La sombra de Inés Moreno
El sábado 29 de marzo falleció Inés Moreno.
Un cáncer pulmonar puso fin a su vida a los 85 años.
Tenía una secreta conciencia de su muerte, pero trataba
de no alarmar a sus amigos. Decía padecer de males menores
y que pronto abandonaría su lecho de enferma. Sólo
lamentaba que ya le sería imposible dar recitales, pero
no olvidaba su pasión de siempre: con papel y lápiz
en mano, esbozaba un libro que enseñaría el arte
de interpretar poesía. Como detestaba la grandilocuencia
y la falsificación del lenguaje de algunos poetas, dedicó
su vida a trasmitir sus esencias y a situar a cada cual en el
estilo, la época y el tono que correspondía. Era
una actriz de la poesía, y a ella entregó su existencia,
con su profunda voz, su figura esbelta y sus minuciosos estudios.
En los últimos días ya no podía hablar. Se
comunicaba con papelitos que entregaba a sus hijas. Uno de ellos
fue una cita de Borges, que expresaba sus últimas percepciones:
“Toda persona que ha vivido proyecta una sombra que nunca
acaba”.
ARTISTA MULTIPLE
La “sombra” de Inés Moreno se proyecta sobre
el teatro, la poesía, la narrativa, las artesanías
y la pintura. Fue una artista múltiple que incursionó
en casi todas las artes y puso su talento al servicio de las mejores
causas. Nunca eludió los compromisos. Fue valerosa en años
difíciles y siempre apareció como una voz de la
democracia, la libertad y la esperanza. No sólo era una
magistral voz de la poesía, fue también poeta -autora
de tres libros- novelista, pintora naïf, artesana, compositora
de canciones, actriz de brillante trayectoria.
Era hija de un coronel, Angel Moreno y de la francesa Germaine
Rigal. Vivió sus años juveniles en Ñuñoa
y estudió en el Liceo 5 de Niñas. Sus profesoras
descubrieron en ella tempranas cualidades de recitadora, que fogueó
en los actos del liceo. Recitaba a Bécquer, Gabriela Mistral,
Oscar Castro. Le fascinaba, en particular, éste último.
Supo que el poeta vivía en Rancagua y tomó la decisión
de conocerlo y recitarle a él mismo sus poemas. Con uniforme
y bolsón de escolar tomó el tren a Rancagua: encontró
al poeta en la biblioteca municipal que dirigía. Y ante
el asombro de Oscar Castro, se subió a una silla y recitó
tres de sus poemas. Castro, emocionado, le pidió que fuera
también a San Fernando y otras ciudades del sur, y se comprometió
a presentarla personalmente.
El padre de Inés era un hombre severo, que no miraba con
buenos ojos a los galanes de sus dos hijas. Sólo aceptó
al piloto de aviación Roberto Taulis, que pronto ofreció
matrimonio a Inés. Así, la joven se vio convertida
en “señora” a temprana edad. Cuando ya era
madre de dos niñas, María Inés y Mariana,
el piloto Taulis murió en un accidente de aviación.
Su fama de recitadora había crecido. En su repertorio,
la poesía de García Lorca figuraba en lugar destacado
y la usó frecuentemente para su acción de solidaridad
con los republicanos españoles.
LA ACTRIZ DE
CHILE-FILMS
Por esos días -1944- la Corfo ponía en marcha la
empresa cinematográfica Chile-Films. Inés Moreno
fue elegida como figura protagónica de Romance de medio
siglo, cinta que abarca hechos como la guerra civil de 1891, el
terremoto de Valparaíso de 1906, los años del Cielito
Lindo de Arturo Alessandri, el Frente Popular de Aguirre Cerda.
El filme no ahorró recursos y pareció una producción
al estilo Hollywood. Fue antecedente suficiente para que los directores
del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica decidieran
incorporar a Inés Moreno a su elenco. El Conjunto de la
Católica había nacido como una réplica al
Teatro Experimental de la Universidad de Chile, que impactaba
con la calidad de sus montajes. Inés Moreno fue protagonista
de El burlador de Sevilla de Tirso de Molina, Juana de Arco de
Maxwell Anderson, Pigmalión de Jean Giraudoux y de buena
parte de las piezas presentadas durante diez años.
Entretanto, casada por segunda vez, con Fernando Medina, era madre
de otras dos hijas: Alejandra y Angela.
En agosto de 1952 Pablo Neruda regresó del exilio y fue
recibido por una multitud en la Plaza Bulnes. Desde un camión,
una de las oradoras fue Inés Moreno que recitó,
además, Los muertos de la plaza, que alude a la masacre
en ese mismo lugar, en 1946. Eran los años del Frente de
Acción Popular y de la primera candidatura de Salvador
Allende, a la que Inés adhirió, entregando en la
esforzada campaña su talento.
EL ABRAZO DE GABRIELA
El gobierno de Carlos Ibáñez invitó, en
1954, a Gabriela Mistral, ganadora, nueve años antes, del
Premio Nobel de Literatura. En una velada en el Teatro Municipal,
Inés Moreno interpretó los Sonetos de la muerte.
Entre bastidores Gabriela la abrazó y le dijo: “Esos
sí que son los Sonetos de la muerte”.
La admiración por Gabriela siempre marchó a la par
con su devoción por Pablo Neruda. En múltiples ocasiones
el poeta la invitó a participar en recitales. Hizo giras
a lo largo del país y, a veces, era parte de un trío
integrado con María Maluenda y Roberto Parada.
En la campaña que llevaba en 1964, por tercera vez, a Salvador
Allende como abanderado, Inés Moreno descubrió una
nueva veta de su talento: acompañó al candidato
en sus giras como cantante de canciones alusivas al programa de
un futuro gobierno popular y fue autora de un himno allendista.
Su amistad con Allende fue profunda y se tradujo en un mutuo afecto.
No le importaba a Inés Moreno que su decidida militancia
en la Izquierda le cerrara puertas. De todas maneras, le ofrecieron
ser parte del elenco del Teatro Ictus. Allí protagonizó
obras como El nudo ciego, La fiaca y Libertad, libertad. También
participó en la Compañía de los Cuatro, en
el Teatro Petit Rex.
En sus ratos libres hacía pinturas y artesanía.
Publicó su poesía en tres libros: Mi mano en tu
mano, Al umbral de la luz y Ay, este azul. Asimismo, se dio tiempo
para ser secretaria ad honorem de Punto Final. Le gustaba el proyecto
de la revista y las causas que defendía. Fue una eficiente
y solícita secretaria, a pesar que no tenía práctica
para ese rol. Fue autora de una pieza teatral, Llegará
un día, con la que obtuvo el Premio Municipal de Teatro,
presentada en la Sala Arrau, del Teatro Municipal.
Cuando se produjo el golpe de 1973 fue allanada una parcela a
su cuidado, en Lo Barnechea, y la detuvieron para interrogarla.
LA POESIA CONTRA
LA DICTADURA
No se desalentó. Asumió con valor su papel de voz
contra la dictadura. Quiso ser una divulgadora de la poesía
de Juvencio Valle, que aparecía como figura señera
de la poesía opositora. Financió una antología
del poeta y no vaciló en participar en los actos de protesta.
Estuvo siempre presente en los homenajes a Pablo Neruda, otro
de los símbolos para los luchadores por la democracia y
la resistencia. Se unió a una huelga de hambre de escritores,
entre los que estuvieron Francisco Coloane y Juvencio Valle y
vivió, con angustia, un breve exilio en Europa, pero no
soportó la ausencia de Chile: regresó a pesar de
los riesgos y a vivir a duras penas, en una permanente batalla
contra la pobreza. Fue dirigente de la Sociedad de Escritores,
cuando era refugio de los artistas que se expresaban contra el
apagón cultural.
En sus últimos años escribió una novela sobre
la vejez, Más allá de los aromos, y multiplicó
sus recitales. Grabó compactos y casetes con la poesía
de Neruda, Gabriela, Vallejo, Borges, Huidobro y Parra.
Puso manos a la obra, en el año 2000, a un coro hablado
del Canto General de Neruda, interpretado por habitantes de Isla
Negra: pescadores, artesanos, profesores primarios, dueñas
de casa, niños de la escuela del lugar. Ensayó largamente,
efectuando múltiples viajes al lugar en días invernales.
El resultado fue superior a lo esperado. Fue una de sus mayores
satisfacciones.
Le acuciaba la idea de ofrecer un recital con la poesía
de Walt Whitman. Fue su última aparición. Se realizó
en el Teatro La Comedia, en junio del año pasado. Su voz,
al servicio de la poesía terrenal y democrática
de Whitman, se alzó con poderoso acento, reviviendo Hojas
de hierba y Canto a mí mismo.
No se planteaba problemas con su edad. Actuaba siempre con el
ímpetu de una muchacha impulsada por la generosidad. Sus
proyectos interminables sólo fueron derrotados por la muerte
LUIS ALBERTO MANSILLA
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