|
El alimento empresarial
El
discurso económico busca la identificación de la sociedad
chilena con la prosperidad empresarial, como si lo que favoreciera a las
corporaciones beneficiara también a los ciudadanos, usuarios y
consumidores. Un discurso generado desde las agencias financieras internacionales,
replicado por el sector privado transnacional y nacional, y amplificado
por las autoridades políticas y los medios de comunicación.
Si la economía chilena crece, si las utilidades corporativas lo
hacen, los chilenos obtendrían también sus compensaciones.
Los resultados corporativos del 2003 debieran demostrar tal axioma. Durante
el año pasado las veinte principales sociedades anónimas
que transan sus acciones en la Bolsa de Santiago -las que no son necesariamente
chilenas- aumentaron sus ganancias en 90 por ciento promedio. En un conglomerado
de empresas de diversos rubros -orientadas a la exportación de
recursos naturales, financieras, servicios y comerciales- no son pocas
las que lograron aumentos en sus utilidades a tasas superiores al 100
ó 200 por ciento. Del selecto grupo, cuatro se hallan en descollante
posición.
Por ganancias, el grupo de empresas Copec -ligado básicamente a
los recursos naturales- es el que lidera el ranking nacional de las sociedades
anónimas, con un volumen de US$ 554 millones, un 19 por ciento
más que el año anterior. Le sigue una transnacional, Minera
Escondida, con una utilidad de US$ 523 millones y un aumento respecto
al 2002 -derivado del alza en el precio del cobre- del 268 por ciento.
La empresa de servicios que ocupa el lugar más alto en este ranking
es el Banco Santander, con una utilidad, el 2003, de US$ 344 millones,
cifra un 30 por ciento más alta que la obtenida el 2002. Tras el
grupo español está el Banco de Chile, con US$ 217 millones
y un aumento del 145 por ciento. No mucho más abajo aparece otra
empresa ligada a los recursos naturales, Inversiones CMPC, con una ganancia
de US$ 207 millones y un aumento comparativo -debido a la mejoría
de los precios de la celulosa- del 85 por ciento.
Falabella, una empresa básicamente ligada al rubro comercial, aun
cuando también al financiero, ocupa un lugar destacado entre los
conglomerados industriales y financieros. La multitienda obtuvo ganancias
por US$ 165 millones, cifra que es un 40 por ciento más alta que
la lograda el 2002.
Con una utilidad levemente inferior se ubicó Colbún, empresa
de generación eléctrica que logró US$ 155 millones,
volumen que prácticamente duplicó al generado el año
anterior.
ORIGEN DE LAS UTILIDADES
La explicación más inmediata para el enorme aumento en
las utilidades recae en las empresas ligadas con la extracción
y exportación de recursos naturales. La mejoría relativa
de las principales economías mundiales ha estimulado no sólo
los volúmenes exportados, sino también ha mejorado los niveles
de precios. Así, si el 2002 el volumen exportado por empresas chilenas
registró US$ 18.170 millones, el 2003 éste se expandió
a US$ 21.046, cifra que representa un aumento del 16 por ciento. No obstante,
no hay una relación entre el aumento de los precios de los bienes
de exportación y el aumento de las ganancias. Recordamos a Minera
Escondida, que amplificó sus utilidades en un 268 por ciento.
El ritmo de las importaciones es una variable que puede ser efecto del
vigor de la demanda interna, la que estaría reflejada, entre otros
aspectos, en el comercio y en la banca, ambos sectores representados por
las empresas con mayores ganancias. Si durante el 2002 las importaciones
totales sumaron US$ 15.900 millones, éstas llegaron a US$ 18.000
el año pasado, lo que indica un aumento del trece por ciento.
A febrero pasado la banca, bien representada en el ranking del 2003, muestra
un crecimiento vigoroso, tanto en sus utilidades como en sus negocios.
Las utilidades del sistema financiero llegaron durante el mes a US$ 105
millones, cifra un 42 por ciento más alta que la obtenida en febrero
del 2003 y apoyada en la expansión de los negocios: a febrero,
las colocaciones crecieron -en comparación con febrero del 2003-
un 3,3 por ciento, no obstante las de consumo aumentaron un 17 por ciento,
las hipotecarias un once por ciento y las comerciales un dos por ciento.
Al observar estas cifras, se podría establecer una relación
causal entre la mayor actividad económica y las utilidades empresariales.
Tal efecto -el Imacec de febrero marcó un aumento del 4,2 por ciento-
se replica y amplifica en las compañías. Una relación
causal que expresa la fuerte distorsión en la distribución
del ingreso: las empresas logran expansión en un escenario de muy
relativo menor desempleo y de nulos mejoramientos salariales.
Si bien las estadísticas del Instituto Nacional de Estadísticas
(INE) muestran una mejoría en los índices de desocupación
(7,4 por ciento a febrero), es también un hecho que la calidad
de los empleos ha registrado un deterioro, producto de las nuevas estrategias
de reducción de costos de las empresas, tales como la subcontratación.
Si este fenómeno es un hecho, también lo es la disminución,
en términos reales, de las plazas laborales en sectores que hacen
uso intensivo de tecnología y que han estado expuestos a procesos
de fusiones y adquisiciones, como la banca, empresas de telecomunicaciones
y servicios varios. Un informe de la Superintendencia de Bancos e Instituciones
Financieras concluye que el sistema financiero perdió 10.045 empleados
durante los últimos seis años. Los 47.195 trabajadores que
tenía la banca en 1997 pasaron a 37.150 hacia finales del año
pasado, lo que representa una merma de poco más del 21 por ciento.
El gobierno ha silenciado el descollante desempeño de la gran empresa.
Sólo ha comentado con irritación -a través del mismo
presidente Lagos- el aumento del 71 por ciento de las ganancias obtenidas
por las isapres, declaraciones que surgen, sin embargo, en un contexto
de defensa del Plan Auge y no se hacen extensivas al resto de los sectores
de la economía. Si ello sucede con la salud privada, y es motivo
de malestar gubernamental, ¿por qué no desplegar esta molestia
a la banca o a los servicios públicos? Una incomodidad que debiera
ser más expresiva con estos sectores, los cuales no tienen, como
la salud, una competencia pública. Los chilenos somos, podría
afirmarse, más rehenes del sistema financiero que de las isapres.
PARAISO EMPRESARIAL
Chile es el paraíso para el desarrollo y amplificación
de los deseos empresariales. Chile piensa de manera corporativa. La muestra
más palmaria fue la decisión gubernamental, inconsulta y
unilateral, de traspasar los mayores costos que tendrán las empresas
de generación eléctrica por el racionamiento del gas argentino.
Los consumidores hemos solventado los inconvenientes generados por el
gas argentino -de propiedad privada y transnacional- en las empresas chilenas
-también privadas y transnacionales-.
No hay nada que justifique este traspaso al consumidor de los mayores
costos de la energía. Se trata de una simple y arbitraria decisión,
la que está -estimamos- destinada a adular otra vez a los capitales
extranjeros, especuladores bursátiles y publicitar la institucionalidad
económica chilena como el paraíso para inversores y agentes
financieros. Determinaciones de este tipo aseguran una alta rentabilidad
a la inversión extranjera a costa de los consumidores.
El establishment empresarial puede sentirse a gusto tras el regreso del
crecimiento económico. Puede recoger los frutos de la Agenda Pro
Crecimiento, realizada en conjunto con el gobierno, que allanó
durante los primeros años de la década el camino a las ganancias
corporativas.
Aunque no lo diga, e incluso lo niegue, el gobierno apuesta a la política
del chorreo económico. Si las empresas logran tales ganancias,
algo caerá a la masa trabajadora y consumidora. Sin embargo, este
axioma derivado del mercado no es tal con las empresas exportadoras, cuyas
operaciones tienen muy poco impacto en el resto de la economía,
y tampoco puede aplicarse a las empresas orientadas a la demanda interna:
la flexibilización laboral de facto surge como un enorme cortafuego
que limita los costos laborales y acota las utilidades a los bolsillos
de los accionistas.
CAUTIVOS DE LA
TARJETA DE CREDITO
El caso de Falabella -hoy una de las primeras diez sociedades anónimas
del país- que tiene el 52 por ciento de las ventas sectoriales
y que también lidera el mercado de las tarjetas de crédito
de multitiendas, representa un fenómeno nuevo. Este conglomerado
comercial, que ha extendido su radio de acción hacia los malls,
la venta de medicamentos, insumos para el hogar, la construcción
y la banca, ha logrado absorber la capacidad de consumo de los sectores
medios mediante la venta a crédito. Es éste su principal
negocio, el que, pese a las intenciones gubernamentales, no está
regulado. A diferencia de la banca propiamente tal, las tarjetas de crédito
de las multitiendas y los supermercados no tienen techo respecto a las
tasas de interés. Una situación que ha sido frecuentemente
comprobada por los estudios que realiza el Servicio Nacional del Consumidor.
Se trata de un nuevo y rentable negocio libre de regulaciones, el que
está orientado hacia los sectores medio y medio bajos, entre los
cuales se hallan muchos consumidores que no tienen acceso al sistema financiero
regulado. Si ya se ha observado dinamismo en las otras multitiendas, que
han estimulado el uso de sus tarjetas a través de convenios con
otras compañías de consumo masivo -por ejemplo, farmacias
y venta de combustible- lo que se verá en el breve plazo serán
movimientos aún mayores. D&S, la empresa dueña de Líder,
que posee más del 30 por ciento del mercado, tiene 650 mil clientes
cautivos mediante su tarjeta de crédito Presto. La reciente contratación
de especialistas del sector financiero busca aumentar hacia finales de
año su número de clientes a un millón.
La inflación de las utilidades empresariales puede interpretarse
básicamente de dos maneras. Las compañías orientadas
al mercado exterior gozan del despertar de la economía mundial
y de la mejoría de los precios de los bienes exportados. Las corporaciones
orientadas a suplir la demanda interna, en tanto, se alimentan del fuerte
repunte crediticio. Y ambos casos, por cierto, amparados por una fuerte
reducción de costos laborales
PAUL WALDER
Volver | Imprimir
| Enviar
por email |