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Edición 546
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Radio experimental en hospital siquiátrico
Una antena que
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Radio experimental en hospital siquiátrico

Una antena que rompe el silencio

Jueves, 11 de la mañana. El día gris ha influido en el ánimo de los asistentes al taller de radio. Hay silencio y ausencia en los rostros de Alejandra, Igor, Rosa y los demás. Sergio Olivares, el monitor, pone un caset con una cuña grabada por una integrante del grupo. Es el inicio de las trasmisiones de la Radio Experimental del Hospital Siquiátrico de Valparaíso.
ROSA y Carolina Cortés, en la locución.  

Estamos en una radio que no es como las demás. Su trasmisión, de cuatro horas semanales, sólo alcanza a las dependencias del hospital, en un sistema de parlantes en circuito cerrado. Eso, por ahora. Los sueños son grandes. Se pretende, en un plan patrocinado por la dirección del hospital, montar una radio con todas las de la ley: una emisora comunitaria donde la voz de los “loquitos” y “drogadictos” salga a conquistar las conciencias de los habitantes de Valparaíso. Una antena que ayude a derribar los muros de silencio en torno a ellos.
Jueves, 11 de la mañana. Están preparándose. Taller radial de los pacientes sicóticos. Carolina Cortés toma el micrófono, saluda y comenta algunas noticias. Minutos después, Enrique hace un programa de reflexiones, con un feeling de locutor que ya se lo quisieran algunos. Mientras suena la pausa musical, Sergio Olivares intenta romper la modorra de algunos llamándolos a evaluar el trabajo. Cuesta. Y no sólo es por el día gris. Los sicóticos, esquizofrénicos en su mayoría, tienden al silencio y al aplanamiento emocional. Hilar frases se vuelve tan trabajoso como necesario. “La habilidad comunicacional de los pacientes es uno de los objetivos que se están trabajando, para crear un puente hacia la sociedad en general”.

Las palabras son de Sergio Olivares, periodista y monitor del taller, quien se acercó al hospital por primera vez hace casi dos años. Tenía el recuerdo de un reportaje televisivo sobre el hospital Borda, en Buenos Aires, que posee una radio llamada La Colifata. Dicha experiencia tuvo su símil hace algunos años en Santiago, con La Nave de los Locos, una emisora comunitaria en FM hecha por pacientes del hospital Barros Luco-El Peral. Pero en Valparaíso faltaba algo así, para “gente marginada y estigmatizada”, según el periodista:
CARLOS Pizarro, Nelson Catalán y Roberto Lagos, integrantes del taller de radio para drogodependientes.

“Me parece que los muchachos, al ejercer la comunicación radial, de algún modo se están habilitando para ejercer funciones mayores: ser autónomos e independientes, en primer lugar”.

El desafío personal y social que trae aparejada esta experiencia, alcanza igualmente los otros dos módulos del taller de radio: el de enfermos duales y el de drogodependientes. “Si la radio se instalara, nos daríamos a conocer a la gente de fuera. Mostraríamos las costumbres y la forma de ser de la gente de aquí. A veces, somos mal juzgados. Muchos hablan de ‘los locos’. Yo siempre trato de hacer entender que se trata de personas que sufren enfermedades diferentes a otras, pero eso no significa que no seamos iguales”. Mientras habla, Rosa tiene muy abiertos sus ojos claros y levemente tristes. Es joven y bonita y padece esquizofrenia. Es una de las locutoras habituales de los jueves, junto a Carolina Cortés y Alejandra Cuevas. El resto aún se muestra tímido, sobre todo los hombres.
Salvo Enrique y Alejandra, en radios comunitarias de Reñaca Alto y Achupallas, ninguno tenía experiencias de este tipo. Al igual que Rosa, muchos vienen durante el día, comparten con los demás, consumen sus medicamentos y se tratan con los especialistas. Algunos también han estado internados.
Los dos programas desarrollados por los sicóticos son de comentario de noticias, lectura de poemas o cuentos y música elegida por ellos. De acuerdo al taller, los roles se van rotando semana a semana. Hoy a Alejandra le ha tocado radiocontrolar. Edison, el DJ habitual, no está. “Se fugó”, dice Sergio Olivares, evidenciando una de las dificultades con las que tropiezan los talleres del hospital. Entre los asistentes al taller de radio existe consenso en que el espacio les ha servido para expresarse mejor, por ejemplo, con sus familiares. “Eso levanta el ánimo”, dice Carolina.

RECONSTRUYÉNDOSE

La atmósfera del jueves cambia radicalmente el lunes por la tarde. Desde las 14 horas, comienzan los programas preparados por personas que han llegado al hospital a tratar su adicción a las drogas. Y es revelador: muchos han llegado por problemas con pasta base y cocaína. Durante la tarde del lunes a un programa de conversación llamado “La Piedra Feliz” se le suma “La voz de la calle”, “Solamente fútbol” y otro literario, de reciente factura. Todos los espacios son preparados en una reunión de producción, los días viernes. Si los sicóticos tienden al silencio, los hombres y mujeres de este taller se caracterizan por su locuacidad. La mayoría son jóvenes y adultos jóvenes y han llegado aquí por su propia voluntad, hechos polvo, conscientes de estar jugándose la última carta contra un placer transformado en enfermedad y que les reclama lo adeudado. Los pasados son similares: trabajos perdidos, familias deshechas, soledad... Es el caso de Nelson Catalán, 27 años, cartero. Como muchos, ha iniciado el programa de rehabilitación firmando un contrato donde se estipula el acatamiento a ciertas normas, como la asistencia obligatoria a los talleres porque, además del de radio, existen de artes, deportes y desarrollo personal. El programa dura ocho meses, dividido en tres etapas y con un sistema de ascensos y revisiones, motivado por la conducta del paciente.
“Yo había tocado fondo. Era dependiente de las drogas y hablé con mis padres. Ellos creían que yo sólo consumía marihuana, pero mi problema era la cocaína. Entré a fines de febrero (2003) y el taller de radio fue el primer taller que tuve”, dice. En la radio experimental es el encargado de la música de la mayoría de los programas. Para ello aporta su reproductor portátil de CD. Aún le cuesta la locución.
La historia de Carlos Pizarro es similar. La vida de este antiguo ayudante de cocina, de 36 años, estuvo a punto de naufragar producto de su adicción a la pasta base y la cocaína. Para él, la radio del Siquiátrico es una iniciativa que de concretarse, sería de provecho educativo para la población: “Saldrían ejemplos para la juventud, para que muchos no pasen por lo que uno está pasando. La droga, a largo plazo, es muy desgastadora”.

ENFRENTANDO LA DROGA

¿Sirven los talleres para rehabilitar a los adictos?
“Cuando eres joven, tienes muchas posibilidades de rehabilitarte, pero luego se hace difícil. Tengo 36 años, me mantuve mucho tiempo en la droga, para mí es muy difícil salir”.
“La radio sirve para que la gente nos mire de otra manera. Yo antes también hablaba mal de los locos que se ponen en la esquina a fumar un pito o un mono (cigarrillo de pasta base) y no veía lo que hacía yo”, interviene en la conversación, Roberto Lagos, conductor de “Solamente fútbol”. Está entusiasmado pues hace poco visitaron la radio Corporación, de Viña del Mar, y hablaron de su nueva vida. Con casi 30 años, conoció la adicción a la cocaína trabajando como aseador de micros. Habla de su pasado y se molesta consigo mismo. Está casado y tiene cuatro hijos. “Gracias al taller he descubierto a alguien que no conocía. Yo no hablaba delante de nadie, me cortaba por cualquier cosa. He aprendido a comunicarme”.
El caso de Lagos es especial ya que está en una etapa más avanzada en el programa y ha cumplido lo estipulado.“Sabís, yo no nací con drogas. Eso lo adquieres por las juntas y amigos, pero podís sacártela. Uno recae porque quiere. Y la verdad es que no volvería atrás, he ganado mucho desde que dejé de consumir. Hice sufrir mucho”, concluye.
Para estos tres hombres, la experiencia de la radio ha sido novedosa y la han vivido con una mezcla de sorpresa y fe. Un rasgo de la adicción es ser monotemático con la droga. Pero el monitor Sergio Olivares ha llevado esto a otros terrenos. “Trabajo con dos elementos del código radial: la palabra y la música. Tengo que buscar temas que sean precisos y que los lleven a expresar ideas y emociones, que se combinen con lo musical. No ha sido fácil, he experimentado, no he tenido recetas, he cometido errores. Pero puedo decir que los jóvenes en el taller están motivados y eso tiene que ver con que yo dejo cierto espacio donde ellos tiran el rollo que necesitan tirar. Muchas veces he trabajado el método de cansar a la persona con hablar de la droga. Sé que existen otros criterios. Yo he utilizado éste y me ha resultado en parte”.
Pregunto a Sergio Olivares si la sociedad porteña está preparada para recibir esta radio:
“No puedo predecir qué va a suceder. Si veo que hay un feed back de parte de la audiencia, es porque sí, se estaba esperando. Seguro, también, va a haber comentarios, y capaz que salga en un medio de comunicación con tono de burla. No me parecería raro. Sé que en la sociedad existen sectores estigmatizadores. Creo que muchas personas van a preferir una radio tradicional a una hecha por pacientes del Siquiátrico. La radio hecha por los pacientes es un shock en un medio donde todo está ordenado, normado y coherente. Irrumpir con una radio de estas características hasta parece revolucionario”

FELIPE MONTALVA
En Valparaíso

Nota: Sergio Olivares, periodista y (aún) preso político de la dictadura, cumple condena con régimen de salida diaria y de fin de semana. Le quedan dos meses.
Al terminar la redacción de esta nota, Alejandra Cuevas fue dada de alta. Bien por ella.

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