La vida contra los asesinos
de la memoria
11 de septiembre de 1973. No podía creer lo que estaba
escuchando por la radio: aviones de la Fach lanzaban misiles contra
La Moneda que, en un empecinamiento desesperado, defendían
el propio presidente Salvador Allende y algunos de sus más
íntimos colaboradores.
Durante cinco años viví en Chile y de alguna manera,
llegué a contagiarme del convencimiento que tenía
el pueblo chileno sobre la singularidad de sus fuerzas armadas
que, absolutamente apegadas a la Constitución, eran incapaces
de levantarse en armas contra un gobierno democráticamente
establecido.
Pero ahí estaba la trasmisión radial diciendo que
la misma ferocidad que caracterizaba a los militares de casi todos
los países latinoamericanos, se mostraba abiertamente en
esa jornada. Después, el terror desatado por la dictadura
de Pinochet demostró que ésta ganaba en criminalidad
a la mayor parte de sus pares.
FRONTERAS IDEOLOGICAS
Férreamente establecida la dictadura militar en Brasil,
desde 1964, con Castelho Branco y sus sucesores, impuesta la de
Banzer en Bolivia en agosto de 1971, el derrocamiento y la muerte
del presidente Allende, en Chile, inició la aplicación
de ese plan diseñado por la CIA que, pocos años
después, se conoció como Doctrina de Seguridad Nacional
o “de las fronteras ideológicas”.
Se trataba, en pocas palabras, de identificar a un “enemigo
interior”, que no era otro que todo partido político
u organización social que actuase en defensa de los derechos
del pueblo y sus reivindicaciones. Las fronteras ya no estaban
en los mapas, sino en la línea que separaba las ideologías.
La seguridad de un país no se lograba en sus confines fronterizos,
sino en el control, sometimiento y destrucción del “enemigo
interior”.
De allí al Plan Cóndor había un paso. Cuando
se instalaron, con toda su parafernalia, las dictaduras militares
en Argentina y Uruguay, no hubo ningún reparo para el intercambio
de información, la entrega de detenidos para que desapareciesen
en su país originario o cualquier otro, la preparación
conjunta de asesinatos que se ejecutaban en uno u otro territorio
e, incluso, más allá de los mares.
BONANZA ECONOMICA
Vale la pena destacar que las dictaduras gozaron, en los 70,
de una importante bonanza económica que, sabiamente manipulada
por la CIA, mostró las bondades dictatoriales, justificando
así la ruptura de los procesos democráticos que
se dieron en la década anterior.
El alza en los precios de las materias primas y los miles de millones
de “petrodólares” dieron esa imagen de prosperidad
que la derecha, en todos nuestros países, se encarga todavía
de agitar para argumentar a favor de las dictaduras.
Pero aquel auge fue efímero. Después de derrochar
los ingresos propios y endeudar a nuestros países hasta
montos exorbitantes, luego de enriquecer a sus colaboradores -además
de levantar construcciones faraónicas- las mismas dictaduras
comenzaron a tener dificultades en el manejo de la economía,
que nunca entendieron y dejaron en manos de empresarios asociados
al gran capital internacional.
Fue el momento de su retiro, pero ya el daño estaba hecho.
América Latina, y en especial los países que habían
sufrido las dictaduras militares, soportó una fortísima
contracción económica en la década de los
80, que los economistas calificaron como “la década
perdida” por los índices negativos de crecimiento,
el descenso en el nivel de vida y el agrupamiento de grandes contingentes
de desocupados en las principales ciudades.
Así se prepararon las condiciones para el siguiente paso.
Agotada la Doctrina de Seguridad Nacional, el gobierno de Washington
implementó el modelo neoliberal para América Latina.
EL MODELO PINOCHET
La dictadura de Augusto Pinochet fue muy útil en esta
transición.
El modelo pudo ser implementado tempranamente en Chile porque
se daban muchos factores favorables. Una élite empresarial
que se mantuvo cohesionada alrededor de la dictadura, podía
ser el operador adecuado. Una economía que se mantuvo estable,
por las circunstancias internacionales, era el campo apropiado.
Un régimen altamente autoritario que podía imponer
medidas económicas sin discusión, constituía
la vía más a propósito. A cambio de ese servicio,
el gobierno norteamericano se preocupó de garantizar que
el dictador y sus colaboradores, pero esencialmente el aparato
dictatorial, fueran preservados en el Chile posterior a Pinochet.
Con tales factores, era previsible que la implementación
del modelo diese resultados. Estos fueron efectivos, de modo que
se lo trasladó sin variaciones a los países que
salían de las dictaduras. Los resultados fueron adversos.
Veamos los casos: en Brasil, su aplicación llevó
al gigante al borde de una gran explosión social que fue
contenida a duras penas, con la instalación de gobiernos
socialdemócratas cuya gestión intentó diversas
medidas de corte antiinflacionario, a costa de seguir creando
mayores niveles de pobreza. El triunfo del PT, con Lula en la
presidencia, augura un cambio en la conducción del proceso,
aunque aún es muy pronto para afirmarlo.
En Argentina, la aplicación del modelo corrió a
cargo de un gobernante que se instaló por una década
completa y llevó a su país a una crisis de proporciones
catastróficas, de modo que, en un año, quedó
destruida toda la estructura económica. El reciente gobierno
de Kirchner está dando esperanzas, con medidas de recuperación,
aunque el proceso es aún incipiente.
Bolivia tal vez sea el caso más ilustrativo. En ningún
momento, desde el inicio de la aplicación del modelo, hubo
otra mejoría que la detención del proceso inflacionario
que se desató en la primera mitad de la década de
los 80. Desempleo, contracción de la productividad, entrega
de los recursos naturales y del aparato productivo y de servicios
a empresas transnacionales, fueron haciendo cada vez más
pronunciada la caída económica. El tema del narcotráfico
ha sido de primera importancia en todo este proceso: actuó
como movilizador económico interno, determinó las
relaciones internacionales e, incluso, configuró la acción
de varios partidos políticos. La corrupción es el
corolario de ese penoso proceso que, al llegar a este momento,
muestra una profunda crisis en los planos económico, social
y político.
No son todos los casos, pero éstos son suficientemente
demostrativos del fracaso de la aplicación del modelo neoliberal.
Chile, que aparecía como el país en que había
tenido éxito, enfrenta ahora una situación desfavorable.
Tal fracaso se debió a que, en ninguno de los países
en los que se copió el modelo, se daban las circunstancias
favorables que ofrecía Chile. Y, aunque esto era evidente,
pasó inadvertido para los implementadores del modelo, seguramente
por la ansiedad que tenían para introducirlo en la nueva
realidad latinoamericana.
EL PLAN CONDOR
El descubrimiento en Asunción, Paraguay, de los archivos
que mostraron las dimensiones del Plan Cóndor, tantas veces
negado por las dictaduras, mostró las implicaciones delictivas
de ese siniestro acuerdo entre los dictadores sudamericanos.
Cuando al dictador boliviano Hugo Banzer (1971-78) le preguntaron
sobre este plan, primero lo negó y luego, reconoció
que era un acuerdo para el intercambio de información entre
los mecanismos de espionaje y contraespionaje de las dictaduras.
Los documentos encontrados en Asunción muestran que el
hecho iba muchísimo más allá de un simple
intercambio informativo. La desaparición de varias decenas
de dirigentes políticos y sindicales fue posible gracias
a este plan. Los organismos de espionaje planificaron y ejecutaron
varios crímenes que se cometieron incluso en Europa. El
adiestramiento de grupos paramilitares se hizo conjuntamente y,
en muchos casos, paramilitares de un país actuaban en otro
con total impunidad.
El régimen de Pinochet fue activo partícipe de esa
confabulación. Varios combatientes del ELN boliviano, de
nacionalidad chilena, fueron entregados a la Dina y varios de
ellos están desaparecidos. El caso más grave fue
la entrega, por el régimen de Banzer, de una veintena de
dirigentes sindicales bolivianos que fueron llevados a Chile,
donde estuvieron sometidos a un régimen de confinamiento
en alejadas poblaciones del sur chileno.
Hoy día, quieren que olvidemos estas historias de horror
que aún no han sido reparadas.
LA VIDA RESURGE
El retorno de los gobiernos civiles fue un momento crítico
que enfrentaron las dictaduras. En casi todos los casos, lograron
garantizar su impunidad. Sólo en Bolivia se llevó
a un dictador a la cárcel, Luis García Meza, aunque
el mayor (Hugo Banzer) no sólo mantuvo su impunidad sino
que hasta llegó a ser elegido presidente en 1997.
Pero estamos viviendo una época de retoma de conciencia.
La abrogación de las leyes de perdón y obediencia
debida en Argentina es un llamado muy claro a la recuperación
de la memoria.
Uno se pregunta si Pinochet logrará mantener su impunidad
hasta la muerte. Y, aunque así fuese, no debe olvidarse
que las responsabilidades no pueden centrarse en una sola persona,
aunque ésta haya sido el dictador.
Su detención en Londres y la confirmación de que
los crímenes que cometieron los dictadores son delitos
de lesa humanidad y, por tanto, pasibles internacionalmente, fue
una lección que debió aprender duramente el entorno
pinochetista.
Pero no es suficiente. Y no se trata solamente de que el pueblo
chileno tenga su día de justicia. Se trata de que todos
los pueblos del mundo comprendan y practiquen la lección
del ¡Nunca más!, que sólo puede darse cuando,
sucesivamente, se sienten en el banquillo de los acusados los
Pinochet de todo el mundo.
Por el mismo canal de radio que me relató el ataque a La
Moneda, cuando yo me encontraba lejos de Chile, escuché
las últimas palabras de Salvador Allende, aquel 11 de septiembre
de 1973: “Se abrirán las anchas alamedas...”.
Hay que abrirlas. Es una deuda con nuestros mártires
ANTONIO PEREDO LEIGUE (*)
(*) Diputados del MAS de Bolivia, ex candidato a la vicepresidencia
de la República.
Allende es Latinoamérica
Somos un continente explotado. Primero, nos aplicaron cuatro
siglos de colonialismo, para que el capital europeo pudiera explotar
nuestras riquezas, hacer su acumulación y financiar su
industrialización. En muchos de nuestros países,
además de expoliarnos aplicaron la esclavitud de la mano
de obra negra o india. Pero el pueblo se rebeló. Tuvimos
muchas rebeliones populares y guerras de independencia.
Después, en el siglo XX introdujeron la industrialización
dependiente, para explotar nuestra mano de obra de una forma más
“civilizada”. Y con la división del trabajo,
con la industria, con los obreros, nacieron también los
sindicatos, las huelgas, las tomas de tierra, las ideas socialistas.
Alrededor de la década del 60, en casi todo el continente
enfrentamos la primera gran crisis del modelo de industrialización
dependiente. Hubo muchas luchas y ascendió el movimiento
de masas. Surgieron nuevas alternativas. El pueblo cubano y el
guatemalteco quisieron la revolución social.
En otras partes, la Cepal proponía el desarrollo nacional
capitalista, la distribución de la renta y el mercado interno.
En Chile se buscó una alternativa socialista, democrática,
recogiendo la tradición histórica de lucha del pueblo
chileno.
Salvador Allende fue el símbolo de esa voluntad popular.
Pero el capital no acepta la voluntad popular. El capital sólo
quiere aumentar sus tasas de ganancia y mantener la acumulación
de su riqueza, a cualquier precio. Y en todos los países
de Latinoamérica impusieron dictaduras militares, como
única forma de frenar las voluntades populares e imponer
las reglas de las transnacionales y del imperio.
Cayeron los gobiernos democráticos, sólo se salvó
el pueblo cubano. Nos cobraron con sangre y saña el atrevimiento.
Y muchos, como Salvador Allende, pagaron con la vida su coherencia
y fidelidad al pueblo y sus ideales.
Pero nada de eso resultó ser una salida para los problemas
de los pueblos.
A fines del siglo pasado sustituyeron las dictaduras por el modelo
neoliberal: una mezcla de falsas democracias electorales con libertad
total para el capital internacional, ahora en su etapa financiera.
Ya ni siquiera quieren explotar más nuestra mano de obra.
Sólo quieren explotarnos colectivamente, por las tasas
de interés, por la deuda externa, por los royalties, por
las patentes, por las semillas transgénicas.
De nuevo nuestro continente está frente a una encrucijada.
¿Y ahora?
Quizás el ejemplo de Salvador Allende, pasados estos treinta
años de su inmolación, nos ayude a reflexionar para
encontrar caminos verdaderos para nuestros pueblos. Un buen inicio
es empezar por la coherencia y la fidelidad con el pueblo, como
nos enseñó Allende. ¡Cómo son de actuales
sus ideas y su ejemplo!
Por eso, queremos manifestar nuestro sencillo homenaje a este
luchador del pueblo latinoamericano con una poesía de un
poeta brasileño y campesino, Ze Vicente, desde el sertao
de Ceará.
Un gran abrazo a todos los luchadores del pueblo chileno y latinoamericano
JOAO PEDRO STEDILE
Miembro de la coordinación del Movimiento de los Sin Tierra
(MST)
y de Vía Campesina
Brasil
POR LOS CAMINOS
DE AMERICA
Por los caminos de América
Hay tanto dolor y tanto llanto
Nubes, misterio y encantos
Que envuelven el caminar
Hay cruces al borde de la senda
Piedras manchadas de sangre
Que apuntan como flechas
Indicando libertad...
Por los caminos de América
Hay monumentos sin rostro!
Héroes pintados, grotescos!
Libros de historia sin corazón
Calaveras de dictadores
Soldados tristes, callados
Con ojos desorbitados
Viendo avanzar el amor!
Por los caminos de América
Hay madres que gritan
enloquecidas
Hasta enronquecer
Preguntando por sus hijos
que se llevaron
En la noche de la tiranía!
Ellas nunca callarán
Aunque les maten el día.
Por los caminos de América
En el centro del continente
Marchan puñados de gentes
Con la victoria en la mano!
Nos mandan sueños, cantigas
En la noche de la libertad
Con el fusil de la verdad
Combaten resueltos al dragón!
Por los caminos de América
Banderas de un tiempo nuevo
Van sembrando en el viento
Frases colmadas de paz!
En la más alta montaña
Hay un árbol florido
Un guerrillero querido
Que está buscando el futuro!
Por los caminos de América
Hay un indio que toca la flauta
Rechazando la vieja pauta
Que está imponiendo el sistema.
Un niño toca el violín
Un negro toca tambores
Sobre la mesa unas flores
Para la fiesta que vendrá.
ZE VICENTE