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Edición 542
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El “golpe blanco” de la UDI
Las audaces tácticas de la UDI para llegar al gobierno
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El “golpe blanco” de la UDI

Las audaces tácticas de la UDI para llegar al gobierno, comienzan a preocupar a sectores políticos democráticos. Estos consideran que el partido de Longueira no tendría escrúpulos, si lo estima conveniente a sus intereses, en generar una crisis institucional. Estiman que ese partido ha conseguido cercar al gobierno. Hoy lo tiene a su merced y podría provocar un “golpe blanco”, o sea la renuncia del presidente de la República. La UDI asegura que no se propone generar esa crisis. Dice estar dispuesta a colaborar para que Lagos no caiga en el vacío. Pero detrás de sus palabras “generosas y patrióticas”, se esconde una fría determinación de provocar el término anticipado del período presidencial.

 

 

Los operadores del gobierno, bajo la conducción del ministro del Interior, no han conseguido revertir el avance de la UDI que ya se encuentra en posiciones de virtual cogobierno. El diseño de la política que orienta Insulza condujo, en la práctica, a entregar más y más cuotas de poder a ese partido. Al principio se trató de “comprar” favores y benevolencia. Pero la UDI pasó a controlar este negocio político y hoy fija sus propias condiciones.
A estas alturas ya no se sabe si fue resultado de garrafales errores, o si ha sido la política deliberada de un pacto de alternancia entre la Concertación y la derecha. Ese pacto, en todo caso, se ha ido configurando y hoy tiene su propia dinámica. Consiste en reconocer que éste será el último gobierno de la Concertación y que el 2005 le toca a la derecha. En un esquema de alternancia convenida, la paulatina entrada en escena de la UDI resulta natural y el terreno cedido por la Concertación, el precio de una derrota anunciada. Sin embargo, las verdaderas intenciones de la UDI están provocando temor.
La Moneda, al parecer, confiaba equilibrar la arrogancia del partido de Pablo Longueira mediante una delicada filigrana de acuerdos con Renovación Nacional. La llegada a la presidencia de RN del poderoso empresario Sebastián Piñera, exponente de una corriente liberal de la que el PPD y sectores del PS se sienten cercanos, generó expectativas. A través de las relaciones y entendimientos con Piñera y su grupo, minoritarios pero influyentes en RN debido a su poderío económico, se pensaba contrarrestar al neofascismo de la UDI y, sobre todo, a la corriente del propio Longueira. Después de meses de mariposeo político -incluidas reuniones, almuerzos y cenas, vacaciones compartidas, encuentros “casuales” en viajes al exterior, negocios conjuntos, etc.-, el equipo de gobierno cayó en cuenta que la derecha-derecha, aquella con verdadero poder político, financiero y militar, no está en Renovación Nacional sino en la UDI. El partido de Longueira hizo sentir el peso de su mano peluda. Apretó clavijas en el Parlamento y en ámbitos financieros nacionales y extranjeros. El torniquete casi hizo perder el resuello al gobierno. Entonces Insulza y su equipo dieron un golpe de timón y enfilaron hacia la UDI en busca de oxígeno, dejando a RN de lado.
Pero fue la UDI la que tomó la iniciativa de consumar las relaciones incestuosas que han metido en un solo saco a “socialistas”, pepedés y fascistas de moderno cuño. A partir de ese momento -cuando los negociadores del gobierno admitieron que La Moneda necesitaba ayuda de la derecha para gobernar-, Longueira y su partido pusieron en marcha una estrategia de envolvimiento y cerco. Sus resultados están a la vista: el gobierno es cada vez más débil y la UDI cada día más fuerte. Su arrogancia crece en paralelo con sus ambiciones. Hasta se da el lujo -haciendo más evidente su desprecio por el gobierno- de ofrecer a La Moneda ministros y funcionarios “idóneos” para sacarla del pantano de las denuncias de corrupción. El gobierno, desde luego, no puede aceptar tanta “generosidad”. Si la extrema derecha ingresara al Gabinete o accediera a otros cargos relevantes -aparte del Banco Central que ya controla-, significaría una rendición incondicional y la interdicción del presidente Lagos. En La Moneda, como es lógico, se reprocha a los operadores políticos -Insulza y sus boys- haber metido al gobierno en la trampa que tendió la UDI. Sin embargo, no es del todo justo. Es cierto que Insulza tiene la tendencia a “pasarse de listo”. Asimismo, es efectivo que la pillería, convertida en método político, ha hecho escuela en La Moneda. Lo mismo ocurre con el PPD y PS, que hoy pagan las consecuencias de su frivolidad. Pero la clave del embrollo gubernamental está en que el “liderazgo” de Lagos no es tal y que ha fallado en toda la línea. Fue el propio presidente quien dejó hacer a sus operadores políticos. Su marcada vocación magisterial, le induce a sobrevolar la política cotidiana. Su especialidad son los “grandes temas” y aunque derrocha energía y actividad recorriendo el país, su cercanía con la gente es retórica: la de un tribuno y su auditorio. Lagos habla mucho, escucha poco -o a pocos- y no da seguimiento a las tareas de sus colaboradores. Sin embargo, la política sigue siendo un entramado de acontecimientos en apariencia irrelevantes. Se construye con relaciones, contactos, recados, confidencias y favores recíprocos. En ese escenario de extrema complejidad, Lagos se desplaza con zapatos de buzo. Vive en otra galaxia. Deja a otros la ejecución de la real politik y no ha logrado captar en toda su magnitud la complicada situación en que se encuentra su gobierno.
Sin embargo, la UDI ha enviado mensajes que la retratan de cuerpo entero. Por ejemplo, al iniciar la actual ofensiva sobre el gobierno -que utiliza como ariete la corrupción-, hizo saber que al interior de ese partido hay fuerzas que quieren presentar una acusación constitucional contra el presidente de la República por su responsabilidad política en los ilícitos descubiertos en el Ministerio de Obras Públicas (ver PF 538) Acto seguido Longueira aseguró que estaba en condiciones de controlar a sus termocéfalos e impedir que se llegara a un extremo que provocaría grave daño político y moral al presidente, aunque la acusación no prosperara en el Congreso. No obstante, la amenaza dio resultados y el gobierno se apresuró a entregar nuevos espacios a la derecha, contribuyendo al protagonismo de la UDI.
El gobierno sabe que ese partido tiene enorme poder en el mundo empresarial, militar y religioso. Del mismo modo, que gravita con fuerza en los medios de comunicación. La UDI, en efecto, orienta y dirige la pauta informativa de las publicaciones del consorcio Copesa y del grupo El Mercurio. Se mueve como pez en el agua en los canales de televisión, incluyendo TVN, y tiene injerencia en varias radios FM. Sólo ahora, cuando la batalla de opinión pública parece casi perdida, el gobierno está despertando a la realidad de que diarios y revistas -que reciben abundante publicidad estatal además de la que brinda la empresa privada-, juegan un rol activo en la estrategia para socavar los cimientos políticos y morales de la Concertación. Existen indicios que la UDI, en cuyas filas hay numerosos ex oficiales de inteligencia de las FF.AA., ha contribuido a “destapar la olla” de la corrupción, haciendo sus propias investigaciones -a partir de confidencias de empresarios adherentes a ese partido- y luego ha diseñado las campañas publicitarias que hacen temblar al gobierno con una interminable sucesión de denuncias.
La táctica de “presión calculada” de la UDI para derrotar a la Concertación, sumiéndola en la atonía y desprestigio, está experimentando cambios por la audacia de su dirección. Su línea política va haciéndose más agresiva. Por una parte, el proceso de deterioro del gobierno ha tomado una velocidad y profundidad que eran imprevisibles. Esto ha enardecido la belicosidad de la UDI. Formalmente, como hace Longueira en sus expresiones públicas, se mantienen respetuosos de normas elementales de convivencia política, preocupados al parecer de no crear una crisis institucional que afectaría a toda la “clase política”. Pero en la UDI ha entrado a jugar el síndrome de “salvadores de la patria”, que pesa mucho en el imaginario colectivo de ese partido desde su fundación. Sus dirigentes tienen la visión de sí mismos como apóstoles de un nuevo Chile. Pero saben que su base social es mayoritariamente clientelar -de ahí su parentesco con el populismo fascistoide-. Esta realidad introduce un importante grado de inseguridad que apenas neutraliza su arrogancia. No están seguros que la táctica de la “pera madura” -esperar que el gobierno caiga en sus manos-, vaya a resultar. De aquí al 2005, opinan, pueden pasar muchas cosas. Si las elecciones fuesen ahora, Lavín ganaría. Pero en tres años más el gobierno podría zafar de la situación en que se encuentra. El candidato Lavín -al que algunos dirigentes de la UDI menosprecian- podría entrar en barrena. Una nueva alternativa antineoliberal podría jugar un rol definitorio en el campo electoral. La DC podría hacer alianza con RN, etc. Estas dudas han hecho recobrar fuerza a la tesis del “golpe blanco”. Extremar el aislamiento y deslegitimación del gobierno y provocar una crisis en que la renuncia del presidente de la República aparezca inevitable. Todo indica que la UDI se ha puesto a trabajar en esa dirección. El guante blanco con el gobierno oculta el puño de hierro de ex agentes de la dictadura que abundan en ese partido y el perfil fascistoide de sus dirigentes

PEDRO FERNANDEZ


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