Los escritores y el golpe
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Tras el golpe
militar de 1973, una de las primeras armas en defensa de
los derechos humanos fue la palabra escrita, tanto desde
el interior del país como desde el exilio. Durante
los años 80 los escritores se sumaron a la lucha
por recuperar la democracia, participando en las actividades
de movilización y de solidaridad activa. A 30 años
del golpe, Punto Final conversó con algunos escritores
de distintas generaciones. Patricio Manns, Oscar Hahn, Pía
Barros, Pavel Oyarzún, José Angel Cuevas,
Ramón Díaz Eterovic y tres jóvenes
poetas: Raimundo Nenen, Daniela Pizarro y Enrique Winter. |
RAMON
Díaz Eterovic |
PATRICIO MANNS
A treinta años del golpe militar, ¿cuál
es su reflexión?
“La primera cuestión que me planteo con absoluta
seguridad de tener razón, es el fenómeno de la impunidad.
Digo fenómeno, porque sencillamente una situación
de impunidad no puede existir en países que ya entraron
al tercer milenio. La vasta experiencia histórica que esto
supone, nos obliga a repensar cómo y dónde la tentación
de cometer un crimen de lesa humanidad abriga, al mismo tiempo,
la tentación de alcanzar la impunidad, es decir, hacer
imposible el juicio de los hombres y el juicio de la historia.
Al menos, Augusto Pinochet lo ha logrado, y lo ha logrado de un
modo insolente, perentorio y sin ambages. Ha impuesto su voluntad
de tal manera, que puede pasearse por las calles de las ciudades
chilenas, entrar a los supermercados, saludar a sus partidarios,
sin que nadie le enrostre su proceder, sin que nadie pueda mover
un dedo en su contra. Es lisa y llanamente un intocable. Y como
él, muchos de sus partidarios y sicarios, que comparten
la responsabilidad de lo ocurrido, pero que ni siquiera aceptan
la posibilidad de reconocer su participación en el crimen
horrendo. Es más: desde el Congreso, desafían el
clamor de los familiares de los victimados, mienten sobre el destino
de los detenidos desaparecidos, quieren hacer creer que ignoran
su paradero. Si hasta las fieras recuerdan dónde enterraron
el último hueso, estos miserables han superado con creces
los hábitos de las fieras. Y a cambio de su arrogancia
y su silencio, reclaman borrón y cuenta nueva.
Recomiendan el olvido del pasado -es decir, prescriben la muerte
de la historia-. Y no sólo eso: preconizan el cese de las
responsabilidades políticas, que por lo demás, nunca
han sido asumidas en Chile. ¿Alguien recuerda algún
juicio político dirigido contra los responsables de tantas
matanzas cometidas por las Fuerzas Armadas, en co-acción
con civiles, contra su propio pueblo desarmado? Mi reflexión
central apunta a que jamás juzgaremos a los verdaderos
responsables, puesto que, por desgracia, nuestra historia es muy
clara en esta materia: en Chile, la impunidad es un hábito
adquirido, y lo que es peor, profundamente anclado en la conciencia
de las clases que cohabitan el país. Tanto el que mata
como el que muere sabe de antemano que tanto el victimario como
la víctima serán, a corto plazo, pasto para los
dientes del olvido”.
OSCAR HAHN
¿Cómo ve estos 30 años, desde el golpe militar?
¿Qué pensamientos le traen?
“Después de todos los abusos y atrocidades que se
cometieron durante el régimen de Pinochet, finalmente estamos
en vías de entender que los derechos humanos son un valor
intransable. Antes del golpe militar eran un concepto abstracto
y de difusión casi nula, pero ahora se han convertido en
un valor universal, que está siendo asimilado por vastos
sectores de la población. No hay que olvidar que muchas
personas tuvieron que pagar un precio muy alto para que tomáramos
conciencia de su magnitud. El mejor homenaje que se les puede
rendir a las víctimas es alzar la voz donde quiera que
estos derechos son violados”.
Usted nació en la zona norte del país, un lugar
donde los trabajadores han sufrido las peores represiones de la
historia, y tras el golpe no fue una excepción. ¿Qué
piensa que le falta a Chile para que asuma de una vez por todas
su compromiso con la verdad y la justicia?
“Efectivamente, nací en Iquique, una ciudad en la
que sucedieron dos hechos emblemáticos: el combate naval
de 1879 y la masacre de obreros en la escuela Santa María,
en 1907. Ahí usted puede ver las dos caras del alma nacional.
Por una parte, el chileno capaz de inmolarse en defensa de su
patria; y por otra, el chileno capaz de masacrar a miles de sus
compatriotas. La matanza no sólo quedó en la más
absoluta impunidad, sino que, además, los culpables del
crimen cuentan con calles y avenidas nombradas en su honor. Treinta
años después del golpe militar, todavía hay
una especie de goteo de la verdad, lo que es un verdadero suplicio
para los familiares de las víctimas y una herida abierta
en el corazón de Chile. Es deseable que en algún
punto se alcance el perdón, pero el perdón auténtico
sólo puede otorgarse después de la verdad. Primero
hay que saber a quién se va a perdonar y por qué”.
PIA BARROS
A treinta años del golpe militar, ¿cuál
es su reflexión?
“Tengo emociones encontradas, fuertemente encontradas. Por
una parte, veo que demasiadas cosas continúan igual (problemáticas
de clase y género, por ejemplo, cruzando toda la vida política
y social de nuestro país, aunque esté maquillado
de creciente modernidad). Por otra, la belleza inconmensurable
de lo logrado, los gestos, Michelle Bachelet ministra de Defensa,
la ley de filiación, y tantas otras cosas que me acortan
la rabia. Pero treinta años más tarde, escucho las
mismas frasecitas que en los últimos veinte, ‘demos
vuelta la hoja’, ‘puchas que son resentidos ustedes’,
‘hasta cuándo con la misma cantinela’. Pareciera
que el discurso no se moderniza para decir que los que recordamos,
estamos pasados de moda. Y aún, con esta contradicción,
a cada instante se me renueva el amor por mi país, y las
broncas, y el dolor por los que no están. Y en estas frases
deshiladas, la fuerza profunda y la convicción que encierra
una cita de Elena Garro: ‘La memoria de los vencidos, es
peligrosa para los vencedores’”.
Usted siempre ha defendido con fuerza los derechos de la mujer,
derechos que los militares postergaron aún más después
del golpe, pero así y todo fueron parte fundamental en
la lucha contra Pinochet. ¿Cómo recuerda a aquellas
mujeres de los años 80?
“También mis recuerdos son dicotómicos; los
de las mujeres de los ochenta, cuando éramos todas una
y el enemigo era uno y tan visible que no había trampas,
ni clases, ni otro dolor que el dolor por Chile entero. Esas que
salían a las calles con carteles orgullosos de su taller
de lavandería, o de amasandería, las que ordenaban
su casa y su barrio con la fuerza moral de estar en lo justo.
Y después, cuando se abrió la brecha entre las profesionales
y las otras, cuando los partidos peleaban entre sí las
ollas comunes para luego abandonarlas, cuando vino el Papa y cambiaron
los curas de lugar, práctica que permanece (¿se
han preguntado dónde está Mariano Puga, y tantos
otros emblemas?). Y pese a todo, llegar a sentir nostalgia de
los 80, de pertenecer y permanecer unidas, de sentir que todo
gesto era bello y útil, de enorgullecerme por cada logro
de cada mujer en cada lugar de mi país. Yo no sé
si hoy me come la tristeza o es que simplemente envejezco y mis
sueños se anduvieron fracturando un poco”.
PAVEL OYARZUN
A treinta años del golpe militar, ¿cuál
es su reflexión?
“El paisaje político es desolador, sin duda. Un país
en manos de los mercaderes del templo. Estamos en la época
del pillaje frenético de quienes se reparten Chile como
si fuera un botín de guerra, o más preciso aún,
como el botín de un asalto. La derecha y la Concertación,
por su parte, santones criollos del libre mercado, intentan devastar
el último bastión de dignidad que tiene un pueblo:
la memoria. Quieren imponer la amnesia total, que nadie recuerde
que en este país, alguna vez, hubo coraje, existió
el heroísmo; que aquí nacieron y lucharon hombres
como Recabarren, Allende, Miguel Enríquez. Por mi parte
espero -y me aferro a esta esperanza como a las tablas de un naufragio-
que en Chile, al decir de Steinbeck, las uvas de la ira crezcan
y maduren bajo un silencio secreto, y tengan, por fin, su pronta
vendimia”.
En Punta Arenas la represión ha existido desde el exterminio
de los pueblos originarios y la zona sirvió a los militares
para campos de concentración. ¿Cree que en Chile
habrá justicia alguna vez?
“La experiencia histórica en Magallanes, en cuanto
al genocidio indígena, arroja un solo resultado: impunidad.
Tal como los crímenes cometidos tras el golpe de Estado
de 1973, en el territorio de Magallanes, décadas antes,
por cierto, hubo persecuciones, ejecuciones sumarias, secuestros,
despojos feroces, redadas, detenidos desaparecidos, fosas comunes
clandestinas. Así se cumplió a cabalidad con la
solución del ‘problema indígena’, según
la expresión de ciertos terratenientes ganaderos de Magallanes
de aquel entonces. Después, vino el olvido. Sólo
quedan algunos gestos literarios de denuncia tardía. Poca
cosa, en verdad. Ahora bien, si acaso habrá o no justicia
en Chile, creo que, en realidad, se debiera responder si acaso
habrá o no una revolución social en Chile; porque,
en mi opinión, la única instancia histórica
en la que puede un pueblo sentirse en parte resarcido de tanto
estropicio, de tanta iniquidad, es en una revolución.
Sólo las revoluciones lavan afrentas, realmente. Lo demás,
es lo que tenemos por estos días: una parodia de la justicia,
tribunales de opereta”.
JOSE ANGEL CUEVAS
¿Qué siente a treinta años del golpe militar?
“Haber vivido esa grandeza del alzamiento del pueblo que
tuvo entre la espada y la pared al sistema. Un pueblo que posee
raíces, valores, una cultura para construir en torno a
sí mismo una comunidad alegre, desplegada, llena de sentido.
Lo puede hacer. En vez de esta vida individualista, ratona, manipulada
en que nos metieron las FF.AA. y los grupos económicos:
la sociedad de mercado. Pero así y todo creo que el pueblo
se endureció y cuando salte va a dejar la cagada, como
se dice en chileno. Hoy está desorganizado, los trabajadores
soportan, pero estoy seguro que se está formando algo fuerte,
quizás todavía no existen los partidos, movimientos
que lo dirijan, pero hay atisbos de corrección de las caídas
de las ex vanguardias, del autoritarismo, la falta de democracia,
la dependencia de la teoría exterior. Yo pretendo aportar
con anuncios, imágenes, lengua nueva. Así sea”.
RAMON DIAZ ETEROVIC
¿Cómo ve las cosas a treinta años del golpe
militar?
“Se puede hablar de muchas cosas. De un país quebrado,
de una sociedad transformada y banalizada, de una sociedad atada
a su pasado, que se niega a asumir la verdad y se miente a sí
misma, porque detrás de supuestos logros económicos
está la realidad de un país que tiene una pésima
distribución del ingreso, con su secuela de miseria y falta
de oportunidades. La dictadura sigue presente en muchos aspectos
de la vida cotidiana. En los medios de comunicación, en
un sistema electoral discriminatorio, en la aplicación
estricta de un modelo económico que es administrado de
espaldas a las necesidades de la gente. Un modelo que basa su
éxito en la explotación indiscriminada de los recursos
naturales, en los bajos sueldos para los trabajadores, en la falta
de oportunidades para los jóvenes, y garantías ilimitadas
para los empresarios. Un modelo que se resquebraja frente a las
necesidades de trabajo, salud y educación de las personas,
y que significa la imposición de una ideología que
no tiene otro norte que establecer un modelo de vida chato, conformista,
acrítico, excluyente.
Chile necesita reencontrarse con el pensamiento humanista de Salvador
Allende. Hasta el año 1973, vivíamos en un país
modesto, pero más solidario y consciente de la importancia
de la justicia social y del desarrollo cultural a través
de la educación, la literatura, las artes. Hoy olvidamos
nuestra historia y nos ufanamos de la riqueza que se cosecha sobre
un campo de ignorancia y banalidad. Olvidamos las valiosas conquistas
sociales alcanzadas bajo el influjo de líderes como Allende,
de quien hoy se distorsiona y olvida su pensamiento, incluso por
los que decían compartir su itinerario. El pensamiento
de Allende sigue vigente, en todo lo que se relaciona con la necesaria
profundización de la democracia. El desafío de hoy,
junto con defender nuestra memoria, es generar una real unión
de ideas y energías para construir un nuevo proyecto político,
que sea una verdadera alternativa frente al neoliberalismo que
se impone como una verdad aparentemente incuestionable”.
También conversamos con tres jóvenes poetas nacidos
a principios de los 80. A Raimundo Nenen (de Punta Arenas), Daniela
Pizarro y Enrique Winter les preguntamos:
Ustedes no vivieron el golpe en carne propia, pero crecieron y
se formaron durante la década de los noventa. ¿Qué
significa para un joven creador el golpe de Estado de 1973? ¿Les
dice algo Salvador Allende?
Raimundo Nenen: “Primero, significa lo que significa para
cualquier joven, y no sólo para cualquier joven chileno,
sino que para cualquier joven del Tercer Mundo y de éste,
el antejardín del Tercer Mundo. Significa vivir sumergidos
en la cultura del miedo, vivir con miedo aunque no se quiera,
haber sido criados en el miedo. El norte azota al sur, con más
crueldad en unos tiempos y en unos espacios más que en
otros. Chile es uno de esos tiempos y espacios donde el azote
fue más fuerte. Nuestros padres, la sociedad que nos crió,
vivió ese temor. No quiero decir que hayan sido cobardes,
pues el valiente se sabe por sus miedos. Y ese miedo se traspasó
del que cría al criado: nosotros. Eso es lo que significa
entonces para un joven vivir con miedo, quizá inconsciente,
quizá no, pero está en nuestros actos, decisiones,
etc. Ahora, si este joven es un creador, la creación debería
pasar a ser una forma de enfrentar esta cultura del miedo, la
creación debería pasar a ser valentía. Y
es lo que intento como creador, entre el pasotismo y la indiferencia
que son hijos del miedo: tomar posición y no cualquier
posición, una posición de pie, creadora y destructora.
Si son 30 años de miedo los que se conmemoran, pues es
preciso conmemorarlos con la valentía acumulada de 30 años”.
Daniela Pizarro: “Es cierto que no nací en el tiempo
justo, ni levanté piedras en los trabajos voluntarios ni
mi mano izquierda frente a una Moneda digna. Pero yo ¡y
que nadie me lo niegue! sí viví el golpe y lo viví
porque se encargaron de que lo viviera en la espera eterna de
la mamá, cuando en la casa veíamos la televisión
esperando que no apareciera ella en los últimos asesinatos,
en las lágrimas de mis abuelos profesores con quienes me
eduqué y crecí, en las conversaciones vacías
que hoy en día es posible sostener incluso con los que
sí vivieron literalmente esa fecha, porque es innegable
que algo de sueños han matado, aunque para algunos sea
como un octavo de mal queso. Ya tenemos el cansancio ¡somos
tan jóvenes y nos damos el lujo de estar cansados! Es tan
injusto que no todos sean creadores o no quieran enterarse, porque
sale mal olor de tantas partes y se quedan quietos, no sólo
tengo el deber de decirlo... yo tengo la suerte de poder hacerlo.
Es una vergüenza que el tiempo pase tan largo y podamos hacer
tan poco, estos treinta años los vamos a conmemorar con
sangre porque el dolor está más vivo que nunca,
yo sé muy bien lo que es llorar”.
Enrique Winter: “Aunque sucedió nueve años
antes de mi nacimiento, considero como historia reciente el golpe
de 1973. Aún está en etapa de tabúes y sólo
me parece claro que marcó un antes y un después
en nuestra historia republicana. Sostengo una visión progresista.
Creo que el retroceso que significó el 11, en cuanto a
la búsqueda de igualdades sociales que se venía
dando desde los conflictos obreros de comienzos de siglo, los
gobiernos radicales y la UP, es impresentable. La domesticación
posterior de los jóvenes que entonces creyeron en una vía
democrática hacia el socialismo, dejó a las generaciones
siguientes sumidas en una conformidad que nace de saber cuán
probable es el fracaso en esas lides. Para mí, es una de
las fuentes que hace que mi generación me parezca de utilería,
más conservadora que la de nuestros padres. Los más
capaces no quieren volver a meter los dedos al enchufe y por ello,
los dirigentes políticos de hoy, adultos y jóvenes,
no son los más idóneos. Al golpe de Estado lo miro
a los ojos cuando veo la superficialidad reinante, que a muchos
hace olvidar bajo el concepto ‘entretención’
cuál es el valor intrínseco de la persona humana.
Se da una refundación de la identidad nacional, que me
preocupa. Respecto a la poesía, que es lo que me convocó
a responder, creo que ha sobrevivido sólo porque tenía
una tradición más fuerte que la de nuestra madurez
política. Los versos chilenos del siglo XX están
a la altura de los de países con raigambre ancestral. Pero
es innegable que acusamos el golpe, pues no ha aparecido después
de la dictadura una generación como la del veinte o la
del cincuenta. Durante ésta aparecieron obras muy potentes,
pero aisladas. El hilo creo que recién se está retomando,
gracias a que los jóvenes han rescatado con respeto a los
poetas antiguos y a que se lee mucho más. Hoy quienes tienen
cerca de treinta están publicando poemarios que serán
en un futuro entrañables. Respecto a mis compañeros
de generación, los veo más dispersos, aún
no hay conciencia del respeto que se le debe al lenguaje y veo
obras más ligadas a la verborrea que al silencio. Creo
que cierta parquedad ha sido una constante en Chile y que se recuperará
con quienes no nos vimos coartados por las limitaciones de una
dictadura.
La vida de uno no consiste en sí mismo, sino en relación
con su entorno, y claro que tiene importancia. Triunfaron los
postulados del mercado y del individualismo. Me entristece mucho
saber que si uno es realmente democrático debe aceptar
el legítimo derecho de las personas a preferir el dinero
y esta vida absurda antes que los avances comunitarios.
Salvador Allende es un ejemplo de consecuencia y valentía,
eso no lo niega ni un derechista extremo. De él rescato
un valor que muchos olvidan, que es su apego a la democracia;
la misma que debemos respetar cuando el pueblo se encuentra desorientado
y desclasado como hoy. La mejor arma que tuvo el 11 para mantener
hoy sus postulados generales, fue despreocuparse de la educación
pública. Si ésta no se recupera a la altura de nuestra
historia, los cam- bios de mentalidad serán sólo
otra quime-ra más”
ALEJANDRO LAVQUEN