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Edición 546
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Desde el fondo de la historia

Navegando en la canoa yagán

En la Universidad Marítima de Chile, ante el rector Eduardo Testart Tobar y un auditorio de estudiantes de historia y oficiales de la Armada Nacional, la etnóloga y antropóloga franco-americana Anne Chapman, especialista en los pueblos fueguinos, desafió a historiadores y marinos a profundizar en su hipótesis sobre la fortaleza de la canoa yagán, que permitió la existencia de flotas de esas embarcaciones creadas por un pueblo que hoy está al borde de la extinción.

La conferencia de Anne Chapman cuestionó las opiniones de la mayoría de los viajeros y científicos que menosprecian la canoa yagán, a la que ella considera “un fenómeno, por lo insólita, extraordinaria y poco apreciada”. Descartó la supuesta fragilidad de las embarcaciones, enfatizando que surcaban los mares más peligrosos y que la calidad de su ensamblaje se deterioró sólo en la medida en que lo hicieron las condiciones de vida de los yaganes, como resultado de la llegada de los blancos que introdujeron las enfermedades, el alcohol, y la caza en gran escala de su alimento principal: las focas.
Anne Chapman aseveró que la primera vez que la canoa fue reconocida como superior a un barco europeo fue en un informe del misionero Lawrence. Este escribió que los barcos de vela europeos estaban más expuestos a los peligros que las canoas, y que los nativos yaganes eran expertos en el manejo de sus canoas en mar abierto.
“He planteado el fenómeno de la canoa yagán y el número de canoas que lograron reunir, como pregunta a los historiadores para profundizar en los conocimientos, para detallar cómo los yaganes resolvieron sus problemas y cómo lograron hacer una flota”, señaló Anne Chapman al concluir su exposición.
La académica citó la “increíble” descripción de una flota de sesenta canoas que se enfrentó a una embarcación británica cerca de la isla Navarino, realizada por el misionero británico Gardiner. En 1851, Gardiner, hijo de un misionero inglés, llegó a cumplir lo que su padre no pudo realizar años antes en Tierra del Fuego. Allí encontró a Jimmy Button, el nativo que había sido llevado por los ingleses a Gran Bretaña y luego eligió volver a su tierra natal. Fue con él al norte de las Malvinas, a la sede de la misión anglicana. El 15 de junio de 1858 el barco de la misión fue amenazado por una flota de sesenta canoas yaganes que venía desde el Beagle en son de ataque y en búsqueda de aliados entre los habitantes de la isla Navarino. Al año siguiente, ocurrió una masacre de ocho británicos, en junio de 1859.
Chapman graficó que la canoa era al yagán lo que el caballo es para el gaucho. Los yaganes pasaban la mitad de su vida en sus canoas. Los canoeros llegaron a Tierra del Fuego hace seis mil años. Acumularon y transmitieron a sus descendientes vastos conocimientos sobre su medio ambiente y experimentaron para mejorar la eficacia de sus canoas. La época de máxima perfección de las embarcaciones fue antes de 1824.
Sin embargo, la canoa de corteza era todavía el medio preferencial de transporte en 1870, cuando una epidemia afectó a un tercio de los habitantes.
En tiempos antiguos, la canoa transportaba a toda la familia, sus bienes y sus perros. Era el medio para trasladarse de un campamento a otro. El hombre capturaba focas y la mujer remaba. En verano, permanecían pocos días en un lugar pero en invierno, estaban más tiempo asentados. Las mujeres pescaban en canoa en las aguas cercanas o buceaban, mientras los hombres perseguían ballenas moribundas. Encontrar una ballena varada en la costa, era el inicio de una gran comida con amigos. Con señales de fuego y humo los convocaban. La fiesta podía durar semanas, según el tamaño del cetáceo y el número de familias que acudían al banquete.

DESCRIPCION DE LA CANOA

En las canoas se usaba madera de coigüe, ñirre y otras maderas duras. Hasta principios del siglo XX, el trabajo de construcción de la canoa yagán era realizado por el hombre y su esposa, con ayuda ocasional de otros, para cortar cortezas. El instrumental que se usaba era de hueso y de concha, hecho por ellos mismos. Requerían tres tiras de corteza gruesa de coigüe y tres tiras delgadas de ñirre, más flexible, además de ocho a diez varas de un árbol de madera dura. La canoa duraba entre tres meses y un año, dependiendo de su calidad. La tarea de armado y calafateado se emprendía en primavera, tiempo en que era más fácil sacar la corteza del coigüe. Siempre llevaban fuego en el fondo de la canoa, sobre capas de turba y otros aislantes. Si se apagaba, usaban piedra pirita, apropiada para encenderlo nuevamente. El fuego era atendido por niños y jóvenes y se transportaba al refugio, cuando se llegaba con la canoa a un lugar cerca de la playa. Otras veces, si la canoa quedaba más lejos, la mujer amarraba la canoa y nadaba cargando a su esposo o al bebé. Los hombres no sabían nadar. Las mujeres preferían que la canoa llegara a la orilla, donde preparaban un deslizador de algas para proteger el fondo de la embarcación al vararla en la playa.

EL PRIMER ENCUENTRO

Explica Anne Chapman que la primera descripción de una canoa yagán está fechada en el año 1624 y corresponde al relato de un oficial de la armada holandesa. Luego de una exploración frente a la isla Navarino, describe como “dignos de admiración” el aspecto vigoroso del grupo de indios, las pinturas corporales y sus canoas.
El holandés señala que la canoa medía 16 pies de largo por 2 pies de ancho, el fondo estaba cubierto de punta a punta con un pedazo de madera tapizada con otras cortezas, para asegurar que fuera impermeable. “La tripulan siete u ocho hombres que pueden navegar tan rápido como una lancha”. En el relato se compara a la canoa con una góndola veneciana.
Dos siglos más tarde hay otra descripción detallada. En 1823, James Wendell, un lobero impresionado por las canoas cambió una de ellas por dos aros de metal de un barril. Al izarla a bordo, se extrañó por su peso y vio que la base tenía una capa de arcilla de 15 centímetros, como lastre para equilibrarla. Esa canoa tenía 12 pies y 4 pulgadas de largo y su ancho era de 2 pies y un poco más.
Tenía siete secciones: en la primera iban los útiles de pesca. En la segunda, los asientos de remo. En la tercera, el fuego, los niños y perros. En la cuarta un balde para el agua potable. En la quinta, otros implementos. En la sexta, una mujer que remaba. En la séptima el equipo, y lo que no cabía en otra parte (cueros, canastos etc).
Los yaganes de las islas del extremo austral vivían en mares tempestuosos. Sin embargo, llegaron lejos. La antropóloga Chapman cita a Martín Gusinde quien señaló que alcanzaron hasta los islotes Diego Ramírez, 60 millas al sureste del Cabo de Hornos, y hasta 400 kilómetros al interior de Ushuaia y Puerto Edén. Ello era posible por la calidad de la canoa y por disponer del fuego.
Anne Chapman sostuvo que seguramente siempre ocurrieron accidentes, pero fueron más frecuentes a partir del contacto con los blancos. Ello debido al alcohol y epidemias, que desintegraron su modo de vida. Paulatinamente fueron los hombres los que empezaron a manejar las canoas. En el siglo XX incluso se encontraron canoas con motores fuera de borda, y se registran muchos accidentes causados por exceso en la bebida.
Los yaganes sabían cómo hacer frente a su ambiente marino, aún hoy reconocido como muy peligroso por los navegantes solitarios. Estaban familiarizados con el calendario de mareas, podían interpretar fenómenos e indicios del clima y pronosticar la fuerza del viento. Su mayor problema no era la temperatura sino el viento y las corrientes. Darwin y otros viajeros se mostraron impresionados por el alcance de la vista de los nativos.
La etnóloga refutó la calificación de “frágil” que Martín Gusinde emplea para la canoa yagán. Señala que no tomó en cuenta que su calidad cambió, ya que en 1881 ese pueblo comenzó a ser aniquilado por las epidemias, proceso que continuó hasta que el 90% de ellos fue alcanzado por la fiebre tifoidea y el sarampión, en 1884. Para inicios del siglo XX había apenas 200 sobrevivientes.
La académica agregó que más tarde Gusinde reconoció que, bajo su aparente precariedad y simplicidad, las canoas tenían una funcionalidad insuperable. Por su parte, el misionero Thomas Bridges observó que la calidad de los utensilios e implementos elaborados por los yaganes, era óptima en relación a los materiales de que disponían.

HOMENAJE FILMICO

En el auditorium de la Universidad Marítima en Viña del Mar, Anne Chapman presidió también la exhibición de su documental Homenaje a los yaganes de Tierra del Fuego y Cabo de Hornos (1990), que se rodó a bordo del buque de la Armada “Aquiles”, cuyo capitán estaba presente en la conferencia. Días después, Anne Chapman recibió en Punta Arenas la distinción de doctora honoris causa de la Universidad de Magallanes.
Anne Chapman, contemporánea de quienes fueron pioneros de los estudios arqueológicos en Tierra del Fuego, se desplaza entre Francia, Chile y Argentina. En Angela Kiepja, la última selknam, libro surgido de su trabajo con Angela, rescata las bases de la cultura de ese pueblo fueguino. En 1985 comenzó un estudio, en Puerto Williams, con los últimos yaganes, cuatro mujeres que habitaban la parte chilena de Tierra del Fuego, permaneciendo en Puerto Williams durante ese invierno. Ha publicado numerosas investigaciones y realizado exposiciones fotográficas en Chile y Argentina sobre sus hallazgos en Tierra del Fuego, Cabo de Hornos e isla de los Estados

LUCIA SEPULVEDA RUIZ'


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