciado de Patricio Aylwin:
que el presidente Lagos se convertiría en el sepulturero
de la Concertación?
“Desde luego, creo que sería completamente injusto
responsabilizar al presidente Lagos de la crisis de la Concertación,
que está básicamente asociada al desgaste estructural
de una coalición que lleva trece años en el poder.
Creo que nuestros adversarios, más que buscar convertir
al presidente Lagos en el sepulturero de la Concertación
buscan, directamente, sepultar a la coalición misma, profitando
de este episodio, en la perspectiva de inhabilitarnos como corriente
política viable por largo rato”.
¿Cree que es posible revertir ese resultado?
“Tengo fundadas esperanzas de que habrá una reacción
que debería permitir al gobierno, como dicen en Italia,
‘cabalgar la crisis’ para llegar a acotarla y finalmente
superarla”.
¿Estima que el próximo cambio de gabinete se orientará
en la dirección de sus esperanzas?
“El cambio de Gabinete constituye una necesidad de fondo,
vinculada en primer lugar a la necesidad del presidente Lagos
de reestructurar sus equipos de gobierno, de cara a la segunda
etapa de su gestión.
Ahora bien, con relación a la crisis en curso por los ‘escándalos
de corrupción’, un reajuste en el equipo ministerial,
me parece condición no suficiente pero sí necesaria
para generar un punto de inflexión y comenzar a manejar
esta crisis que hoy parece no acotada”.
¿Qué le parecería Carlos Ominami a cargo
del PS y Fernando Flores del PPD?
“Ciertamente los partidos de la coalición y particularmente
el PS y el PPD están extremadamente debilitados y atravesando
una aguda crisis. Desde ese punto de vista, la instalación
de liderazgos potentes y con peso aparece como un paso en la dirección
correcta. Sin ninguna duda el senador Ominami expresa claramente
ese perfil. En todo caso ese es un asunto que compete resolver
al Partido Socialista.
Con relación a que Fernando Flores encabece el PPD, creo
que el partido necesita con rapidez y urgencia un nuevo liderazgo
y desde luego, la opción de Flores ofrece muchas ventajas.
Espero francamente que con la rapidez y premura que se necesita,
pueda construirse un sólido acuerdo, sustentado en una
estrategia y un plan político detrás del liderazgo
de Fernando Flores. Fernando, junto a su enorme peso político,
expresa un liderazgo que encarna bien las particularidades que
el PPD aporta al cauce más ancho del progresismo chileno”.
En el marco internacional, Chile va directo a convertirse en uno
de los principales aliados de Bush en su guerra contra el mal.
¿Cómo se explica usted, que ha tenido harto tiempo
para analizar el devenir político de Chile, esta posición?
“Creo que el alineamiento de Chile con Estados Unidos es
indudable, aunque considero exagerado encasillarlo como guaripola
de la posición de Estados Unidos. Obviamente, nuestro alineamiento
se explica en el contexto de un cuadro de relaciones internacionales
posguerra fría, con una hegemonía unipolar.
Francamente, no creo que un Estado como el nuestro, en el mundo
de hoy tenga márgenes reales para disociarse sustancialmente
de la potencia hegemónica principal.
Creo, sin embargo, que el estrecho margen en esta crisis de nuestra
diplomacia, viene dado por la dicotomía de un ejercicio
obsceno por parte de Estados Unidos -de la mano de una administración
conservadora- de su condición de principal potencia política,
económica y militar en el planeta versus preservar el imperio
del derecho internacional, alcanzado como un peldaño de
nuestra civilización en 1948 con la firma de la carta de
las Naciones Unidas.
Aun admitiendo los estrechos márgenes existentes para un
país como Chile, creo que deberíamos quemar nuestros
cartuchos para evitar que Bush retrotraiga la rueda de la historia,
poniendo la fuerza por sobre el derecho. Chile debe trabajar por
el principio básico de que sólo una resolución
de Naciones Unidas puede dotar de legitimidad el recurso a la
fuerza de un estado contra otro”
PAMELA JILES