Edición 581 - Desde el 26 de noviembre al 9 de diciembre de 2004
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Otro premio para
NELSON VILLAGRA


Nelson Villagra y el redactor de PF, Leopoldo Pulgar

En Mundaka (País Vasco), a metros de la costa cantábrica en el Golfo de Bizkaia, estaba Nelson Villagra cuando supo que había ganado el Premio Municipal de Arte 2004, Meción Teatro, que otorga Santiago. Su aporte a la actividad artística, el reconocimiento público de ésta, su brillante trayectoria en teatro, radioteatro, cine (35 películas y telefilmes) y televisión, y su trabajo nacional e internacional fueron las razones que valoró el jurado, compuesto por el diseñador teatral Eduardo Jiménez y el director Gustavo Meza, entre otros profesionales.
¿Premiar la trayectoria pone punto final a la actividad de un artista?
“No en mi caso, ya que sigo trabajando en temas relacionados con Chile. Tengo un nexo interior con Chile, aunque ni yo mismo sé en qué consiste”.
La explicación tiene sentido ya que Villagra vive en Montreal (Canadá), junto con su esposa vasca (Begoña Zabala), aunque cada cierto tiempo ambos se acompañan a sus respectivas tierras natales. Su satisfacción es aún mayor luego de recordar que el 2003 recibió el Premio Municipal de Arte de Chillán, la ciudad donde nació.
¿Cómo mantener la relación con el país, desde fuera?
“Todo lo que uno recoge en el exterior se compara con la cultura nacional, con la realidad interna, con el inconsciente colectivo”.

LA MISMA ENERGIA

Con algo más de 60 años de edad, Nelson Villagra conserva su potente energía humana y artística. Y todo indica que no piensa jubilarse. Claro que ha diversificado sus intereses artísticos, de acuerdo a los vaivenes del trabajo actoral. Su último rol fue en Hippie, la teleserie del primer semestre de Canal 13. A Villagra le gustaría seguir trabajando como actor, pero en proyectos “que me representen un desafío y que, a la vez, tengan una connotación especial en Chile”.
¿Cómo evalúa las teleseries chilenas?
“Son producciones de carácter ‘familiar’ que tocan algunos problemas muy serios, que debieran tratarse en toda su complejidad. Pero no se puede, porque las ven los cabros chicos y las abuelitas. Creo que al tratar de manera superficial temas importantes, el público pierde su capacidad crítica. Y todo lo que disminuye o distorsiona la conducta crítica del ciudadano es malo para la nación, para el mundo. No tengo ninguna oferta específica en teleseries, pero si me tocara trabajar en otra, lo haré con el mismo profesionalismo de siempre”.

TAMBIEN ESCRITOR

La vena de escritor no es ajena a Villagra, aunque ahora la explota de manera más sistemática. Desde hace un tiempo se le han despertado ciertos afanes de historiador, cuenta riendo, en función de rescatar las vivencias que conserva de su vida en Chillán y en El Carmen, un pueblito a 50 kilómetros al sureste de esta ciudad. “No porque las haya vivido yo”, explica, sino para que otros reflexionen sobre ese mundo agrario medieval de los años 40 y 50 que percibió en su época de niño y adolescente: la interrelación de la gente con el trabajo y cómo éste adquiría cierto aire ceremonial; la costumbre del trueque, la vigencia de bueyes y caballos; el uso del chonchón y la vela.
“Quiero registrar todo esto por escrito, más aún si después me fui dando cuenta que ha influido en mi capacidad de percepción y creación artística”.
En realidad, lo que desea es contar historias con el actor como eje del relato y que, de alguna manera, reflejen el vínculo entre el actor, sus personajes y el espectador.
¿El actor es todavía una especie necesaria?
“Sí, es muy necesario”, dice con voz que se hace un poco más ronca. “El actor y su personaje es un parámetro cultural, artístico y humano. Una manera de vincularse con la condición humana. Aporta esa capacidad de ser el otro, juego al cual se presta el espectador, para ir más allá de nosotros mismos. El actor testimonia la calidad humana de las personas”

LEOPOLDO PULGAR IBARRA
MOMENTOS CLAVES

• Primer hito. “Monólogo del verdulero, que sirvió para que me recomendaran para un rol en Fuerte Bulnes. Era un papel de diez minutos, con texto. Me destacaron en la crítica de la época, algo poco común para un desconocido alumno de primer año de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile”.
• El curaíto. “En la obra Las redes del mar, de José Chesta, que dirigió Pedro de la Barra, hice a un curaíto que llega a celebrar con una familia de pescadores. Lo único que decía era “Los Quiroces, amigos míos, amigos míos”. Causaba gran gracia.
• El Chacal. “Jorge del Carmen Valenzuela sufre un proceso entre la vida y la muerte. Hasta donde yo sé, sólo en El Chacal... se manifiesta la violencia chilena, subterránea y espasmódica. Nuestro cine no refleja al Chile profundo”.
• Cine cubano. “La última cena es una de las diez mejores películas en los primeros cien años del cine de América Latina. En Europa es de culto y ha tenido muy buen resultado en TV”

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