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El “golpe blanco” de la UDI
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Las audaces tácticas de la UDI para llegar al
gobierno, comienzan a preocupar a sectores políticos
democráticos. Estos consideran que el partido de
Longueira no tendría escrúpulos, si lo estima
conveniente a sus intereses, en generar una crisis institucional.
Estiman que ese partido ha conseguido cercar al gobierno.
Hoy lo tiene a su merced y podría provocar un “golpe
blanco”, o sea la renuncia del presidente de la
República. La UDI asegura que no se propone generar
esa crisis. Dice estar dispuesta a colaborar para que
Lagos no caiga en el vacío. Pero detrás
de sus palabras “generosas y patrióticas”,
se esconde una fría determinación de provocar
el término anticipado del período presidencial.
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Los operadores del gobierno, bajo la conducción del ministro
del Interior, no han conseguido revertir el avance de la UDI que
ya se encuentra en posiciones de virtual cogobierno. El diseño
de la política que orienta Insulza condujo, en la práctica,
a entregar más y más cuotas de poder a ese partido.
Al principio se trató de “comprar” favores
y benevolencia. Pero la UDI pasó a controlar este negocio
político y hoy fija sus propias condiciones.
A estas alturas ya no se sabe si fue resultado de garrafales errores,
o si ha sido la política deliberada de un pacto de alternancia
entre la Concertación y la derecha. Ese pacto, en todo
caso, se ha ido configurando y hoy tiene su propia dinámica.
Consiste en reconocer que éste será el último
gobierno de la Concertación y que el 2005 le toca a la
derecha. En un esquema de alternancia convenida, la paulatina
entrada en escena de la UDI resulta natural y el terreno cedido
por la Concertación, el precio de una derrota anunciada.
Sin embargo, las verdaderas intenciones de la UDI están
provocando temor.
La Moneda, al parecer, confiaba equilibrar la arrogancia del partido
de Pablo Longueira mediante una delicada filigrana de acuerdos
con Renovación Nacional. La llegada a la presidencia de
RN del poderoso empresario Sebastián Piñera, exponente
de una corriente liberal de la que el PPD y sectores del PS se
sienten cercanos, generó expectativas. A través
de las relaciones y entendimientos con Piñera y su grupo,
minoritarios pero influyentes en RN debido a su poderío
económico, se pensaba contrarrestar al neofascismo de la
UDI y, sobre todo, a la corriente del propio Longueira. Después
de meses de mariposeo político -incluidas reuniones, almuerzos
y cenas, vacaciones compartidas, encuentros “casuales”
en viajes al exterior, negocios conjuntos, etc.-, el equipo de
gobierno cayó en cuenta que la derecha-derecha, aquella
con verdadero poder político, financiero y militar, no
está en Renovación Nacional sino en la UDI. El partido
de Longueira hizo sentir el peso de su mano peluda. Apretó
clavijas en el Parlamento y en ámbitos financieros nacionales
y extranjeros. El torniquete casi hizo perder el resuello al gobierno.
Entonces Insulza y su equipo dieron un golpe de timón y
enfilaron hacia la UDI en busca de oxígeno, dejando a RN
de lado.
Pero fue la UDI la que tomó la iniciativa de consumar las
relaciones incestuosas que han metido en un solo saco a “socialistas”,
pepedés y fascistas de moderno cuño. A partir de
ese momento -cuando los negociadores del gobierno admitieron que
La Moneda necesitaba ayuda de la derecha para gobernar-, Longueira
y su partido pusieron en marcha una estrategia de envolvimiento
y cerco. Sus resultados están a la vista: el gobierno es
cada vez más débil y la UDI cada día más
fuerte. Su arrogancia crece en paralelo con sus ambiciones. Hasta
se da el lujo -haciendo más evidente su desprecio por el
gobierno- de ofrecer a La Moneda ministros y funcionarios “idóneos”
para sacarla del pantano de las denuncias de corrupción.
El gobierno, desde luego, no puede aceptar tanta “generosidad”.
Si la extrema derecha ingresara al Gabinete o accediera a otros
cargos relevantes -aparte del Banco Central que ya controla-,
significaría una rendición incondicional y la interdicción
del presidente Lagos. En La Moneda, como es lógico, se
reprocha a los operadores políticos -Insulza y sus boys-
haber metido al gobierno en la trampa que tendió la UDI.
Sin embargo, no es del todo justo. Es cierto que Insulza tiene
la tendencia a “pasarse de listo”. Asimismo, es efectivo
que la pillería, convertida en método político,
ha hecho escuela en La Moneda. Lo mismo ocurre con el PPD y PS,
que hoy pagan las consecuencias de su frivolidad. Pero la clave
del embrollo gubernamental está en que el “liderazgo”
de Lagos no es tal y que ha fallado en toda la línea. Fue
el propio presidente quien dejó hacer a sus operadores
políticos. Su marcada vocación magisterial, le induce
a sobrevolar la política cotidiana. Su especialidad son
los “grandes temas” y aunque derrocha energía
y actividad recorriendo el país, su cercanía con
la gente es retórica: la de un tribuno y su auditorio.
Lagos habla mucho, escucha poco -o a pocos- y no da seguimiento
a las tareas de sus colaboradores. Sin embargo, la política
sigue siendo un entramado de acontecimientos en apariencia irrelevantes.
Se construye con relaciones, contactos, recados, confidencias
y favores recíprocos. En ese escenario de extrema complejidad,
Lagos se desplaza con zapatos de buzo. Vive en otra galaxia. Deja
a otros la ejecución de la real politik y no ha logrado
captar en toda su magnitud la complicada situación en que
se encuentra su gobierno.
Sin embargo, la UDI ha enviado mensajes que la retratan de cuerpo
entero. Por ejemplo, al iniciar la actual ofensiva sobre el gobierno
-que utiliza como ariete la corrupción-, hizo saber que
al interior de ese partido hay fuerzas que quieren presentar una
acusación constitucional contra el presidente de la República
por su responsabilidad política en los ilícitos
descubiertos en el Ministerio de Obras Públicas (ver PF
538) Acto seguido Longueira aseguró que estaba en condiciones
de controlar a sus termocéfalos e impedir que se llegara
a un extremo que provocaría grave daño político
y moral al presidente, aunque la acusación no prosperara
en el Congreso. No obstante, la amenaza dio resultados y el gobierno
se apresuró a entregar nuevos espacios a la derecha, contribuyendo
al protagonismo de la UDI.
El gobierno sabe que ese partido tiene enorme poder en el mundo
empresarial, militar y religioso. Del mismo modo, que gravita
con fuerza en los medios de comunicación. La UDI, en efecto,
orienta y dirige la pauta informativa de las publicaciones del
consorcio Copesa y del grupo El Mercurio. Se mueve como pez en
el agua en los canales de televisión, incluyendo TVN, y
tiene injerencia en varias radios FM. Sólo ahora, cuando
la batalla de opinión pública parece casi perdida,
el gobierno está despertando a la realidad de que diarios
y revistas -que reciben abundante publicidad estatal además
de la que brinda la empresa privada-, juegan un rol activo en
la estrategia para socavar los cimientos políticos y morales
de la Concertación. Existen indicios que la UDI, en cuyas
filas hay numerosos ex oficiales de inteligencia de las FF.AA.,
ha contribuido a “destapar la olla” de la corrupción,
haciendo sus propias investigaciones -a partir de confidencias
de empresarios adherentes a ese partido- y luego ha diseñado
las campañas publicitarias que hacen temblar al gobierno
con una interminable sucesión de denuncias.
La táctica de “presión calculada” de
la UDI para derrotar a la Concertación, sumiéndola
en la atonía y desprestigio, está experimentando
cambios por la audacia de su dirección. Su línea
política va haciéndose más agresiva. Por
una parte, el proceso de deterioro del gobierno ha tomado una
velocidad y profundidad que eran imprevisibles. Esto ha enardecido
la belicosidad de la UDI. Formalmente, como hace Longueira en
sus expresiones públicas, se mantienen respetuosos de normas
elementales de convivencia política, preocupados al parecer
de no crear una crisis institucional que afectaría a toda
la “clase política”. Pero en la UDI ha entrado
a jugar el síndrome de “salvadores de la patria”,
que pesa mucho en el imaginario colectivo de ese partido desde
su fundación. Sus dirigentes tienen la visión de
sí mismos como apóstoles de un nuevo Chile. Pero
saben que su base social es mayoritariamente clientelar -de ahí
su parentesco con el populismo fascistoide-. Esta realidad introduce
un importante grado de inseguridad que apenas neutraliza su arrogancia.
No están seguros que la táctica de la “pera
madura” -esperar que el gobierno caiga en sus manos-, vaya
a resultar. De aquí al 2005, opinan, pueden pasar muchas
cosas. Si las elecciones fuesen ahora, Lavín ganaría.
Pero en tres años más el gobierno podría
zafar de la situación en que se encuentra. El candidato
Lavín -al que algunos dirigentes de la UDI menosprecian-
podría entrar en barrena. Una nueva alternativa antineoliberal
podría jugar un rol definitorio en el campo electoral.
La DC podría hacer alianza con RN, etc. Estas dudas han
hecho recobrar fuerza a la tesis del “golpe blanco”.
Extremar el aislamiento y deslegitimación del gobierno
y provocar una crisis en que la renuncia del presidente de la
República aparezca inevitable. Todo indica que la UDI se
ha puesto a trabajar en esa dirección. El guante blanco
con el gobierno oculta el puño de hierro de ex agentes
de la dictadura que abundan en ese partido y el perfil fascistoide
de sus dirigentes
PEDRO FERNANDEZ
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