El gran circo chileno
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¿Puede un país convertirse en espectáculo
circense? Ha habido algunos casos en el mundo, más
bien por responsabilidades personales que, en determinado
momento, afectaron al entorno por un tiempo: una vez,
en las Antillas, un general-presidente construyó
un castillo erizado de cañones apuntando hacia
el cielo, para contestarle a Dios en los días de
tormenta eléctrica. En Perú, hubo un clérigo
a fines del siglo XIX que acudió a un amigo coronel
para proponerle que hiciera una revolución. ¿Para
qué? preguntó el militar. Para ver si fusilamos
al arzobispo, dijo el cura. En fin: más situaciones
de circo que de un Estado circense.
Quizá sea Chile el primero, hasta ahora, que haya
logrado esta otra hazaña.
Desde hace semanas, los principales canales de televisión
y las portadas de todos los diarios masivos están
centrados en el gran problema nacional de discutir si
una bataclana, cuyo marido está en prisión
por fraude al fisco en Japón, ha sido puta sólo
ella o se ha dedicado, también, a prostituir bailarinas
de categoría dudosa. Es el tema nacional. De esto
se habla, se comenta, se analiza, se pontifica. Todo lo
demás ha pasado a segundo plano.
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Coincidentemente hay una locura desatada en torno a ganar sintonía
en los canales televisivos. Y quien logra mayor rating es el canal
de la Universidad Católica, mediante la entrega de basura
de todo tipo: la noble desnudez del cuerpo humano queda al nivel
de mercancía, los valores éticos son superados por
la mera búsqueda de ganancia económica, la propuesta
de entretención, formación e información
cede terreno a la bagatela frívola. Y se trata de toda
una universidad. Por añadidura católica, cuyo Gran
Canciller es el cardenal-arzobispo que dice tener las manos atadas.
En otra esquina del escenario aparecen, también en estos
días, los hasta ayer generales de la República dando
un tristísimo espectáculo: los mismos que negaron
los asesinatos cometidos y jamás reconocieron la detención
y desaparición de personas, buscan ahora una salida. Al
ver que la justicia ha declarado los casos como “secuestro
permanente”, impidiendo con ello certificar los crímenes,
acuden a un silogismo brutal: “hay muertos, fueron enterrados
clandestinamente, después removidos, dinamitados, pulverizados,
lanzados al mar. Lo sentimos harto. Señores jueces ésa
es la verdad; ahora, apliquen la ley de amnistía inventada
por el gobierno militar, y aquí no ha pasado nada”.
¡Una ley de amnistía! Y el país, que está
distraído en mirar los mentirosos reality show de la pantalla,
ni se da por enterado de este verdadero, trágico, inmoral
y espeluznante show de nuestra realidad.
Es el Gran Circo Chileno. En la pista hay también saltimbanquis,
prestidigitadores, payasos, animales tan domesticados que los
han declarado fuera de servicio. En el Senado, el gobierno presenta
proyectos que no son aprobados por los votos en contra de sus
propios partidarios; muchos políticos que aplaudieron cuando
el presidente Allende nacionalizó el cobre, hoy se ponen
tartamudos cuando se les pregunta si existe siquiera un tímido
impuesto a las empresas extranjeras que se llevan los minerales
y nos dejan los agujeros; en la principal avenida de la ciudad
capital, unos empresarios de corazón cristiano han levantado
un modelo de habitación para las familias marginales: unos
veinte metros cuadrados de madera delgada y techo de fonolita
llamada “mediaguas”. Un espacio mayor, mucho mayor,
tienen las perreras de las casas de los que promueven esta solución
para el drama habitacional de las familias sin recursos. Y por
toda la pista circense, se pasean a costa del erario nacional,
unos mastines guardaespaldas cuidando a un viejo zorro declarado
inservible.
Frente a todo esto, el público está “en otra”.
No se escuchan silbatinas ni aplausos. Es el momento propicio
para que a todos los ciudadanos que comemos pan y asistimos al
espectáculo, nos pasen gato por liebre
AGUSTIN CABRE RUFATT
Lagos y la Tercera Vía
La Tercera Vía -reactivada en estos días en Londres
con asistencia de los presidentes Lagos, Lula y Kirchner (ver
pág. 25)- rectificando la tradición socialdemócrata
pretende, desde una posición crítica, alimentar
a la corriente de centroizquierda más moderada. Esta posición
supone el abandono de las anteriores posiciones de la Izquierda
-que ponían una excesiva confianza en la acción
del Estado- y de la derecha, que dejaba todo entregado al “libre
mercado”. Esta concepción política ha sido
defendida no sólo por algunos gobiernos de países
desarrollados, sino también por teóricos como Anthony
Giddens. Por el contrario, el socialista Perry Anderson apunta
que “...adaptando la máxima de Lenin según
la cual ‘la república democrática es la armazón
ideal del capitalismo’, podríamos decir que la Tercera
Vía es hoy el mejor armazón ideológico del
neoliberalismo”. En este sentido, Tony Blair trató
de convencer en 1999 a la Internacional Socialista de que cambiara
de nombre, por el de Internacional de Centroizquierda, para conseguir
la incorporación del Partido Demócrata de Estados
Unidos. Este mismo dirigente del “nuevo laborismo”
sostuvo también que la Tercera Vía debe “reafirmarse
como un partido de valores... la creencia en la comunidad, la
oportunidad y la responsabilidad”.
Por lo tanto, si la idea del socialismo sobrevive en la ideología
de la Tercera Vía, como alude Alex Callinicos, sólo
lo hace como un socialismo ético, que confiere prioridad
a la comunidad, agregando que de hecho “parece que hay tres
líneas principales en la ética de la Tercera Vía:
primero, la comunidad, el concepto que lo engloba todo; segundo,
la igualdad, y en tercer lugar la extensión de la idea
de comunidad a la esfera internacional, a través de una
política exterior ‘ética’ y de la doctrina
humanitaria”. La invasión de Iraq confirma este principio.
En este marco, se da prioridad al deber por encima de los derechos
y se pasa a las políticas represivas sobre la base del
afianzamiento institucional, tanto de la economía neoliberal
como del autoritarismo “moral”, así como de
la justificación del desempleo por fallas morales individuales
y por la “cultura de la pobreza”. La Tercera Vía,
por último, rechaza la crítica socialista del capitalismo
y acepta plenamente el mercado. “No se nos tiene que ver
nunca más -dijo en 1999 el ministro de Hacienda laborista
de Inglaterra, Gordon Brown- como contrarios al éxito,
a la competitividad, al lucro o a los mercados”.
De acuerdo al neoliberalismo, sostenido por la Tercera Vía,
el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial presionan
a los gobiernos para que cambien la carga fiscal de impuestos
directos a indirectos. Esta política se combina con la
sucesiva restricción de los gastos públicos, determinando
la crisis de los servicios de seguridad social. Por eso, las aspiraciones
igualitarias no se podrán obtener en economías neoliberales
y la armonía “empresa y justicia” constituye
un espejismo como también lo es la mantención de
presupuestos de superávit, que fatalmente se convierten
en deficitarios. Se trata en este caso de la negación artificial
de la inestabilidad constitutiva de las economías capitalistas,
sostenida por Marx y Keynes, Schumpeter y Hayek, como lo señala
Callinicos en su obra Contra la Tercera Vía.
El gobierno de Chile, presidido por Ricardo Lagos, es la más
perfecta imagen de la Tercera Vía
BELARMINO ELGUETA B.
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