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Edición 548
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A 32 años de la nacionalización del cobre
El legado de Allende
ECUADOR
CRONICA NACIONAL
Los asesinos ya tienen nombres

13 de agosto

La caldera de la
protesta social
Valparaíso
Luis Corvalán
“Las FF.AA. y los
comunistas deben conocerse”
Chile de Mario Toral
Los “otros” héroes
de la historia nacional
El gran circo chileno
¿Puede un país convertirse en espectáculo circense?

En marcha la campaña solidaria

PF se llena de colores

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CRONICA NACIONAL

Los asesinos ya tienen nombres

Fue a Francisco Javier Cuadra a quien se le escuchó anunciar por radio, el domingo 16 de diciembre de 1984, la muerte de Fernando Vergara Vargas, (“Jesús”), militante del MIR y encargado de Radio Liberación. De ese modo, al reproducir un mentiroso parte de la CNI, el ex ministro secretario general de gobierno se hacía cómplice de un crimen brutal, cometido la noche anterior. En ese falso enfrentamiento, en realidad una emboscada en calle Santa Elvira de Santiago, Fernando Vergara fue acribillado por catorce impactos de bala mientras caminaba solo e indefenso.
No era primera vez que un ministro civil daba como información verdadera las mentiras de la CNI. Esas prácticas también las tuvo Sergio Fernández, actual senador de la UDI, quien fuera ministro del Interior. Estos funcionarios no se manchaban las manos con sangre. Pero son tan responsables de los crímenes y desapariciones como quienes dispararon y torturaron amparados por el gobierno, los tribunales y las FF.AA.

 

LA Ñatita Rebelde, personaje creado por Fernando Vergara para “El Rebelde”, periódico clandestino del MIR.

En el caso de la muerte de Fernando Vergara es clara la complicidad del ex ministro Cuadra y ya es hora que la jueza del Noveno Juzgado del Crimen de Santiago, Raquel Lermanda, lo someta a juicio, tal como ha hecho con los asesinos: tres funcionarios en retiro del ejército (el coronel Aquiles González Cortez, el capitán Luis Arturo Sanhueza Ross y el suboficial Jorge Ramírez), y dos suboficiales en servicio activo: Luis Gálvez Navarro y Francisco Orellana Seguel, miembros de la Dirección Nacional de Inteligencia del Ejército (Dine).
Desde su regreso clandestino a Chile, en 1982, y hasta su muerte, a fines de 1984, “Jesús” cumplía sus tareas en la resistencia. En ese lapso organizó y echó a andar Radio Liberación, una emisora móvil que transmitía microprogramas en forma clandestina por el 107.5 del dial FM. Como tenía muchas habilidades artísticas, dedicó tiempo también a la cerámica, al dibujo y la pintura. De su creatividad salieron imágenes como La Ñatita Rebelde, el personaje adolescente de una historieta que aparecía en la contratapa del periódico El Rebelde, órgano clandestino del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). La Ñatita alentaba a los jóvenes a armar barricadas y desarrollar formas de autodefensa.
Como diseñador gráfico y publicista Fernando Vergara, de 36 años, había trabajado en las agencias Walter Thompson y Veritas Publicidad, en la Universidad Nacional Autónoma de México y la Editorial Siglo XXI. Exiliado en México, “Jesús” regresó a Chile manteniendo constante relación con su hija de 7 años, quien permaneció en el exterior, a través de entretenidas cartas que dibujaba con lápices de colores. Hoy, como en el caso de muchos otros chilenos, se lucha por la mínima justicia: castigo ejemplar para sus asesinos


Agustín Edwards, inocente paloma

Al cierre de esta edición el Tribunal Regional de Etica del Colegio de Periodistas -que preside Oriana Zorrilla Novajas- notificó al director de Punto Final, Manuel Cabieses Donoso, que resolvió rechazar su denuncia contra Agustín Edwards Eastman, dueño de la empresa El Mercurio.
Cabieses había solicitado la expulsión de Edwards del Colegio de Periodistas, acusándolo de violar el Código de Etica de la institución. La petición de sumario contra Edwards fue presentada el 9 de enero del año 2001 y señala que ese periodista y empresario tomó parte activa en la conspiración golpista de 1973, gestionando personalmente la intervención del gobierno norteamericano. (Ver PF 544).
Después de dos años y medio, la resolución del Tribunal Regional de Etica señala en su fallo -que publicaremos en el próximo número de PF- que no puede juzgar “las opciones ideológicas y políticas del propietario de un medio de comunicación para oponerse o defender un régimen político”, ya que éstas “entran en el campo de la libertad de conciencia”. Además de Oriana Zorrilla, integran el Tribunal Margarita Pastene Valladares (secretaria), Víctor Abudaye Soto, Alfredo Taborga Molina y Humberto Zumarán Araya.
El director de PF apelará de este fallo a la instancia superior: el Tribunal Nacional de Etica del Colegio de Periodistas de Chile

El torturador en su lugar


Aludida por el torturador Miguel Krassnoff en la entrevista a El Mercurio, el 6 de julio, Carmen Castillo Echeverría, que sobrevivió al operativo en que cayó su pareja, Miguel Enríquez, secretario general del MIR, se dirige a quienes lucharon y al pueblo de Chile:
Hoy me encontraba escribiendo sobre el acto que vivimos el 27 de abril en Villa Grimaldi. Las palabras de Gladys Díaz, los poemas de Gonzalo Rojas, la voz de Pilar y José Saramago recordando que los muertos no están muertos, que el pasado no pasa, que allí estamos juntos buscando siempre cómo convertir la memoria en algo vivo, presente, cómo libremente decidir que hemos vencido y venceremos cada día a la lógica del torturador.
Son las tres de la tarde en París. Mi madre me llama desde Santiago. Por teléfono me lee las declaraciones de Krassnoff Martchenko. La arrogancia y la imbecilidad obtusa del torturador siguen en ese individuo, treinta años después, intactas. Pobre hombre, marioneta de la máquina de matar que fue la dictadura de Pinochet.
Uno de los jefes de la Dina, responsable de tortura, muerte y desaparición, jefe de Halcón 1 y Halcón 2, persiste en declararse un “no-torturador”. A partir de allí, de esa “declaración”, el resto de sus palabras son lo que son: nada frente a la nada, no se siente ni emoción ni rabia.
La agenda personal del torturador, su objetivo de resurgir limpio de sangre y excrementos, obedece a un sistema totalitario, encerrado en sí mismo. El otro, en este caso yo, no existo en ese juego. No respondo, entonces, ni a sus declaraciones, ni a El Mercurio, ni a aquellos que siempre han hecho suya la versión de la dictadura.
Me dirijo, con humildad, a los sobrevivientes, a mis compañeros, al pueblo de Chile. Nuestra vivencia de lucha y resistencia se encuentra cada día viva en mí, aunque les escriba desde lejos.
He escrito tres libros, dos pueden leerse en Chile: Un día de octubre en Santiago y Santiago/París, el vuelo de la memoria, co-escrito con Mónica Echeverría, mi madre. Con sinceridad y rigor he intentado en ambos trasmitir la versión de los vencidos. En esos textos, el señor Krassnoff aparece como lo que es: un torturador, un tornillo más de la máquina de matar. Todos los torturadores se confunden finalmente bajo los rasgos idénticos de una misma marioneta en uniforme, con botas y ametralladora. El señor Krassnoff Martchenko no presenta en sí mismo ningún interés, es simplemente -repito- un torturador más. Testimonios entregados constituyen pruebas irrefutables que pueden ser consultadas por quien lo desee.
En cambio hay algo que no se conoce y de lo cual no hemos hablado suficientemente. Si alguien salvó mi vida, no fue ninguno de los peones del aparato represivo. Fueron seres humanos que sí me maravillan, que realizaron un gesto gratuito, porque sí, para salvarle la vida a alguien que no conocían; fueron la suma de lo que se llama “una buena acción”, lo que logró extraerme de la prisión, de la tortura: la vecina Gladys frente a nuestra casa en calle Santa Fe, que viéndome tirada en la vereda y desangrándome llama al hospital Barros Luco; el joven médico de guardia que se encontraba en la ambulancia, que se enfrenta a la Dina y me traslada a Urgencias del hospital; la vieja enfermera de ese mismo servicio que me pregunta “¿qué puedo hacer por usted?” y que le avisa a mi tío Jaime Castillo que estoy herida, pero viva; el médico que me opera en el Hospital Militar, que por casualidad se encontraba allí, y que decidirá unas semanas después que sí puedo viajar, el enfermero del mismo hospital que me susurraba algunas noticias de mi familia... y sí, todo el movimiento de solidaridad en Chile y en el extranjero que exigía mi liberación, horrorizado por el asesinato de Miguel Enríquez, del cual responsabilizo a Pinochet, Contreras y, por supuesto, a Krassnoff Martchenko.
En aquel cuarto del Hospital Militar, pequeño, custodiada por tres hombres armados, penetraban los oficiales, venían a interrogar. Una prisionera no se encuentra nunca en una situación de “conversación” con su torturador, aunque en el juego de roles la marioneta se ponga la máscara del “bueno” de la historia. Al respecto no hay ambigüedad en mis textos.
En agosto de 1993 se filmó en Santiago el documental La Flaca Alejandra. Durante esas dos semanas intentamos obtener una entrevista de Krassnoff Martchenko, confrontarlo a la memoria de sus víctimas y frente a mi cámara. No respondió, pero ese silencio emite ruido y significancia. Ese filme que intenta desmontar el espacio del miedo, del dolor y del horror, ha sido una de mis respuestas a la política de la amnesia y el olvido del poder en Chile. ¿Por qué ese documental aún no es transmitido en nuestro país? Una aproximación a ese trabajo audiovisual puede consultarse, mientras tanto, en el capítulo 11, “La Memoria no se rinde”, de Santiago/Paris, el vuelo de la memoria.
En la trinchera de la lucha somos muchos, no se nos escucha pero existimos. Resistimos y creamos a partir de nuestra memoria, sin nostalgia y con un inmenso deseo de vivir. Vale la pena continuar, a pesar de todo


CARMEN CASTILLO
París

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