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Editorial
La “solución final” de la UDI
TLC con EE.UU.
TLC Chile–EE.UU.
El largo camino
hacia la anexión

Mientras Lagos navega contra la corriente

Fidel, Chávez, Lula, Allende y el Quijote, contra el Alca
Ley del gasto electoral
Parlamento por reforma de la Salud
Mujeres en pie de Guerra
Derechos Humanos
Los derechos humanos
en el “reino del revés”
Al asesino Fernández Larios
Juicio en Miami

La derecha saqueó el patrimonio de Chile al amparo de las FF.AA.

EL GRAN ROBO
DE LA HERENCIA
NACIONAL
Roger Garaudy y su nuevo libro
Jesús, Mahoma y Marx,
trinidad filosófica
Liam Holohan
La calle del cura Liam

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras Lagos navega contra la corriente

Fidel, Chávez, Lula, Allende y el Quijote, contra el Alca

Seguramente el día en que el presidente chileno Ricardo Lagos ponga su firma en el TLC con Estados Unidos, no será su momento más feliz. No sólo porque estará rubricando el tratado de libre subordinación al imperio guerrerista que ha quedado frente a la historia como un imperio genocida comparable a la Alemania hitlerista; no sólo porque lo hace cuando se cumplen los treinta años de aquel nefasto día en que un socialista de verdad, Salvador Allende, fuera asesinado por orden de ese mismo imperio. Seguramente estas consideraciones no son de interés para la real-polítik de los socialneoliberales hijos de Felipillo -el mismo que abrió la puerta para que creciera Aznar-.
CHAVEZ obsequió al presidente Kirchner una réplica de la espada de Simón Bolívar.  

El problema que tal vez arruine un poco su entusiasmo es que avanzará en la complicidad con la política imperial, precisamente en un momento en que algo empieza a moverse en otra dirección en América Latina: cuando el fracaso estrepitoso de los gobiernos neoliberales conduce a repensar las estrategias de las burguesías locales, que empiezan a percibir que el camino para sobrevivir como tales, es tomar cierta distancia del Area de Libre Comercio de las Américas (Alca) y de las políticas fondomonetaristas. Aunque sólo sea la distancia necesaria para no negociar en calidad de esclavos. Es que el río suena, y el Alca arrastra lodo y piedras en su marcha por el continente. Este es uno de los temas que ha rondado en los debates de los presidentes latinoamericanos que se dieron cita para la asunción de Néstor Kirchner en Argentina.

Más allá del clima de fervor latinoamericanista y bolivariano que creó el marco del encuentro, lo cierto es que se produjeron intercambios concretos dirigidos a generar nuevos espacios para el trazado de políticas posneoliberales. Tanto es así, que el destacado escriba y vocero de la derecha conservadora argentina, Mariano Grondona, sangra por la herida en su columna dominical del diario La Nación. Vale la pena hacer el sacrificio de leer algunos párrafos de su encíclica:
EL presidente de Brasil, Lula da Silva, viajó desde Buenos Aires a Evian, Francia, donde se reunieron los mandatarios de las ocho grandes potencias industriales. Lula planteó un impuesto a la venta de armas, para luchar contra el hambre en el mundo.  

“Si se pone a los países que enviaron sus delegados en una escala según su grado de desarrollo económico, la admiración de los argentinos que se manifestaban a su paso siguió el orden inverso. Cuba, un país en el que todos son pobres, encabezó la lista. Lo siguió Venezuela, cuyo producto bruto está cayendo dramáticamente. Sólo después vino Brasil, pese a la sabia conducción de Lula, y aún más atrás Chile, el único país sudamericano que está creciendo vigorosamente desde hace veinte años y se agregará en pocos días al mercado norteamericano. México también crece impetuosamente debido a su acceso al mercado norteamericano desde 1994, pero Fox no estuvo. Con la excepción del príncipe de Asturias, los países más desarrollados del planeta no fueron notados ni enviaron delegaciones dignas de ser notadas a la Argentina. ¿Cuál es entonces la escala económica de nuestras preferencias? ¿Admiramos lo peor y despreciamos o somos despreciados por lo mejor? En el campo político, los presidentes democráticos que nos visitaron fueron eclipsados por el único dictador totalitario que sobrevive en América. Si el nivel de las delegaciones extranjeras en Buenos Aires y el modo en que fueron recibidas apunta a algo, es a la degradación de los ideales que alguna vez caracterizaron al pueblo argentino”.
Efectivamente, los ideales que alguna vez caracterizaron al pueblo argentino ya no son tales. Y la idea de la supremacía absoluta del mercado, del derecho a la propiedad privada por encima de cualquier otra consideración, del valor de las privatizaciones, de la suerte de unirse al destino norteamericano, entraron en default como la deuda externa, después de las jornadas del 19 y 20 de diciembre. La ausencia de alternativas populares, no significa la anulación de los movimientos producidos en la conciencia argentina en las jornadas de rebelión. Así lo percibió con claridad, por ejemplo, el presidente venezolano Hugo Chávez, quien en una entrevista realizada por el periodista argentino Miguel Bonasso (publicada en Página 12), asegura: “Creo que está naciendo un proyecto nuevo. Hay una gran expectativa, un gran entusiasmo, voluntades desatadas. En las calles hemos visto mucha juventud y es posible que una buena parte de esa gente movilizada sea la misma que protestó violentamente en diciembre del 2001”.
El presidente venezolano aprovechó la entrevista también para comentar la predisposición tanto de Lula como de Kirchner, a que Venezuela ingrese al Mercosur. El gobierno de Néstor Kirchner, en su primera semana, dio señales de cambio en las prioridades en la política exterior argentina, jerarquizando especialmente la relación con Brasil, apuntada a fortalecer el Mercosur. La reactivación del Mercosur, como paso para lograr una mejor negociación de cada uno de los países frente a los Estados Unidos en momentos en que se acercan definiciones en relación al Alca, es uno de los objetivos comunes que vinculan a las diplomacias de Brasil y Argentina. El Mercosur, después de su etapa más entusiasta -en la primera mitad de los años 90- quedó aletargado debido al desarrollo de la crisis en ambos países y a la decisión de Menem (y de su ministro de Economía Domingo Cavallo), de privilegiar el Alca. Actualmente tanto Lula como Kirchner han hablado de fortalecer este espacio, y ampliarlo. Es parte también de las posibilidades evaluadas por los presidentes promover la integración entre el Mercosur y el Pacto Andino, como paso previo a la negociación del Alca.
Intentando fortalecer las relaciones bilaterales, los cancilleres Rafael Bielsa y Celso Amorim (de Argentina y Brasil respectivamente) confirmaron en la reunión mantenida el 29 de mayo en el palacio de Itamaraty que los presidentes de ambos países tendrán “línea directa” las 24 horas, para consultarse cualquier decisión en política exterior. El viaje de Bielsa permitió trabajar sobre la idea de un parlamento único del Mercosur, y sobre el proyecto de usar pesos y reales en el comercio exterior y el turismo. Las diplomacias quieren reforzar así las posibilidades políticas de cada uno de los países, en un momento en que ambos presidentes tienen por delante el viaje a Estados Unidos para reunirse -por separado-, con George W. Bush.
Previo a este encuentro, Rafael Bielsa se encontrará en Chile con el canciller norteamericano Colin Powell, durante la reunión de la OEA. Consultado sobre el tema de la integración hemisférica, Bielsa respondió que “nuestra vocación de integración subregional está lejos de excluir la integración continental, la que esperamos construir sobre bases realistas y armónicas con sólidos fundamentos en principios y valores comunes, que tenga en cuenta la diversidad, así como las necesidades de cada país”. Seguramente entre estos dos andariveles transcurrirán los malabarismos de la diplomacia argentina: fortalecer el vínculo con Brasil y el Mercosur, y tratar de no comprometer las relaciones con el gobierno norteamericano, así como las negociaciones con el FMI y el Banco Mundial, que atraviesan un momento de tensión. La conciencia sobre la imposibilidad de conjugar las políticas neoliberales que exige el FMI con la gobernabilidad, han puesto en un dilema crucial a las élites políticas del continente.
Por si faltaban certezas, la experiencia peruana vuelve a llamar la atención sobre la creciente tendencia a perder la capacidad de gobernar con consenso, y la necesidad de recurrir, cada vez con mayor asiduidad, a la represión salvaje.
Frente a esto, algunos gobiernos latinoamericanos intentan ensayar fórmulas posneoliberales, en que vuelve a hablarse de la intervención del Estado en la economía, como camino para fortalecer la capacidad de acción sobre las desigualdades crecientes generadas por el capitalismo, así como para recuperar porciones de soberanía que posibiliten respuestas nacionales, e integraciones regionales, con relativa autonomía de los dictados imperialistas. La capacidad y decisión que tengan para constituir bloques político-sociales capaces y dispuestos a una dura confrontación con el gobierno norteamericano y sus agentes financieros, sus empresas trasnacionales, su Banco Mundial, su Fondo Monetario, su Alca, es algo que está por verse. Frente a una velada desconfianza en los rumbos que asuman los gobernantes, se levantó la marea humana que sirvió de marco y de escudo para un Fidel vuelto Quijote y su fiel escudero, el Che Guevara, multiplicado en miles de jóvenes argentinos que escucharon con devoción cada una de sus palabras. Aplaudieron a rabiar palabras tan exóticas para los oscuros escribas del poder como dignidad, justicia, soberanía, independencia, revolución, e incluso socialismo.
Esa marea humana expresó, para Mariano Grondona, “la degradación de los ideales que alguna vez caracterizaron al pueblo argentino”.
Cuando terminó el acto en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (ver recuadro), Fidel dijo a un grupo de argentinos: “La explanada de la Facultad de Derecho me hizo acordar del Palacio de la Revolución”. Los argentinos lo escucharon con la necesaria dosis de devoción e incredulidad. Pero en esas jornadas de degradación de los ideales de la burguesía se afirmó la conciencia de que algo se mueve en América Latina. Ya no anda solo el Quijote por el continente con su mochila de verdades hechas realidades en la Mancha. Andan otros más, empujando la historia. Anda Bolívar, invitando a pelear de nuevo por la Segunda Independencia. Anda Luis Carlos Prestes, el “Caballero de la Esperanza”, combatiendo el hambre en las comarcas más lejanas del Brasil. Anda también Salvador Allende, que aún sigue peleando en cada barricada de Valparaíso, en cada grito de guerra y de victoria del pueblo mapuche. Allende que el 6 de junio no irá a firmar el TLC, porque desde la memoria disparará ráfagas de fuego contra la entrega, la felonía y la traición

CLAUDIA KOROL
En Buenos Aires


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Palabras que nombran actos

La presencia de Fidel Castro en la Argentina conmovió a miles de personas, acaparando la atención de la prensa nacional e internacional. Los canales de TV transmitieron en directo su discurso de casi tres horas. Nadie quedó indiferente. La memoria y el deseo, no faltaron a la cita.
¡Hasta la victoria siempre! terminó su discurso Fidel, en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. La ovación fue cerrada, por parte de miles de personas allí agolpadas, que no sintieron el frío ni el cansancio, sino la convicción de que estaban en la encrucijada de muchos sueños. Jóvenes, muchos jóvenes, algunos militantes de partidos de Izquierda, veteranos y veteranas de la solidaridad con Cuba, mucha gente sin militancia porque no encontró dónde ni cuándo, o porque en alguna vuelta del camino descreyó de sus antiguas convicciones. Mujeres con sus hijos en los brazos, niños trepados a los hombros de los padres, “para que lo vean, tal vez por primera vez o por última vez en Buenos Aires”. Estudiantes. Intelectuales que ayer lo criticaban y que hoy lo miraban con indisimulado entusiasmo. Viejos luchadores con lágrimas en los ojos. Mujeres con pañuelos blancos en la cabeza, y con el corazón ardiendo de emoción. Gente que llegó desde miles de kilómetros para verlo “de cerca”. Peronistas con la “V” en alto, comunistas, con el puño en alto. Mujeres de las ollas populares, los piqueteros que cortan las rutas, los trabajadores y trabajadoras que ocupan las fábricas, los H.I.J.O.S. que inventaron el “escrache”, los gays y lesbianas estrenando la “unión civil”, los que pelean por la libertad de los presos políticos, uno que otro preso político recientemente liberado, uno que otro sacerdote, heredero de los curas del Tercer Mundo, los cristianos que hicieron la opción por los pobres, casi todos los que algún día fueron guerrilleros y sobrevivieron a su propia historia. “¿Qué tiene Fidel, que los imperialistas no pueden con él?” cantaban y bailaban los más jóvenes.
La calle llena de banderas. El puente que atraviesa la avenida Figueroa Alcorta lleno de banderas. La Facultad de Derecho, tan históricamente conservadora, cubierta de rojo y de estandartes con el rostro del Che. Ernesto Guevara, con su mirada severa y tierna, con su querida presencia... acompañando al Comandante, como en aquellos años de la Sierra Maestra. El Che, multiplicándose en millares de hombres y mujeres formando un escudo humano para proteger a Fidel, para que se sintiera seguro en su tierra, para que supiera que ninguna ausencia es definitiva, y que ninguna de las tantas deserciones vividas en estos años borra las huellas del hombre nuevo en la historia americana. Ahí estaba el Che multiplicado en hombres y mujeres, en cantos y gritos. Y en la otra procesión, la que marcha por dentro. En ella andaban todos los que leyeron alguna vez la carta de despedida del Che a Fidel, en la que le confiesa “que si me llega la hora definitiva bajo otros cielos, mi último pensamiento será para este pueblo y especialmente para ti. Que te doy las gracias por tus enseñanzas y tu ejemplo, al que trataré de ser fiel hasta las últimas consecuencias de mis actos”. En la procesión íntima, caminaban orgullosos los muchachos y muchachas de la generación de los sueños. La procesión de los 30.000. Esos muchachos y muchachas que alguna vez sintieron que la única consecuencia posible con el Che, después de su despedida, era seguir siendo como el Che... y que encontraron la hora definitiva, con su pensamiento puesto en el Che, en Fidel, y en esa frase... ¡hasta la victoria siempre!
Adentro la procesión, y afuera la marcha.
Mucho más allá, quienes no pudieron llegar hasta el centro porteño. En millares de casas en todo el país se escuchaba con mucha emoción, por distintos canales que transmitieron en directo, el mensaje de la Revolución Cubana. La salud, la educación, los derechos de los cubanos y cubanas fueron repasados uno a uno en la clase pública. La decisión del pueblo cubano de enfrentar con dignidad la amenaza guerrerista del gobierno norteamericano. La batalla cultural en el mundo actual. El significado para el continente de la derrota de Menem, a quien Fidel no nombró más que elípticamente, cuando señaló: “ustedes han derrotado a un símbolo del neoliberalismo”.
Las palabras de Fidel fueron escuchadas una a una. Fueron bebidas como si fueran una poción mágica de sueños que permitirían seguir soñando. “Soy un hombre soñador”, subrayó e invitó a pensar que el día en que “el otro mundo mejor sea posible”, los soñadores deberán decir “que otro mundo mejor es posible”. La revolución permanente. La poción mágica contra el posibilismo y la resignación. Fidel habló a los sueños dormidos y a los latentes. Fidel habló con palabras que nombran actos. Las palabras llegaron a oídos “receptivos” que esperaban ese enamoramiento de los decires con los haceres. Fidel se fue. Pero los actos que él nombró, y los sueños que despertaron del letargo o del olvido, tienen la palabra

C.K.