La trampa del TLC
Amenaza a la
diversidad cultural
No es ciencia ficción. Si el Congreso de Chile ratifica
el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, artistas y empresas
culturales de ese país podrán optar a los recursos
del Fondart o del Fondo del Libro en las mismas condiciones que
cualquier chileno. Así, parte de los escuálidos
dineros con que el Estado fomenta las artes y la cultura podrían
ser canalizados a proyectos extranjeros, perjudicando la producción
nacional. Este absurdo es posible porque el TLC incluye el concepto
de “tratamiento nacional” -irreductiblemente defendido
por los negociadores del norte- que obliga al país a tener
la misma consideración para la actividad propia y la extranjera.
Y no es sólo eso: este aspecto del TLC también pone
en riesgo la existencia de políticas públicas y
de porcentajes de exhibición en TV y en salas de cine de
producciones nacionales. El TLC abre la posibilidad a la industria
del entretenimiento estadounidense de completar su dominio del
mercado (chileno y mundial) en perjuicio de culturas e identidades
locales.
CUESTION DE SOBERANIA
La “diversidad cultural” es un tema emergente, como
lo fue hace algunas décadas la defensa del medio ambiente.
Incluso a los propios artistas les ha costado entender que la
lucha por la “diversidad cultural” es un terreno donde
el país se juega parte de su soberanía. Por eso,
la gente del quehacer cultural aprovecha cada oportunidad para
exigir que los tratados de libre comercio reconozcan amplia y
claramente la excepción o reserva cultural, que equivale
a no someter la cultura a las tratativas económicas.
ROBERT
Pilon, vicepresidente ejecutivo de la Coalición para la
Diversidad Cultural de Canadá.
El mes pasado se realizó en Santiago la Segunda Reunión
Temática del Alca, que convocó a representantes
de gobiernos y de la sociedad civil. A mediados de este mes será
la 32ª Conferencia General de la Unesco. Allí, Argentina,
Australia, Canadá, Chile, Corea, Francia, México,
Nueva Zelandia y Senegal, en representación de 170 asociaciones
de profesionales de la cultura y las artes, pedirán que
el organismo adopte la Convención sobre la Diversidad Cultural.
Con este acuerdo internacional se desea construir un piso que
garantice el intercambio de bienes y servicios culturales y fomentar
el contacto intercultural entre países, amenazados “por
las presiones económicas que postulan la supremacía
del mercado y la homogenización de la producción”.
Paulo Slachevsky, presidente de la Coalición Chilena para
la Diversidad Cultural, y Robert Pilon, vicepresidente ejecutivo
de su similar canadiense, encabezan esta compleja lucha en sus
respectivos países.
¿De qué sirvió el encuentro del Alca en Santiago?
Slachevsky: “Ha sido el único espacio formal donde
la sociedad civil pudo expresar sus preocupaciones ante los representantes
de los gobiernos. Los países del Mercosur postularon elaborar
una ‘lista positiva’, con los sectores que se liberalizan.
En cambio los estadounidenses quieren una ‘lista negativa’:
se liberaliza todo, menos las excepciones que se expliciten”.
¿Son imparables los TLC?
Slachevsky: “Los 34 países de América hablan
de avance hacia la liberalización. A nosotros nos preocupa
que esto se tome como un dogma. Nosotros queremos que la cultura
y la educación sean excepciones dentro de los tratados,
que no se limite la acción del Estado. Es un tema de presente
y futuro”.
DESPUES DE LA FIRMA
Chile ya firmó varios TLC, ¿qué sentido
tiene insistir?
Slachevsky: “Es fundamental hacerlo. En el TLC con Estados
Unidos se logró una reserva cultural gracias a la sociedad
civil. El acuerdo no es como pedíamos, pero dice que Chile
se reserva el derecho a desarrollar políticas públicas
en materia cultural. Se incluyó el concepto de ‘nación
más favorecida’, que significa que no va contra el
TLC un acuerdo con otros países mejor que el logrado con
EE.UU. También se incluyó el concepto ‘acceso
a mercados’, que permite dar cobertura a la producción
nacional”.
Pilon: “La década pasada, Chile y Canadá firmaron
un TLC con total excepción cultural, salvo los aranceles”.
Slachevsky: “Estados Unidos se opuso a una reserva cultural
en el punto ‘tratamiento nacional’, porque la industria
del entretenimiento es la principal exportación de Estados
Unidos, más que las armas y la aeronáutica. Estados
Unidos tiene el 85% de las pantallas de cine del mundo, pero quiere
un dominio completo”.
Pilon: “En Canadá sólo el 3% de las pantallas
de cine tiene películas canadienses. Casi todo el resto
es de Estados Unidos: 200 películas anuales. Canadá,
entre los años 20 y 40, debatía si había
futuro para nuestra cultura. No es cerrar las fronteras a Estados
Unidos, sino mantener un espacio mínimo para nuestra cultura.
Que haya sólo 3% de cine canadiense en Canadá no
es equilibrado. En TV es un 60%; en radio el 35% de la música
es canadiense. Canadá tiene libertad en el sector del cine,
de los libros... pero un tratado posterior dio a Estados Unidos
la posibilidad de ejercer represalias. El gobierno canadiense
se autocensuró en materia de políticas culturales
para evitar represalias”.
Slachevsky: “Chile, Francia y Canadá no pueden competir
con los productos masivos globales. Se necesita un equilibrio
y eso lo puede hacer la regulación del Estado. En todo
caso sirve insistir, porque lo poco que se salvó se puede
perder. La Organización Mundial de Comercio está
pidiendo a todos los países la lista de subsidios. Plantea
terminarlos poco a poco. Es gravísimo. Por eso es importante
seguir en esta defensa y proponer ideas como la Convención
sobre la Diversidad Cultural”.
¿Cómo se evalúa el TLC con la Unión
Europea?
Slachevsky: “El TLC con Europa es más o menos. En
lo cultural es más grave el TLC con Estados Unidos, porque
en Europa los países tienen políticas culturales
muy fuertes y no van a cuestionar el apoyo que da Chile a este
rubro”.
Pilon: “El presupuesto promedio de una película de
Hollywood es 90 millones de dólares, en Canadá de
cuatro o cinco millones”. (En Chile, Sub Terra llegó
a alrededor de un millón y medio. Nota de PF).
Slachevsky: “Nunca vamos a competir con Estados Unidos.
Por eso se requiere un equilibrio, que lo aporta el Estado. No
se puede entregar esa soberanía. La cuota de producción
nacional en TV es de 40%. Pero no hay voluntad de los propietarios
de los medios para aplicar ese mecanismo. En el ámbito
de la cultura es inaceptable aplicar el criterio de las ‘ventajas
comparativas’. De ese modo habrá países productores
de cultura y países que sólo serán receptores”.
¿Acaso no es así?
Slachevsky: “En parte ya es así. Pero ahora hay una
visión totalitaria que quiere eliminar las políticas
públicas. Si llegamos a ser sólo receptores de cultura
¿qué sociedad vamos a tener?, ¿qué
proyecto país?, ¿qué pluralismo en los medios?,
¿qué diversidad cultural?”.
¿Hay formas de contrarrestar la estrategia que busca exportar
el “modo de vida americano”?
Slachevsky: “A través del cine se muestra ese modo
de vida. Estados Unidos ya tiene un dominio increíble:
el 85% de las pantallas del mundo. Qué quieren ahora: desmantelar
las políticas públicas que existen en muchos países
que salvaguardan el porcentaje restante. Terminar, por ejemplo,
con los subsidios. Es imposible en Chile hacer una película
sin apoyo público”.
Pilon: “La única forma es que los gobiernos y la
sociedad civil hagan coaliciones para la diversidad cultural.
En Canadá nunca se ve una película chilena, excepto
en los festivales. ¿Por qué? Nosotros queremos dar
más películas canadienses, pero también ver
películas de Chile, de Corea, de Africa”.
Slachevsky: “Implica la búsqueda de un mayor equilibrio.
Un elemento central es la Convención por la Diversidad
Cultural, un acuerdo internacional en la Unesco que sería
vinculante”.
¿Ha perjudicado a Canadá el TLC?
Pilon: “Sí, porque no hay una verdadera excepción
cultural. Por eso esperamos mucho de la firma de una Convención
para establecer claramente que la diversidad cultural es un derecho
internacional. No hay futuro para el planeta sin libertad, no
hay futuro para los seres humanos sin diversidad cultural”
L.P.I.