En marcha la campaña solidaria
PF se llena de colores
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Comienza a materializarse lo prometido como aporte a
la campaña solidaria con Punto Final. Destacados
artistas han donado obras que, con seguridad, los lectores
de PF sabrán apreciar.
Tenemos 18 serigrafías, firmadas y numeradas, que
están llenando de colores esta cruzada por mantener
nuestro espacio en el periodismo libre e independiente
de los grandes poderes, que asegura el compromiso con
las luchas por “otro mundo posible”.
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Mostramos de José Balmes Zapato y barro, una serigrafía
de 60 por 65 cm, sencilla y fuerte. El artista nos remite a una
ausencia, a un hombre que sólo dejó sus huellas
de barro y sangre y unos zapatos ajados. Forma parte de una serie
de obras políticas en que el artista refleja el desgarro,
la persecución y la muerte bajo la dictadura; una forma
de recordarnos lo que no debemos olvidar.
La pintora Gracia Barrios nos regaló otra serigrafía,
de igual tamaño y fuerza, que integra una serie titulada
Hombre cerro, como homenaje al pintor francés Gustave Courbet.
Su hija, Concepción Balmes, nos donó una serigrafía
sin título de su Serie Azul, (1 m x 54 cm).
A través de Gracia Barrios hemos recibido también
una obra de colección, de Ediciones Grillo, que tiene el
título P y P; en ella se recogen obras de quince pintores
de renombre inspirados en poemas para crear serigrafías
con sus particulares estilos. Así, Germán Arestizábal
tradujo en imagen el poema A un niño en un árbol,
de Jorge Teiller. Otro tanto hicieron la pintora Roser Bru con
un poema de Enrique Lihn (Porque escribí) y Sammy Benmayor
con Claudio Bertoni y su poema Instrucciones para ingresar a un
monasterio. Automóvil es obra del poeta Gonzalo Millán,
que inspiró a Andrés Gana. Concepción Balmes
trabajó sobre El árbol de la vida de Manuel Silva
Acevedo, y Gracia Barrios con los versos de Juvencio Valle Mañana
me voy al sur. La edición de este singular libro se completa
con el poema A las mujeres selknam de Marcela Muñoz Molina,
graficado por Pamela Bozinovic; Unico arte, de Germán Carrasco,
que llevó a la plástica Jorge González Lohse.
El pintor Hugo Marín hizo dúo con la poeta Delia
Domínguez (Cuestión de vida o muerte); Mario Murúa
con Guillermo Valenzuela (Tajo); Guillermo Núñez
con Gonzalo Rojas (Cuerdas inmóviles, dedicado a Carlos
Droguett); Eugenio Téllez con Bruno Vidal (Esas instantáneas
para ti, mi amor); Vicente Rioseco con Soledad Fariña (Donde
el amarillo); Vivian Scheinhing con Waldo Rojas (El retorno) y
Manuel Torres con el poeta y escritor Armando Uribe (Qué
se hicieron).
Si bien pintores y poetas se emparentaron en esta obra, ninguno
perdió su autonomía y cada serigrafía es
una obra independiente. Todas las obras gráficas están
firmadas por sus autores y debidamente seriadas.
En la próxima edición de Punto Final estaremos con
los pintores Manuel Gómez-Hassan y Lenka Chelén,
quienes con su arte le pondrán más colores a esta
campaña
Donan una obra de Venturelli
A más de 14 años de su muerte, José Venturelli,
importante figura de la plástica nacional, llega a sumarse
a los esfuerzos por impedir que la falta de recursos termine por
asfixiar a Punto Final. Eso, gracias al gesto generoso de su hija,
la doctora Paz Venturelli, quien donará una xilografía
del artista.
Como muralista, pintor y grabador, Venturelli mantuvo siempre
la misma temática: las condiciones de vida de los pobres,
las diferencias sociales y la situación de los oprimidos.
Como una manera de expresar visualmente su compromiso político,
fuertemente influido por la estética del muralismo mexicano
que conocía de cerca gracias a su amistad con David Alfaro
Siqueiros, desde sus comienzos se dedicó a crear un estilo
cercano y accesible. Así, rescató los rasgos más
típicos de los pueblos que habitan Latinoamérica,
trabajó la monumentalidad en las formas y se concentró
en el uso de los colores propios de nuestras culturas originarias:
ocres, rojos y azules que remiten a la tierra. Su obra se mantuvo
siempre en un ámbito figurativo. También creó
escenografías y vestuario para el Teatro Experimental y
el Ballet Nacional Chileno, ambos de la Universidad de Chile.
José Venturelli nació en Santiago el 25 de marzo
de 1924. Estudió en el Instituto Nacional al mismo tiempo
que asistía, desde los 14 años, a los cursos vespertinos
de la Escuela de Bellas Artes. Egresó de la secundaria
y se matriculó en la Universidad de Chile como alumno regular
del curso de pintura mural que Laureano Guevara impartía
en la Escuela de Bellas Artes. Comenzó a participar en
la Federación de Estudiantes, ámbito que le permitió
canalizar sus convicciones antifascistas heredadas de su padre,
un exiliado italiano. En 1943 fue becado a Brasil, donde permaneció
dos años conociendo a sus artistas más destacados.
A partir de 1952 viajó por Latinoamérica, Europa
y China. En todos esos lugares conoció y compartió
distintas técnicas plásticas, incluida la acuarela
que perfeccionó en Oriente. Durante los años 60
colaboró en el Consejo Cultural de Cuba, donde organizó
un taller de gráfica experimental y asumió el proyecto
de un mural para el Ministerio de Industrias. Allí se hizo
amigo del Che.
Desde 1974 vivió el exilio en Ginebra (Suiza). Durante
su permanencia en esa ciudad hizo un vitral para la Iglesia de
La Madeleine. Recién en 1986 pudo volver a Chile y permaneció
un corto tiempo en nuestro país. Murió en China,
en 1988, mientras hacía los arreglos para instalarse definitivamente
en Chile. Su trabajo artístico mereció muchos premios
y distinciones. Entre otros, la Medalla de Oro en la Exposición
de Gráfica Internacional, en Leipzig (1959). En Suiza se
fundó una asociación que lleva su nombre y en 1989
se creó en Santiago la Fundación José Venturelli.
Realizó numerosas exposiciones individuales en todo el
mundo. Una de ellas, en 1973, en el Palacio de las Minorías
Nacionales, de Pekín. Fue el primer artista no chino que
realizó una muestra en ese lugar, luego de la revolución
cultural
Un buen regalo
Un aporte muy especial hizo a PF el periodista Alejandro Cabrera:
una partida de ejemplares de un libro suyo que evoca los primeros
16 años de la Escuela de Periodismo de la Universidad de
Chile, fundada en 1953.
¿Pero qué tiene de especial? Dos cosas: recoge el
testimonio de 132 profesionales de la prensa de diferentes épocas,
edades, tendencias y experiencias, lo que no es poca cosa, ya
que significó un gran trabajo de entrevistas y recopilación
gráfica. Pero quizás lo más distintivo está
en que, como los entrevistados son periodistas, en sus recuerdos
se alude a la historia política, económica y social
del país que a cada cual le tocó vivir (y escribir).
En este sentido, se trata de una producción que puede interesar
a todo lector.
Vendedores del Sol es el título de este volumen de 320
páginas. Y aunque fue escrito por “150 cómplices
confesos”, como se dice al comienzo del libro -después
se insistirá en que es una obra colectiva, lo que es cierto-,
la iniciativa y la responsabilidad de la edición recae
por entero en Alejandro Cabrera Ferrada, destacado periodista
que ha sido profesor del plantel universitario, director de la
agencia Inter Press en Colombia y, hasta hace poco, director de
la Escuela de Periodismo de la Universidad Academia de Humanismo
Cristiano y presidente del Círculo de Periodistas. Desde
la portada el libro llama la atención, ya que está
ilustrada con el óleo Paisaje desértico con Sol,
del gran Camilo Mori (1896-1973)
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