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La “solución final” de la UDI
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El tema de los detenidos desaparecidos y asesinados durante
la dictadura reapareció con fuerza en el debate
público.
Cientos de procesos en marcha a cargo de jueces especiales
se acercan a su fallo, lo que permite anticipar que habrá
condenas para decenas de ex uniformados y para unos pocos
oficiales que siguen en actividad. Este escenario complica
mucho a los altos mandos de las FF.AA. y Carabineros.
En ese contexto, la UDI -el partido heredero de la dictadura
militar-, decidió pasar a la ofensiva con una operación
planeada meticulosamente.
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Pablo Longueira, presidente de la colectividad, propuso cambiar
dinero por impunidad. Aunque los detalles de su propuesta no se
conocen, se sabe que los familiares podrían optar por una
compensación especial siempre que acepten una declaración
de muerte presunta -o una fórmula jurídica equivalente-
que permitiría aplicar a los autores de secuestros y crímenes
el decreto ley de amnistía, de 1978, asegurando la impunidad
de los violadores de los derechos humanos.
Confiando en la mala memoria nacional, la UDI decidió convertirse
en “paladín de los derechos humanos”, a pesar
de haber sido -en cuanto movimiento gremialista- elemento clave
en el golpe de 1973, en la represión y en el apoyo irrestricto
a la dictadura.
Aprovechó una situación favorable. Desánimo
y desencanto imperaban en sectores de los familiares de las víctimas,
derivados de la lenidad del gobierno para atender a sus demandas;
de la actitud de la Corte Suprema que rechaza las acciones civiles
indemnizatorias alegando que se encuentran prescritas; de la actuación
del Consejo de Defensa del Estado convertido en obstáculo
casi infranqueable para las demandas de indemnización,
dilatando los juicios y cuestionando incluso el carácter
probatorio del Informe Rettig y, también, del creciente
deterioro de la situación económica y condiciones
de salud de muchos de los familiares de las víctimas del
terrorismo de Estado.
El Consejo de Defensa del Estado ha llegado a sostener que el
Infome Rettig es un instrumento privado y que, por lo tanto, no
produce plena prueba. Este criterio provocó la molestia
del ex presidente Patricio Aylwin que replicó que el Informe
Rettig tiene pleno valor probatorio porque emanó de un
organismo de carácter público, creado por decreto
supremo, que cumplió a cabalidad las misiones que le fueron
encomendadas y que llegó a conclusiones ratificadas por
la ley que creó la Corporación Nacional de Reparación
y Reconciliación.
La desesperanza de los familiares se acentuó por los resultados
de la mesa de diálogo, que culminó en la entrega
de información falsa sobre el “destino final”
de más de un centenar de víctimas.
Conocedores de esa situación, los dirigentes de la UDI
lanzaron su propuesta, que a pesar de todo, provocó el
rechazo abrumador de la mayoría de los familiares de las
víctimas, templados por años de silencio, persecuciones
y abandono y dotados de fuerte conciencia moral y política.
Ellos no están dispuestos a aceptar soluciones que provengan
de los cómplices de los asesinos de sus parientes. Con
todo, algunos grupos más débiles se alinearon junto
a la UDI.
Es un hecho que la derecha respaldó el terrorismo de Estado.
Jaime Guzmán y el “gremialismo”, antecedente
inmediato de la UDI, apoyaron la persecución y exterminio.
Incluso Guzmán recomendó a la Junta Militar que
no se convirtiera en “dictablanda” y aplicara mano
de hierro contra los marxistas. Esos gremialistas que se declaraban
pública y explícitamente pinochetistas, calificaron
a Naciones Unidas como “símbolo de un mundo decadente”
por condenar los crímenes de la dictadura chilena. Jaime
Guzmán estuvo detrás del decreto ley de amnistía
de 1978, autoperdón que dejó sin castigo a asesinos,
torturadores y autores de secuestros y que se constituyó
en barrera insalvable para la Concertación, que había
prometido derogarlo.
El antimarxismo patológico de Guzmán hizo escuela.
El actual senador Carlos Bombal ha sido acusado de cómplice
en la detención, desaparición y asesinato de Alejandro
Avalos, profesor de la Universidad Católica cuyo cadáver
apareció en Peldehue en 1990. El senador Hernán
Larraín colaboró en la represión dentro de
la Universidad Católica y tuvo vínculos privilegiados
con la Colonia Dignidad, reconocido centro de detención
y tortura. Jaime Guzmán guardó silencio ante la
Operación Colombo, el caso de los 119 y otros asesinatos
terribles. Larraín dijo, hace cinco años, que “los
detenidos desaparecidos fueron asesinados”, sin entregar
información que ayudara a esclarecer los crímenes.
El senador Jovino Novoa fue subsecretario general de Gobierno,
en 1982, cuanto fue asesinado Tucapel Jiménez por elementos
del Dine, ligados al Departamento de Organizaciones Civiles que
estaba bajo su dependencia. El actual senador Sergio Fernández
sostenía, en 1978 cuando era ministro del Interior, que
el gobierno no tenía “antecedente alguno” que
mostrara la detención de los que entonces llamaban “presuntos”
detenidos desaparecidos y que, por lo tanto, eso no era cierto.
Un planteamiento similar sostuvo Sergio Diez como embajador ante
Naciones Unidas. En 1987, como subsecretario del Interior, Alberto
Cardemil, actual diputado RN, sostenía que cinco jóvenes,
vinculados al FPMR y secuestrados por agentes de seguridad, estaban
“ocultos” en la clandestinidad. Hoy, se sabe que fueron
asesinados.
En este momento, el tema de los detenidos desaparecidos se encuentra
en el área del gobierno. Los partidos de la Concertación
deberán buscar soluciones ahora, no mañana. Y deberán
abocarse también a la situación de torturados, ex
prisioneros, exiliados, exonerados y otras víctimas de
la dictadura ignorados por el Informe Rettig. El rechazo a la
impunidad y la exigencia de verdad y justicia a través
de los tribunales, deben seguir siendo los elementos rectores
de la verdadera solución. Los tribunales deben continuar
su tarea con mayores recursos y plazos más amplios.
Deben crearse mecanismos legales como la figura de la “desaparición
forzada”, para facilitar las demandas de indemnización;
garantizar por ley las prestaciones de salud a los familiares
de las víctimas, así como el reajuste de las pensiones
reparatorias.
En ese plano, las agrupaciones de familiares deben jugar un papel
primordial como parte de la solución. El presidente de
la República puede y debe actuar con mayor diligencia y
energía en estas materias. El Instituto Médico Legal,
por ejemplo, debe terminar cuanto antes la identificación
de restos que se dilata por años y el Consejo de Defensa
del Estado, debería recibir instrucciones claras -como
la “razón de Estado” que se invocó a
propósito de los “pinocheques”- para que se
reconozca el valor probatorio del Informe Rettig y se busque solución
a las reclamaciones de las víctimas.
A treinta años del golpe militar y a trece del inicio de
los gobiernos de la Concertación, el tema de las violaciones
a los derechos humanos sigue en gran medida pendiente. Los avances
logrados no han bastado para cicatrizar una herida que sigue sangrando
PF
Presencia inquietante
La presentación del libro Los hechos de violencia
en Chile, del discurso a la acción constituyó
un hecho político. Destinado a justificar el golpe
militar y la dictadura, la obra hace un recuento de acciones
de violencia a partir de los años 60, responsabilizando
de ellas a la Izquierda. En el lanzamiento se dieron cita
connotados personeros de derecha vinculados a conspiraciones
antidemocráticas y a la dictadura, como el ex senador
Sergio Onofre Jarpa y el historiador Gonzalo Vial.
Llamó la atención la asistencia del general
Roberto Arancibia Clavel, segunda antigüedad del Ejército,
dado el carácter político del acto.
Interpretada por algunos como expresión de un cambio
en la opinión del comandante en jefe, general Juan
Emilio Cheyre, en orden a establecer absoluta prescindencia
política de los militares y a no vincularse a la
historia reciente cuyo juicio corresponde a otras instancias,
la presencia del general Arancibia Clavel pudo corresponder
a razones familiares. Su hermana Patricia colaboró
en la preparación del libro. Uno de sus hermanos
participó en acciones terroristas después
del 4 de septiembre de 1970, para impedir que Salvador Allende
asumiera la presidencia de la República y después,
realizó actividades criminales en Argentina, siendo
condenado como responsable del asesinato del general Carlos
Prats y su esposa en Buenos Aires, en el atentado de septiembre
de 1974. También el padre del general Arancibia,
un oficial de Marina en retiro, apareció ligado a
actividades terroristas entre septiembre y noviembre de
1970
ARCHIVERO
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Murió presidente de la Felap
En Ciudad de México, a los 85 años de edad
falleció el presidente de la Federación Latinoamericana
de Periodistas (Felap), Luis Suárez López.
Nacido en Sevilla, Luis Suárez fue combatiente republicano
en la guerra civil española. En 1939 llegó
a México, donde trabajó en numerosos medios
de prensa. Desde 1982, hasta el 2002, fue editorialista
del más importante diario mexicano, Excélsior,
y luego de El Sol de México, desempeñándose
también en TV. Activo reportero, cubrió numerosos
acontecimientos de América Latina y otras regiones
del mundo para la revista Siempre, en la que fue jefe de
información durante 23 años.
Visitó Chile en diversas oportunidades y fue amigo
del presidente Salvador Allende, así como lo era
del presidente cubano, Fidel Castro, y del ex presidente
de México, Luis Echeverría. Autor de numerosos
libros, recibió el Premio Nacional de Periodismo
en 1979 así como numerosas condecoraciones y reconocimientos
en Cuba, Venezuela, Vietnam, México, España
y República Dominicana.
Luis Suárez destacó, asimismo, en la lucha
gremial de los periodistas. Fue dirigente de la Organización
Internacional de Periodistas (OIP) y durante diez años
ocupó la secretaría general de la Felap. En
octubre de 1995 se le eligió presidente -reelegido
en 1999- de dicha organización, cargo que desempeñó
hasta su muerte, víctima de un cáncer. El
Colegio de Periodistas de Chile, afiliado a la Felap, hizo
llegar sus condolencias a la organización y a los
familiares de Luis Suárez, que en nuestro país
deja a muchos amigos que apreciaron sus valores y convicciones
periodísticas y políticas.
Punto Final se une a las expresiones de duelo por su muerte
PF
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