Licencias médicas
La doble jornada
de la mujer
La
televisión -y otra prensa- se solazó hace unas semanas
con la profusión, y acaso distorsión, en el uso
de licencias médicas. Un fenómeno nacional que subió
como espuma. A poco andar, el tema desapareció de la agenda
mediática bajo el peso de otras informaciones. Pese a que
el uso y abuso de licencias fue calificado de fraude fiscal, no
hubo tampoco una interpretación más o menos calmada
de las causas del fenómeno.
El uso de licencias médicas ha crecido en forma geométrica
en los últimos diez años, sin que evolucione al
mismo ritmo la tasa de morbilidad. Como ejemplo están las
licencias médicas post maternales y por enfermedad de los
recién nacidos, las que aumentaron de 22.831, en 1991,
a 70.600, en 1999, es decir en un 209 por ciento, lo que no tiene
relación con los avances en el campo de la medicina. Si
se considera sólo las licencias por enfermedad de los menores
de un año, éstas han crecido en más de mil
por ciento desde 1999. Cuántas responden a enfermedad real
y cuántas a simuladas, es lo que motivó la reforma
que hoy ocupa al país.
A instancias del gobierno, un grupo de parlamentarios estudió
una fórmula para poner freno a este abuso. El estudio tenía
la máxima urgencia, tanto que el 28 de septiembre el presidente
Ricardo Lagos anunció la primera reforma legal, que fue
rechazada por los gremios de la salud y por no pocas figuras de
la Concertación. A los pocos días, y ante la urgencia
que adoptó el proyecto, el Ejecutivo flexibilizó
su postura hacia lo que ha sido calificado como un acuerdo con
la Concertación. Tras la negociación, las madres
trabajadoras podrían sumar a los 84 días actuales
de permiso otros 24, modalidad que podrán alterar si desean
traspasar tres semanas del pre al post natal. En caso de presentarse
una enfermedad grave del bebé menor de un año, las
madres podrán optar a una licencia por otros 21 días,
la que podría extenderse si el niño continúa
enfermo. Durante este período si la mujer tiene un sueldo
mensual superior a los 170 mil pesos, recibirá sólo
el 80 por ciento de su salario.
La alta demanda de licencias tiene su referente fiscal. Un informe
del Ministerio de Hacienda, destacado en la portada de El Mercurio
el miércoles 24 de septiembre, cifró el costo de
los subsidios durante el 2002 en 184 mil millones de pesos, de
los cuales 91 mil millones correspondieron a licencias maternales
y por enfermedad del recién nacido. Sobre estas cifras
y tomando en cuenta su evolución se trazó una proyección
hacia el 2010. Al actual ritmo, el costo fiscal en esta materia
llegaría a los 900 mil millones de pesos anuales, casi
cuatro veces el costo del Plan Auge. Por cierto que la conclusión
es categórica: el Fisco no puede enfrentar este nivel de
gasto, menos si proviene de un ilícito.
El cálculo de Hacienda pudo interpretarse como una clara
señal hacia el Parlamento, en un momento especialmente
sensible en materia presupuestaria. En efecto, el estudio de Hacienda,
a pocos días del inicio de la discusión del Presupuesto
del año entrante, tuvo como finalidad estimular la búsqueda
de rápidas soluciones.
El proyecto de reforma también apunta al aumento de la
fiscalización. Hasta el momento no ha habido claridad respecto
a qué enfermedades del bebé pueden ser consideradas
como graves, por lo que la iniciativa establecerá un compendio
exacto de esas patologías.
UN PROBLEMA ESTRUCTURAL
Sin entrar en una evaluación ética sobre el uso
de las licencias, sería, sin embargo, una simplificación
señalar a la picardía del chileno o chilena como
única causa de este explosivo crecimiento de los permisos.
Es probable que así sea en algunas circunstancias, pero
sería apropiado analizar con mayor seriedad las relaciones
laborales, los cambios en la estructura familiar y los efectos
de la plena inserción de la mujer a la fuerza de trabajo.
Si trabajadores en apariencia sanos optan por aducir incapacidad
laboral, no es para quedarse en casa a ver televisión.
Sin duda que su proceder responde a otro tipo de necesidad.
Un estudio del Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) realizado
hacia finales del año pasado, revela parte del problema
de las licencias. Una gran mayoría de las mujeres encuestadas,
el 74 por ciento, estimaba que la licencia maternal debería
ser más larga. El motivo no recaía sobre la salud
de la madre, sino en la necesidad de cuidado del recién
nacido. Al observar el resultado de este sondeo, el proyecto de
reforma del gobierno apoyaría las opiniones de estas madres,
al prolongar el período post natal. Sin embargo, no responde
con la misma solicitud a la necesidad de aumentar el cuidado de
los menores en caso de enfermedad.
Una parte del problema, tal vez la de mayor peso específico,
está referida a la inserción laboral de la mujer
que pese a su fuerte crecimiento, sufre de agudas distorsiones.
Es la mujer la que emplea en forma mayoritaria y creciente las
licencias, precisamente durante la etapa de su vida en que ejerce
su maternidad. Habría, por tanto, una fuerte oposición
entre su rol como productora y como reproductora.
Estudios del INE señalan que en los últimos años
ha habido una fuerte inserción de la mujer en el mercado
laboral remunerado. En 1986 la tasa de participación femenina
llegaba a un 28,7%; en el 2002, alcanzó casi un 34%. La
tendencia, por tanto, es creciente durante toda la década
pasada.
Pero la participación de la mano de obra femenina en el
mercado laboral no sólo es proporcionalmente menor a la
masculina, sino que es también muy irregular, fenómeno
que tiene mayor incidencia durante la edad fértil. En esta
etapa muchas mujeres trabajadoras optan por retirarse del trabajo.
Un reciente estudio elaborado por Mariana Schkolnik, publicado
por la Fundación Chile 21, señala que si bien este
fenómeno persiste, se detecta una clara disminución
en esta tendencia. Las mujeres estarían postergando no
sólo sus decisiones de matrimonio y fertilidad, sino que
también han disminuido el número promedio de hijos
(el que ha bajado de 4,6 en 1950 a 2,2 en 1999).
JEFAS DE HOGAR
El informe de la Fundación Chile 21 detecta otro fenómeno:
el aumento de mujeres en la participación laboral tiene
especial fuerza entre los 25 y los 54 años de edad. Esta
tendencia es más notoria entre las que son jefas de hogar.
Este fenómeno, sin embargo, no se vincula con la población
laboral masculina de la misma edad, que ha decrecido desde 1999.
Por tanto, sería posible deducir que en no pocos hogares
la jefatura, determinada por los ingresos, ha pasado desde el
hombre a la mujer.
Hay, sin embargo, otro dato contundente. Aun cuando la mujer tenga
iguales capacidades e instrucción que los hombres, sus
ingresos son menores. Si bien hay diferencias según el
tipo de actividad, el promedio de salarios femenino es un 31%
menor al de los hombres: por cada mil pesos que gana un hombre,
la mujer recibe 689.
Este panorama laboral, junto a los patrones culturales que modelan
la intimidad familiar, son los factores que ayudarían a
entender el explosivo aumento en el uso de licencias médicas
por la mano de obra femenina. Aun cuando la mujer comparte de
igual a igual con los hombres los gastos del hogar, sus funciones
al interior de la casa no han variado sustancialmente. Es cierto
que delega algunas de las actividades propias del hogar, sin embargo
“ella continúa siendo ineludiblemente la responsable
última del buen funcionamiento de éste ante los
demás y ante ella misma”.
“Mientras sean las mujeres la personificación de
todos los roles ligados a la maternidad -dice el estudio- éste
seguirá siendo un eje fundante de su identidad, el que
tiene dos implicancias, a lo menos: uno, que la valoración
y autovaloración de las mujeres se fundamenta en el desempeño
del rol materno. Dos, que esta identidad permea fuertemente, superponiéndose,
entremezclándose a menudo, con su inserción en el
mundo laboral”.
Teniendo en cuenta estas consideraciones, el ingreso de la mujer
al mundo laboral le dificulta su rol materno. “En las sociedades
industriales el trabajo remunerado de la mujer implica necesariamente
un desgarro, una culpa, una ruptura de la tradición y la
historia biológica, una opción que significa la
pérdida de la feminidad”. Aun cuando en Chile ha
habido cambios culturales, en especial en las nuevas generaciones,
el peso de las tradiciones es sin duda persistente.
La encuesta del Sernam revela el peso que aún tienen estas
tradiciones. El sondeo recoge opiniones respecto del trabajo de
las madres con hijos en edad preescolar: señalan que un
72% de la población cree que ellas quisieran trabajar remuneradamente.
Sin embargo, se revelan ciertas opiniones discriminatorias. Las
madres con hijos pequeños sólo deberían trabajar
en el caso de necesidad económica o en jornadas de medio
tiempo. Así, la contradicción entre el trabajo remunerado
y las funciones propias de la maternidad queda claramente expresada
en la encuesta.
Es necesario avanzar en el conocimiento de la relación
de las mujeres con el trabajo remunerado, señala el estudio,
el que requiere considerar que existe un proceso de interacción
entre la esfera productiva y la reproductiva. “Los roles
y las responsabilidades en el ámbito privado determinan
formas de integración en el mercado laboral, pero, a su
vez, esta participación en el mercado de trabajo repercute
en el funcionamiento y la estructura familiar”.
El informe concluye que el reconocimiento y valoración
por su preocupación en el ámbito doméstico,
debieran ubicar a la mujer necesariamente en mejores condiciones
en el espacio laboral.
Ni la primera ni la segunda propuesta de reforma del ejecutivo
ha tenido un total respaldo, ni de los gremios de la salud, de
la sociedad civil ni aún del conjunto de la Concertación.
Las críticas, por otras y muy diversas razones, incluso
podrían generarse hasta en sectores empresariales. A partir
de ahora, podría crearse una nueva y doble discriminación
hacia las trabajadoras en edad fértil.
El criterio del gobierno ha priorizado los aspectos económicos,
lo que ha quedado en evidencia al ser el Ministerio de Hacienda,
y no los de Salud y Trabajo, el que ha centralizado la materia.
Por tanto, los motivos más profundos que impulsan la demanda
de licencias médicas, detectados por diversas instituciones
algunas del propio gobierno, no habrían sido considerados
PAUL WALDER