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BOLIVIA DESPUES
DE LA METRALLA

Lunes 20 de octubre. Debió ser un día de celebraciones en La Paz: se cumplían 455 años de la fundación de esta ciudad. Algunos actos recordatorios se realizaron durante el día, pero la preocupación principal fue retirar escombros, restablecer servicios y reordenar la vida cotidiana.
Un mes de movilizaciones con bloqueos en los caminos y paro total en las principales ciudades, dejaron un saldo de destrozos materiales. Durante ese mes, la represión fue sangrienta y sumó más de 70 muertos y dos centenas de heridos.
Las demandas por la recuperación del gas entregado a las transnacionales y la convocatoria a una asamblea constituyente, además de muchas reclamaciones sectoriales y regionales, tuvieron como respuesta la metralla. Entonces, la protesta se convirtió en un grito: “¡Fuera Goni!”
Gonzalo Sánchez de Lozada, por segunda vez presidente de la República desde el pasado 6 de agosto de 2002, con su más directo colaborador, Carlos Sánchez Berzaín, y su ministro represor, Yerko Kukoc, eligieron el camino de la violencia y de la sangre para contrarrestar la creciente ola de indignación provocada por su incapacidad de responder a las necesidades populares. Con una soberbia enceguecida, un día antes de su huida, Sánchez Berzaín declaró que las manifestaciones podían seguir por dos meses, pues el gobierno no iba a atender tales demandas.
El viernes 17 de octubre, después que sus socios políticos le quitaron respaldo y cuando los mandos militares comenzaron a replegar sus fuerzas, Goni se dio por vencido. Más de ocho horas tardó en redactar su renuncia, en realidad una carta que ponía su investidura a disposición del Congreso Nacional, esperando que sus socios defendieran las prebendas que tenían como integrantes del poder. Tonta esperanza: apenas 30 de los 47 parlamentarios de su partido (MNR) votaron porque continuara en el mando; 90 voces dijeron ¡Sí! para que se fuera.
La renuncia fue enviada por fax desde Santa Cruz, adonde se trasladó subrepticiamente con su familia y sus colaboradores (los directamente involucrados en las matanzas); de allí partió hacia Estados Unidos que, según el decir de la gente, es su verdadera patria. Huyeron, como delincuentes.

LA INCAPACIDAD ACUMULADA
El modelo neoliberal, implantado en Bolivia hace 18 años, llevó al país a una situación explosiva que, tal como se vio, sólo podía resolverse en un enfrentamiento. El reducido aparato productivo y de servicios que casi en su totalidad pertenecía al Estado boliviano, fue transferido a consorcios transnacionales en un engañoso proceso que se llamó “capitalización”.
El timo consistió en mostrar que ninguna empresa se vendía, sólo se buscaría capitales para robustecerlas a cambio de lo cual se cedía el 50% de las acciones, quedando la otra mitad en manos de los bolivianos. Más engaño: el valor de las empresas se redujo, dizque para atraer capitales. Siguió la mentira: las “inversiones” se hicieron en el papel, sin que el dinero llegase al país -se depositó en Bahamas para obtener intereses porque, según el ministro de Capitalización, Bolivia no tenía capacidad de inversión-.

GAS: UN CASO ESPECIAL
La empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) fue creada cuando, en 1935, se nacionalizaron los pozos entregados a la Standard Oil. En su primer gobierno Víctor Paz Estenssoro (1952-56) entregó gran parte de la explotación a la Gulf Oil que, a su turno, debió nacionalizarse en 1969.
Con el proceso de “capitalización”, YPFB fue dividida y subdividida para entregarla por partes a diversas empresas. Actualmente, la principal beneficiaria de la explotación de hidrocarburos es la brasileña Petrobras. Conforme a los contratos, el Estado boliviano percibe, como regalías, el 18% del precio en boca de pozo. Esto supone aproximadamente 24 centavos de dólar por millar de pies cúbicos (el equivalente energético de 27 kilos de GLP). Algo más: el contrato establece una cláusula de confidencialidad que le permite, a la empresa, mantener en reserva sus cuentas.
Por si fuese poco, YPFB tenía concluidos los estudios geológicos que establecían la enorme potencialidad gasífera del país. Tales trabajos, técnicamente costosos y estratégicamente reservados, fueron otorgados de modo gratuito a las empresas, que sólo debieron perforar allí donde era necesario y proclamar, como anunciadores de circo, que se había quintuplicado esa riqueza.
Un decreto firmado por Goni dos días antes de concluir su primer mandato, “reconocía” la propiedad del gas a las transnacionales desde el momento en que salía del pozo, violando la propia Constitución Política del Estado.
En tales condiciones, llevar adelante la negociación para vender gas supuestamente a Estados Unidos era un negocio para las transnacionales, que sólo dejarían una miseria por concepto de regalías.

POR CHILE O POR PERU
Durante más de tres años los sucesivos gobiernos de Hugo Bánzer, Jorge Quiroga y Gonzalo Sánchez de Lozada pretendieron poner al país en la disyuntiva de elegir un puerto de salida. Tal jugada oculta la aviesa intención de provocar enfrentamientos entre bolivianos por la definición del puerto de salida, mientras se dejan sentados, sin discusión alguna, los términos desventajosos de la negociación.
En esos términos, se adelantaron cálculos de un precio en boca de pozo de apenas 70 centavos de dólar por millar de pies cúbicos. Actualmente, las ventas a Brasil establecen ese precio en 1.30 dólares, por lo que el comprador ya está reclamando una disminución.
Pero además, si se instalaran en Chile las plantas de purificación y de compresión, los requerimientos del norte chileno serían cubiertos a tan desventajoso precio, pues la empresa exportadora no haría distinción alguna por la diferencia de destino. Perú también tiene obvios intereses en la pugna por ser el puerto de salida.
De cualquier modo, en tanto el gobierno de Bolivia trate el tema en términos mercantiles, en el mejor de los casos las soluciones serán de corto plazo. Es urgente una política energética consistente, para sentar las bases de la reconstrucción económica del país.

ASAMBLEA CONSTITUYENTE
Otro gran tema que reclamaron las movilizaciones de septiembre/octubre, fue la convocatoria a una asamblea constituyente. En los términos planteados por los sectores demandantes, debe ser una asamblea popular y de los pueblos originarios.
Durante los gobiernos neoliberales se “perfeccionó” una institucionalidad estatal orientada a la satisfacción de los intereses transnacionales. Con tal estructura, sería imposible planificar una transformación de Bolivia en un país productivo. Para ese propósito, hay que sustituir totalmente el diseño del Estado.
La demanda exige que los constituyentes representen a las organizaciones sociales, pues los partidos políticos que gobernaron desde 1985 representaron intereses ajenos al país. Se requerirá consensos para establecer las condiciones, los tiempos y los ritmos de esta convocatoria.

LA TOZUDEZ DEL INEPTO
Si bien aquellas no eran las únicas demandas, una simple señal que hubiese mostrado Sánchez de Lozada hubiese iniciado una mejor relación entre su gobierno y el pueblo. Su terquedad y la de su más cercano colaborador, Sánchez Berzaín, iniciaron el círculo perverso de la muerte: represión con armas de fuego, ampliación de las movilizaciones, hasta culminar con la vergonzosa huida del ex presidente y sus hombres.
Quienes quedan con restos del poder que ostentaron son los presidentes del Senado, Hormando Vaca Díez (MIR) y de la Cámara de Diputados, Oscar Arrien Sandoval (MNR). Su posición es muy precaria, no porque vayan a ser cambiados, sino porque ya no tendrán la vinculación con el poder ejecutivo que los hacía poderosos.
En todo caso, la coalición gobernante quedó triturada. Sánchez de Lozada fue elegido con los votos parlamentarios del MNR (47), del MIR (31), de UCS (5) y ADN (5), muy poco más de los 80 que requería. ADN, partido del dictador Bánzer, no participó de la alianza que, por tanto, estaba reducida a una exigua mayoría parlamentaria que aumentó con apenas 3 votos de un grupo salido de la opositora NFR. Los conflictos entre los dos partidos mayoritarios eran permanentes. Sánchez de Lozada creyó conjurarlos incorporando a NFR (22), pero lo único que obtuvo fue un nuevo comensal hambriento de la torta estatal.
La estrepitosa caída arrastró a todos ellos, aunque los aliados buscaron guardar distancias; algunos de ellos lo hicieron apenas horas antes.

LA MOVILIZACION DESORDENADA
Muchos analistas apuntan a la falta de una dirección única en la movilización que se mantuvo desde mediados de septiembre. Hay otros elementos que señalan en segundo lugar. La unidad de las demandas se dio en el planteamiento de los temas estructurales, junto a las reivindicaciones propias de cada sector.
Hubo un momento inicial de gran importancia: el 19 de septiembre. En las principales ciudades del país se realizaron masivas concentraciones exigiendo soluciones al tema del gas, de la asamblea constituyente, a la revisión de los contratos de capitalización, de la coca, del Código Tributario y la ley de seguridad ciudadana. Se calculó que más de medio millón de personas se concentraron en esos actos. No se produjo ni un solo incidente de violencia.
Al día siguiente, en un operativo diseñado por el ministro Sánchez Berzaín, cayeron las primeras víctimas de la represión. A partir de entonces, la dinámica del conflicto estuvo marcada por la obsecación de los gobernantes, hasta contabilizar más de 70 muertes. Manteniendo las mismas demandas, se agregó una más, en primerísimo lugar: ¡Fuera Goni! No era posible ni siquiera pensar en el diálogo con un gobierno que sólo respondía con la muerte.
El 17 de octubre terminó la tragedia. Sánchez de Lozada y sus ministros huyeron. El Congreso Nacional aceptó la renuncia y proclamó presidente a Carlos D. Mesa Gisbert que, el domingo 19 dio posesión a su gabinete, conformado por personas independientes.

LOS DESAFIOS ACTUALES
El nuevo gobierno tiene ante sí graves y complejos desafíos que, en términos globales, suponen una transformación del país. Cierto que deberá atender, en lo inmediato, la superación de una profunda crisis económica, una generalizada crisis social y una hiriente crisis política.
Las primeras respuestas, en las pocas horas transcurridas, han sido recibidas con satisfacción, aunque los diversos sectores sociales mantienen la susceptibilidad que se asentó a lo largo de estos años.
Los desafíos son, en primer lugar, internos: sentar las bases para el mejoramiento de las condiciones de vida, impulsar la atención a los problemas sociales -incluyendo la centenaria exclusión de los pueblos originarios-, reordenar el aparato estatal y cortar la trama de la corrupción. Son también de suma importancia los desafíos externos: hacer que el país sea creíble económica y políticamente. Lograr la comprensión de los pasos que se den, ubicará a Bolivia en el concierto internacional con una personalidad soberana, con una política de entendimiento, respeto mutuo y perspectivas de integración.
Bolivia, en el punto de inflexión más importante de sus últimos 50 años de historia, tiene la gran posibilidad de ser un país que tiene perspectiva, y merece ser apoyada en este esfuerzo

ANTONIO PEREDO LEIGUE (*)
Especial para “Punto Final”

(*) Diputado del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia.

 

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