Quién es quién en el entorno de Bush
LOS IDEOLOGOS DE LA GUERRA
George W. Bush se rodeó de una pandilla de ideólogos
guerreristas que comenzó a escalar en la política
exterior de Estados Unidos desde los tiempos de Gerald Ford, en
la década de los 70. Se trata de un grupo de “pensadores”
que sabe combinar “trabajo intelectual” con buenos
negocios en la industria de la guerra. Los “halcones”
no usan uniforme. Son civiles de la clase política y empresarial
que saben transformar a los militares en carniceros. Al lado de
estos personajes contemporáneos, aquellos políticos
-también de derecha- que supieron admitir su derrota en
Vietnam -Richard Nixon y Henry Kissinger- parecen personas inofensivas.
Estos hombres hicieron sus primeras armas con las invasiones de
Granada y Panamá, en los años 80, bajo Ronald Reagan,
y en las guerras de América Central que costaron 200.000
vidas mientras el resto del continente estaba sometido a dictaduras
militares impuestas por ellos mismos.
Perle, primera baja por corrupción
Richard Perle, jefe del grupo de consejeros del secretario de
Defensa, Donald Rumsfeld, tuvo que renunciar el 27 de marzo, apenas
comenzada la segunda semana de “su guerra”, por un
“conflicto de intereses”, eufemismo que en EE.UU.
significa corrupción. La prensa más liberal lo cuestionó
por sus asesorías a Global Crossing, compañía
de telecomunicaciones en bancarrota, y a otras empresas fabricantes
de armas o interesadas en la reconstrucción de Iraq. Perle
hizo todo esto como servidor público en el Pentágono.
La revista The New Yorker denunció en marzo que Perle almorzó
en enero con los empresarios sauditas Adnan Khashoggi y Harb Saleh
Zuhair, para discutir negocios. Zuhair quiere invertir en Trireme
Partners, donde también es socio Perle, acérrimo
crítico del régimen de Arabia Saudita. Rumsfeld,
quien designó a Perle como jefe de sus asesores el 2001,
lo despidió con un escueto comunicado, sin entrar en detalles.
“Ha sido un excelente jefe de asesores y lideró la
Oficina de Política de Defensa durante una importante época
en nuestra historia”, dijo el artífice de la guerra.
Trireme, que financia empresas de tecnología, bienes y
servicios para el Pentágono, ganará miles de millones
de dólares con esta guerra, dijo Seymour Hersh, periodista
del semanario The New Yorker. En el directorio de la empresa también
figuran Henry Kissinger y Gerald Hilman, quien cuestionó
la validez de los contratos petroleros de Iraq con otros países,
diciendo claro: “Hay que quitar del medio a los rusos y
a los franceses”, quienes controlan casi la mitad de las
concesiones iraquíes sobre reservas comprobadas de 112.000
millones de barriles, petróleo para más de un siglo,
si esos pozos produjeran 3 millones diarios.
Negocios e ideología
Con Paul Wolfsowitz, otro halcón de la derecha y número
dos del Departamento de Defensa, Perle escribió muchos
papers sobre la necesidad de terminar con Saddam Hussein. Global
Crossing lo contrató para obtener la aprobación
de la venta de sus bienes a un joint venture integrado por Hutchinson
Whamnpon and Singapore Telemedia. Este fue el mayor “conflicto
de intereses”, porque usó su puesto para favorecer
negocios propios. En un desayuno reciente de todos los ideólogos-guerreros
en el American Enterprise Institut, cónclave de “pensadores”
conservadores, Perle aseguró que había más
manifestantes pacifistas en San Francisco que iraquíes
dispuestos a defender a Saddam. Afirmaba que la “liberación
de Iraq” sería un ejemplo a imitar por los iraníes,
también interesados en salir de sus mullah dictatoriales,
supuestamente.
Su carrera de asesor principal comenzó en los últimos
años de Ronald Reagan, como vicesecretario de Defensa hacia
fines de los 80. Presidió el consejo consultivo de la Otan,
donde estadounidenses y europeos debatieron sobre los euromisiles,
y militó entre los opositores a los acuerdos de control
nuclear con los soviéticos, postura que le granjeó
el apodo de “monje negro”, escribió Ana Barón,
corresponsal en Washington de Clarín de Buenos Aires.
Sagrada familia de intelectuales
Perle es yerno de Albert Wohlstetter, “teórico”
guerrero y colaborador de Richard Cheney cuando éste fue
secretario de Defensa en 1974, todos amigos inseparables de Rumsfeld.
El lógico-matemático Wohlstetter, fallecido a los
83 años en 1997, fue un gran gurú estratega en liderazgo
nuclear mundial y seguridad nacional. Dejó como herencia
una treintena de publicaciones de ideología bélica,
pero su mayor contribución fue convencer a Reagan del escudo
antimisilístico Star Wars o Guerra de las Galaxias, la
llamada Iniciativa de Defensa Estratégica. Como ya no existe
el peligro del “comunismo”, el “terrorismo”
más bien está de capa caída y el dominio
del mundo está más que asegurado, ahora se trataría
lisa y llanamente de hacer dinero fabricando tecnología
bélica sofisticada para que la compre el gobierno, desde
que George W. Bush resucitó el costoso proyecto desechado
antes por Clinton. Más gasto público a costa del
contribuyente norteamericano para el erario fiscal más
deficitario de todo el planeta.
Cheney, “el honorable”
La biografía oficial del vicepresidente de EE.UU. Richard
B. Cheney, lo describe con una “distinguida carrera como
hombre de negocios y servidor público” de cuatro
administraciones. Más allá de los elogios que no
escatiman adjetivos, este halcón civil de 62 años
accedió a la cúpula del poder en los tejemanejes
de las papeletas electorales en Miami, que dieron la “mayoría”
a George W. Bush un mes después de las elecciones presidenciales.
El hombre que se fondeó en un bunker durante el día
de las Torres Gemelas, comenzó a “servir” en
1969, con la administración de Richard Nixon.
Cheney llegó más alto con Gerald Ford, el hombre
oscuro que asumió la presidencia tras el caso Watergate
de 1974. Al año siguiente, fue nombrado jefe de asesores
de la Casa Blanca. No están muy claros los hitos de su
carrera paralela en el mundo de los negocios, pero fue evidente
que éstos mejoraron después de la Guerra del Golfo,
en 1991, mientras se desempeñó como secretario de
Defensa del gobierno de Bush padre. Desde la proveedora petrolera
Halliburton hizo ventas a Iraq por 23.8 millones de dólares.
En 1991, opinó que estaba enfáticamente en contra
de derrocar a Saddam Hussein, el mismo malvado al que hoy bombardea
e invade.
Hipocresía clásica
Con sus subsidiarias Dresser-Rand e Ingersoll-Dresser, Halliburton
reconstruyó campos petroleros dañados en la guerra
anterior gracias a un jugoso contrato de “reconstrucción”,
mucho mayor al de cualquier otra competidora estadounidense en
los negocios con Iraq, entre otras Schlumberger, Flowserve, Fisher-Rosemount
y General Electric.
Halliburton operó con subsidiarias extranjeras o filiales
en Francia, Bélgica, Alemania, India, Suiza, Bahrein, Egipto
y Holanda. Las compañías europeas prestaban su nombre
a las estadounidenses para negociar con Hussein. Para Estados
Unidos, Iraq se convirtió en el segundo abastecedor petrolero
más grande del Oriente Medio después de esta guerra,
según un relato del Financial Times de Londres. Cheney,
al dejar Halliburton, recibió un desahucio de 34 millones
de dólares. Cuando se lanzó al agua solo, consiguió
la ganga de adquirir Dresser Industries, en una carrera de cinco
años. La operación terminó siendo un fraude
porque la empresa cargaba obligaciones legales por uso de asbesto.
Pero en su campaña, Cheney se ufanó de “haber
estado en el sector privado creando empleos”. Después
de la fusión, despidió a diez mil personas.
“¡Te pasaste, Cheney!”
Halliburton, número uno en servicios petroleros de Estados
Unidos, es la quinta más grande concesionaria militar de
la nación y la empresa que otorga más empleos no
sindicalizados en ese país, con más de 10 mil trabajadores
en el mundo y ganancias de 15 mil millones de dólares anuales.
Con Cheney, Halliburton hizo negocios con dictaduras brutales,
además de acomodos cuestionables en Argelia, Angola, Bosnia,
Croacia, Haití, Somalia e Indonesia. Gracias a Cheney,
Halliburton hizo negocios con Irán y Libia. La subsidiaria
Brown &Root, constructora tejana que trabaja para el Pentágono,
fue multada con 3,8 millones de dólares por exportar a
Libia violando restricciones gubernamentales. Nada de esto se
ha publicado en la prensa de Estados Unidos, ni siquiera bajo
la administración de William Clinton. Es que los demócratas
también hacen negocios semejantes. El antiguo director
de la CIA, John Deutsch, está en la junta directiva de
Schlumberger, la segunda firma de servicios petroleros después
de Halliburton, que también negocia con Iraq a través
de terceros. El dinero corrompió a la política en
favor de intereses corporativos, en compensación por las
donaciones electorales. Los negocios de Halliburton en Nigeria,
en sociedad con Shell y Chevron, involucran violaciones a derechos
humanos y abusos ambientales. “Escuchar a Cheney ‘denunciando’
a Hussein es como para decirle: ‘De verdad, ¡te pasaste!’”,
escribió en La Jornada, de México, la periodista
estadounidense Molly Invins.
Rumsfeld, el cyber estratega
Donald Rumsfeld, 70 años, es un ministro de Defensa que
sabe darse tiempo para los negocios, como ejecutivo, consultor
o consejero de empresas top, entre otras G.D.Searle/Pharmacia,
Instrument/Motorola, Gulfstream Aerospace, General Dynamics, Tribune
Company, Gilead Sciences, Amylin Pharmaceuticals, Sears Roebuck
& Co., Allstate, Kelloggs y Asea Brown Boveri. En Washington,
sus amigos ejecutivos de empresas anti-incendios agarraron los
primeros contratos para apagar los pozos petroleros de Iraq.
Alguna vez se ufanó de ser “amigo personal”
de Augusto Pinochet. En octubre de 2002 recibió a Michelle
Bachelet, para negociar la venta de aviones F-16 y de los misiles
Amraam. No es primera vez que oficia de secretario de Defensa.
Fue la cabeza del Pentágono más joven de la historia,
cuando estuvo allí al final de la guerra -perdida- de Vietnam.
Cuando Bush se vaya, dentro de dos años, habrá sido
el ministro de Defensa más viejo.
20 años no es nada...
En 1983 estrechó la diestra de Saddam Hussein, al intentar
convencerlo de ocupar el liderazgo regional “aliado”,
que dejó vacante la muerte del sha de Irán, país
con el que llevaba tres años de guerra. A un año
de este encuentro se restablecieron las relaciones interrumpidas
en 1967, con motivo de la guerra árabe-israelí de
los Seis Días. Estados Unidos se convirtió entonces
en proveedor de bombas químicas, biológicas, gases
y demás artefactos de destrucción masiva utilizados
en la campaña de una década contra el país
de los ayatollahs. Gary Milhollin, a cargo de un programa de la
Universidad de Winsconsin sobre proliferación de armas
no convencionales, conjetura que también proveyó
las cepas del bacilo de ántrax. La prensa estadounidense
calcula a Rumsfeld una fortuna de 220 millones de dólares.
Le llaman “Rummy”, “Dr. Bombazo Nuclear”
y “Darth Vader”. Según el periodista hispano
Wilson García Mérida, “siente una fascinación
fanática por las armas de destrucción masiva y promueve
una campaña para legalizar las armas químicas aún
prohibidas en Estados Unidos”. No ocultó su alegría
durante el bombardeo de Afganistán.
Los riesgos de una máquina de escribir
Cuando gobiernan los republicanos, Rumsfeld ejerce cargos públicos.
Con los demócratas en el poder hace dinero en el sector
privado, “aconsejando” a algunas de las 500 empresas
mundiales top en los rankings de Fortune y Forbes. Mantiene lazos
con líderes de grupos ultraderechistas, como el coreano
Sun Myung Moon y el fanático Lyndon LaRouche, curioso enemigo
acérrimo de Bush padre, algo nada extraño porque
el ex presidente y el secretario de Defensa se detestan mutuamente.
Le dio una mano al coronel Oliver North para armar la guerra de
200.000 muertos en Centroamérica, durante la era de Ronald
Reagan. Cuando comenzó su carrera con Richard Nixon exhibió
fobias raciales que le ganaron acusaciones de encarcelar líderes
negros radicales -Panteras Negras- y encubrió asesinatos
de activistas y masacres en Vietnam, Laos y Camboya. La única
vez que Rumsfeld estuvo cerca de algo parecido a una guerra fue
cuando una máquina de escribir voló cerca de su
cabeza, en 1984, en vísperas del Año Nuevo. Una
explosión estremeció la embajada de Estados Unidos
en El Líbano, pese a la protección de sacos de arena.
Nació en un barrio pobre de Chicago, pero consiguió
llegar a la Universidad de Princeton para estudiar ciencias políticas,
gracias a una beca. Accedió al Congreso por cuatro períodos
consecutivos. Hace 40 años, muchos quisieron ver a un John
Fitzgerald Kennedy republicano en ese joven representante. Llegó
a trabajar con Richard Nixon, en 1968, para hacerse cargo de un
programa de “lucha contra la pobreza”. No estuvo en
Estados Unidos cuando el mandatario fue defenestrado por Watergate:
en 1972 se fue a la embajada ante la Otan. Pero desde allá
le ofreció a su jefe regresar para combatir en el juicio
político. Quizás por esto, en sus memorias Nixon
lo elogia como “el Rumsfeld siempre leal”. Gerald
Ford, el sucesor, lo nombró secretario general de la Casa
Blanca. Al año siguiente, lo designó en Defensa,
a la vez que puso en la CIA al entonces embajador en Pekín,
un oscuro ex congresista de Texas llamado George Herbert Walker
Bush, futuro presidente y padre del actual presidente. Si las
relaciones Bush-Rumsfeld no eran buenas, esta movida las empeoró.
Rumsfeld y Ford apostaron a que un jefe del servicio secreto jamás
llegaría a la Casa Blanca. El mandatario se comprometió
ante el Congreso a no llevar a Bush como compañero de fórmula
en las elecciones de 1976, que terminó ganando Jimmy Carter.
El retorno
Con Ronald Reagan volvió a encumbrarse. Viajó a
Bagdad para conversar con Saddam, pero su enemistad con Bush padre
lo mantuvo en un bajo perfil durante toda la primera guerra del
Golfo, donde la “gloria” fue acaparada por un adversario
“moderado”, el general Colin Powell, hoy secretario
de Estado. Probablemente porque el hombre tiene obsesión
por la tecnología, en 1998 Clinton lo puso al frente de
una comisión para estudiar proyectos antimisiles. Y a instancias
de su viejo amigo Cheney, ahora vicepresidente, Bush hijo lo llevó
al Pentágono, donde debutó con la cruzada reformista
llamada RMA, una revolución en la doctrina militar inspirada
por el anciano estratega Andrew Marshall. Para terror del complejo
militar-industrial, dijeron adiós a la vieja, pesada y
costosa estructura que envió a 700.000 uniformados a la
primera guerra del Golfo. Esta invasión a Iraq, iniciada
con 200.000 hombres y miles de sensores, computadores y misiles
teleguiados es “su” guerra, el “triunfo”
Rumsfeld
(Textos de Ernesto Carmona U.)
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