Gabriela
ANTIMPERIALISTA
Autor: HERNAN SOTO
Gabriela Mistral
Siempre parece poco lo que se dice y escribe
sobre Gabriela Mistral en comparación con su verdadera
importancia, que va más allá de la poesía
y se interna en el pensamiento y la reflexión alerta
a los problemas de su tiempo. Ayuda a esa sensación
el que parte de su obra siga inédita, y el misterio
rodee archivos y colecciones que desperdigó por el
mundo. Con todo, lo publicado hasta ahora es muy importante,
como también el trabajo desplegado en los últimos
años por especialistas como Jaime Quezada y Luis Vargas
Saavedra, destacando el significado de su obra que excede
la imagen de la maestra rural, su preocupación por
los niños y el lamento del amor truncado por un suicidio.
Gabriela Mistral fue una inmensa poeta. También una
mujer reflexiva y sabia, atormentada, que se sintió
profundamente ligada a la tierra, a los campesinos, los pobres
y los indígenas. “Soy, antes que todo obrerista
y amiga de los campesinos; jamás he renegado de mi
adhesión al pueblo y mi conciencia social es cada día
más viva”, escribió.
Faltaba un libro que organizara temas que fueron centrales
en ella, como la identidad latinoamericana, el sentido antimperialista
y liberador -en que asignaba importancia determinante a la
educación-, la defensa de la paz y los procesos de
socialización y humanización de las relaciones
entre las personas.
Gabriela Mistral y la identidad latinoamericana, del académico
e historiador Luis Vitale (Departamento de Historia de la
Universidad de Chile), aporta desde el ángulo político-social,
sin exclusión de la sensibilidad poética. Con
rigor, en las primeras páginas Vitale aborda el concepto
de identidad, que no constituye una abstracción. “La
identidad -escribe- no está dada de una vez para siempre.
Se va forjando a través de procesos colectivos e individuales.
Se va labrando en la continuidad histórica, en la pertenencia
a un territorio, a una lengua, a una clase, a un género
o una etnia”. Gabriela, arraigada en su Valle de Elqui
y también en su entorno serenense y coquimbano, va
forjando su identidad chilena y de mujer en la primera juventud,
cuando debe trabajar en Santiago, Los Andes, Temuco y Punta
Arenas. En ese tiempo, se abre su vocación poética
y la preocupación por los niños, los indios
y la situación de la mujer.
A los 22 años, en La voz de Elqui, cuestionaba el matrimonio
tradicional. “Es preciso que la mujer deje de ser la
mendiga de protección y pueda vivir sin que tenga que
sacrificar su felicidad con uno de los repugnantes matrimonios
modernos o en virtud de la venta indigna de su honra”.
Ya conocía en ese tiempo la obra de José Martí
y admiraba a Vargas Vila. (….)
(Lea este artículo completo en la edición impresa
de “Punto Final” Nº 581, 26 de noviembre,
2004)
Quincenalmente, los viernes,
encontrara la nueva edicion de PF en su quiosco, $800 el ejemplar
|