Stella
Díaz Varin
REINA
de los sirlos
Autor: VIRGINIA VIDAL
Stella Díaz Varin no se parece a nadie, “viva
moneda que nunca se volverá a repetir”. Acaso
es la única sobreviviente de la etnia de los indios
manantiales. Allá quedó su cabellera roja flameando
como bandera, allá en ese espacio por ella fundado,
con un cielo poblado de mágicas aves llamadas sirlos:
“Las grandes ausencias amenazan/ Cuando los sirlos /
Esos bellos pájaros/ Emigran/ Y la lejanía hiere
sus alas/ El hombre no lo sabe/ Porque duerme/ Oculto por
causa de la luz/ Para no prever la muerte”.
El poeta David Valjalo la recuerda en aquellos días
de infancia, cuando con ella y sus numerosos hermanos se bañaban
en el río: todos bellos, de cabezas rubias o morenas.
Pero la más hermosa era la sirenita colorina. Dicen
que ese pelo rojo le viene de una bella antepasada que tuvo
amores con el corsario Francis Drake. En su mestizaje también
intervinieron normandos y castellanos.
Dicen que dicen. Mucha leyenda se ha tejido en torno a la
admirable y singular poetisa. Acaso fue la primera mujer de
este país que ostentó un tatuaje en su cuerpo,
pero ése no es símbolo de piratas sino la representación
de un pacto secreto que hizo en su juventud para borrar de
la faz de la tierra a un tirano. La llaman controvertida,
bohemia, polémica. Más de algún fatuo
e irrespetuoso ha recibido de ella un carterazo o un bofetón.
Si le preguntan por eso, calla; pero ríe su mirada
sagaz, y a lo más se limitará a decir: “Hubo
escritoras admirables que eran María Luisa Bombal y
María Carolina Geel: ellas se agarraban a balazos,
mientras que yo, apenas me agarro a puñetes...”.
MUSA DE POETAS
Ya cumplió ochenta años Stella Díaz
Varin: la musa de La Mandrágora nació el 11
de agosto de 1924. Vive con una pensión de cincuenta
y siete mil pesos mensuales. En situaciones de extrema urgencia
la han atendido en el hospital o en el consultorio como indigente,
y no hay un ministro de Educación, un Consejo Nacional
del Libro, una Sociedad de Escritores que alce la voz y se
imponga para acabar con tanta indignidad y enseñe a
este país a respetar a uno de sus más grandes
valores.
Víctima de la dictadura, en marzo de 1974 la estuvieron
vigilando y persiguiendo hasta que la atropellaron para matarla.
La fueron a dejar a la morgue, pero su amiga Ester Matte,
con la ayuda de su madre, logró rescatarla. Tardó
en recuperarse del traumatismo encefalocraneano, de las quebraduras
y contusiones múltiples. Sobrevivió desdentada,
con secuelas que la afectan hasta hoy.
Queda el recuerdo de su belleza, de su fulgurante cabellera
roja y su silueta airosa, erguida junto a Enrique Lihn, a
Carlos Droguett (…)
(Lea este artículo completo en la edición impresa
de “Punto Final” Nº 581, 26 de noviembre,
2004)
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